
Eder. Óleo de Irene Gracia
Basilio Baltasar
Sin más demora debo pedir disculpas a los lectores amables o displicentes de este blog por haber postergado la cita a la que me había comprometido. Tareas que a veces me parecen descomunales me han tenido alejado de este espacio de reflexión al que sin dudar dedicaría el grueso de mis energías. No conozco otro lugar mejor para forjar la conciencia del presente. La inmediatez del blog -el golpe de una comprensión súbita, inmediatamente leída y replicada- conforma este inconmensurable éter de discursos y relatos contemporáneos colgados en la red. Cuando elijo al azar alguno de los textos almacenados en nuestro archivo y compruebo la imposibilidad de recordar en qué estado de ánimo fueron escritos, confirmo lo que en verdad queda de este ejercicio de confrontación: el juicio sobre lo que cada día se hace más urgente. Hay que evitar la reverencia impuesta por siglos de autoridad -y la inevitable impertinencia que esta excita entre los que se consideran ofendidos- para instalarse en la exigente fluidez de la conversación universal estrenada por el blog: ideas y argumentos circulan para perfeccionar las estructuras y relaciones del pensamiento libre. Algunos cacarean desde su blog lo evidente, dando placer a los ociosos que se complacen recibiendo elogios encubiertos (ese lector llamado "fiel" que sólo atiende al escritor que confirma sus lugares comunes y consuela sus heridas comunes); otros, imitan desde su blog la grandilocuencia de una cultura que ya no existe; muchísimos procuran entretenimiento o información útil a los mil menesteres de la existencia. Lo mejor de la blogosfera, sin embargo, son aquellos que pensando, como suele decirse, en voz alta disciernen y enseñan a formular la gran pregunta: y esto ¿qué significa? Todavía no podemos calibrar la envergadura histórica de una construcción en absoluto virtual: al contrario, una incalculable legión de pensadores ejerce a diario un deber tangible: comprender el significado de lo Real.