Clara Sánchez
La Literatura, entre otras cosas, es un juego de identidades. En todo texto literario no hay un solo yo sino varios yoes entre los cuales el yo del autor o el del narrador no siempre es el más importante. En los textos aparentemente más objetivos siempre se escapa la subjetividad del escritor, porque como ya explicó con gran lucidez Leopoldo Alas "Clarín" la absoluta imparcialidad y objetividad es imposible. Por otra parte en las líneas más aparentemente autobiográficas siempre se escapan elementos de ficción y lo que se le atribuye al propio yo puede haberlo vivido otro yo muy distinto.
Como muestra, las observaciones de don Antonio Machado, que en lugar de hablar de varios yoes prefería referirse al yo y a otro, o al yo y al tú. En sus Proverbios y cantares hay varios ejemplos. Seleccionamos uno: No es el yo fundamental/ eso que busca el poeta,/sino el tú. En otros casos, Machado recurre a heterónimos como Juan de Mairena o Abel Martín, y les atribuye pensamientos, que en mayor parte serían los del propio escritor. Pessoa construyó igualmente diversos heterónimos y a cada uno le dotó con una personalidad especial: Alberto Caeiro, Álvaro de Campos, Ricardo Reis, Bernardo Soares y el barón de Teive. Alguno de ellos, como Álvaro de Campos, defensor de las sensaciones como criterio de verdad, llega a preguntarse en algún momento si él mismo tiene alguna realidad. En nuestros días el escritor irlandés John Banville firma varios de sus libros con el pseudónimo de Benjamin Black, mientras que el surafricano y Premio Nobel J.M. Coetzee en su novela Elizabeth Costello pone en boca de una mujer las palabras que seguramente son las del propio escritor. De nuevo el yo y el otro, o los diversos yoes transitando y representando sus papeles en el escenario de la literatura.