Eduardo Gil Bera
Las tres lenguas principales que se escribieron en la España prerromana habían alcanzado, sobre los siglos III-I a. C., el estatus que la escritura proporciona en una sociedad de cultura avanzada.
En tartésico e ibérico se redactaban contratos y resoluciones jurídicas, textos religiosos, históricos y literarios. El celtibérico, que fue el último en acceder a la escritura, disponía de un reputado centro legislativo y judicial en Contrebia Belaisca, capital de los celtíberos que se nombraban Beli o Belici: “los fuertes”.
De las lenguas que no se escribieron, poco podemos saber. No está acreditado que los cántabros hablasen una lengua emparentada con el aquitano, y los pocos nombres cántabros conocidos sugieren que las dos lenguas no tenían nada que ver. La presencia de contingentes cántabros luchando junto a los aquitanos no prueba, como se ha pretendido, que hablasen la misma lengua. También hubo celtas mercenarios luchando junto a los cartagineses y nadie ha concluído, hasta ahora, que celtas y cartagineses hablasen la misma lengua o una muy parecida.
Tampoco el testimonio de Séneca (Ad Heluiam VII, 9), que sugiere la semejanza entre algunas palabras de los corsos y los cántabros, puede ser tomado al pie de la letra. El autor habla de dos lenguas que ignora y, en esa situación, es imposible pasar de alguna remembranza de sonsonete.
En el momento de la romanización, la mayor parte de los vascones, várdulos e ilergetes hablaban celtibérico, y no paleovasco, que era entre ellos la lengua de una población marginal, no urbana, y en estancamiento o regresión, situada entre el valle de Arán, el curso alto del Cinca, norte de Huesca y montañas navarras hasta el río Deba. En Vizcaya, que ostenta un nombre originario de las cercanías de Pamplona, y habla con latinismos de peculiaridad absoluta, no entró el vasco antes del siglo VI en su parte más oriental, mientras en su máxima extensión, que tuvo lugar en el siglo XI, no llegó a Orduña ni a las Encartaciones.
Porque la lengua vasca, que es el resultado de la influencia del latín en el paleovasco, alcanzó su mayor extensión territorial y demográfica en la Edad Media. El romance y el vasco presentan una evolución coetánea que además sucedió en estrecho contacto. No es raro que los primeros testimonios escritos conservados estén redactados en el romance castellano-riojano y, a la vez, contengan las primeras frases en vasco.
En las llamadas Glosas Emilianenses, es decir, las del manuscrito nº 60 del monasterio de San Millán, se leen, entre las primeras frases en romance, las dos primeras frases conocidas en vasco. El documento se data hacia mediados del siglo X, y las palabras vascas, pese a las numerosas propuestas, todavía carecen de explicación satisfactoria.
En el folio 67 v., se encuentran el siguiente texto latino y glosas:
jncolumes [sanos et salbos] jnveniri meruimur [jzioqui dugu]
No cabe duda que jzioqui dugu es un verbo que glosa meruimur, es decir, “hemos merecido”. Izioki es un adverbio derivado de izio, que significa “motivo” (cfr. zio en vasco; la deriva de la inicial e > i > ø es muy usual). El significado es “lo hemos merecidamente”.
En el folio 68 v., se lee:
Non nobis sufficit [non conuienet anobis] [guec ajutu ez dugu] quod christianum nomen accepimus si…
Durante años se creyó que la glosa vasca se refería a precipitemur [nos non kaigamus], que figura más arriba en el folio, lo cual hacía imposible una lectura aceptable. El término clave en vasco es ajutu, un préstamo latino (de adjutum, supino de adjuvo) con el significado de “apoyar”, “secundar”. La construcción verbal se puede comparar con la de otro préstamo latino en vasco, laket (de placet), que presenta laket dugu “nos complace”. Guec, por su parte, es la forma sincopada o, si se prefiere, la versión dialectal riojana de guhaurek. De modo que guec ajutu ez dugu significa “nosotros mismos no secundamos”.
La aparente inversión —ajutu ez dugu en lugar de ez dugu ajutu, como se esperaría hoy— no es enfática ni errónea, sino que refleja la formulación que entonces regía en vasco: más latina que la del romance.
