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Escrito por

Yoani Sánchez

Yoani Sánchez es licenciada en Filología. Reside en La Habana y combina su pasión por la informática con su trabajo en el Portal Desde Cuba. Fue premiada con el premio Ortega y Gasset de Periodismo por su blog Generación Y, que más tarde ha ganado el Premio BOBs al Mejor Blogs del Mundo de 2008 y el Premio del Jurado en Bitácoras.com 2008.

Eder. Óleo de Irene Gracia

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¿Quién firma ahora las cartas?

Comprar un auto es una de esas aventuras a lo Indiana Jones, que lo mismo puede terminar con un infarto al miocardio o en una larga espera de diez años. Durante mucho tiempo sólo fue posible obtener un carro a partir de la distribución basada en la meritocracia. Un trabajador destacado, con miles de horas voluntarias y una misión como soldado en Angola o Etiopía, podía sentirse afortunado si le permitían adquirir un Moskovich o un Lada. Los profesionales de más alto rango se disputaban, en las universidades y los centros de estudio, las reducidas asignaciones de automóviles. Mientras, los funcionarios gubernamentales podían aspirar a modelos más modernos, que eran reparados en talleres del propio Estado. Cuando colapsó la tubería que conducía el subsidio desde el Kremlin hasta aquí, terminó la distribución por méritos de electrodomésticos y carros. Comenzó a funcionar ?otra vez? el dinero como moneda de cambio para hacerse con un vehículo. No obstante, se mantuvo un filtro selectivo para obtener el derecho a comprar los recién llegados Citröen, Peugeot o Mitsubishi. Los viejos autos adquiridos antes de 1959 sí pueden ser vendidos, pero está prohibido traspasar a otro dueño los obtenidos por cualidades laborales e ideológicas. Las regulaciones terminaron por reconocer que lo alcanzado en aquellos años del ?socialismo real? era sólo una propiedad a medias, intransferible y fácilmente confiscable. Hasta el día de hoy, aunque algunas tiendas muestran en exhibición modernos todo-terrenos y climatizados minibuses, ningún cubano puede dirigirse a ellas y comprar ?sin más requisito que el dinero? un auto. Hay que recibir antes una carta de autorización, a la que se llega después de años de papeleo. El proceso incluye una exhaustiva supervisión del origen de los fondos y la comprobación de la ?limpieza? ideológica del comprador. Por casi una década, la firma de ese salvoconducto la hacía Carlos Lage, vicepresidente del Consejo de Ministros, defenestrado hace unas semanas. De manera que en medio del estupor por su sustitución, algunos se preguntan ¿Quién firmará ahora las cartas para obtener el añorado auto?



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28 de marzo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Brainstorm

El último corto de Eduardo del Llano deberían mostrarlo en las redacciones periodísticas y los medios informativos de todo el país. En una mesa redonda, un consejo editorial debate sobre cuál acontecimiento estará en la portada de su próxima edición. Hay varias noticias para escoger: un extraordinario record deportivo, la caída de un meteorito que mató en el acto a un pintor, a varios héroes del trabajo y a algunos soldados internacionalistas. Los obedientes redactores esperan la llamada telefónica que ?desde arriba? les dirá la noticia que deben privilegiar sobre las otras. Hacen, mientras tanto, la pantomima de que pueden decidir, el alarde de actuar como si el periódico fuera realmente de ellos. Brainstorm es un corto con personajes para nada caricaturescos, sino reflejo de una realidad que es en esencia exagerada y esperpéntica. Un mundo de poses, de cobardías profesionales, resultantes de ver defenestrarse a lo colegas más atrevidos. El reto para estos periodistas no es el de tener una opinión original, sino adelantarse y predecir cuál será el criterio del poder. Todo buen informador ?revolucionario? debe saber lo que dirán sus líderes antes de que emitan una sola palabra, les conviene interpretar los gestos de los gobernantes y no equivocarse en reflejarlos. De esa y otras miserias periodísticas trata el corto, que se suma a la lista comenzada por el ya clásico Monte Rouge. De la serie dirigida por Del Llano, es éste el que más me ha tocado por cercanía temática y por aludir a las mordazas de la prensa oficial. Al verlo, me he confirmado en el inmenso privilegio del que disfruto, por no tener jefe editorial, censor, o alguien que me dicte cuáles temas tratar o qué importancia darles. Mi peor pesadilla profesional sería encontrarme en una mesa así, donde todos cuidan sus espaldas, en aras de conservar el pequeño privilegio de trabajar en Granma, Juventud Rebelde o algún periódico de provincia. Como en la escena final del corto ?que no les adelanto para que la disfruten? algo pasa allá afuera y nuestros medios siguen ignorándolo. Miles de sucesos ocurren cada día, pero los disciplinados corresponsales de los telediarios no están autorizados a informarlos. En su lugar, nos muestran la Cuba soñada de sobre cumplimientos agrícolas, emulaciones ganadas, visitas presidenciales, compromisos de resistencia y pioneritos sonrientes. La llamada telefónica que autorice a contar la realidad no ha llegado ?todavía? a la redacción de ningún periódico.



