Clara Sánchez
El rechazado, el apartado del grupo, ha de comportarse como si no hubiese sido rechazado, fingiendo que no se ha dado por enterado, como si estuviese por encima del bien o del mal o como si él considerase que semejante vejación en realidad no se le ha infligido a él, sino a ese otro que los humilladores, vejadores y rechazadores tienen en su malvada mente. Además el decoro le exigirá no quejarse y no tener la mala leche de hacer sentirse culpables a quienes le han dado la patada en el culo refregándoles su presencia por los ojos. Para que esas personas no se sientan incómodas y no tengan que pasar por el trago de esquivar su mirada y su saludo (qué patético ¿verdad?) lo ideal sería desaparecer del mapa. De ahí que se haya inventado la fórmula de que la víctima no pueda enterarse de exactamente quién es su verdugo y que su dolor se diluya en un mar de sombras equívocas y acabe algo paranoica.