Clara Sánchez
Y luego está esa manía de llamar a cualquier anciano "abuelo" en lugar de por su nombre o en todo caso señor, tratamiento que a estas alturas de su vida se tiene bien merecido. Por favor, dejemos lo de abuelo para los auténticos nietos y no tratemos de infantilizar a personas que dejaron la infancia ya muy atrás. A mi padre por ejemplo todo esto le saca de sus casillas. Prefiere la palabra viejo para describirse. Le parece más exacta y que lo de "mayores" es demasiado ambiguo porque entre los mayores se ha colado mucho falso viejo y jubilados escandalosamente jóvenes. La verdad es que hasta los ochenta el panorama está muy revuelto, es confuso y se cometen constantemente anacronismos como el que escuché el otro día cuando alguien dijo que un coche había atropellado a una anciana de sesenta años. ¡Sesenta! Ahora una de sesenta es como una de cuarenta hace medio siglo. No creo exagerar si digo que con los tintes, los retoques estéticos y el pilates la anciana comienza a ser un ser de otra época cuando podían contemplarse sus siluetas silenciosas, oscuras y enjutas recortadas contra los trigales o sentadas en la mesa camilla.