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26 de marzo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Bajo el paraguas

Muchos hemos llegado a creer que si no estamos bajo el paraguas de una entidad estatal, no existimos. En la puerta de un ministerio o frente a la secretaria de algún funcionario, hay una pregunta que siempre nos recibe: ¿Y usted de dónde es? No se trata de curiosidad sobre nuestro origen regional, sino de una aguda pesquisa alrededor de la institución que nos valida. Cuando no se tiene una credencial con las siglas de una empresa estatal, poco puede hacerse en esas dependencias oficiales. Los que somos ?ciudadanos independientes? o ?individuos por cuenta propia? estamos acostumbrados a las largas esperas y a las negativas. En esta peculiar condición de electrón libre, alejada del núcleo de cualquier privilegio, poder o cargo importante, soy diestra en tropiezos, especialista en trámites que nunca se resuelven. Me han hecho una y mil veces la misma pregunta sobre la sombrilla estatal que me protege, y prefiero consumirme bajo el sol de mi autonomía que cobijarme bajo una prerrogativa. Claro que esta filosofía de la ?no pertenencia? no sirve para explicársela al custodio y que me deje entrar a resolver alguna vedada diligencia. Resulta que no existo, porque ninguna entidad estatal me tiene inventariada, porque no pago cuota a un sindicato o aparezco en el listado de algún comedor obrero. Aunque camino, duermo, amo y hasta me quejo, carezco de la fe de vida que me daría la filiación a un reducido ?y aburrido? número de organizaciones neogubernamentales. En la práctica, soy un fantasma cívico, un no-ser, alguien que no puede mostrar ante el incisivo ojo del portero ni la mínima prueba de estar en los mecanismos oficiales.



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24 de marzo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Miopía y astigmatismo

  Me pongo las gafas del optimismo y le lanzo una mirada a la ciudad desvencijada donde vivo. Con esos cristales tornasolados de la esperanza, mi corazón bombea con más tranquilidad, sin sobresaltos. Gracias a ellos comprendo que no trepo catorce pisos debido a la ineficiencia estatal ?incapaz de armar el ascensor después de cinco meses? más bien soy una ecologista redomada dispuesta a consumir sólo mi combustible humano. Con este nuevo vidrio con que lo miro todo, percibo que en mi plato se ausenta la carne, no por su altísimo precio en el mercado sino porque amo los animales y les evito el sufrimiento del sacrificio. Carezco  de una conexión a Internet en casa, pero los rosados lentes me esconden que este servicio sea exclusivo para funcionarios y extranjeros residentes. Quizás quieran protegerme de las ?perversiones? de la red, me digo, tal y como lo haría el ridículo Cándido de Voltaire. Así he probado, por un brevísimo tiempo, ver palacios en lugar de derrumbes, líderes que nos llevan a la victoria cuando en realidad nos conducen al precipicio y hombres que se hipnotizan con mi cabellera, aunque yo sé que me siguen para vigilarme. El problema comienza cuando me quito los espejuelos del candor y miro lo que me rodea, con los reales colores de la crisis. El dolor en las pantorrillas vuelve, como respuesta a las largas escaleras; comienzo a soñar con un bistec y un módem parpadeando se vuelve un deseo casi erótico. Lanzo las gafas del optimismo desde mi balcón, quizás hay alguien allá abajo que todavía prefiere usarlas, que aún quiera distorsionar la realidad con ellas.



