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La condena del Gran Hermano

Por 26 de junio de 2006 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Bienvenido a Lelystad. Su dormitorio aquí cuenta con una litera personal y una pantalla táctil, en la cual podrá usted revisar su agenda de cada día. Notará que al entrar le han colocado una muñequera telemática. Ella le permitirá hacer compras, ver televisión, pagar cuentas, escuchar la radio o, si lo prefiere, seguir algún programa educativo a distancia. Por supuesto, aquí todo está dispuesto para su confort. Con el tiempo, de no mediar ningún contratiempo, se incrementará la cantidad de canales audiovisuales a los que tiene acceso, así como las llamadas telefónicas y el tiempo para realizarlas.  Mientras tanto, en cualquier caso, puede usted inscribirse en cualquiera de nuestros equipos deportivos o en los grupos de discusión.

Si tiene cualquier inconveniente, por favor, pulse la pantalla irrompible. Un miembro de nuestro personal se pondrá en contacto con usted de inmediato. Las pantallas también perciben las alteraciones en el flujo sonoro regular, de modo que su seguridad está garantizada: incluso si, por ejemplo, fuese asaltado y reducido antes de alcanzarla, nuestro personal recibirá la alerta correspondiente. Pero no se asuste, su intimidad también está asegurada. Los sensores de movimiento no grabarán sus conversaciones.

No, no está usted en un hotel del siglo XXIII ni en una estación espacial. Lelystad es una cárcel, para ser precisos, la nueva cárcel modelo de Holanda equipada con la última tecnología. Sus instalaciones han sido probadas primero por un equipo voluntario de estudiantes universitarios que actuaban como reclusos y luego, por un grupo de presos reales seleccionados por su buena conducta entre los centros penitenciarios de todo el país. 

El principio inspirador de Lelystad es la reeducación para la libertad. Los presos lavan su ropa y cocinan su comida, como si viviesen en un apartamento, y conviven en celdas de seis individuos, lo que les permite entrenarse para la socialización cotidiana. Además, según su comportamiento, van ganando puntos que les reditúan en forma de privilegios de esparcimiento o comunicación con el exterior. La tecnología, además, mitiga la necesidad de guardias de uniforme, que sólo se materializan cuando es necesario. En esa atmósfera de libertad, los reclusos se sienten más como en un kibutz que como en un establecimiento penitenciario.

Lo más increíble: la cárcel electrónica es más barata que la normal. Lelystad se basta con seis guardias para una población de 150 reclusos, que en cualquier prisión requerirían el triple de personal. El ahorro en sueldos y precios de construcción reducen el costo por prisionero y noche de 140 euros a 105. Siguiendo el ejemplo holandés, Japón ha empezado a construir una cárcel electrónica sin barrotes, en que los presos estarán separados del exterior por vidrios templados. 

Hasta el siglo XV, las leyes castigaban físicamente el cuerpo de los delincuentes: así, los hechiceros eran quemados. Los falsificadores, hervidos en aceite. A los blasfemos se les colgaba de la lengua con un gancho. A quien cortaba un árbol sin permiso se le arrancaban las tripas, se le ataba con ellas y se le obligaba a correr alrededor del árbol hasta que quedase enroscado. Pero a partir del XVI, el castigo procuró lesionar un objeto jurídico más abstracto y más preciado: la libertad. Las cárceles se convirtieron en alojamientos forzosos que apartarían al reo de la sociedad que había dañado.

La cárcel de Lelystad ya ni siquiera castiga eso. La libertad de movimiento y comunicación reduce la sensación de aislamiento del interno sin incrementar la amenaza social. Casi uno se sentiría tentado de pasar una temporadita en ese lugar higiénico en que se ocupan de sus necesidades las 24 horas. Pero el castigo de Lelystad no deja de ser refinadamente terrible: es la vigilancia absoluta, la sensación de que no puedes ir al baño, mentir, masturbarte ni maldecir a tus carceleros sin la certeza de que te estarán viendo, de que nada se les escapa, ni un segundo del día. Lelystad quizá sea un modelo de prisión civilizada, pero entre los ingenios del hombre, es el más cercano a la pesadilla que previó Orwell en 1984.

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El Boomeran(g)
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