
Eder. Óleo de Irene Gracia
Basilio Baltasar
El 21 de abril de 2010 hará cincuenta años que Brasilia surgió de la nada. He aquí un mote interesante para bautizar la voluntad política del Presidente Kubitschek. Nada es lo que había en este lugar abierto entre el Matto Grosso y Minas Gerais. La rala vegetación del sertao y quizá algún estrecho sendero de nómadas cazadores. Sin toponimia, sin ruinas: sin Historia. Ningún otro arquitecto ha recibido un encargo semejante: levanten una nueva ciudad. Quizá el de San Petesburgo fuera un arrebato semejante. Aunque la diferencia es notable: el Zar quiso imitar a Paris, Viena, Venecia. Y en Brasilia el modelo fue una quimera: la ciudad ideal, sin precedentes. Oscar Niemeyer y Lucio Costa la construyeron en menos de tres años. La idea pura, pitagórica, corbuseriana, todavía da forma a la ciudad hierática. Hay que recorrerla con una voluntariosa perplejidad. En la puerta del Palacio de los Arcos, sede del Ministerio de Asuntos Exteriores, conocido como Itamaraty, no hay guardias. Un bedel te deja entrar y tú deambulas absorto admirando la elegancia de un edificio que anticipó algunos propósitos del pensamiento urbano: lo transparente, lo diáfano, el minimalismo. Si se permitiera un cambio de uso al edificio oficial yo propondría dedicarlo a una neoclásica Academia de Filosofía. Viendo el discreto deslizamiento de las secretarias sobre el suelo de mármol pulido me pregunto si la arquitectura visionaria modifica o refuerza los hábitos de la clase política que la habita desde hace (casi) cincuenta años. Quién sabe. El gobierno de Brasil formula su influencia en la región y en el escenario global como el más decisivo vector de mediación. Los Estados tienen carácter y pasiones, a veces coléricas. Brasil ofrece su cordialidad a modo de arte diplomática. En este aspecto, la voluntad del Presidente Lula encuentra su vínculo con los discursos de Obama y Zapatero. Quizá la celebración de los 200 años de la independencia de los países americanos (prevista para el 2010) permita dar a este estilo de pensar la política internacional un espacio tan amplio y luminoso como el de la propia ciudad.