Clara Sánchez
Mujeres y más mujeres. Jóvenes y maduras, fuertes y débiles, y nunca abstractas, siempre con algo real y humano que reconocemos al instante. Se siente bien con las mujeres, dice Allen. Le interesan más que los hombres. Hay más de dónde elegir entre las actrices que entre los actores. Además con un actor uno no se puede casar, porque a W. Allen durante la mayor parte de su vida le gustaba escribir papeles para esa actriz-esposa que tenía al lado. Louise Lasser, Diane Keaton y Mia Farrow. Porque ha demostrado que con lo que conoce y sus colaboradores de siempre tiene más que suficiente para crear un mundo distinto al año, sin tener que aventurarse más allá de la esquina de su calle. Y además siempre puede recurrir a la experiencia inagotable de haber crecido con siete hermanas además de su madre.
Esto no quiere decir que nos esté ofreciendo una y otra vez un retrato de sí mismo y de su vida. Protesta cuando oye que sus películas, en especial Annie Hall y Manhattan sean autobiográficas. Sostiene que salen del "sudor de mi frente", que es como decir que salen de su conciencia y no sólo de su propia vida. "Es difícil recordar exactamente, con fidelidad", dice. O sea, que escribir un guión no es tan sencillo como contar lo que le pasó la semana pasada. Va más allá. Se lo proponga o no, nos hace cuestionarnos la realidad y los deseos de personas que han de encontrarle sentido a un mundo que, como decía Nabokov, es como un perro que pide que fuguemos con él.