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Wall Street esotérico

Por 7 de octubre de 2008 Sin comentarios

Clara Sánchez

Recuerdo cuando ni en Madrid ni en otros sitios había cajeros automáticos y tenía uno que marcharse de vacaciones con el dinero encima. Y también eran los tiempos de los talones sin fondos. Ahora los billetes casi no los vemos, los talones los usamos en contadas ocasiones y la picaresca se ha orientado hacia las tarjetas de crédito, que por cierto están tardando mucho en ser sustituidas por algo que no podamos olvidarnos en casa, como una huella dactilar, por ejemplo, o simplemente la firma o la voz. La voz es algo muy personal e identificador. Ahora que la gente se cambia la cara cada dos por tres, lo único que permanece es la voz, así que lo de la foto en el carné ya no sirve. Como forma de control la foto es algo a extinguir. No sé cómo andará el asunto de los pasaportes en este sentido, pero imagino que habrá algún que otro problema. De pronto donde había una calva hay pelo, donde unas gruesas gafas no hay nada. Donde había unos labios finos el policía del aeropuerto se encuentra con Scarlett Johansson. ¿Me jura que ésta es usted? El reconocimiento ocular se ha vuelto muy complicado.

/upload/fotos/blogs_entradas/bogart_fumando_med.jpgTodo cambia, y con el cambio desaparecen cosas y hasta las más tontas nos pueden producir nostalgia. Los inagotables cigarrillos de Bogart, por ejemplo, y su insuperable manera de llevárselos a los labios sólo comparable a la de Carrillo. Ahora nos hemos enterado de que las compañías tabacaleras untaban a los productores o actores para que incluso fumasen en pleno quirófano mientras se operaba al paciente. Y de golpe, nada de cigarrillos. Menos mal que hace unos seis años nos llegó la película Smoking room, que es algo así como una transición necesaria entre un antes y un después del humo. Es además una de las películas que más me han gustado en los últimos tiempos. Me deslumbró su inteligencia y madurez creativa, bastante inusual, espléndida.

Sin embargo aún no está mal visto empinar el codo en todo tipo de películas y series de televisión, como si el hígado tuviera menos importancia que los pulmones. ¿Pero qué hacen los actores sin poder sostener nada en las manos?, ¿qué hacen con las manos? El que mejor sabía manejarse en esta situación sin duda fue Cary Grant, al que le bastaba un ligero traje gris para vagar por el mundo. Tarantino por su parte ha optado porque sus personajes empuñen unas buenas espadas japonesas. Pero lo más preocupante son los dólares de papel, los billetes arrugados que hemos visto una y otra vez arrojar sobre los mostradores de los bares. La visa ha acabado con este momento.

Este era un detalle de cine que lo alejaba de la vida real: el personaje nunca espera el cambio, ni siquiera le pregunta al camarero cuánto es. Saca unos cuantos dólares y los deja caer en la mesa sin mirar. Como Robert Mitchum cuando se quitaba una camisa, la arrugaba como un papel y la lanzaba al otro lado de la habitación para que luego la asistenta la tirara a la basura.  Qué miserable resulta revisar la cuenta en la vida real, recoger el cambio, dejar una propinilla, igual que volver al coche para asegurarnos de si hemos cerrado bien las puertas.

Aquellos días ya no volverán. Va resultando tan anacrónico ver monedas en una película como a alguien fumando. Lo del dinero (esa cifra que uno tiene en el banco) es un misterio. La economía siempre me ha apabullado, nunca he entendido nada, y ahora compruebo con horror que no era la única. Se les ha ido de las manos hasta el punto de que Wall Street se ha convertido en algo así como la Feria Esotérica Alternativa que se está celebrando en el Mercado Puerta de Toledo, donde los monjes del Tibet y su Rimpoche harán purificaciones y puyas de sanación, lo que de entrada no puede hacerle daño a nadie.

Una limpieza espiritual siempre será algo más tangible que lo del Ibex. Además está programada la No-terapia, que nace de la idea No-soy y que anuncia que "la rebelión espiritual de la nueva era ha nacido ya". A lo mejor por ahí van los tiros. De hecho, los videntes, clarividentes, mediums (que los profanos confundimos) están metidos en todo. Porque cuando todo falla, cuando nuestras previsiones y expectativas se vienen abajo siempre podremos experimentar la energía del Metratón. O bien "reconectar los meridianos del cuerpo asegurando que la red celular funcione en armonía", algo que dicho así parece sencillo pero que sólo se puede hacer una vez en la vida. Y cómo saber si este es el mejor momento.

Publicado en  El País el 5 de octubre de 2008

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Clara Sánchez

Clara Sánchez es escritora española. En la actualidad reside en Madrid, donde estudió la carrera de Filología Hispánica y donde durante varios años enseñó en la universidad. Hasta la fecha ha publicado ocho novelas: Piedras preciosas (Debate, 1989), No es distinta la noche (Debate, 1990), El palacio varado (1993, Punto de Lectura 2006), Desde el mirador (Alfaguara, 1996), El misterio de todos los días (Alfaguara, 1999), Últimas noticias del Paraíso (Alfaguara, 2000), Desde el mirador (Alfaguara, 2004) y Presentimientos (2008).  Su obra ha sido traducida al francés, alemán, ruso, portugués, griego...Ha recibido el premio Alfaguara de novela en 2000 por Últimas noticias del paraíso. Y el premio Germán Sánchez Ruipérez al mejor artículo sobre Lectura publicado en 2006 por la columna titulada "Pasión Lectora" (El País, 6 de agosto). Colabora habitualmente en El País. Y durante unos cinco años lo hizo en el programa de cine de TVE "Qué grande es el cine".

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