Clara Sánchez
- No pretendiendo el presentador ser gracioso todo el tiempo porque por algún misterioso conjuro el humor no llega a cuajar en estos eventos y cuanto más extravagante sea, peor. El público de las butacas se ríe por reírse, porque está nervioso, y en casa nos aburrimos, sólo nos interesa saber quién ha ganado y ver el paseíllo desde las butacas al escenario.
- No pretendiendo los premiados ser espontáneos ni originales al dar las gracias, como mucho llorar medio segundo, y desde luego no intentar lanzar mensaje alguno con matices sociales o políticos. Lo mejor en estas situaciones es no decir nada porque la gente ya está pensando en cuál será el siguiente premiado y es imposible conmoverle ni impresionarle. En este sentido, sólo Alfredo Landa (que se llevó el Goya de Honor a toda su carrera) logró llamar un poco la atención con su inesperado no-discurso.
- Se recomienda sobriedad en el contenido y mucho brillo y lujo en la forma, que las butacas de los nominados queden bastante alejadas del escenario para que podamos observarles a placer hasta que suben allá arriba, agilidad en las transiciones y… alfombra roja.