Clara Sánchez
Parece ser, por los muchos ejemplos que tenemos a mano todos los días, que el instinto de supervivencia es mucho mayor que el de culpa, y que la conciencia se acomoda con bastante facilidad a nuestras necesidades cuando se trata de salvar el pellejo. La culpa ha sido muy bien aprovechada por la religión para manipularnos emocionalmente y para que no nos sintiéramos suficientemente libres y felices, porque cuando uno está contento tiende a ser independiente e incontrolable. Pero también la culpa y el remordimiento (en dosis no neuróticas) sirven para unirnos a esa solidaridad humana universal que impide que nos matemos a dentelladas por la calle sin ningún remordimiento. Aun así, ya sabemos lo que hay….
Bueno, pues una buena manera de acoplar la conciencia y huir de los remordimientos es lo que ha hecho el criminal Radovan Karadzic. El ex líder serbobosnio, huyó de la justicia no demasiado lejos, llevaba trece años viviendo oculto en Belgrado, lo que no deja de ser inquietante. Claro que él no era Karadzic sino el curandero Dragan Dabic. Y el curandero era ferviente seguidor de Karadzic, por eso se sentaba bajo su propio retrato en un bar al que asistía. Y ahora de esa matrioska que es la personalidad de Karadzic sale un abogado, porque se defenderá a sí mismo ante el Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia (TPIY).
¿Para qué quiere Karadzic a nadie? Mejor cargarse a todo el que le estorba. Él se basta y se sobra y además dicen que tiene una salud de hierro, seguramente cuidada por el curandero, cuya vida ahora tratará de salvar el abogado.