Francisco Ferrer Lerín
El genial Antonio Enrique, en un descanso de las Conversaciones de Formentor, me contó la historia de una mujer sobresaltada, una mujer cuyo marido no hacía demasiado caso de sus manifestaciones. O sea que una noche, ya dormidos en el lecho conyugal, cuando ella le despertó con grandes gritos diciéndole que se oía un ruido extraño, él se dio media vuelta para intentar conciliar de nuevo el sueño. Ella insistió. Y él se hizo el dormido. Pero tanto insistió, y tan agudos eran los gritos de la esposa sobresaltada, que el marido se volvió para decirle que se levantara y que buscara cuál podía ser el origen del ruido que ella oía. Se levantó. Tardó unos segundos en regresar. Y se metió en la cama sin decir ni mu. Hasta que el marido, ya totalmente desvelado, y ciertamente intrigado, le preguntó que qué era el ruido. Y ella contestó que, en la cocina, había dos hombres friendo pescado.