Creo que todo el mundo se divorció en los años ochenta. Debe haberse puesto de moda. Lo hicieron mis padres, lo hicieron los padres de la mayor parte de mis amigos, lo hizo Dustin Hoffman en Kramer vs. Kramer y lo hizo la familia Berkman, que protagoniza The squid and the whale, traducida al español con el nombre más digerible de Una historia de Brooklyn.
Si tus padres se separaron en los años ochenta, quizá no debas ver esta película: es molesta e incómoda, y por momentos tienes la sensación de que alguien se ha colado en tu alcoba adolescente. Al parecer, no sólo se vinieron abajo las familias en esa década, sino que lo hicieron todas del mismo modo, con las mismas mañas y las mismas taras. Así que los Berkman te muestran el doloroso proceso que ya viviste, y están vestidos igual que lo estabas tú.
Y es que, en el fondo, esta es una película sobre el daño que uno puede hacer por amor. Sobre mujeres que necesitan amor y hacen cosas que lastiman a sus maridos, que se sienten autorizados para lastimarlas a ellas porque las aman, y todo eso rebota en su hijo, que se siente dañado y busca un culpable, y termina por hacerse daño a sí mismo, porque ya no sabe querer de otra manera.
Uno siempre se pregunta en estos casos quién cuernos tiene razón y cómo saberlo. Yo empiezo a pensar que esa pregunta no tiene sentido. Con frecuencia me he encontrado discutiendo con una pareja o con mis padres. Después de un rato de gritarnos, descubrimos que es imposible llegar a un acuerdo, porque parece que estuviésemos hablando de cosas distintas. Que el sentido de los hechos –y los mismos hechos- es distinto para cada uno, y que no hay ninguna grabación con la cual contrastar nuestras versiones. No hay una realidad, de hecho, solo hay versiones. Detrás de las máscaras de la verdad no hay un rostro real. Simplemente, no hay nada.
Eso es lo que esta película trata con más intensidad: los universos interiores y lo que ocurre cuando colisionan. Los años ochenta fueron un momento en que las expectativas laborales, sociales y emocionales se encontraron con un mundo en transformación, en el que nada era lo que se suponía que debía ser. Una historia de Brooklyn es el retrato de unos seres humanos en transición, tratando de acomodarse en un mundo que no deja de arrearles bofetadas. Cada uno de ellos atisba sólo un pedacito de ese mundo, y la parte que le falta ver está oculta tras la mirada de los demás.