
Eder. Óleo de Irene Gracia
Basilio Baltasar
En el batzoki del PNV se respira una atónita decepción y todos se preguntan de qué sirve ser la lista más votada si al final no puedes gobernar. Afirma Urkullu, con inhóspita firmeza y un deje de ya lo decía yo, que el resultado de las elecciones es un aviso a los que quisieron vivir en un estado de campaña electoral permanente. Después de su ovacionado discurso le toca el turno al lehendakari en funciones y con el micrófono en la mano Ibarretxe anima a sus votantes a vivir en un estado de campaña electoral permanente. Más aplausos en el auditorio.
En el escenario gallego la llovizna arrecia pero no cala en un terreno impermeable. Los escándalos que atenazaban al Partido Popular no alteran la intención de voto y Feijóo se alza con la mayoría absoluta. ¿Habrán comprendido los gallegos que Rajoy necesitaba esta victoria para arreglar el Partido?
Los socialistas vascos dan por seguro que un gobierno de coalición con el Partido Popular les permitirá desalojar a los nacionalistas de las instituciones. La entente en el territorio vasco es de una urgencia moral inaplazable y tendrá consecuencias inesperadas en la política nacional. Obligará a los dos grandes partidos a enterrar el hacha de guerra y abrir un período de consenso institucional. Muy adecuado en este momento de crisis financiera internacional.
El test de las elecciones autonómicas ha resuelto equitativamente las expectativas más razonables: alienta el liderazgo de Rajoy y no desmiente el de Zapatero. ¿Habrase visto alguna vez un resultado tan a gusto de todos?