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Escrito por

Juan Pablo Meneses

Juan Pablo Meneses (Santiago de Chile, 1969). Escritor, cronista y periodismo portátil. Es autor de los libros Equipaje de mano (Planeta 2003); Sexo y poder (Planeta 2004); La vida de una vaca (Planeta/Seix Barral 2008, finalista Premio Crónicas Seix Barral); Crónicas Argentinas (Norma 2009) y Hotel España (Norma 2009  / Iberoamericana / Vervuert 2010), distinguida por el Consorcio Camino del Cid como uno de los ocho mejores libros de literatura de viajes publicados en España el 2010. Sus crónicas se han publicado en 25 países y traducido a cinco idiomas. Ha sido columnista y bloguero en medios como Clarín (Argentina), SoHo (Colombia), El Mercurio (Chile), Etiqueta Negra (Perú), Glamour (México) y Clubcultura (España). Estudió periodismo en la Universidad Diego Portales y en la Universitat Autónoma de Barcelona, y fue relator del taller de Tomás Eloy Martínez en la Fundación Nuevo Periodismo que preside Gabriel García Márquez. El 2006, la Asociación de Prensa de Aragón publicó un libro que transcribe su taller de periodismo portátil. Ha sido cronista invitado en universidades de América Latina y España, entre ellas la UNAM de México, la Complutense de Madrid y la Universidad de Chile. Fundó la Escuela de Periodismo Portátil, con alumnos conectados desde más de 20 países y que organiza, junto a la Universidad de Guadalajara, el "Premio Las Nuevas Plumas" de crónicas inéditas y en español.

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La muerte de una familia mexicana


El México de la guerra narco nos invade con grandes noticias sobre armas, desaparecidos, torturados, asesinados y amenazas. Pocas veces nos llegan historias particulares, pequeñas, desde las cuales podamos ver mejor el todo. Es el caso de la crónica de la familia Reyes Salazar, escrita por Alba Calderón. Esta familia ya suma seis muertos y los sobrevivientes han salido huyendo de sus casas por las amenazas.

Alba Calderón, ex alumna de la Escuela Móvil de Periodismo Portátil, es una periodista mexicana que estudió en la Facultad de Ciencias de la Comunicación en Nuevo León. Su crónica, sobre la familia Reyes Salazar fue su trabajo final para el taller de Periodismo Narrativo.

 

 

LA MUERTE DE UNA FAMILIA MEXICANA

Cuando enterraron a los hermanos Malena y Elías Reyes Salazar ninguno de los empleados municipales del panteón de Guadalupe, quisieron cavar las tumbas. Los hombres se excusaron: unos dijeron que estaban enfermos, otros no se presentaron ese día a trabajar y algunos simplemente se negaron. Nadie que no fuera Reyes Salazar tenía la fuerza para cargar sus muertos y el coraje para enfrentar el miedo y el dolor al mismo tiempo.

Tuvo que ser Saúl Reyes el que consiguiera, con las amistades que le quedaban por haber sido empleado municipal, que otras personas cavaran la tumba de sus hermanos. En el panteón les dijeron que ellos no se metían en esas cosas.
Esas cosas las entiende muy bien Olga Reyes Salazar. Ella había notado cómo las amistades fueron disminuyendo en cada sepelio. A los Reyes Salazar les han asesinado seis integrantes en tres años, además de que el acoso de los grupos armados que dominan Juárez, la ciudad fronteriza, vecina a Guadalupe, obligó a 30 miembros de la familia, incluido un bebé de cuatro meses, a huir de sus casas para buscar refugio en un lugar lejos de las amenazas y la muerte inminente.

 

Lee la crónica completa AQUÍ

 

 

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17 de noviembre de 2011
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Salinger versus Kapuscinski

 En un rincón J.D.Salinger y en el otro R. Kapuscinski. Frente a frente.

El mismo día a la misma hora y en la misma librería, me compré dos libros de la misma editorial: Galaxia Gutemberg. Uno de ellos "Una vida oculta" de Kenneth Slawenski (sobre la vida de J.D.S.), el otro "Non fiction" de Artur Domoslawski (sobre la vida de R.K.). Ambos del mismo precio y el mismo género: biografías. Dos autores/fans, entregados por varios años a escribir la vida de personajes que los desvelaron. Uno, enfocado en un  clásico de la ficción, otro en un clásico de la no ficción .

Decidí leer ambos tomos en paralelo. Me gustó el ejercicio fortuito (tomé equivocadamente uno, pensando que seguiría leyendo el otro) de sumergirme en la vida de Salinger y Kapuscinski en simultaneo, online, como si se tratara de la construcción móvil y en tiempo real de un  mini canon portátil.  

Al contrastarlas en simultáneo, las biografías van soltando constantemente similitudes y diferencias, lanzando réplicas infinitas como la de dos espejos contrapuestos. Dos autores muy distintos y muy distantes (seguramente, la primera vez que estuvieron más cerca fue en 1936 cuando Salinger, de 17 años, estuvo en Polonia matando chanchos mientras Kapusinski era un niño de 3 años que aprendía a hablar), que asoman con una rara similitud: dos detectives privados que avanzan incansable sobre sus huellas.

