
Eder. Óleo de Irene Gracia
Basilio Baltasar
Después de agradecer al presidente Bush la cooperación obtenida durante el traspaso de poderes, Obama comienza su discurso con una de las frases a la que debemos prestar más atención: "Hoy venimos a proclamar el fin de las disputas mezquinas y las falsas promesas, las recriminaciones y los dogmas gastados que durante tanto tiempo han sofocado nuestra política".
Para dibujar el recorrido de su presidencia habrá que saber cuáles han sido las disputas mezquinas, las falsas promesas y los dogmas que nos han impedido hacer política. Hay en esto un verdadero programa de acción.
Más adelante, Obama desliza alusiones más precisas a lo que piensa hacer:
"La pregunta que nos hacemos hoy no es si nuestro gobierno interviene demasiado o demasiado poco, sino si sirve de algo: si ayuda a las familias a encontrar trabajo con un sueldo decente, una sanidad que puedan pagar, una jubilación digna".
Se acabó (al menos por el momento) el dogma ultra liberal ensalzado por la Casa Blanca durante las últimas décadas. Con Obama el Gobierno será otra vez la herramienta con que la sociedad administra el bien común y resuelve las necesidades de todos. O al menos esto es lo que ha sido enunciado con tanta solemnidad.