Iván Thays
Diario de Nathaniel Hawthorne
La Morgan Library & Museum de Nueva York está realizando una exposición sobre tres siglos de escritura de diarios. La exposición incluye varios fragmentos y cuadernos de diarios íntimos que guarda la librería. Solo para fetichistas. Debe ser un placer ver esas letras cursivas, con tinta, desplazándose por el papel.
Dice la nota en Ñ:
Ya antes había intentado llevar un diario pero no funcionó debido a la necesidad de ser honesto?, escribe John Steinbeck en un voluminoso libro de contabilidad completo.Este particular diario de Steinbeck, parte de la atractiva exposición que se inauguró el 21 de enero en la Morgan Library & Museum de Nueva York, ?The Diary: Three Centuries of Private Lives? (El diario: tres siglos de vidas privadas), tiene un objetivo tan modesto hacer una crónica del trabajo de Steinbeck en ?Viñas de ira? que posiblemente no tuerza demasiado la verdad. Sin embargo, después de pasar un tiempo con estos diarios, uno observa el fervor puesto por quienes los escriben en realizar un laborioso trabajo para dar forma a los relatos acerca de sí mismos.Pueden verse las crónicas de famosos (Nathaniel Hawthorne) y poco conocidos (Adèle Hugo, la hija de Victor); de la realeza (la Reina Victoria relatando sus viajes a las Tierras Altas de Escocia) y de piratas (Bartholomew Sharpe, que asedió a los españoles en el siglo XVII); y de niños escritores (J. P. Morgan cuando tenía 9 años) y escritores para niños (E. B. White, que a veces utilizaba sus propios diarios como fuente). El diario de viaje de Bob Dylan durante su gira de 1973-74 con The Band se inicia con un dibujo hecho por él de una vista desde la habitación del hotel de Memphis; el diario de viajes de Einstein en 1922 está abierto en cálculos relacionados con el electromagnetismo y la relatividad general, escritos al dorso de la página.
Los diarios están escritos en volúmenes encuadernados (como el de Sir Walter Scott) o relegados a un bloc borrador (como un relato de los ataques del 11/9 escrito por Steven Mona, teniente de la policía de Nueva York). Están garabateados enérgicamente (como el de Henry David Thoreau, escrito con lápices fabricados por la empresa de su propia familia hay una caja en exhibición) o comprimidos en una letra casi microscópica (como la reacción a una noche oscura y tormentosa de una joven Charlotte Brontë). Son todas presentaciones, confesiones, manifestaciones artísticas sorprendentes a menudo afectadas y, tal vez, ocasionalmente, honestas.
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En cualquier caso, muchos de los diarios exhibidos son casi dolorosos en sus confrontaciones con la recalcitrante realidad de las vidas y temperamentos de sus autores.Un enorme volumen del tratante de esclavos británico John Newton relata su conversión espiritual, pero también sus ?reiteradas reincidencias?: ?He estado leyendo lo que registré de mi experiencia en el último año una extraña vanidad. Me descubro condenado en cada página?.Y un poco juguetonamente, un volumen de los diarios de John Ruskin de 1878 muestra el encabezado ?Febrero a abril, el Sueño? sobre páginas en blanco. Son un espacio deliberado que este crítico dejó para marcar el período de su derrumbe mental una pesadilla.Más adelante, Ruskin volvió sobre las primeras partes de su diario, tratando de discernir sus síntomas latentes. Inesperadamente conmovedora es la serie de apuntes escritos a toda prisa por Tennessee Williams correspondientes a los años 50; era celebrado por su genialidad pese a languidecer en la soledad y la angustia, dependiendo de las drogas y el alcohol.?Un día negro para comenzar un diario azul?, escribe al inicio del cuaderno expuesto en la muestra; más adelante, los encuentros sexuales de una noche sugieren que una ?benévola Providencia de golpe tomó piedad de mi larga desdicha este verano y me dio esta noche como muestra de perdón?.En toda la exposición, de páginas sobrias surgen ejemplos de experiencia y emociones fuertes.También hay algunos documentos históricos extraordinarios, como el maletín de cuero y el diario que llevaba el cirujano en jefe de Napoleón, Dominique Jean Larrey, durante la desastrosa campaña francesa en Rusia en 1812-1813.Napoleón decía que Larrey era ?el hombre más fino que he conocido?, y Tolstoi lo hace examinar las heridas graves del Príncipe Andrés en ?Guerra y Paz?.Aquí Larrey relata los horrores de la batalla, describiendo a madres que se ahogan con sus niños en brazos en medio de 30.000 muertos: ?Nunca se ha visto desastre más grande que éste?.De algunas cosas me habría gustado ver más, como partes del diario de Sir Walter Scott que muestran su pérdida gradual del lenguaje después de una serie de accidentes cerebro-vasculares.?Ya no soy el hombre que era?, escribe. ?El arado está llegando al final del surco?.