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Blogs de autor

Peluquerías (2)

Por 14 de diciembre de 2007 Sin comentarios

Clara Sánchez

Esos grande secadores por lo general estaban colocados en fila y en algún momento del proceso de lavar, teñir, cortar, marcar (término en desuso) y peinarte daban una revista y metías allí la cabeza sin rechistar. El resto del cuerpo permanecía fuera sentado en una silla. Cuando los humanos del futuro vean estas imágenes les parecerá que acostumbrábamos a entretenernos con una revista mientras nos hacían un electroencefalograma o un escáner o nos lavaban el cerebro. Para esos seres nosotros seremos casi tan primitivos como en realidad somos.

A favor del secador, con su aire muy caliente y ensordecedor, habría que decir que conseguía un aislamiento perfecto. Ni a solas en la habitación más silenciosa de la casa, ni en plan meditación, se ha llegado a tanto. Quienes hemos pasado por eso enseguida comprendimos que el cerebro lo era todo. /upload/fotos/blogs_entradas/secador.jpgEn cuanto la peluquera cerraba la escafandra y regulaba la temperatura y programaba el tiempo parecía que una iba a salir disparada a la luna, y todo lo de fuera se hacía más lejano. Desde la cápsula veías a la gente mover los labios y alguien te hacía señas que no comprendías ni querías comprender. La cabeza ardía y dentro la materia gris y blanca se ponía de todos los colores. Por un rato podías hacerte la loca y no contestar si no querías, podías no pensar en nada. Y jamás nos cuestionamos, ni creo que se haya estudiado, si era perjudicial o no someter las neuronas a semejante centrifugado, porque tampoco nos preocupábamos tanto como ahora por lo que tenemos dentro de la cabeza. Todo era más simple. En el burdo mundo de mi infancia, por ejemplo, a los hijos se los dividía en los que valían para estudiar y los que no, en débiles y fuertes, en retraídos y simpáticos. El mundo en general estaba dividido en tontos y listos, pobres y ricos, pies planos y pies normales. En resumidas cuentas, el mundo era más o menos una versión del Gordo y el Flaco. Es ahora cuando nos empezamos a cuestionar qué es la inteligencia y qué es el cerebro y la mente, y se ha pasado del complejo polivitamínico a lanzar al mercado esas maquinitas de bolsillo para entrenar la mente en todo momento y lugar. Lo ideal sería incorporarlas a los aparatos del gimnasio y así acabaríamos por no pensar absolutamente en nada, que es la mejor manera de no angustiarse, de no obsesionarse, de no odiar y de no fantasear con amores imposibles.

Por fin  llega Nikos, el peluquero fashion, arrastrando los pies con unos vaqueros de Dolce & Gabbana y se saca el jersey por la cabeza sin arreglarse luego el pelo con la mano. Lleva un corte tan genial que ha de quedar así, tal como lo deje el jersey, como si no le diera ninguna importancia a la pelambrera. Llevamos esperándole una hora, pero él nos mira sin prisa. Es un artista. Besa a algunas. A las demás nos sonríe como diciendo, la próxima vez será. Escoge a una. Yo estoy antes pero no quiero protestar y caerle mal. Quiero ser una de los suyos.

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Clara Sánchez

Clara Sánchez es escritora española. En la actualidad reside en Madrid, donde estudió la carrera de Filología Hispánica y donde durante varios años enseñó en la universidad. Hasta la fecha ha publicado ocho novelas: Piedras preciosas (Debate, 1989), No es distinta la noche (Debate, 1990), El palacio varado (1993, Punto de Lectura 2006), Desde el mirador (Alfaguara, 1996), El misterio de todos los días (Alfaguara, 1999), Últimas noticias del Paraíso (Alfaguara, 2000), Desde el mirador (Alfaguara, 2004) y Presentimientos (2008).  Su obra ha sido traducida al francés, alemán, ruso, portugués, griego...Ha recibido el premio Alfaguara de novela en 2000 por Últimas noticias del paraíso. Y el premio Germán Sánchez Ruipérez al mejor artículo sobre Lectura publicado en 2006 por la columna titulada "Pasión Lectora" (El País, 6 de agosto). Colabora habitualmente en El País. Y durante unos cinco años lo hizo en el programa de cine de TVE "Qué grande es el cine".

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