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23 de marzo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Tres tazas y nada de caldo

  Esta vez, han sido más directos: ?usted no está autorizada a viajar?, me dijo una señora bajita  -casi amable-, vestida de verde olivo. Mi trámite para obtener el permiso de salida concluyó sin muchas dilaciones y con la misma respuesta negativa. Le exigí a la funcionaria que me diera una explicación, pero ella sólo era el muro de contención entre mis exigencias y sus ocultos jefes. Mientras me comunicaban el ?no?, rememoré las declaraciones hechas por Miguel Barnet hace un par de meses. El presidente de la  Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) afirmó que todos los cubanos pueden viajar, excepto aquellos que tienen deuda con la justicia. Me he pasado el día buscando una causa legal pendiente por algún lado, pero no hay manera que me acuerde. Hasta la olla arrocera que me dieron a créditos por el mercado racionado la pagué en su totalidad, aunque sólo funcionó dos meses antes de romperse definitivamente. Nunca he sido acusada en un tribunal y sin embargo estoy condenada a no salir de esta Isla. Esa restricción no la ha dictado un juez, ni la he podido apelar ante un jurado, sino que viene del gran fiscal -con plenos derechos- en que se ha erigido el Estado cubano.  Ese severo magistrado, determinó que la viejita sentada a mi lado en la oficina de 17 y K, no recibiera la tarjeta blanca porque su hijo ?desertó? en una misión médica. Tampoco el niño que esperaba en una esquina pudo viajar, pues su padre deportista, juega ahora bajo otra bandera. La lista de los castigados es tan larga y los motivos tan variados, que podríamos fundar un voluminoso grupo de ?insiliados? forzados. Lástima que la gran mayoría haga silencio, a la espera de que un día le permitan salir, como quien recibe una compensación por portarse bien. Uno de los primeros lugares de peregrinación,  de quienes no recibimos el permiso de salida, debería ser la oficina del ingenuo presidente de la UNEAC. Tal vez el podría explicarnos cuál es el delito por el que nos están condenando. * Para aumentar los papeles en mi colección de negativas, les dejo el último documento recibido de la SIE. También les pongo mis visas, para recordarle que mis dificultades no son para entrar a otro país, sino para salir del mío.



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21 de marzo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La trituradora

Cuando lean este post, estaré sentada en la sala de espera de la oficina de Inmigración y Extranjería del municipio Plaza. Entre uniformes militares, mi pasaporte aguarda por un permiso para viajar que me ha sido negado en dos ocasiones. Durante el último año, los obedientes soldados que se dedican a limitar nuestra libertad de movimiento no me han permitido cumplir con invitaciones internacionales. En sus bases de datos y al lado de mi nombre debe haber una marca que me condena al confinamiento insular. La lógica posesiva de este Estado-papá ve normal que yo, como castigo por escribir un blog, como tirón de orejas por haberme creído una persona libre, no reciba la ?tarjeta blanca?. Lo que menos deseo en este viernes de burocracia y expectación, es que termine con alguien poniéndome la mano en el hombro para decirme: ?Nos equivocamos contigo, ya puedes salir?. No creo que enmienden ?el error? de impedirme viajar, ni siquiera alimento la mínima esperanza de montarme en el avión el 29 de marzo. Me sentaré en el atestado recibidor de la casona de 17 y K con solo un par de motivos: importunarlos con mi testarudez y reclamar mis derechos. Mostrarles el documento visado que me da entrada a muchas partes del mundo, mientras ?ellos? frenan mi desplazamiento. Estaré ahí, segura de que un día toda esa maquinaria para sacar ganancias y generar fidelidades ideológicas ?en que se ha convertido el permiso de salida? dejará de existir. Les confieso que no quiero que me permitan viajar como una dádiva, fantaseo más bien con que ?hoy mismo? mientras espero el tercer ?no?, alguien sale anunciando que tan violatoria regulación acaba de derogarse. Presiento que saldré de Cuba cuando todos puedan hacerlo libremente, pero mientras tanto, seguiré asediándolos con mis exigencias, mis posts y mis preguntas. Les dejo aquí la planilla que tuve que llenar para solicitar el permiso de salida: Hoja 1 y Hoja 2