Convengamos que un biógrafo siempre es un tipo algo miserable. No necesariamente porque, como pensaba Walter Benjamin, se trate de un género menor. Más bien porque los biógrafos, rara especie en esta historia, intentan amoldar a un personaje a una tesis (¿prejuicio?). En el caso de los libros sobre Salinger y Kapusinscki, tanto Slawenski como Domoslawski  despliegan de entrada  toda  una artillería de reporteo y archivos y entrevistas, con una finalidad que se desprende única de ambos libros: demostrar que el autor de las mentiras decía la verdad, y que el autor de las verdades nos estaba mintiendo.

Como dos profanadores de tumbas que entran a desvestir a los esqueletos para cubrirse con sus ropas, esta pareja de biógrafos se empeña (siempre dejando por entendido que, en realidad, sus libros son homenajes) en reducir a sus estudiados a chismes de peluquería. En un festival del chimento, donde constantemente se cruza la verdad y la mentira, la mentira y la verdad, en una persecución frenética que da la lectura de ambas vidas en paralelo.

Cualquier biografía termina teniendo un tono policial. O, mejor dicho (porque no es oficial), un tono de soplón.  Desde las primeras páginas, los dos libros comprados el mismo día y a la misma hora y en la misma editorial, dejan claro que usarán el soplonaje para demostrar lo mismo: que el autor en cuestión, no era tanto como decía. Que Salinger era, mucho más de lo que creemos y admiramos, un autor de no ficción. Y que Kapuscinski, mucho más de lo que se esperaría y disfrutamos, era un autor de ficción.

Nunca me ha gustado leer dos libros en simultáneo. Me suena a práctica de lector a sueldo, de burócrata de la opinión literaria. En este caso, sin embargo, el experimento termina provocando una fusión casi perfecta en su engranaje. El autor de ficción apoyándose en la realidad, y el autor de la realidad afirmándose en la ficción. Cada vez que uno de los biógrafos descubre a su respectivo autor  sujetándose en alguna muleta, lo repite, lo reitera, como si acabara de desbaratar una gran operación de tráfico de esclavos. Nadie se los dijo, nadie se los pidió, pero en ambos libros los soplones están dispuestos a poner las cosas en orden. Como si el talento de ambos fuera revelarnos una maravillosa causa oculta que nadie esperaba. Y que, claro, piensan ellos se trata de un deber moral.

Es extraño lo que pasa con la verdad y la mentira en relación a un autor. Salinger y Kapuscinski son modelos perfectos para comprobar cómo nos incomoda un buen texto. Si un novelista cuenta algo que nos gusta mucho, bah, entonces seguro le pasó a él. Si un cronista cuenta algo que nos gusta mucho, bah, entonces seguro lo inventó todo. Mientras Salinger se encerraba a escribir para alejarse del mundo, Kapuscinski se hacía invisible reporteando guerras en países perdidos donde nadie lo podía encontrar.

Ahí están, sobre el ring, los dos boxeadores abrazados. Sin tirarse golpes entre ellos. Parecidos. Aunque de manera distinta, los dos vivieron con la ficción de esconderse. Más allá de lo que digan ambos libros, ninguno lo consiguió. La ecuación es simple, y la dijo el poeta Jorge Teillier al hablar de escritores: "Son solitarios y saben que aunque ganen, igual al final, van a perder". Lo bueno es que esa derrota no significa, ni de cerca, el triunfo de los biógrafos.   

 

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14 de noviembre de 2011
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Historias de Barcelona

 

Estamos apretados como en la bodega de un barco de esclavos. Es domingo por la noche y en el bar Heliogabal, en el barrio de Gracia, no entra nadie más. En un rincón, el escritor Javier Calvo lee un cuento inédito donde aparecen magos y misterios. Gesticula y mueve las manos a lo Sandro, el Elvis latinoamericano. Como si en vez de estar leyendo un cuento estuviera siguiendo una partitura sicodélica. Hay poca luz, mucha madera y una barra llena de cervezas en esta noche literaria. La carga de este galeón está formada por jóvenes que trabajan en Barcelona como editores o escritores o periodistas o traductores o cronistas o agentes. Los hay españoles, catalanes y latinoamericanos. Durante la lectura, todos se miran entre sí. De frente, disimuladamente o de reojo. Atentos a cada movimiento. No son muchos, pero todos parecen tener claro que, si este barco se hunde, cada uno deberá salvarse como pueda.

Nada tiene que ver con la vieja imagen de la Barcelona del Boom Literario de los años 60. Aquella ciudad en la que vivieron García Márquez, Vargas Llosa y José Donoso, donde las historias de América Latina lideraban la demanda. La Barcelona de hoy, más cosmopolita que la de Franco, tiene la mirada puesta en Nueva York, en las series de televisión de Estados Unidos, en los hipervínculos y en narrar las enfermedades propias del desarrollo. La realidad virtual del primer mundo a cambio del realismo mágico tercermundista.

El barrio de Gracia tiene tanto de residencial como de bares que cierran a las tres de la mañana. Pero también es el lugar de Barcelona donde vive Enrique Vila-Matas, el escritor más famoso de la ciudad en estos días. En su autobiografía online, Vila-Matas cuenta que en 1997, mientras escribía Extraña forma de vida, acabó transformándose "en una especie de Fernando Pessoa del barrio de Gracia de Barcelona". Para la nueva generación, su figura sigue siendo la de un fantasma.

La presentación termina con aplausos. El autor avanza entre abrazos y felicitaciones. En un segundo desaparecen las sillas y todos nos reunimos alrededor del bar.

-Siempre nos encontramos en presentaciones -le dice una joven escritora a un joven editor, mientras se abrazan.

