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Invención del ajedrez moderno

Por 18 de octubre de 2010 Sin comentarios

Eduardo Gil Bera

 

 

Lessing empezó a estudiar español en 1750 y lo practicaba con su primo Mylius, a saber qué dirían. Ese mismo año planeó emprender una traducción memorable, y dudaba entre La vida es sueño de Calderón y las Novelas Ejemplares de Cervantes. Tenía entonces veintiún años, llevaba dos matriculado en la facultad de medicina de la universidad de Wittenberg, y fustigaba la mediocridad de la especie humana con poemas inspirados en Juvenal.

Al principio de 1751, acometió sin previo aviso la primera página de las cuatrocientas cincuenta que abarcó su traducción al alemán del Examen de ingenios de Huarte. Disponía de un ejemplar en español de la edición de Amsterdam de 1662, y utilizó como rompehielos la traducción latina Scrutinium ingeniorum de Joachim Caesar. El motivo del súbito interés despertado en Lessing por la obra de Huarte fue el ajedrez. El Examen de ingenios era la primera obra científica que se ocupaba del significado del ajedrez, de las facultades mentales de los jugadores, e incluso de su dieta. Hasta entonces, 1575, sólo se habían publicado reglamentos del juego. Como recordarán los aficionados, Lessing fue un ajedrecista apasionado, y el centro de gravedad de su obra capital, Nathan el sabio, es un tablero de ajedrez. 

En su época de bibliotecario, Lessing se ocupó de la literatura sobre el ajedrez y comprobó que había un máximo de concentración de publicaciones sobre el “nuevo” juego que se situaba en España, a finales del siglo XV y los primeros años del siglo XVI. Aunque no podía acceder a las obras originales, muchas de ellas raras o perdidas, Lessing deducía que la forma de jugar al ajedrez había experimentado entonces un cambio radical.

Hoy sabemos que ese cambio sucedió el 7 de noviembre de 1489, día en que llegó al cerco de Baza la reina Isabel de Castilla. La partida se prolongaba desde el verano; y el largo y ostentoso desplazamiento de la reina desde Jaén  supuso el jaque mate. Cumpliendo el anuncio pregonado a la población sitiada en Baza, se suspendió el bombardeo de la artillería para que todo el público pudiera contemplar la recepción y los festejos desde la muralla, y la reina, a su vez, admirara la ciudad, el dispositivo guerrero, y la multitud de súbditos presentes y futuros. 

Llegó Isabel de Castilla montada en una mula blanca, y la gualdrapa carmesí y oro casi tocaba el suelo, la silla estaba recamada en oro y plata, y las bridas eran de raso bordado con letras áureas. Desde gran distancia se percibía el acercamiento de la reina en la inclinación de los estandartes de los batallones y las aclamaciones de la muchedumbre. Llegó ella primero al real del noroeste, donde estaba la artillería, y venía acompañada de la infanta Isabel y el cardenal Mendoza, los dos bien guarnecidos, forrados y enguantados con terciopelos, púrpuras y brocados. Su esposo el rey Fernando de Aragón salió a recibirla desde el real del sureste al frente de sus nobles. Vestía jubón carmesí, calzas de raso dorado, gran balandrán florido, cimitarra de precio excesivo, y redecilla de seda en los cabellos. Las gualdrapas del séquito regio eran azules con estrellas de oro. El rey y la reina se hicieron tres reverencias, y cuando ella levantó su sombrero y mostró la cara, el rey la besó en la mejilla, y luego hizo el mismo gesto con la infanta Isabel.

A continuación empezaron los festejos, que duraron tres días, y las negociaciones para la rendición de Baza, que dieron lugar a las capitulaciones más generosas. Durante meses, el rey había dirigido las operaciones militares en el cerco, mientras la reina organizaba la intendencia desde la retaguardia en Jaén. Por fin, el festejado desplazamiento de la reina hasta Baza causó la debida impresión en sitiados y sitiadores, y cerró la partida. Entre las piezas cantadas y representadas durante las fiestas por la entrada en Baza, estaba el célebre romance del cerco

Sobre Baza estaba el rey,

lunes, después de yantar

de cuyo artífice todo lo ignoramos, así como del ajedrecista que homenajeó a la reina con la introducción del movimiento que revolucionó  la forma de juego. En el ajedrez antiguo, la pieza que estaba junto al rey se movía con apocamiento oblicuo en desplazamientos de un solo cuadro. Desde la toma de Baza, esa pieza se llamó “reina”, y se convirtió en la más fuerte sobre el tablero, de modo que el juego adquirió trazas nunca vistas.

También nació entonces la literatura sobre el ajedrez. Entre las obras que se ocupaban de la explicación del juego renovado, se tiene noticia del Llibre dels jochs partits dels schacs en nombre de 100, de Vicent, impreso en 1495, en Valencia; y Repetición de amores e arte de axedrez con 150 juegos de partido, de Lucena, que se publicó en 1497, en Salamanca. 

El nuevo modo de jugar con reina poderosa tuvo un éxito arrasador. En el manual de Damiano Questo libro e da imparare giocare a scacchi et de le partite, editado en Roma en 1512, el moderno estilo de juego se describe como alla rabiosa, lo que da idea del cambio que trajo respecto al antiguo.

En los festejos de la coronación del papa Pío IV, a primeros de 1560, se quiso dar relieve a la nueva relación con Felipe II, mediante la celebración de un campeonato mundial de ajedrez donde debía dirimirse la supremacía de los jugadores españoles o los italianos. Ganó un cura de Zafra llamado Ruy López, reputado campeón de España, que batió a los maestros italianos. 

El propio Ruy López publicó al año siguiente en Alcalá el Libro de la invención liberal y arte del juego del axedrez, traducido, copiado y adaptado en multitud de otros libros, en particular en Das Schach- oder König-Spiel de Selenus, libro gordo que hizo gemir la imprenta en Leipzig en 1616, y reputado como primer manual de instrucciones sobre el juego de ajedrez en alemán. El señor Selenus, seudónimo de un duque godo vergonzante, se preguntaba con mucha pertinencia de dónde vendría la función suprema de mariscal otorgada a la reina en el juego descrito por Ruy López, y el motivo de que tan alta función fuera desempeñada por una dama.

Pocos días antes de la segunda bancarrota de la Hacienda real, en el verano de 1575, se organizó otro campeonato mundial en Madrid, con victoria del italiano Leonardo da Cutri, recompensado por Felipe II con mil ducados, una capa de armiño, y una cadena de oro con bello colgante en forma de torre. Ese mismo año había aparecido el Examen de ingenios donde Huarte sostenía que la imaginativa es la facultad que más se descubre en el jugador de ajedrez, y citaba a Juvenal. ¿Qué más hacía falta para interesar a Lessing?

 

 

 

 

 

 

 

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Eduardo Gil Bera

Eduardo Gil Bera (Tudela, 1957), es escritor. Ha publicado las novelas Cuando el mundo era mío (Alianza, 2012), Sobre la marcha, Os quiero a todos, Todo pasa, y Torralba. De sus ensayos, destacan El carro de heno, Paisaje con fisuras, Baroja o el miedo, Historia de las malas ideas y La sentencia de las armas. Su ensayo más reciente es Ninguno es mi nombre. Sumario del caso Homero (Pretextos, 2012).

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