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Escrito por

Yoani Sánchez

Yoani Sánchez es licenciada en Filología. Reside en La Habana y combina su pasión por la informática con su trabajo en el Portal Desde Cuba. Fue premiada con el premio Ortega y Gasset de Periodismo por su blog Generación Y, que más tarde ha ganado el Premio BOBs al Mejor Blogs del Mundo de 2008 y el Premio del Jurado en Bitácoras.com 2008.

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Taxímetro escondido

El taxi es del estado, pero la necesidad es tuya. De manera que te sientas frente al volante con un claro objetivo: sacarle todo lo que puedas a tus clientes. Te culpan de querer enriquecerte, pero cada noche debes entregar sesenta pesos convertibles a la empresa para la que trabajas. Sólo puedes recaudar esa cantidad haciendo trampas, pequeños fraudes que te permiten ganar algo también para ti. Si incumples durante varias jornadas con la liquidación, te mandaran a la calle y hay muchos que quieren ocupar el asiento de tu lada blanco. Te has comprado un enorme espejo retrovisor que cubre completamente el taxímetro, al que has manipulado para que siempre marque más. También haces el truco de decir ?no tengo menudo?, lo cual te permite quedarte con el vuelto si el usuario no da el dinero exacto. Los días malos, te arriesgas más y ni siquiera enciendes la pantalla digital que marca el costo de la carrera; viajas por un precio fijo que va a parar totalmente a tu bolsillo. Aunque en el asiento de atrás te han instalado un censor sensor para detectar si estás ocupado, le pides a la gente que se siente en el borde y así los ingresos terminan en tus manos y no en las de Cubataxi. Los costos de reparar el auto corren a cuenta tuya, porque nadie está más interesado en que no fallen las gomas y en que el tanque tenga siempre gasolina. Sin embargo, cuando te saquen de tu empleo tendrás que dejar todo lo invertido en ese taxi que le darán a otro, a alguien que volverá a repetir los mismos engaños que hoy haces tú. Por eso tratas de lograr el máximo provecho durante tus catorce horas de trabajo y recoges turistas en la calle, que no conozcan las distancias entre un punto y otro de la ciudad. Les cuentas que la situación está muy mala y que tienes tres hijos, mientras los llevas del Capitolio a Santa María por la vía más larga. Al bajarse les pides una cantidad que triplica el importe de los kilómetros recorridos y calculas que con eso no tendrás que entregarle hoy toda la ganancia a Él*. Gracias a esos repetidos timos, puedes -al menos- llevar una parte de la recaudación a casa. * ?Él? es el pronombre reservado para el poder, el estado y el presidente.



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7 de agosto de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Quince años después

Click here to view the embedded video. Esta es breve filmación de los lugares donde hace quince años ocurrió el estallido social conocido como el ?maleconazo?. Hoy me he paseado por la avenida costera y por la zona del embarcadero de la lancha que va a Regla. Vi algunos corresponsales extranjeros haciendo entrevistas, el muro frente al mar extrañamente vacio y policías apostados por todas partes. Las mismas calles y sin embargo ahora los rostros de la gente parecen menos convencidos -que aquella vez- de que acerca el final.



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5 de agosto de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Pichón de emigrante

Cuando me pongo pesimista. No hay forma de que mire a mi hijo y no vaticine que en algunos años estará subido a una balsa para llegar a La Florida o casado con una extranjera en plan de salir de Cuba. Sólo de verlo me doy cuenta que intentará a toda costa dejar atrás este pedazo de tierra, al que está atado por la testarudez de sus padres y por el absurdo migratorio que le impide viajar. Sin apenas saberlo, él es hoy el pichón de emigrante que algún día desplegará las alas y volará lejos de aquí. Un embrión de exiliado, al que sólo le falta conocer cuál será el destino de su peregrinaje. Qué más quisiera yo que se quedara. Pero no tengo un solo argumento convincente para decirle que no se marche. ¿Cuál razón pudiera argumentarle? ¿Qué pronóstico optimista sería suficiente para convencerlo? ¿Habrá algún atisbo de cambio para hacerlo desistir de su idea? Si yo misma no estoy segura que deba permanecer aquí, cómo voy a tratar de que eche raíces en país donde pocos pueden dar frutos. Después del último discurso de Raúl Castro ante la Asamblea Nacional, con su ?sombra? de continuidad, con su halo de ?más de lo mismo?, con su apagada oratoria de tiempos pasados, sólo tengo el impulso de ser -para mi hijo- remo, vela, visa, ala… en el camino de su pronta escapada.



