Skip to main content
Escrito por

Joana Bonet

Joana Bonet es periodista y filóloga, escribe en prensa desde los 18 años sobre literatura, moda, tendencias sociales, feminismo, política y paradojas contemporáneas. Especializada en la creación de nuevas cabeceras y formatos editoriales, ha impulsado a lo largo de su carrera diversos proyectos editoriales. En 2016, crea el suplemento mensual Fashion&Arts Magazine (La Vanguardia y Prensa Ibérica), que también dirige. Dos años antes diseñó el lanzamiento de la revista Icon para El País. Entre 1996 y 2012 dirigió la revista Marie Claire, y antes, en 1992, creó y dirigió la revista Woman (Grupo Z), que refrescó y actualizó el género de las revistas femeninas. Durante este tiempo ha colaborado también con medios escritos, radiofónicos y televisivos (de El País o Vogue París a Hoy por Hoy de la cadena SER y Julia en la onda de Onda Cero a El Club de TV3 o Humanos y Divinos de TVE) y publicado diversos ensayos, entre los que destacan Hombres, material sensible, Las metrosesenta, Generación paréntesis, Fabulosas y rebeldes y la biografía Chacón. La mujer que pudo gobernar. Desde 2006 tiene una columna de opinión en La Vanguardia. 

Blogs de autor

Secretos y heridas

Los portales de internet se han convertido en los nuevos oráculos de la psicología social, con sus pesquisas moderadamente creativas prestas a indagar acerca de los comportamientos humanos, en la mayoría de los casos con un claro fin comercial. El estudio Top Secret, elaborado por Lastminute.com, un portal de viajes y ocio de última hora, ha consistido en preguntar a 5.500 personas de seis países europeos cómo se comportan cuando tienen que guardar un secreto. Conclusión: a los españoles los secretos ajenos nos queman y, en cambio, somos quienes mejor guardan los propios. Más de la mitad de los encuestados, el 56%, reconoce tener “algo que esconder”. Es más, aseguran que, de hacerlo público, la opinión que se tendría de ellos sería notablemente peor. Incluso que dicha revelación podría cambiar sus vidas. Hace unos días el hijo adolescente de una amiga le comentó que todas las familias escondían un secreto, y le preguntó cuál era el suyo. “No creo que nosotros lo tengamos, pero me pareció curioso el concepto”, me contó la madre. Existe un momento en el que todos queremos hurgar en nuestras raíces: algunos bucean en su árbol genealógico e incluso en la heráldica. Otros husmean en cajones y baúles en pos de la escena universal del hallazgo de una misteriosa foto que le cambia a uno la vida, o se lanzan a esa búsqueda literaria tras una palabra furtiva, atrapada entre humos de habanos y manteles manchados de café, de una historia prohibida. En el secreto que Jordi Pujol mantuvo 34 años -que ni siquiera compartió con su hermana- hay un hecho irresoluble: permanecer media vida con una mancha en la frente es algo parecido a convivir con una mentira que el propio embustero acabará creyendo. A veces porque el traje que creemos habernos hecho a medida a fin de envolver nuestra identidad tiene unas sisas demasiado anchas para nuestras espaldas, aunque insistamos en presentarnos con él para salvaguardar un secreto que emergería al desnudarnos. Y al que deberíamos responder desde la vergüenza, el desprestigio o el dolor. Había algo en aquel Pujol del Parlament que no estaba escrito en el folio. Y era su herida abierta. Ni el mito forjado sobre el personaje, el del molt honorable ingeniero de Catalunya, ha resistido la confesión de su secreto, y de ahí esa respiración agitada y los alaridos. “El miedo de perder lo que uno no tiene o de no llegar a temer lo que uno persigue es lo que hiere, lo que da forma a la vida”, escribe Josep Pla en El quadern gris. La herida debe ser cauterizada, pero primero hay que anestesiar el impacto del secreto, el mismo que antaño se entendía como vida privada pero que hoy, afortunadamente, es vida pública.