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20 de marzo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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De equinoccios y nietos

  Se llevaron a Adolfo una mañana hace seis años, después de registrar su casa como si de un peligroso terrorista se tratara. No había armas, ni sustancias químicas en su pobre vivienda de Centro Habana, pero sus papeles guardaban constancia de muchas opiniones, escritas sin permiso. Lo enjuiciaron con la misma premura que ?en eso mismos días? fusilaron a tres jóvenes por secuestrar una lancha para emigrar a La Florida. Estaba cerca el equinoccio, pero a todos nos pareció que tanta oscuridad sólo podía ser llamada de una manera: Primavera Negra de 2003. Ni siquiera la guerra en Iraq logró que la noticia se quedara reducida a los amigos y familiares de los setenta y cinco detenidos. El viejo truco de aprovechar que todos miraban hacia otro lado no funcionó, de tantas veces repetido y conseguido. Desde su cárcel en Ciego de Ávila, llamó esta semana para anunciarnos que su hija Joana va a tener un bebé. Probablemente él no pueda ver los primeros dientes que le salgan a ese niño, por la testarudez de aquellos que lo condenaron a quince años. Su libertad se ha convertido en una carta de canje, guardada para una jugada política que nadie sabe cómo o cuándo se hará. Sólo un hombre, agonizante y por ende porfiado, parece tener la capacidad de decidir su salida de prisión. Para ese anciano que se apaga, el futuro de Adolfo ?liberado y habitando una Cuba plural? debe doler más que las agujas de los sueros y de las inyecciones. A pesar del enorme poder que tiene este octogenario convaleciente, no podrá impedir que el nieto del humilde profesor de inglés lo vea sólo como un nombre más en los libros de historia, como el caprichoso caudillo que metió a su abuelo tras las rejas. Marzo no ha vuelto a ser el mes en que los días duran lo mismo que las noches, porque un persistente eclipse de libertades se ha instalado sobre nosotros. Yo miro y miro, pero me sigue pareciendo que estamos en medio del solsticio y la penumbra. Allá adelante, logro ver a mis hijos y a los de Joana bajo una persistente luz, llamándonos.  



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19 de marzo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Agujero hobbit

