Clara Sánchez
En realidad, hasta la llegada de Annie Hall a nuestras vidas, nuestras vidas habían estado llenas de fascinantes actrices, a quienes sólo se podía rendir culto, porque jamás podríamos parecernos, por ejemplo, a una Ingrid Bergman, despidiendo luz por todos los poros de la piel; ni a una misteriosa criatura como Jeanne Moreau; ni ser tan introspectivas como Liv Ullmann; o poseer la desenvoltura de Jean Fonda, ni la abrumadora sensibilidad de Meryl Streep. Por el contrario, en Annie Hall es Diane Keaton la que viene hasta nosotras, y por eso a través de ella pudimos reírnos con nuestras gracias y nuestras torpezas. Sin contar con que ese Alvy (Woody Allen), con quien mantiene relaciones, se podría llamar Pedro o Luis y ser nuestro propio novio progre y descontento de los setenta.