(La Vanguardia)

Leer más
profile avatar
1 de octubre de 2014
Blogs de autor

Sin vísceras

El pasado miércoles, la tertulia de La noche en 24 horas de Televisión Española arrancó con la noticia de la detención del pederasta de Ciudad Lineal en Santander, y una advertencia por parte de su conductor, Sergio Martín: nuestros contertulios se preguntan si no se ha sobredimensionado esta noticia, copando la atención de los medios; luego lo analizaremos, vino a decir, sin que la cita sea textual. Salté de la butaca. ¿Que el alborozo por la detención del presunto depredador que se paseaba por los parques infantiles y que llegó a drogar y violar a cinco niñas era una cortina de humo para tapar el inminente choque de trenes en Catalunya o la marcha atrás en la nueva ley del aborto y la dimisión de Gallardón? Me pregunté qué tipo de disfunción había espesado la mirada de los yonquis de la política para no considerar como un asunto político de primera magnitud la seguridad de nuestras hijas. Para mí lo es: tengo una de seis años y me produce angustia leer “chuches con Orfidal” o “las bañaba antes de soltarlas para no ser rastreado”. Comparto por tanto la sensibilidad social que esta semana, a la salida de los colegios madrileños, ha alfombrado el inicio de otoño, aunque aderezada con un extraño pesar: esos coches de segunda mano cruzando la ciudad, con las pequeñas dentro, delante de nuestras narices conducidos por un narcisista de libro que hinchaba sus músculos en el gimnasio. La policía consiguió encontrar la pista de Antonio Ortiz gracias a los detalles recordados por las niñas. Pienso en la crueldad que ha marcado a fuego su ingenuidad, como en el caso del apuñalador xenófobo de Lleida, de origen chino, dominicano, japonés…, y en el ovillo que ahora deberán deshacer para abandonar el infierno y domesticar el miedo. Se ha alertado ya acerca de la siguiente paradoja: se debate si los registros de pederastas deben ser públicos (el Gobierno ya lo anunció), pero resulta que Antonio Ortiz, que fue condenado por violar a una niña en los años noventa, no estaba fichado como agresor sexual. En la sociedad pantallizada que estrena el iPhone 6 pervive una oscura lacra, la represión sexual liberada desde distintas parafilias y patologías criminales, como el de sentir placer sexual abusando de niños. Unas estudiantes de sociología han realizado un trabajo de investigación con mujeres que ejercen la prostitución. Ni una ni dos, sino muchas, les han confesado que hay machos alfa que las llaman como a sus hijas y les piden que se vistan como ellas. La perversión nunca ha entendido de límites, pero sí el progreso. Y este no es un debate morboso, ni una exacerbada alarma maternal -por cierto, en aquella tertulia no había ninguna mujer-, sino un estado mental y físico que debería cristalizar en un brazo activo de la política social para proteger el bien más preciado: nuestro futuro.

(La Vanguardia)