Javier Calvo acaba de publicar Corona de flores, una novela gótica de crímenes ambientada en la Barcelona del siglo 19. Su anterior novela, Mundo maravilloso, transcurría en la Barcelona de hoy. Algunos dicen que desde que Woody Allen filmó aquí Vicky Cristina Barcelona, en el 2008, Barcelona se consolidó como un escenario mundial de historias. Aunque vale la pena recordar que, muchos siglos antes de ser mostrada por el neurótico más famoso del planeta, Barcelona ya había aparecido en un libro: El Quijote de la Mancha.

En la fiesta hay dos chicas que parecen Vicky y Cristina. Una editora joven pasa su tarjeta, muestra su último libro y pregunta por planes. Busca libros modernos. Cualquier saludo inofensivo, rápidamente se transforma en una charla de trabajo. El galeón se ha convertido en un encuentro de oficina. De pronto, el público se ha dividido entre quienes tienen un proyecto y los que compran proyectos. Las risas y los brindis no logran disimular el ímpetu.

En Barcelona los libros son parte del paisaje. No sólo porque aquí están las principales casas editoriales del idioma, y los más influyentes agentes en español. Ni porque cada Día de Saint Jordi, los 23 de abril, la ciudad se vuelva loca por la venta y compra de libros y se rompan récords y se haga propia una fiesta mundial: el día del libro. Ni tampoco por la gran cantidad y tipos de librerías: La Central (Rambla Catalunya), Laie (Paseo de Gracia) y FNAC (Plaza Catalunya), son tres ejemplos distintos y recomendables. Los libros son parte del paisaje, por fiestas y personas como éstas.

A los pocos minutos uno siente que ya conoce a casi todos. De alguna manera, todo el mundo está linkeado dentro del Heliogabal.

-Ésta es la nueva movida literaria de Barcelona- me dice, desde atrás de unos anteojos de marco grueso, una traductora nacida en los suburbios de la ciudad. Nunca se tradujeron tantos libros del inglés como en la Barcelona de hoy.

En la mezcla del bar se abarca buena parte del abanico. Está Claudio López de Lamadrid, editor de Mondadori, responsable de publicar a autores nuevos que también están esta noche: Javier Calvo, Robert Juan-Cantavella y la peruana Gabriela Wiener. Está Miguel Aguilar, responsable de Debate, y Marc Caellas, de CasaAmérica Catalunya. María Lynch, joven agente literaria con varios autores de futuro. También aparecen encargados de editoriales independientes, como Diana Hernández, editora de moda con Blackie Books, y Ana Pareja, de Alpha Decay, que acertó con los éxitos Odio Barcelona y Matar en Barcelona.

Barcelona como una marca.

Barcelona como una licencia.

De todos los barrios barceloneses, el más literario sigue siendo el Raval. Por ahí caminaba Pepe Carvalho, el detective de las novelas de Vázquez Montalbán. Y ahí queda la cafetería Central (c/ Ramelleres, 27), un lugar muy frecuentado por Roberto Bolaño antes de la consagración. La última vez que divisé a Bolaño, cuando ya había publicado Los detectives salvajes, fue en la esquina más transitada de la ciudad: estaba en la cafetería Zurich, de Plaza Cataluña, compartiendo café y cigarros con el escritor Rodrigo Fresán y el crítico Ignacio Echavarría. El mar de turistas no los reconocía.

El Raval tiene una historia que crece en su mitología. En todo el tiempo que viví en la calle San Pau, nunca supe que el bar Marsella (c/ Sant Pau, 67) era frecuentado por Hemingway y los fanáticos de emborracharse con absenta. Hoy aparece aquel detalle como un nuevo gancho promocional.

Raval es más barato, y esa termina siendo una buena razón para hacerlo literario. Una noche, en uno de las tantas cafeterías/bares del barrio, veo cómo ve fútbol parte de la nueva generación literaria catalana. El televisor muestra un partido del Real Madrid, y en la mesa esperan una derrota merengue Robert Juan-Cantavella (autor de El Dorado), Eloy Fernández Porta (ganador del Premio Anagrama de Ensayo), Jaime Rodríguez (editor de la revista literaria Quimera) y Jorge Carrión (autor de Los Muertos). En Raval, una caña de cerveza tirada cuesta la mitad que en un bar de Gracia.

Jorge Carrión, alias Jordi, es el más entusiasta de esta nueva generación. Habla de la ciudad al menor descuido. Hace poco, publicó el ensayo La literatura de la marca Barcelona, donde dice que en los últimos diez años la representación de la ciudad se ha convertido en una cuestión global. Ahí explica:"El éxito urbi et orbe de La sombra del viento, de Carlos Ruiz Zafón, y de La catedral del mar, de Idelfonso Falcones, ha coincidido con el estreno de diversas películas que han escogido a Barcelona como escenario: Todo sobre mi madre (1999), de Pedro Almodóvar, L'auberge espagnol (2002), de Cédric Klapisch, The Cheetah Girls 2, de Kenny Ortega, y Vicky Cristina Barcelona (2008), de Woody Allen. Todas esas ficciones tienen en común una misma topografía: la Barcelona tradicionalmente turística, configurada por el Barrio Gótico y la ruta modernista, con Montjuïc y el Parc Güell en sus extremos y con la Rambla como ecuador".