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4 de agosto de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La cuenta queda en cinco

El telón rojo de fondo, la mesa presidencial apegada al estilo soviético y el líder en el centro, sin apenas dejar hablar a los que estaban sentados en las otras butacas. Así recuerdo los congresos del Partido Comunista de Cuba, que comenzaron a hacerse ?justamente- aquel 1975 en que yo nací. Después del cuarto, que se celebró en 1991, el próximo se demoró debido ?en parte- a las carencias materiales que impedían reunir, hospedar y alimentar a tantos delegados. Pero siempre creí que esos aplazamientos revelaban la inconsistencia de lo escrito en el artículo 5 de la Constitución cubana: ?el Partido (?) es la fuerza dirigente superior de la sociedad y el Estado?. El retardo en establecer directrices y planes evidenciaba que el país se gobernaba de otra forma: más personal, más reducida a la voluntad de un hombre. De ahí que no me sorprenda la nueva postergación del sexto congreso del PCC, que ya se aleja en doce años del último acontecido. En fin de cuentas las dinastías no necesitan de ideologías, ni del consenso de los miembros de una organización con principios y estatutos, mucho menos precisan de ajustarse al guión que les trazaría una cita partidista. Para improvisar, bajar órdenes desde arriba, llamar a la disciplina y al control, decir perogrulladas del tipo ?hay que trabajar la tierra? y seguir anunciando plazos que no se cumplen, no se requiere congregarse, llegar a acuerdos, ni encontrarse para acatar las demandas populares.



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2 de agosto de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Telenovelas o realidades

Para Mariana y Paulo tomada de TDM Brasil Vale Todo (1988) Algún día se deberá  contar la historia de nuestras últimas décadas a partir de las telenovelas brasileñas que han pasado por la pantalla chica. Oiremos a los especialistas establecer paralelismos entre la cantidad de lágrimas derramadas frente a la tele y el grado de resignación o de rebeldía adoptado en la vida real. También será material de estudio la esperanza que nos creaba aquel sujeto ? de los culebrones televisivos- que lograba salir de la miseria y realizar sus sueños. En ese probable análisis tendrá que estar incluida, sin dudas, la tormentosa ficción de La esclava Isaura. Aquella mujer mestiza que escapaba de un amo cruel, paralizó nuestro país e hizo una vez que los pasajeros de un tren se negaran a abordarlo, quedándose en la estación mientras trasmitían el capítulo final. Incluso nos sirvió de fuente de analogías entre el esclavista que no le daba la libertad a su sirvienta y quienes actuaban como nuestros patrones, controlándolo todo. Por esos mismos años las amigas de mi madre se divorciaron en masa, guiadas por el independiente personaje de Malú, que criaba sola a una hija y no se ponía ajustadores. Llegó entonces el año 1994 y el ?maleconazo? obligó al gobierno a adoptar ciertas aperturas económicas, que se materializaron en habitaciones de alquiler, taxis privados y cafeterías por cuenta propia. En ese momento tuvimos cerca la trama de una producción carioca, que influyó directamente en la forma de nombrar las nuevas situaciones. Los cubanos bautizamos como paladar al restaurant regentado por gente común, al igual que la empresa de alimentos creada por la protagonista de Vale todo. La historia de una madre pobre que vendía comida en la playa y terminó por fundar un gran consorcio, se nos parecía a la de los recién surgidos ?cuentapropistas?, que habilitaban la sala de su casa para ofrecernos platos extintos décadas atrás. Después, las cosas comenzaron a complicarse y vinieron seriales donde campesinos reclamaban sus tierras, mujeres cincuentonas hacían planes de futuro y reporteros de un diario independiente lograban ganar más lectores. Los guiones de estos dramas han terminado por ser -en esta Isla- claves para interpretar nuestra realidad, compararla con otras y criticarla. De ahí que, tres días a la semana, paso frente a la tele para leer entre líneas los conflictos que rodean a cada actor, pues de ellos surgen muchas de las actitudes que mis compatriotas asumirán a la mañana siguiente. Tendrán más ilusiones o más paciencia, en parte ?gracias? o ?por culpa de? esas telenovelas que nos llegan desde el sur.



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31 de julio de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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¿Qué harán con las banderas?

