Basilio Baltasar
Estoy leyendo el ensayo que Jacobo Siruela dedica a la historia de los sueños. Una historia que, como bien advierte el autor, nunca antes había sido escrita. "El mundo bajo los párpados" será por ello una referencia ineludible entre los que quieran asomarse al resbaladizo e imprevisible universo onírico del hombre.
Su elocuente inventario de los testimonios escritos durante siglos nos permite hacernos una idea cabal del territorio que sin cesar se insinúa bajo la conciencia y de cuán extraña ha sido su influencia en la historia de la cultura. Los más remotos relatos atestiguan estupefacción, miedo, superstición, pero también, entre los más sagaces, una inteligencia dispuesta a penetrar lo que a veces nos parece un conglomerado de imágenes caóticas.
Cada época y cada región cultural ha elaborado sus patrones hermenéuticos y no siempre se ha eludido el resignado tópico del misterio impuesto por nuestras limitaciones cognitivas. Siruela cita a Jung para dibujar el asunto del que estamos hablando: "Un sueño es como un teatro en el que el soñante es escenario, actor, apuntador, director de escena, autor, público y crítico". Podríamos añadir: soñante es también el que lo olvida todo al despertar. La amnesia matutina puede ser un castigo del que no todos consiguen librarse. Y convendría propiciar en las escuelas, a esa edad en la que no todo está perdido, un ejercicio de memoria activa. Retener los sueños mediante el deliberado esfuerzo de relatar y consignar lo que ha sido vivido. El matiz es importante: los sueños no se ven, se viven. La experiencia onírica, a pesar de nuestras prevenciones o descuidos, constituye a la personalidad tanto como la actividad de la vigilia.
La fenomenología de los sueños que emprende Siruela, con reveladoras noticias sobre personajes históricos, permite alumbrar zonas del ser que de otro permanecerían sepultadas. ¿Por qué somos como somos? ¿Qué aspecto del yo permanece latente y siempre a punto de brotar? ¿Qué cosa es la Naturaleza humana?
El mundo bajo los párpados, publicado por Atalanta, es una contribución excelente a ese proceso de conocimiento (que también es de reconocimiento) al que está irremediablemente abocada la conciencia. Ya saben, esa vieja cita cada día más urgente y decisiva.