La noche del partido de fútbol caminamos por Ramblas entre turistas y vendedores. Carrión viene llegando de Nueva York, y trae la boca llena de novedades que suelta como buenas nuevas. Nos despedimos en Plaza Cataluña, y lo veo desaparecer lentamente hasta ser tragado por completo por la ciudad de sus análisis.

-¿Qué libro viniste a presentar? ¿Cuál es tu agente? ¿En qué estás trabajando? -me dispara a quemarropa una editora en la barra del bar Heliogabal, en Gracia.

Le digo en qué estoy trabajando: un artículo de Barcelona para una revista de viajes. Igual me pasa su tarjeta.

Ya pasaron un par de horas desde que Javier Calvo dejó de actuar la lectura de su cuento inédito. Es madrugada de lunes y buena parte de la tribu sigue reunida a un costado de la barra. Ahora, algunos se mueven dentro de la bodega del barco como si estuviéramos en mitad de una tormenta. A veces es mejor caminar lento, para no caer.

No hay turistas en este bar de Gracia. Cada vez cuesta más encontrar bares sin turistas en esta ciudad que se transformó en producto. Según publicó el diario La Vanguardia en enero pasado, basándose en un estudio de una consultora británica, sólo París y Londres superan a Barcelona en la clasificación de ciudades europeas con mejor marca. El periodista argentino Leonardo Faccio sólo habla de Messi. Lleva varios meses siguiéndolo, como parte de un proyecto que espera terminar en libro. El éxito mundial del Fútbol Club Barcelona también ha servido para potenciar la ciudad. Se nos suma Gabriela Wiener, la cronista peruana que debutó exitosamente con su libro Sexografías, donde hay varias historias de la movida barcelonesa.

Dos noches más tarde junto a Faccio y Wiener, dos latinoamericanos en Barcelona, iremos de copas por el barrio Gótico, donde Carlos Ruiz Zafón ambientó la saga La sombra del viento y Juego del Ángel. Caminaremos por entre esas calles Best Sellers, en busca de un restaurante, sintiéndonos parte de una gran escenografía que lleva miles de años, pero que ahora está de moda y eso a todos ayuda. La ciudad como un set ideal. El barrio gótico como otra gran puesta en escena. Después de comer, terminaremos en una fiesta del Club Canalla: una comunidad virtual que organiza fiestas con strippers, tacos altos y látex. Otro auge de la ciudad. De estas performances es de donde viene el post-porno, una variante de género de la industria, que ya tiene 4 libros publicados y con éxito. Barcelona siempre como un exitoso telón de fondo.

Pero para esa noche en el Gótico todavía faltan un par de días. Por ahora, seguimos en esta fiesta donde está buena parte de la nueva generación de autores y escritores y editores de la misma ciudad donde brilló el Boom Latinoamericano. Esa vez lucían los autores, ahora luce la ciudad. Seguimos en este bar que las hace de bodega de un barco de esclavos. Arriba de un galeón catalán que parece estar llegando a destino: por fin, Barcelona ha logrado ser más importante que sí misma. Y mucho más que sus autores.

 

Publicado en Revista del Domingo, diario El Mercurio. 

 

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3 de noviembre de 2011
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La morgue de Caracas

Si bien todos hablan de la violencia en México, los 14.000 asesinatos que hubo el 2010 en Venezuela lo transforman en el país con la tasa de criminalidad más alta de América Latina. La mayoría de estos asesinatos ocurrió en su capital, Caracas, donde la morgue se ha convertido en una suerte de paseo familiar. De eso trata esta historia.

Natalia Ramos Miranda, ex alumna de la Escuela Móvil de Periodismo Portátil, fue hasta la morgue de Caracas para escribir su crónica final del taller. Natalia nació en la ciudad de La Serena, a fines de 1979. Es periodista de la Universidad de Santiago y desde 2009 trabaja para la Agence France Presse en Venezuela. Desde allá nos escribió la historia de cómo es vivir y morir en una de las ciudades más violentas del planeta.

 

 

LA MORGUE DE CARACAS, por Natalia Ramos Miranda.
 

El olor se escapa por las ventanas de la morgue de Caracas. Una combinación de químicos y de cadáveres se mete por la nariz hasta que un momento después lo único que queda es un dolor punzante desde las fosas nasales hasta el cráneo.
Thais y Alex están sentados afuera. Es temprano por la mañana y esperan el último documento de la burocracia mortuoria. Hablan por teléfono, se ponen de pie, se sientan; ríen o lloran con la misma calma despreocupada como si estuvieran haciendo algo que ya esperaban.

- Qué pongo acá - pregunta Thais.
- H X A F - deletrea Alex. - Herida por arma de fuego.

Alex enciende un cigarrillo y también conversa con otras mujeres.
Thais tiene 25 años y el cuerpo enjuto. El pelo largo, opaco, lacio y la piel sin brillo de una mujer mucho mayor. Alex tiene 37, los dientes amarillos y una barba rubia de tres días y ambos son hermanos de un hombre que fue asesinado con 20 balazos en el cuerpo.

"Reconozco e identifico plenamente el cadáver número 215 - 08, quien en vida respondía al nombre de Richard José Reyes Gómez, de 31 años de edad, estado civil soltero, de profesión obrero, con fecha de nacimiento 28/12/79 y sexto grado de instrucción. Falleció el 11/8/11 a las 12:15 horas a consecuencia de: H X A F".

Sentados en un muro bajo delante de la puerta principal de la morgue, los hermanos completan el formulario oficial antes de poder retirar el cuerpo y velarlo en una funeraria en el centro de la ciudad.