En la noche, unos destellos rojos iluminaban un pedazo de malecón, justo donde el silbato de los guardias advierte que nadie se puede sentar. La Oficina de Intereses de los Estados Unidos tenía una marquesina lumínica -que pocos alcanzaban a leer- para transmitir noticias, artículos de la declaración de derechos humanos y mensajes políticos. Delante de ella, un bosque de banderas impedía que, a la altura de un ser humano, se pudieran ver sus deslizantes letras. Con su constante batir, las enormes telas ?aportan? al vecindario un ruido que hace difícil dormir en los edificios más cercanos. Aunque la versión oficial dice que los 138 mástiles están ahí para recordar a las víctimas del terrorismo, todos sabemos que cumplían la misión de tapar ?casi en su totalidad- los enunciados aparecidos en las ventanas de la SINA. La pantalla por un lado y las banderas por el otro, eran el símbolo visible de la confrontación entre los dos gobiernos, cuya evolución todavía es muy difícil de predecir. Para variar el repetitivo camino del conflicto, hace uno días los estadounidenses desactivaron el panel luminoso que se proyectaba hacia la calle. Un poco antes se habían quitado ?también- las vallas de tono burlón o insultante que la parte cubana había colocado en la acera de enfrente. La pregunta que muchos nos hacemos es qué pasará ahora con las batientes telas, si ya no hay frases que cubrir con ellas. El enorme costo de sustituir los lienzos dañados por el viento y de mantener los mástiles ?atacados fuertemente por el salitre- pierde sentido si no están los textos al otro lado. Desmontar las insignias será un gesto que tardará un poco más  en llegar, pero que terminará por ocurrir. Algún día caminaré por la avenida costera de mi ciudad y nada interrumpirá la unión de los dos azules que hacen el cielo y el mar. Si ya se desconectó la pantalla digital con sus mensajes, es tiempo entonces de arriar también las banderas que intentaban ocultarla.



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30 de julio de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Cabot

Hace años que di un portazo al mundo académico e intelectual, hastiada de ver -tan frecuentemente- la máscara colgada en los rostros de mis profesores y de mis condiscípulos. Hoy empieza mi viaje de retorno al recinto universitario, de la mano de la mención especial en los premios de periodismo María Moors Cabot que me ha otorgado la Universidad de Columbia. Un galardón que he obtenido -entre otras cosas- por negarme a asumir esa complicidad “cultivada”, que tanto me frustró descubrir en una parte de las letras cubanas. Escapando de una erudición libresca -desapegada de la realidad- fui a parar al extremo contrario: el de los circuitos y el código binario. No obstante, hay caminos que nos llevan siempre al mismo lugar y pueden hacer que una filóloga renegada vuelva a abrazar los hábitos de la academia. Especialmente, si este regreso al mundo de las togas y los diplomas ocurre por haberme comportado como una persona libre en el ciberespacio. Pienso usar  el prestigio y la protección que trae aparejado el Premio Cabot, para seguir haciendo crecer la blogósfera cubana. El alternativo intinerario que nos une cada semana ha llegado a un punto en que debe volverse una auténtica academia blogger. Como no pienso esperar a que esté permitido abrir una escuela de periodismo digital para realizar este proyecto, voy a comenzarlo incluso al margen de formalismos burocráticos y legales. La distinción que he recibido hoy puede contribuir a que nazca aquí un nuevo tipo de instrucción sin condicionantes ideológicos, sin aquellos feos disfraces que me hicieron alejarme -una vez- del mundo académico.



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28 de julio de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Leche, agua y sombra

Las palabras de Raúl Castro el 26 de julio de 2007 fueron bautizadas por la población como el discurso de ?la leche?, por su llamado a elevar la producción láctea. En aquel otro -que hizo un año después- voló más bajo y sólo prometió la solución de los problemas del agua en la provincia de Santiago de Cuba. Todo parece indicar que su alocución de este domingo será recordada por la frase inicial ?estoy seguro de que ninguno de ustedes me puede ver, verán si acaso una sombra; ese soy yo?. El General no hizo ningún anuncio extraordinario, ni aludió al ramo de olivo que una vez dijo estar dispuesto a extender a la administración norteamericana. Tampoco detalló proyectos de futuro, ni medidas para salir de la crisis, mucho menos confirmó la celebración o no del sexto congreso del Partido Comunista. Apenas se limitó a informar sobre próximas reuniones de los órganos de gobierno, donde ?parece ser- se tomaran algunas decisiones. El sol holguinero encontró una plaza llena de pullovers blancos y rojos, presidida por un anciano orador sin mucho que decir. Los aplausos sonaban ausentes de entusiasmo y a través de la pantalla de mi televisor noté el deseo compartido de terminar, cuanto antes, con la formalidad de la celebración. Al regresar a casa, los miles de presentes en este acto habrán tenido muy poco que contar, como no fuera la travesura del contraluz, que hizo verse en penumbras a alguien que nunca ha brillado con destellos propios. Este ha sido el discurso de la ?sombra?, porque la claridad es algo que no pueden domesticar los autoritarios y que poco caso le hace a los uniformes militares. Tiene razón Raúl Castro: ya no podemos verlo, pues el crepúsculo que él representa carece ?desde hace mucho tiempo- de cualquier tipo de luminosidad. Click here to view the embedded video.