Desde mediados del siglo IX, se documenta una emigración y colonización de várdulos (Bardulia aparece ahora como denominación que abarca la Rioja y el norte de Burgos y Palencia, lo que diríamos cogollo de Castilla la Vieja: in Barduliam, quae nunc Castella dicitur, referido al año 842 se lee en el Chronicon de Tuy) y de váscones en tierras castellanas: Villabáscones, en el Arlanzón, cerca de Burgos, y localidades como Gipuzuri, o Bascuri en tierras riojanas atestiguan esos movimientos de colonos que llevaron la lengua vasca hacia el sur y el oeste.
En ese contexto, cumple decir algo de Gonzalo de Berceo (119o-1260), un poeta fingidor que fue notario y graduado en los Estudios Generales de Palencia. Los literatos de la primera mitad del siglo XX, particularmente los miembros de las generaciones del 98 y del 27, achacaron a Berceo sencillez, ingenuidad y candor, con las naturales miras de vindicar tan claras virtudes para ellos mismos. Así se formó el tópico del poeta rústico, de personalidad sencilla, y ajeno a la pompa libresca.
Con el mismo propósito de autoalabanza que se encuentra tras el tópico de la ingenuidad rústica de Berceo, sus pretendidos vasquismos han constituido un tema recurrente, y se han elaborado listas con docenas de términos que no resisten un examen elemental. En realidad, la única palabra vasca utilizada por Berceo es Don Bildur “Don Miedo”, nombre de una personificación popular. Y si la poesía berceana se fuera a utilizar como registro fiable de la vasquidad de la Rioja Alta en su tiempo, habría que concluir que, entre la época del anónimo glosador emilianiense y mediados del siglo XIII, el vasco había desaparecido de la comarca, a excepción de Ojacastro, donde los vecinos todavía tenían derecho a declarar en esa lengua en 1235.
Ahora, un somero muestrario del vocabulario de Berceo y su cotejo con los correspondientes términos vascos puede ser ilustrativo:
alcandora "camisa" (ár. alqandura) alkandora "camisa"
asmar “imaginar” (lat. aestimare) / asmatu “acertar”
ardura “apuro” (lat. arduus) / ardura “preocupación”
artero “hábil” (lat. ars) / artetsu “hábil”
atorra "camisa" (ár. adurra) / atorra "camisa"
bocin “burla” (lat. boccina) / muzin “desprecio”
catino “jarro” (lat. catinus) / katilu “taza”
ciella “celda” (lat. cella) / gela “cuarto”
colpado “herido” (lat. collapsus) / kolpatu “herido”
corroto “mortificación” (lat. corrodere) / gorroto “odio”
cordoio “pesar” (lat. corrodere) / korromio “pesar”
defirmes “garantizado” (lat. firme) / berme “garantía”
enanzar “avanzar” (lat. inante) / enantzu “avance”
endrezar “dirigir” (lat. derigere) / endrezera “dirección”
foya “hoyo” (lat. fovea) / hobi “hoyo”
guizquio "chuzo" (lat. gaeso icere) / kizki "garfio"
lazrar “penar” (lat. lacerare) / latz “áspero”
laydo “burla” (lat. loidos) / laido “ofensa”
lodor “alabanza” (lat. laudare) / laudorio “alabanza”
massiellas "mejillas" (lat. maxilla) / masailak "mejillas"
nucir “dañar” (lat. nocere) / nozitu “padecer”
puntada “instante” (lat. punctus) / puntada “instante”
quessa “queja” (lat. quassiare) / kezka “preocupación”
quirolas “juegos” (lat. gyrolla) / kirolak “juegos”
refierra “réplica” (lat. referre) / errefera “réplica”
rehez “fácil” (ár. raiz) / errez “fácil”
rehez “nadería” (ár. raiz) / yeus, deus “nadería”
rencura “rencor” (lat. rancor) / arrenkura “disgusto”
tastar “tocar” (lat. tactus) / dastatu “probar”
truferia “burla” (fr. truand) / trufa “burla”
Queda patente que el vasco no ha tomado esas palabras del latín, del árabe, ni del francés, sino del romance riojano. En español, hace mucho que son arcaísmos, mientras en vasco todas siguen vigentes.
