Francisco Ferrer Lerín
Hablaba el otro día Félix de Azúa de la falta de carisma del candidato Núñez Feijoo (la Academia recomienda no colocar tilde en su segundo apellido) y, abundando en la materia de modo atrevido, añadiré que quizá el detalle que más perjudica su presencia física radique en la peligrosa inclinación, en la pronunciada caída de sus hombros (detectada rápidamente por sus asesores que intentan solucionar el problema suministrándole americanas ortopédicas). Es probable que no tenga nada que ver, que este texto mío de 2009, publicado en el libro Gingival (Menoscuarto Ediciones, 2012), carezca de cualquier rasgo profético pero, por si acaso, lo recupero; aquí va:
Los sin hombros
Es una familia querida en el barrio. La madre, florista, especializada en Wagner. El hijo mayor, que fuera dentista, hoy vende cupones en la Plaza Ordicia. La hija, reptante, huronea lista. El hijo menor preside las rifas que los jueves pares celebra Artemisa. Del padre no hay nada que pueda dar pistas; ¿huiría a Chipre?, ¿vivirá en Galicia? Lo cierto es que todos carecen de hombros, el cuello muy gordo, la cara amatista.