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26 de julio de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Adiós a las escuelas en el campo

La idea de conjugar el estudio con el trabajo en los preuniversitarios parecía muy buena sobre el papel. Tenía aires de futuro imperecedero en aquel buró donde la convirtieron en una disposición ministerial. Pero la realidad ?tan tozuda como siempre- hizo su propia interpretación de las escuelas en el campo. La ?arcilla? que se intentaba formar en el amor al surco, estaba constituida por adolescentes alejados -por primera vez- del control paterno, que se encontraron  con condiciones habitacionales y alimentarias muy diferentes a las proyectadas. Yo, que debí haber sido el ?hombre nuevo? y apenas si he podido llegar a ser un ?hombre bueno?, me formé en una de esas becas en el municipio habanero de Alquízar. Llegué con catorce años y salí con una infección en la córnea, una deficiencia hepática y la dureza que se adquiere cuando uno ha visto demasiado. Al matricular, me creía aún los cuentos del estudio trabajo; al partir, sabía que muchas de mis colegas habían tenido que intercambiar sexo para obtener buenas calificaciones o mostrar un sobre cumplimiento en la producción agrícola. Las pequeñas planticas de lechuga que desyerbaba cada tarde tenían su contraparte en un albergue donde primaba el matonismo, el irrespeto a la privacidad y la dura ley del más fuerte. Justamente, una tarde de aquellas, después de tres días sin abastecimiento de agua y con el repetitivo menú de arroz y col, me juré a mi misma que mis hijos nunca irían a un preuniversitario en el campo. Lo hice con ese tremendismo adolescente que -con los años- se va calmando y dejándonos saber la imposibilidad de cumplir ciertas promesas. Así que me acostumbré a la idea de tener que cargar jabas de comida para cuando Teo estuviera en la beca, de escuchar que le robaron los zapatos, que lo amenazaron en la ducha o que uno más grande le quitó la comida. Todas esas imágenes, que había vivido, regresaban cuando pensaba  en las escuelas internas. Por suerte, el experimento parece estar terminando. La improductividad, el contagio de enfermedades, el menoscabo de valores éticos y el bajo nivel académico han hecho sucumbir este método educativo. Después de años de pérdidas económicas, pues los estudiantes consumían más de lo que lograban sacarle a la tierra, nuestras autoridades se han convencido de que el mejor lugar donde está un joven es al lado de sus padres. Sólo que han anunciado el próximo fin de las becas sin la disculpa pública a quienes fuimos conejillos de indias de una experiencia fracasada; a esos a quienes los preuniversitarios en el campo nos llevaron parte de los sueños y de la salud.



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24 de julio de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Reliquias y recuerdos

Un lector de Generación Y me envió un trozo del muro de Berlín. El fragmento de concreto ha llegado hasta mí, que estoy cercada también de ciertos límites, no por intangibles menos severos. La piedra pintoreteada con restos de graffiti me sugirió una imposible colección de aquello que ha contribuido a separar a los cubanos. Al decir de un escritor latinoamericano, sería el desfile de ?las cosas, todas las cosas? que han avivado la división y la crispación entre los que habitamos esta Isla. Pondría, en esa peculiar acumulación de objetos, un tramo del alambre que alguna vez rodeó las Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP); una esquirla de los cohetes nucleares emplazados en nuestra tierra y que estuvieron a punto de hacernos desaparecer a todos; una de esas páginas donde  millones firmaron ?sin tener la opción de marcar ?no?? que el socialismo sería irrevocable y una astilla de aquellos palos que rajaron cabezas el 5 de agosto de 1994, en la avenida del Malecón habanero. Al muestrario le faltaría una pieza importante si no coloco, también, una cáscara de los huevos que volaron cuando el éxodo del Mariel; algunos milímetros de tinta de los informes y delaciones que han abundado en los últimos años. No habría museo capaz de también cobijar a los seres y situaciones que han actuado como una gran barrera de ladrillo y cemento entre nosotros. Cada cubano podría hacer su propio repertorio de los muros que aún tenemos. Más difícil parece confeccionar el listado de lo que nos une, de los posibles martillos y picos con los que echaremos abajo las tapias que nos quedan. Por eso me ha hecho feliz el regalo de este habitual comentarista, pues tengo la impresión que nuestras barreras y parcelaciones también serán ?algún día? piezas valoradas sólo por coleccionistas de cosas pasadas.



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22 de julio de 2009
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El Boomeran(g)
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