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Baudelaire, periodista cultural

Por 9 de abril de 2023 Sin comentarios

Suplemento Cultura|s, La Vanguardia. Edición impresa (8-04-2023)

Basilio Baltasar

Los escritos de Baudelaire sobre arte, literatura y música podrían haberse resca­tado como una reliquia cultural, pero la antología se lee como una irónica interpe­lación a nuestra época. Sorprende comprobar que los 150 años transcurridos desde su publicación en diferentes periódicos y revistas no hayan hecho caducar las amonestaciones del poeta maldito y auspicien su extraña y ardiente actualidad. Una actualidad inmóvil, idéntica, paralizada, indiferente a los espantajos del progreso y la evolución.

Al margen entonces del reloj (“Dios espantoso, siniestro e impasible”) Baudelaire llevará de la mano al lector de nuestros días por los Salones, imprentas y teatros del viejo París y también por los pasajes de una mentalidad enquistada en sí misma y atrapada en la feliz complacencia de su arrogante estupidez.

Nos dice Baudelaire en su diatriba contra la escuela pagana que todo niño sobreexcitado que oiga hablar sin cesar de gloria y de goce, cuyos sentidos sean a diario acariciados, irritados, asustados, encendidos o satisfechos se convertirá en el más desgraciado de los hombres.

En su apología de Víctor Hugo, celebrando la densidad hiperbólica de sus personajes, Baudelaire lamenta que vaya creciendo a la sombra de estos gigantes la tendencia sermoneadora, pedantesca y didáctica de las novelas.

Al celebrar el artículo que Saint-Beuve dedicó a la Academie Française, renueva el desdén por los intrigantes que la gobiernan y por los políticos que vienen vergonzosamente a robar el sillón que se le debe a un pobre hombre de letras.

Baudelaire advierte que el poeta no se debe a la república, ni a la monarquía absoluta ni a la monarquía constitucional. Denuncia la alianza adúltera establecida entre la escuela literaria y la política y reclama para el arte la potestad destemplada del genio que a nadie da cuentas. No desperdicia la ocasión de aludir a Heine y a su literatura podrida de sentimentalismo materialista.

Será suficiente este breve balance –niños adulados (¡sin IPhone aún!) y hombres desquiciados, poetas serviles, instituciones amañadas y novelas puritanas– para reconocer en la voz de Baudelaire el soniquete del gemido contemporáneo.

El lector recordará que los escritos de Baudelaire recogidos en este volumen fueron publicados sin el aura que la posteridad concedió al autor de Las flores del mal y que sus ácidos juicios le acarreaban la consecuente inquina de sus adversarios. Señalar la tontería del gentío, la verborrea de los oradores o la pomposa ridiculez de los literatos no le proporcionaba afecto precisamente.

Su conocimiento de Manet y Delacroix, de Flaubert, Balzac y Víctor Hugo, tan sagazmente penetrados y comprendidos en este volumen, lo autorizaba a comportarse como un crítico inclemente, enervado por la mediocridad, la impostura y la falsificación de los valores estéticos.

Anticipándose a Charles de Gaulle, Baudelaire ya supo ver que en Estados Unidos gobernaba la tiranía cruel e inexorable de la opinión y que sus ciudadanos padecían esa fe envanecida e ingenua por la omnipotencia de la industria. También pudo prever la figura de los “filósofos zoócratas” que han americanizado al dócil hombrecito europeo.

Su encomio de Edgar Allan Poe, como traductor y prologuista de su obra, le permite compartir la enérgica refutación de la “gran herejía de los tiempos modernos” y celebrar con veneración a este escritor visionario, “azotado sin piedad por el Ángel ciego de la expiación”, poeta, narrador y filósofo, iluminado y sabio. “¿Por qué no confesar –dice Baudelaire– el placer de presentarles a un hombre que se parece un poco a mí?”

Los escritos de nuestro autor recorren los libros y pinturas de su siglo con meticulosa lucidez, revelando la profundidad de sus logros artísticos y consagrando su integridad estética. Baudelaire, libre de la coerción invisible y de la obediencia voluntaria que la modernidad ha injertado en la ciudadanía, heredero de una inteligencia que no se deja hipnotizar por las candilejas del espectáculo, nunca cultivó la empalagosa adulación del lector.

En diferentes momentos de la antología se oye su insistente evocación como un presagio: “¡Ojalá que la religión y la filosofía puedan acudir algún día, como obligadas por el grito de un desesperado!”.

Retrato del artista intratable
Charles Baudelaire nace en París en 1821 y muere en la misma ciudad a los 46 años. Tras las restauraciones monárquicas y las barricadas revolucionarias que agitaron el XIX francés, aparecen ‘Las flores del Mal’ (1857), ‘Los paraísos artificiales’ (1860), ‘Los despojos’ (1866) y ‘El spleen de París’ (1869). Contemporáneo de Balzac, Flaubert y Víctor Hugo, su poética sacudió al mismo tiempo las convenciones literarias y las presunciones morales. En realidad, su obscenidad, que concitó acusaciones, procesos y censuras y consagró la figura del artista intratable, fue la enervada alegoría de la incipiente modernidad.

Reseña del libro: Escritos sobre arte, literatura y música (1845-1866), de Charles Baudelaire (Acantilado, 2022)

Publicado en Cultura|s de La Vanguardia

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Basilio Baltasar

Basilio Baltasar (Palma de Mallorca, 1955) es escritor y editor. Autor de Todos los días del mundo (Bitzoc, 1994), Críticas ejemplares (BB ed; Bitzoc), Pastoral iraquí (Alfaguara), El intelectual rampante (KRK), El Apocalipsis según San Goliat (KRK) y Crítica de la razón maquinal (KRK). Ha sido director editorial de Bitzoc y de Seix Barral. Fue director del periódico El día del Mundo, de la Fundación Bartolomé March y de la Fundación Santillana. Dirigió el programa de exposiciones de arte y antropología Culturas del mundo (1989-1996). Colabora con La Vanguardia y con Jot Down. Preside el jurado del Prix Formentor y es director de la Fundación Formentor.

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