Clara Sánchez
Pues sí, Miguel, lo pasé muy bien en San Sebastián. Para empezar, dejó de llover y salió el sol. Y contaré telegráficamente, sin regodearme, cómo fue el día más o menos. Vino a buscarme al aeropuerto mi amigo Patri Urkizu, profesor, escritor, académico… Como me llevaría varios blogs hablar sobre él, lo haré otro día con más calma. Hoy pienso en el paseo que dimos por Hondarribia (cuya traducción es vado de arena) y en la excelente comida de La Hermandad, un restaurante de pescadores donde se sirven las almejas más ricas que he probado. Se trata de un pueblo con un gran encanto. Casitas muy cuidadas con balcones de madera, las barcas sobre un mar con ganas de marcha y el viento que le daba a todo un punto de belleza salvaje.
San Sebastián es una ciudad entre melancólica y alegre, que se merece urgentemente una película de amor tipo Breve encuentro, de David Lean. El mar estaba furioso, gris y blanco, las olas al estrellarse levantaban un vapor que llenaba el aire de iones positivos. Por lo que cuando por la tarde me acerqué a la charla el ambiente ya estaba preparado. No tengo palabras para decir lo bien que me sentí entre aquellas lectoras (y algunos lectores) tan minuciosas e intensas, bajo la batuta de Beatriz. Además tuve la sorpresa de reencontrarme con una amiga de la adolescencia, Carmen Garmendia, y con Mikel Sarasola, que me dio un par de consejos sobre la vida y sobre mi trabajo que no olvidaré.
Lo pasé mejor de lo que había imaginado. A las ocho de la mañana siguiente iba camino de Málaga.