Lo llamativo es que la mayoría de ellas figuren en el acervo del llamado navarro-labourdin littéraire (nombre que propuso Pierre Lafitte para el dialecto literario vasco escrito en Francia entre los siglos XVI y XIX), y que, en cambio, sea imposible hacer una lista de gasconismos y galicismos, contemporáneos de Berceo, en lengua vasca.
Todos los galicismos en vasco son modernos, y los gasconismos, apenas unos pocos, y casi todos tardíos. ¿Por qué será?
De entrada, no es un detalle irrelevante, si se tiene en cuenta que el vasco, como lengua conservadora, mantiene préstamos lusitánicos y celtibéricos de todas las edades, y un surtido amplísimo de todo el latín, desde el arcaico al más tardío, y lo mismo del romance castellano-riojano, del navarro-aragonés y, en fin, del español. Es decir, conserva trazas evidentes de todas las lenguas con las que ha tenido contacto.
La falta de gasconismos y galicismos antiguomedievales conforma el terminus post quem del movimiento expansivo de la lengua vasca que se estableció al norte del Pirineo, procedente de la vertiente meridional, en lugares donde no había población estable antes del siglo XI. Aunque las incursiones vasconas al norte de los Pirineos datan de 587, cuando los Wascones, de montibus prorumpentes in plana descenderunt (Gregorio de Tours, Historia Francorum VI, 12), y aunque luego practicaron famosamente el saqueo y pillaje de los transeúntes por el Pirineo occidental, hubo grandes extensiones de aquella vertiente que no se poblaron hasta bien entrada la época medieval. También los arabismos, que el vasco incorporó desde el romance, y que están presentes en la toponimia de la vertiente norte del Pirineo (por ejemplo, el nombre de Sara, población vasca con una primera documentación en el siglo XIII, procede del árabe sacra “jaral"), hablan a favor de una colonización medieval.
Después de que Ricardo Corazón de León, duque de Aquitania, saqueó el norte del Pirineo a finales del siglo XII, acordó con su cuñado el rey Sancho el Fuerte el traspaso de la comarca, y el rey navarro fundó la Castellanía de San Juan (Sant Johan del Pie del Puerto, en romance navarro, Sanctum Johannem de Pede Portus en latín notarial), para que fuera capital militar y administrativa de Ultrapuertos. Esa comarca se pobló entonces y era conocida en Pamplona como “Tierra de Vascos”, por la lengua de sus colonos, que llegaron a fundar poblaciones como Bascoteguia (nombre real que se ponían los vascos a sí mismos, al contrario de Euskalherria, que es invención de clérigos) en Bearne, cuando los condes de Foix eran también reyes de Navarra.
Porque otra prueba de que el vasco del norte del Pirineo es de procedencia hispánica es precisamente la palabra “basco”, cuya /b/ inicial y /o/ final sólo pudieron originarse al sur del Pirineo.
Los vascos han empleado el celtibérico “basco” para nombrarse a sí mismos en su lengua, hasta el siglo XVI como mínimo, cuando Dechepare (1545), primer poeta en vernáculo, insiste con remarcada intención en el término popular basco frente al culterano heuscalduna.
En todo caso, donde calla la literatura, clama la toponimia: Bascuri, en la Rioja y en Vizcaya (1089), y Bascoteguia, en Bearne (1350), son nombres de colonias vascas que no sólo prueban que los vascos se llamaban a sí mismos “bascos”, sino que marcan a la perfección, como mandados hacer de encargo, la extensión máxima de la expansión de la lengua vasca en la Edad Media.
Todo esto ha venido de una conversación sobre los dólmenes y monumentos megalíticos de por aquí. Mi amigo creía que los hicieron los vascos. Yo le decía que no, que los dólmenes se erigieron cuando aún no existían los vascos; y le explicaba que, incluso sin conocerla, él asumía la tesis de Barandiarán, cura, paleontólogo, vascoiberista y antidarwinista, para quien los vascos eran una raza pura y maravillosa que habitaba poéticamente su rincón exclusivo desde milenios incontables. Mi argumentación, en cambio, es de rango lingüístico y algo prolija y larga, así que mejor te la escribo en el blog.
Por lo demás, mi conclusión es que toda lengua es mestiza y advenediza, como el pensamiento.