La morgue de Caracas está en las colinas de Bellomonte. Es un edificio blanco de baja altura rodeado de árboles y vehículos: motos, autos, carrozas fúnebres, camiones para recoger a los muertos. Y también hay mucha gente: periodistas que buscan nuevas noticias sobre los sucesos de siempre, deudos que lloran a otros muertos y agentes de las funerarias que buscan clientes.

Lee la historia completa AQUÍ

 

 

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26 de octubre de 2011
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La iglesia de Steve Jobs

Me enteré de la muerte de Steve Jobs por twitter. Suena lógico. Parte de todo el mundo ultra conectado de hoy, donde las máquinas tecnológicas han asumido valor artístico y los teléfonos funcionan como estanques de oxígeno, fue diseñado por Jobs. Ha pasado un par de semanas de muerte, y el llanto de sus seguidores no se detiene. Los mensajes de condolencias que han llegado a Apple, su gran obra, ya superan el millón. Por varios días fue la palabra más buscada en la red. Pasado el duelo inicial, muchos consumidores siguen viviendo su pérdida con una actitud que se resume en una palabra: desamparo.

Todos coinciden en que Jobs fue un visionario, pero la complejidad y envergadura del personaje supera aquella palabra. No solamente estamos frente a alguien que ayudó, empujó y diseño el desarrollo tecnológico de hoy. Con su muerte, presenciamos la partida del cerebro que acercó el computador a la vida cotidiana y que siempre tuvo en su mente un único objetivo: hacer más amables las máquinas.

Siempre que a Federico Fellini le decían que sus películas eran visionarias, respondía lo mismo: "El visionario es el único realista de verdad". Y eso se puede aplicar a Jobs. Fue realista, supo ver a dónde iba la tendencia y empujó hacia allá. Con eso en mente armó una empresa, armó sus equipos, los vendió por todo el mundo y facturó toneladas de millones de dólares. Encontró una vestimenta que lo acercara a sus compradores, jeans y polera negra, imitando el uniforme de los obreros japoneses. A partir de Jobs, uno ya no es alguien por determinado par de zapatos, o tal tipo de camisa o chaqueta. Uno es alguien, realmente, dependiendo de qué teléfono, de qué computador y de que lector de libros electrónicos se tiene. Con la muerte de Jobs muere el padre del nuevo consumo.

Los críticos se burlan de tanto llanto. Recuerdan que, finalmente, Jobs era un empresario preocupado de multiplicar su fortuna, famoso por tratar mal a sus empleados, que instalaba industrias en países pobres con mano de obra hiper barata encargada de armar los teléfonos más cool del planeta. Por el contrario, los que lloran lo hacen con la orfandad propia de quienes piensan que han perdido un líder espiritual. Seres, llorones y con equipos bien diseñados, que no se perdían  ninguna presentación de Jobs y que eran capaces de pasarse noches enteras durmiendo en la calle para tener equipo de la última versión.

Jobs transformó la tecnología en una ideología popular. Hizo de Apple una iglesia universal, con seguidores en todos los idiomas. Un gurú, con millones de feligreses, quienes le escuchaban decir -y retwitteaban- frases del tipo "El diseño no es solo la apariencia, el diseño es cómo funciona" o "Cambiaría, si pudiera, toda mi tecnología por una tarde con Sócrates".

Steve Jobs murió después de luchar varios años contra un cáncer. Su cuerpo, su propia máquina, dejó de funcionar el pasado 05 de octubre. Es probable que aquí, entre los vivos, todo siga funcionando igual. En la medida que eso suceda, y Apple se mantenga liderando el desarrollo tecnológico, Jobs se mantendrá presente por mucho tiempo. Finalmente, a eso que se dedican las iglesias: a mantener viva una leyenda, mediante la fe.

 

publicado en El Rayo, diario La Estrella de Valparaíso

 

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24 de octubre de 2011
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Fogwill, Bianchini y Guadalajara

Fogwill sería un buen nombre de una revista literaria. Eso fue el experimento que hicieron en el 02, el suplemento cultural de La Gaceta, una publicación de la Universidad de Guadalajara. Ahí se ve una ilustración de autor argentino y arriba, a modo de marca registrada, su apellido. Un acierto del equipo que dirige Alonso Torres, quien ya debería comenzar los trámites para registrar la marca.

¿Por qué Fogwill va en portada del último número de 02? Pasa que la crónica ganadora de la primera edición de Las Nuevas Plumas, el premio de crónicas inéditas organizado por la Escuela Móvil de Periodismo Portátil y la Universidad de Guadalajara, fue un texto sobre el autor argentino. La crónica se llama "El hombre que nada", escrita por el joven cronista argentino Federico Bianchini.

El próximo 04 de diciembre, en el marco de la FIL de Guadalajara, se conocerá la nueva mejor crónica inédita del idioma español. El texto ganador del II Premio Las Nuevas Plumas saldrá en varios países, y estaremos un año deleitándonos con aquello. Por ahora, seguimos disfrutando la historia de Fogwill. Quedan pocas semanas, pero las sorpresas no se detienen. Como esta última, donde un interesante experimento de diseño ha convertido al autor en portada de su propia revista.

