Clara Sánchez
En una sala del espléndido Museo de Arte Contemporáneo del Centro Cultural Conde Duque se exhibe la muestra "Retratos con conversación", que su autor, el pintor Félix de la Concha, no considera cerrada sino en expansión porque su mirada aún se encuentra en pleno rendimiento para indagar en los matices que los colores y su habilidad pueden arrancar del alma de los retratados. Sus modelos son escritores, científicos, músicos…, proceden de distintas esferas y desde ahora tienen en común el haber pisado el estudio de De la Concha y compartir las mismas paredes del Museo.
Los retratos los realiza en movimiento, en el transcurso de dos horas de conversación en que, aunque imperceptiblemente, todo va cambiando de aspecto. Seguramente sólo un pincel y una cámara de fotos son capaces de registrar algo tan pasajero como la luz. Precisamente a explicar cómo se le echa el lazo a un reflejo dedicó Víctor Erice su minuciosa y ejemplar película El sol del membrillo, donde podemos contemplar cómo Antonio López trabaja duramente para retener luces y sombras. Así que no es de extrañar que fuese la pintura la que enseñase al cine cómo manipular la luz y crear la sensación de que una vela iluminaba una cara. Por su parte, Félix de la Concha también trata de apresar el movimiento y por eso no exige que sus modelos se mantengan paralizados, sino que parece considerar que hay que estar en sintonía con ese instante que nunca se detiene.