Salí del preuniversitario en el campo sintiendo que nada me pertenecía, ni siquiera mi cuerpo. Vivir en albergues crea esa sensación de que toda tu vida, tus intimidades, tus objetos personales y hasta tu desnudez han pasado a ser bienes públicos. ?Compartir? es palabra obligatoria y se llega a ver como normal el no poder estar ?nunca? a solas. Después de años entre movilizaciones, campamentos agrícolas y una triste escuela en Alquízar, necesitaba una sobredosis de privacidad. Había leído por primera vez los libros de J. R. R. Tolkien y la cálida casa de Bilbo Bolsón era mi ideal de refugio para esconderme. Añoraba un espacio donde poner mis libros, colgar mi ropa, decidir qué foto pegar en la pared y pintar una señal de ?stop? en la puerta. Estaba agotada de bañarme en duchas sin cortinas, de comer en bandejas de aluminio e intercambiar los piojos y los hongos con mis colegas de alojamiento. El universo ilusorio de El Hobbit me ofrecía ese cálido y reservado hogar que la realidad no me había dejado disfrutar. Hacia ese ficticio agujero en un árbol, me escapaba cuando la promiscua convivencia llegaba a niveles insoportables. El individuo vapuleado que llevo dentro comprendió en estos años que no sólo en los campamentos y las escuelas internas se irrespeta la intimidad de las personas. Mi Isla es, por momentos, como una secuencia de literas donde todos saben qué come el otro, con quién se reúne y de cuál manera piensa. La mirada torva de mi director del preuniversitario fue reemplazada por la vigilancia del CDR. Aquel me pedía que llevara el uniforme planchado y los zapatos lustrosos, éste espera que mantenga una determinada postura ideológica. La impresión de ser un ?bien público? o un ?objeto de uso social? no ha desaparecido, pues con los años he confirmado que vivo en un enorme albergue controlado por el Estado. En él se escucha la campana llamando al comedor ?trastocada ahora en el grito de una vecina, que anuncia un nuevo producto en el mercado racionado?. Sin embargo, ante esa convocatoria no salto inmediatamente de la cama, sino que me tomo mi tiempo para guardar algo bajo el colchón. Es un libro extraño y peligroso, donde un enano de pies afelpados fuma su pipa y disfruta de una cálida e íntima guarida en un árbol.



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18 de marzo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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De regreso

?Las primeras vacaciones en dos años?, me dije -hace casi diez días- cuando anuncié reparaciones en el blog. Sin embargo, lo menos que he hecho es descansar. Generación Y ha generado sucesivos dolores de cabeza a varios informáticos que han querido ayudarme a remodelarlo. Después de varios intentos, no hemos podido ?todavía- implementar el foro de discusión que tan necesario resulta. De todas formas, el tiempo dedicado al rediseño, ha servido para confirmarme cuán necesario es este espacio para mí. Sin el exorcismo personal de escribir mis posts, la realidad se me echaría encima de una manera aplastante y anuladora. Nada se ve igual, si no se lo cuento a ustedes en estos breves textos virtuales. Tengo que superar algunos retos tecnológicos y ciertos desastres en el diseño, pero voy a seguir publicando aunque esto parezca La Habana después del Período Especial. Así que cuidado con los huecos, las aguas albañales, los edificios a punto de caerse y los cables eléctricos que asoman en las esquinas. Generación Y, tardará menos tiempo en recuperarse que esta destartalada ciudad, se los aseguro.



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18 de marzo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

Blogs de autor

Anuncio de reparaciones

Sólo por una vez echo mano de ese vocabulario de las tribunas y las reuniones laborales, para decirles que ?en el marco del segundo aniversario de “Generación Y? trataré de implementar algunas mejoras importantes en el blog. Al iniciar estos trabajos, se produjo un accidente técnico. Como no puedo prometer eficiencia ni rapidez en las labores de mantenimiento, sólo me queda anunciar unas vacaciones obligatorias para los comentaristas. Que nadie entre en pánico, hubo algo que no funcionó, pero no se ha perdido nada. Tengo la intención de instalar un foro participativo, donde aquellos que quieran discutir sobre temas que no se apeguen a los posts, puedan hacerlo. Trataré, además, de conectar esta bitácora a redes sociales, que se han vuelto imprescindibles en los últimos meses. Para ello cuento con una lenta y censurada conexión a Internet que ofrecen los hoteles y la inestimable ayuda de colaboradores en todas partes del mundo. Una vez que el blog sea nuevamente accesible quedarán temporalmente cerrados los comentarios, para poder optimizar las bases de datos sin que se pierda nada. Por ahora, los invito a continuar los debates en  http://vocescubanas.com/generaciony/  o en  http://generaciony.posterous.com/. Agradezco consejos de posibles mejorías, sugerencias de software y utilidades para el foro y ?especialmente- los llamo a utilizar este tiempo para renovar ideas, afilar argumentos y renunciar ?definitivamente- a la violencia verbal.



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6 de marzo de 2009
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El Boomeran(g)
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