Para leer la crónica completa de Federico Bianchini, ENTRA AQUÍ

 

 

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19 de octubre de 2011
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Gardel y el debate en el Río de La Plata

Hace pocos días apareció el tema de una guerra entre Argentina y Uruguay. El debate, que podría parecer imposible para cualquier rioplatense normal, lo encendió el ex presidente uruguayo Tabaré Vázquez. En un discurso en un colegio de Montevideo, confesó que pensó la alternativa de declararle la guerra a los argentinos para solucionar el problema fronterizo provocado por la instalación de una papelera.

Pero esa industria en la frontera no es lo primero que casi lleva a un conflicto armado a ambos países. Mucho antes de eso, estas dos naciones (cada una con su buena colección de escritores entrañables) ya estaban enfrentadas por otro asunto mucho más importante que las fronteras: Carlos Gardel, el cantante de tangos más famoso de la historia.

César Bianchi es uruguayo, de Montevideo y a comienzos de año pasó por los talleres de la Escuela Móvil de Periodismo Portátil. César escribe crónicas en publicaciones de Uruguay, Argentina, Colombia, México y Chile. Fue productor periodístico en televisión, es docente de periodismo en la Universidad ORT de Montevideo y en 2008 publicó su primer libro, Mujere$ Bonita$, 14 retratos de prostitutas uruguayas (Random House Mondadori). Hace pocas semanas acaba de lanzar A lo Peñarol. La pasión nunca pierde (Sudamericana), donde cuenta la historia de su equipo de fútbol.

Su trabajo final para la Escuela Móvil de Periodismo Portátil se llama "Resentidos con el mago", y es un viaje a Tacuarembó, la tierra uruguaya que reclama ser la cuna de Carlos Gardel.  

¿Argentino o uruguayo? Mientras eso se sigue discutiendo, dejamos esta crónica sobre el tema:

 

 

RESENTIDOS CON EL MAGO  por César Bianchi

Valeria Costa se inscribió en el certamen de belleza porque le encanta desfilar. "Sólo quiero divertirme", dice a lo Cindy Lauper, de quien nunca escuchó hablar. Tiene 15 años, el pelo negro, ojos almendrados y una delgadez para la ocasión. Con la voz tan bajita que es casi un susurro dice que le gusta bailar cumbia los sábados en Castilla, el boliche de moda en Tacuarembó.

Cuando le pregunto por Gardel, Valeria sólo dice: "Es como el representante de Tacuarembó. Nació acá... y ta". A Valeria no le gusta Gardel, ni el tango, y le importa más saber qué banda de música tropical llegará desde Montevideo a tocar a Castilla que ponerse a defender la nacionalidad del Mago.
Pero está concediendo una entrevista en la terminal de ómnibus Carlos Gardel de Tacuarembó, se anotó en el certamen "La Pebeta de Gardel" en el marco de la Semana Gardeliana que organiza la Intendencia de Tacuarembó, y tres días después de la charla estará encorsetada en un vestido negro brilloso con vivos rojos, medias can can, pañuelo rojo que cae hasta promediar el vientre, maquillaje de mamá, labios salvajemente pintados y el pelo atado en un moño para que calce bien el "gacho", como llamaba Gardel a su sombrero. Habrá cambiado las zapatillas por unos tacos que le darán vértigo y tendrá que explicarle a todos los presentes quién era Gardel, qué significa para los tacuaremboenses y qué se necesita para promover el tango en la ciudad.

Como si lo supiera. Como si ellos, los organizadores, lo supieran.

 

LEE LA CRÓNICA COMPLETA AQUí

 

 

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17 de octubre de 2011
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El pianista de hotel (una teoría-blogger)

La teorí­a es simple: Los bloggers que publican en la web de un medio masivo son (aunque ellos mismos no se hayan dado cuenta) como un pianista de hotel.

El pianista de hotel sabe que la gente llega escucharlos porque, casualmente, iba pasando por el bar/lobby camino a su habitación.

El pianista de hotel entiende rápido que la fidelidad de su público es casi nula: el mismo dí­a que ellos se vayan, en su lugar aparecer un nuevo pianista de hotel para entretener a la gente que sigue pasando.

El pianista de hotel sabe, si es un buen pianista de hotel, qué temas disfrutan los pasajeros mientras se toma un trago o esperan las maletas. Si es un mal pianista de hotel, durará poco.

El pianista de hotel tiene, gracias a su trabajo de pianista de hotel, un dinero asegurado para fin de mes. Esto es muy importante, porque de esta manera  siente que vive de lo que toca: aunque toca sin que nadie lo escuche bien.

El pianista de hotel, cuando está afuera del hotel, toca las cosas que realmente le gustan: a veces, son parecidos a los que interpreta en el hotel. En otros casos, sus gustos personales son totalmente diferente al de los pasajeros.

El pianista de hotel juega a creer que tiene mucho público, que los asistentes se renuevan, que le piden autógrafos y él le cuenta a sus amigos de las miles de visitas que recibe a diario. Pero el pianista de hotel, si no le falla un tornillo, al final del día sabe que toda esa abultada audiencia no le pertenece.

El pianista de hotel puede ser alguien que nació para pianista de hotel, o alguien que logró el sueño de ser pianista de hotel, o alguien que terminó ahí­ porque no le quedó más remedio que terminar de pianista de hotel (tras una breve y glamorosa etapa de pianista a secas). Si bien hay diferentes tipos de pianistas de hotel, ninguno de los tres cuenta con su propio público.