Leer más
profile avatar
29 de septiembre de 2014
Blogs de autor

El corral del género y del sexo

Hace unos meses un amigo periodista me preguntó si a lo largo de mi vida profesional me había acostado con alguno de mis jefes, o posibles jefes. “Por supuesto que no”, le respondí. Y mientras me sorprendía de su trasnochada pregunta, él me aseguraba que, al menos entre los de nuestra generación, había sido algo muy común. Vislumbré entonces la escena, mucho más esperpéntica que real, de secretarias o enfermeras ascendidas a gerentes, perpetuando una relación de mando y sumisión. Un modelo casposo y desprestigiado que no sintoniza con nuestra tecnologizada sociedad de la información, donde ni distancia, ni origen, ni sexo son barreras para relacionarse de tú a tú. Las declaraciones de Toni Nadal han servido para evidenciar que, a día de hoy, perviven altísimas barreras invisibles entre los sexos, mantenidas por aquellos que consideran la segregación sexual como parte de una moral obsoleta. La reina Sofía, sin ir más lejos, entró en los vestuarios del estadio Moses Mabhida de Durban la noche que la roja se clasificó para la final del Mundial y se encontró con un Puyol con la toalla en la cintura. La emotividad del momento impedía la atención de cualquier otro elemento que no fuera la propia victoria. ¿Quien iba a pensar, pues, en lo que tapaba la toalla? En cambio Toni Nadal, que se autodefine como mojigato y clásico, debió de pensar en eso cuando se enteró que Gala León sería la nueva capitana española de la Copa Davis. Y brotaron palabras innecesarias: meadas, tíos en pelotas… el “qué sabrá esta tía”. Pero no torzamos el gesto tan rápido ante lo que podemos considerar vestigios de rancio machismo en tiempos de ombligos al aire, calzoncillos a la vista y torsos Toblerone. Es preocupante que no exista aún una clara noción cultural y científica acerca de la sexualidad. Iracundos votantes del PP en favor de la frustrada nueva ley del Aborto (que en realidad queda fuera de la agenda política por la salida de Rouco Varela y una conferencia episcopal más moderada) fueron a Génova a gritarle “maricón” a Rajoy, como si eso fuera un insulto. Esta semana, en Nueva York, se aplaudía el discurso sobre las formas de entender y respetar la sexualidad dibujado por Emma Watson en la ONU: “Ha llegado la hora de que percibamos el sexo como un abanico, no como dos ideales enfrentados”. No me extraña que hagan ruido en las redes quienes prefieren ir de cínicos vilipendiando su discurso, tildándola de “zorra feminista” o “puta” y amenazando con hackearla. Con qué altura interpretativa imprimiendo emoción justa logró comunicar esta actriz, la muchacha de Harry Potter, el mensaje de una igualdad sin resquemores. Watson acabó parafraseando a Burke: “Todo lo que se necesita para que las fuerzas del mal triunfen es que haya mujeres y hombres buenos que no hagan nada”. Tan valiente, tan joven, pronunciando desde su verdad un viejo discurso: no teman a la palabra “feminismo”, no tiene que ver con odiar a los hombres, sino con que unos y otras tengamos los mismos derechos. Silenciosa sirena Adelaida García Morales empezó a escribir imitando a su madre “una mujer distante que se encerraba con su máquina de escribir, pero que nunca llegó a publicar”. Pasarían tres décadas hasta que ella viese publicada su opera prima, El sur, que quien fuera su marido, Víctor Erice, inmortalizó en el cine. Exquisita, dulce y al tiempo afilada: “Aquella noche sentí que el tiempo es siempre destrucción”. Su hijo mayor, Galo, ha contado que enferma, renunció a escribir, que pasaron estrecheces económicas y que se arrepentía de algunas de sus últimas novelas. Leí El silencio de las sirenas con veinte años, y nada volvió a ser igual. Quien la haya leído entenderá la sensación de haber compartido una historia secreta, un vínculo que ni la muerte puede romper. ‘Bullers’ de alta cuna Por mucho que Escocia haya estado a punto de poner en duda lo de Reino Unido, hay cosas que nunca cambiarán en la elitista Albión. Oxford y Cambridge y sus clubs de hooligans de alta alcurnia son el ejemplo perfecto. Periódicamente reaparece en los medios una foto del Bullingdon Club de Oxford allá por 1987; y no lo haría si no fuese porque dos de sus altivos miembros eran David Cameron y Boris Johnson. Coincide ahora con el estreno de The riot club, que narra las desnortadas juergas de un club que es un trasunto de los bullers (y nos presenta, de paso, a los hijos de dos grandes actores británicos, Max Irons y Freddie Fox). Cameron ha confesado sentirse “avergonzado” de la foto. ¿Se reconocerá en la película? El dedal de oro Cuando residían en Madrid, me encontré en un par de ocasiones a los Beckham almorzando en Piu di Prima; él, cálido y cercano; ella con sonrisa avinagrada. La llamaban preanoréxica y la pintaban obsesionada con la imagen y el dinero, además de vanagloriarse de no haber leído un libro. En el 2007 estrenó marca propia; un capricho más. Pero hoy vende en 60 países y acaba de abrir tienda en el exclusivo barrio de Mayfair. Tan centrada está en su negocio que ni apareció en la inauguración -tenía trabajo en Nueva York- y mandó a su marido para la foto. Desde Suzy Menkes a Annie Wintour y los críticos de moda más sagaces han reconocido tras la marca Victoria Bekham a una diseñadora de altura, eso sí, mujer de pocas y funestas palabras.

