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Blogs de autor

La magia de la burocracia

Por 27 de junio de 2006 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Soy propietario. De un cuchitril de 18 metros cuadrados ilegal como vivienda humana, pero mío. Es la primera vez que soy dueño de algo. Y es horrible. Bueno, ser dueño está bien. El problema son los papeles, trámites, certificados, derramas, contratos… Habitualmente, no entiendo nada, y me frustra descubrirme tan inútil en mi obligatoria adultez. Mi abnegada novia suele negociar lo que haya que negociar con vendedores y similares. Mientras ellos discuten, yo me quedo al lado pensando: “mamá, me aburro. ¿puedo irme a jugar afuera?”

Pero, por supuesto, llega un momento en el que no te puedes esconder más tras las faldas de una mujer. Tienes que asumir tu responsabilidad viril y llamar tú mismo a la compañía eléctrica. Y entonces, cuando escuchas esa voz suavemente femenina y vagamente sudamericana que te contesta el teléfono, sabes que comienzan los problemas.

-Buenas tardes. Me he comprado un apartamento y quiero que emitan los recibos de luz a mi nombre.
-Tiene que enviarnos la cédula de habitabilidad del apartamento.
-No tiene. Es inhabitable. Es decir, es un estudio.
-Entonces tiene que enviarnos un fax con toda la información, copia de su DNI, número de cuenta, dirección actual y… etc.,  etc.

Con mi mejor ilusión, envío el fax solicitando que pongan la luz a mi nombre. Días después, llamo para confirmar que lo hayan recibido. Esta vez, me contesta una voz masculina y peninsular, un macho ibérico. Pero no es mejor.

-Quiero saber si recibieron el fax que envié la semana pasada.
-¿El fax? Un momento, por favor.

Media hora después:

-Sí, aquí está. Su solicitud ha sido denegada.
-¿Perdón?
-Necesita una revisión técnica para certificar el uso del apartamento, que no es originalmente el que usted declaró.
-¿Cuál es el uso original?
-No le puedo proporcionar esa información por teléfono.
-¿Y cuál uso declaré yo? Sólo pedí un cambio de…
-Debe contratar a un electricista privado para que certifique las instalaciones y pedir que le emita una boleta blanca.
-Blanca.
-Así es.
-¿Y luego?
-Luego llama para que le tomemos los datos.

Así que, con el corazón en la mano, llamo al electricista y le explico la situación.

-¿Cree que podría venir mañana mismo? –le pregunto.
-Claro, pero le advierto una cosa: una boleta blanca significa que quizá haya que cambiar toda la instalación eléctrica.
-¿Qué?
-Sí, lo bueno habría sido que le pidiesen una azul. Pero blanca… chungo, chungo.

Desesperado, llamo a la inmobiliaria que me vendió el apartamento, donde una secretaria que no me pone con su jefe me dice:

-Usted compró el apartamento admitiendo que las instalaciones estaban en buenas condiciones.
-Si están bien, parece un problema nominal. Si me dicen a qué dedicaban la instalación diré que sigo usándola para lo mismo.
-No sabemos.
-¡Pero si ustedes hicieron la instalación!
-Pero sólo para vender el apartamento. Ahí no vivía nadie ni nadie hacía nada.
-Ya.

Desesperado, me veo a mí mismo arrancando todos los cables eléctricos y los enchufes, y luego colocándolos de nuevo. Imagino que eso debe costar lo que el piso entero. Sufro, pataleo, lloro. De repente, ese pequeño realista mágico que todos llevamos dentro me hace pensar que quizá sólo es una pesadilla, que nada de esto es real. Animado por esa ridícula posibilidad, levanto el teléfono y vuelvo a llamar a la empresa eléctrica.

-Buenas tardes. Me he comprado un apartamento y quiero que emitan los recibos de luz a mi nombre.
-Claro que sí ¿Me da sus datos, teléfono y dirección?

Así lo hago, y para mi sorpresa, después de unos minutos, escucho.

-Ya está, señor Roncagliolo. Los recibos se emitirán a su nombre. Gracias y hasta luego.

Eso es todo.

Tan inesperadamente como empezó, la pesadilla ha terminado. Como cuando se borran todos tus archivos y meses después reaparecen. Como cuando no consigues terminar una novela y, súbitamente, surge la idea salvadora. Es algo más allá de lo racional y lo evidente. Es magia. Y existe.

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