El pianista de hotel tiene la esperanza, siempre, que se corra la voz de su trabajo. Y que llega público a escucharlo exclusivamente a él. Una audiciencia entusiasta, capaz de hacer callar a los pasajeros que molestan con el ruido de sus maletas o le gritan a sus hijos que corren por el lobby. Imagina a cientos y miles de personas que se aparecen diariamente en el salón, para pedirle una de sus nuevas composiciones o para vitorear aquella electrizante improvisación en vivo. Una más, una más. En esas cosas triunfales sueña el pianista de hotel, mientras toca para los pasajeros que no lo escuchan.

 

 

publicado en etiquetanegra.com.pe

 

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12 de octubre de 2011
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Hotel en Madrid

Uno puede creer que ha dejado atrás la vida de hotel. Su existencia de tiempo detenido, donde todos los días las cosas vuelven a estar donde mismo. Sin embargo, como si se tratara de una condena perpetua, tarde o temprano se termina regresando. Volviendo una vez más. Ahora misma, escribo esto encerrado en un hotel en Madrid.

Llegué a esta ciudad para presentar la edición española de "Hotel España", el libro que muestra un viaje a los distintos hoteles España repartidos por América Latina, pero que además es un plan con objetivo concreto: intentar abandonar una vida de tres años en la habitación 54 de la calle Tacuarí 80, en Buenos Aires.

La presentación será con una tertulia sobre ciudades, desarraigos y vidas portátiles. Si te gustan los viajes, el movimiento y los hoteles, creo que te puede interesar. La invitación es para hoy 06 de octubre, a las 19:00, en la Librería Iberoamericana de calle Huertas N° 40, cerca de la estación de Metro Anton Martin. La entrada es libre y, claro, sería bueno que anduvieras por Madrid.

No estaré solo. Conversaré sobre palabras nómadas y hoteles España junto a Fernando Aínsa, el destacado escritor y crítico uruguayo radicado hace muchos años en Europa. Habrá lectura en vivo, firma de libros y, prometen los organizadores, vino español.

 

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6 de octubre de 2011
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El debut de T.J. Portátil

Bienvenidos al debut mundial de TJ Portátil, el text jockey itinerante que mezcla bases de textos inéditos que recibe desde diferentes países. TJ Portátil, que por estos días estará presentándose en Madrid, publicará esporádicamente en este blog sus trabajos de mezclas. Para su bienvenida, nos ha hecho llegar un texto llamado: "Una noche parado en Latinoamérica".

 

 

 

UNA NOCHE PARADO EN LATINOAMÉRICA
Por TJ Portátil

 

Estoy parado en la esquina de La Paz y Francisco de Quevedo, son las 9:34 de la noche en Zapopan. Afuera del bar, un hombre moreno con franela en mano demanda con aliento alcohólico 20 pesos a todo aquel cliente que llega para beber su estrés. Esto es muy de México

¿Dónde estoy parado ahora?

Estoy parado en la esquina de Bv. San Juan y Velez Sarsfield, son las ocho de la noche en Córdoba. Desde acá se pueden ver tres kioscos y cuatro cafeterías donde la gente está sentada cómodamente, conversando y tomando café en pequeñas tazas blancas. Entre la parada de colectivo y el puesto de cospeles, pasa una bella joven de cabello negro hasta la cintura. Un señor la mira y se voltea imantado su pasar. Esto es muy de Argentina.

¿Dónde estoy parado ahora?

Estoy parado en la esquina de Vespucio y Colón, son las once de la noche en Santiago. Frente a mí, dos chicos de jockey y pantalones a la rodilla se pasean entre los autos con una botella llena de un líquido inmundo. En la luz roja, ofrecen limpiar los parabrisas, cosa a la que casi nadie accede. Tiran el chorro igual, aunque no reciban más que un insulto. Esto es muy de Chile.

¿Dónde estoy parado ahora?

Estoy parado en la esquina de la avenida Colmena y la Plaza San Martín, son las 11. 30 de la noche en Lima. A mi lado están dos Michael Jackson haciendo su paso lunar. Uno disfrazado y el otro no. Hacen su show y piden dinero.  A unos metros, un grupo de personas discute sobre la política energética de Ollanta Humala en acaloradas discusiones. Llega un agente de serenazgo, una especie de policía municipal y grita: ¡Circulando, circulando! Luego usa su vara de goma para abrirse el paso entre adultos mayores, homosexuales, putos y emos. ¡circulen, circulen!, repite. Esto es muy de Perú.

¿Dónde estoy parado ahora?

Estoy parado en la esquina de Cramer y Federico Lacroze, son las nueve de la noche en Buenos Aires.  Estoy en la puerta de una confitería antigua que tiene grandes ventanales con marco de madera barnizada y el nombre "Via Lacroze" escrito con pintura descascarada en los vidrios. Dentro hay varias mesas de madera y hombres de mediana edad y panzas prominentes que toman cerveza Quilmes y comen pizza de muzzarella. Algunos ven un partido de futbol; otros leen el diario. Esto es muy Argentina.

¿Dónde estoy parado ahora?

Estoy parado en la esquina de Monterrey y Campeche, son las diez de la noche en el Distrito Federal. Dos borrachos salen de la cantina Villa de Sarria fumando y con vasos desechables en la mano. La cortina metálica se cierra detrás de ellos.  En la otra acera, en el mercado de Medellín,  las luces siguen prendidas.  Flores, frutas, colores, y algunas personas que todavía trabajan. Hace calor y huele a fruta descompuesta. Una voz metálica, magnetofónica, se repite una y otra vez desde una bicicleta de andar lento: "Tamales. Oaxaqueños. Calientitos."  Una pareja camina rápido hacia alguna fiesta. No voltean. En la misma acera un indigente los observa. Mudanzas chava Pérez e hijos, Óptica Grecia, Metalmecánica, Tortillería, Fotos cinco minutos: todo apagado; el día muere. Un automóvil entra en el Motel Campeche.  La música de la cantina cerrada se cuela hacia el exterior por entre la cortina.  Esto es muy México.

