Clara Sánchez
Millones de turistas errantes por el planeta con su cámara de vídeo o de fotos. Se capturan tantas imágenes por segundo en el mundo que una se pregunta si no estaremos generando demasiada basura virtual. Porque ¿dónde va a parar tanto vídeo y tanta foto? Hubo un tiempo en que estas cosas se dejaban para momentos puntuales de nuestra vida. El álbum de fotos del bautizo, el vídeo de la boda, de las vacaciones a Bulgaria, los más atrevidos grababan el nacimiento del niño. Y el resto del tiempo se descansaba. Ahora es constante. Estás cenando con amigos y hay uno que se dedica a mirar a los otros a través del móvil, como si la pantalla los transformase en seres fantásticos.
Aunque hay que reconocer que a veces, cuando no tienes ganas de hablar, supone un alivio. No hace mucho tuve una cena en que ninguno debíamos de tener ganas de hablar porque empuñamos nuestros móviles y empezamos a sacarnos unos a otros. Y más o menos así se pasó el tiempo. Sin embargo, cuando volví a verlas al día siguiente, riéndome y haciendo cosas que no recordaba haber hecho me pareció que lo había pasado francamente bien, hasta llegar a sentir cierta nostalgia por aquella noche que se había llevado el viento y que ya no podría recuperar. Me había divertido a lo grande y si no llega a ser por estas imágenes ni me habría dado cuenta. Así que quizá no sea tan absurdo, grabamos la vida para tener constancia de haberla vivido.