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Dietario de un cínico / 2

Por 8 de marzo de 2016 Sin comentarios

Basilio Baltasar

 

Algunos se preguntarán por qué se celebra en Mallorca el juicio del siglo…

En los siglos XVI y XVII los bandoleros mallorquines campaban a sus anchas como mercenarios al servicio del clero y de la nobleza. Sus miembros se contaban por centenares. Los enfrentamientos eran brutales y las masacres, el pan nuestro de cada día. Pueblos y posesiones rurales se amurallaban no para defenderse del moro, como suele decirse, sino para protegerse de los belicosos y feroces vecinos. Asesinatos por encargo, venganzas, saqueos, sabotajes, secuestros, violaciones y amputaciones agitaban a una sociedad amedrentada por la rabia y la furia. Para evitar la persecución de la Justicia impartida en nombre del Rey, los bandoleros buscaban refugio en la Catedral. Allí se instalaban con sus pertenencias hasta que conseguían un navío en el que huir de la isla. En el tejado del templo, en sus bóvedas y en el campanario alquilaban o compraban habitaciones para estar a salvo de los alguaciles o de los sanguinarios adversarios.

Leyendo el estudio del historiador mallorquín Jaume Serra uno comprende mejor a los secuaces que han saqueado las arcas públicas de la isla. Desde su singular perspectiva histórica, sus delitos son en realidad un homenaje a la tradición, a lo que hoy se considera "la sagrada identidad de los pueblos". Por todo ello, mientras en los juzgados se enumeran sus fechorías, en los exquisitos cenáculos mallorquines se dictan otro tipo de sentencias. Los próceres hablan de los políticos procesados como si fueran las víctimas de un exceso de celo y reprochan a jueces, fiscales y guardia civiles su injerencia en los asuntos internos de la sociedad isleña. En este gabinete de alta alcurnia se fraguan subterráneas corrientes de opinión y se actualiza la vieja convicción de la nobleza mallorquina: "tenemos derecho a comandar nuestras propias bandas de forajidos".

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Basilio Baltasar

Basilio Baltasar (Palma de Mallorca, 1955) es escritor y editor. Autor de Todos los días del mundo (Bitzoc, 1994), Críticas ejemplares (BB ed; Bitzoc), Pastoral iraquí (Alfaguara), El intelectual rampante (KRK), El Apocalipsis según San Goliat (KRK) y Crítica de la razón maquinal (KRK). Ha sido director editorial de Bitzoc y de Seix Barral. Fue director del periódico El día del Mundo, de la Fundación Bartolomé March y de la Fundación Santillana. Dirigió el programa de exposiciones de arte y antropología Culturas del mundo (1989-1996). Colabora con La Vanguardia y con Jot Down. Preside el jurado del Prix Formentor y es director de la Fundación Formentor.

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