¿Dónde estoy parado ahora?

Estoy parado en la esquina Cufré y Martín García. Son las nueve de la noche en Montevideo. Cinco jóvenes sentados en el cordón de la vereda se pasan la botella de cerveza uno al otro. No hablan. Solo se hacen gestos cuando una mujer bonita pasa cerca de ellos. En la vereda de enfrente hay una parrillada que ofrece, escrito con tiza en una pizarra colocada en la puerta, asado y achuras a buen precio. Esto es muy Uruguay.

¿Dónde estoy parado ahora?

Estoy parado en la esquina de Eje Central e Independencia, son las 19:30 de la noche en la ciudad de México. La calle es un hervidero de personas: oficinistas trajeados que salen de trabajar y se refugian en las cantinas, mujeres de tacones y copetes altos que caminan con los pies destrozados, vendedores ambulantes que suben su mercancía en "diablos" y la llevan a cuestas, como un caparazón, repartidores en bicicletas que se cuelan entre los carros, como peces plateados, familias indígenas que tocan la armónica para conseguir unos pesos, adolescentes de pantalones entubados que andan como si la vida fuera una película y los demás fuéramos los extras, ancianos que han vivido en el Centro desde que tienen memoria y todavía salen al pan con pasos lentos y cansados. Esto es muy de México.

¿Dónde estoy parado ahora?

Estoy parado en la esquina de Banco Reparo y Punta Perdices, son las 10 de la noche en Las Grutas. Aquí hay una obra en construcción,  una radio a pilas apoyada en un ladrillo y un perro huesudo hurgando entre bolsas plásticas. Tres albañiles sin casco ni mameluco comen pizza de parados y toman cerveza del pico. Esto es muy de Argentina.

¿Dónde estoy parado ahora?

Estoy parado en la esquina de las calles Oriente y Garcia Moreno, son las siete de la noche en Guayaquil. Armados de un gran frasco de pegamento casero, mucho papel periódico, viejos trozos de madera y una larga botella de cerveza, con un doliente vallenato como fondo musical, dos hombres sudorosos dan forma a uno de los cientos de monigotes que son vendidos en la ciudad para incinerarse con petardos y fuegos artificiales cerca de la medianoche del próximo 31 de diciembre, en la tradicional quema de "años viejos". Esto es muy de Ecuador.

¿Dónde estoy parado ahora?

Estoy parada en la esquina de Maipú y Urquiza, son las 10.23 de la noche en Rosario. De un lado, la Aduana, un enorme edificio antiguo con una gran escalinata, en frente "Pasaporte", un bar tradicional de aires europeos, parisinos. En su vidriera se lee WI FI y entre las letras se logra divisar, de fondo y como contradiciéndolas, el interior del lugar con lámparas añejas, las paredes forradas con cuadros, un entrepiso cubierto con cajas de vino de años remotos y un caballito de calesita situado al lado de la puerta. Aquí afuera, tres jóvenes amigas con voces veteranas se ponen al día con los chismes del barrio, un anciano con sus bigotes teñidos de nicotina fuma de su pipa, y en un rincón una pareja combate con sus miradas. Ella tiene sus rizos sujetados y los ojos tristes, él tiene un estilo tanguero de los años '30, con aires de fanfarrón, que va perfecto con el estilo del bar. Sin embargo, las apariencias engañan y de repente ella le dice "Si sos celoso no es mi culpa" y con una risa nerviosa el comienza a acariciarla, su aura de compadrito se desvanece. Adentro, la tele pasa el partido de Argentina-Brasil. El malevo pide la cuenta y le pregunta al mozo: "¿Cómo va el partido?", y aquel le responde: "Vamos perdiendo, como siempre, culpa de Messi que no hace nada". Esto es muy de Argentina.

¿Dónde estoy parado ahora?

Estoy parado en la esquina de Avenida de las Torres y Dr. Nabor Carrillo, son las 20:30 de la noche en el D.F. Es la hora pico de tráfico. Precisamente aquí, la avenida deja de ser de dos carriles para convertirse en un solo río de luces rojas; los autos luchan por alinearse en una vía. Nadie cede el paso. Cada quien pelea su pequeño lugar en el mundo. Hay 5 policías apostados en este cruce, intentando poner orden. Con sus pitidos incesantes y órdenes contrapuestas logran exactamente lo contrario. La esquina se ha convertido ya en un gran estacionamiento. Esto es muy de México.

¿Y ésta noche, dónde estarás parado tu?

 

 

Bases del texto: Pierina Paolini (México), Pablo Douzet (Chile), Julia Andrés (Argentina) María Inés Herrera (Argentina), Diana Romero (Ecuador), Regina Zamorano (México), Carlos Tapia (Uruguay) ,  Esteban Lleonart (Argentina), Camilo Olarte (México ), Franco Nobell (Argentina), David Gavidia (Perú), Anna Lozano (México)

 

Produce: Escuela Móvil de Periodismo Portátil

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3 de octubre de 2011
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El Boomeran(g)
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