(La Vanguardia)

Leer más
profile avatar
27 de septiembre de 2014
Blogs de autor

Misandria

¿Ha tenido alguna vez la curiosidad de preguntarse si para un tipo de mujeres usted es un fresco o un brother, un «bro mudo», una especie de calzonazos que se moja lo justo en asuntos de igualdad? En estas dos categorías dividen a los hombres los miembros de Misandry Book Club (misandria, odio a los hombres, lo opuesto a la misoginia). En Instagram se agolpan jóvenes feministas que con afilado sarcasmo y gran despreocupación han convertido los comentarios misándricos en juego de salón. No sabe con cuánto regocijo celebraron en dicho club la noticia de la Atlantic City Lab según la cual todas las personas que han muerto por un rayo en lo que va de año eran de sexo masculino. Las flechas del tiempo se invierten: hace apenas un siglo, quemaban a mujeres sospechosas de ser brujas. En cambio, hoy a partir de esta noticia, más de una se anunció con poderes, como autora intelectual del rayo mortal. Desde algunos blogs masculinistas, otro término en alza, se denuncia muy en serio esta moda de ridiculizar a los hombres y se pide que se sustituya en las frases más deleznables la palabra hombre por la de negro, a fin de hacerse una idea del delito. El efecto es demoledor: «los negros no saben pensar y mascar chicle a la vez». O «la mayoría de negros solo piensa en el sexo». Pura xenofobia y sexismo. Y el tan manido lugar común de que los hombres tienen un pene en el cerebro, sin calibrar las crisis de masculinidad que ello habrá desencadenado, y más ahora, que la salida de casados del armario se ha convertido en una pasarela de primavera-verano. Las misándricas irónicas creen que meterse ?siempre con buen humor? con los hombres funciona como altavoz para echar a los más ineptos del poder y sustituirlos por un puñado de mujeres sobradamente preparadas. Crear estado de opinión, lo llaman. Y permanecer en alerta ante los errores del enemigo, tal y como practican los feroces lobbies en Estados Unidos. Es muy probable que usted, lector de Icon, sea un tío majo de los que saben reírse de sí mismos y más aún con todos estos chistes de hombres inútiles. En realidad, no se siente aludido. Proverbial amigo de las mujeres, es alguien tan excepcional que nunca le han tenido que preguntar: «¿Me quieres?» El tipo de hombre que de vez en cuando le coge prestado el ¡Hola!; que huele el frasco de su perfume a escondidas y que detesta a los machotes que en las pelis porno besan a las chicas en la boca como si le succionaran el clítoris. Le duele la insensibilidad y la cabezonería, los machitos y los micromachismos, el «mujer tenías que ser». Pero, a pesar de su lado femenino, considera tan zoqueta la misoginia como la misandria, y desde luego no está dispuesto a que le parta ningún rayo. (Icon)

Leer más
profile avatar
26 de septiembre de 2014
Blogs de autor

El hombre del jersey beige

Millones de chaquetas de tweed, camisas a cuadros y trajes oficiales -adjetivados igual que los coches ídem: Audis negros con cristales ahumados que escenifican la representación de un estatus- desembarcan estos primeros días del otoño en las tiendas de ropa para hombre. Aunque la pasarela internacional exhiba rabiosas tendencias que desafían la uniformidad, ávida por mostrar desacato estético, las avenidas de Occidente se llenan de hombres enfundados en jerséis beige y americanas gris marengo que igualan ambición e intención. Y ahuyentan la temeraria sombra del riesgo, que únicamente cotiza en tanto que altavoz mediático. El sistema de la moda se rige por una lógica perversa: los diseñadores resuelven sus creaciones durante seis meses, intentando ser únicos, los mejores, bajo la presión de la prensa especializada y los compradores, pero son meros eslabones de un sofisticado engranaje. Las firmas de lujo que los contratan codifican mensajes de deseo en forma de millonarias inversiones publicitarias de las que están tan necesitados los medios, mientras que las marcas de la llamada moda pronta, o low cost, se benefician de esas campañas y ponen en sus escaparates el mismo modelo con peores materiales pero a precios imbatibles. La ropa masculina asume su convencionalidad en época de profundas y sucesivas mutaciones. Porque el hombre del traje gris, ese estereotipo alumbrado en los años cincuenta, cuando los primeros brókers se hacían limpiar los zapatos en la Grand Central Station, ha devenido hoy en el hombre del jersey beige. Hace unos años se reeditó la novela de Sloan Wilson que acuñó dicha etiqueta, prologada por Jonathan Franzen, quien afirmaba: “Esta novela consigue capturar el espíritu de los cincuenta. El conformismo incómodo, la evasión del conflicto, el quietismo político, el culto a la familia nuclear y la aceptación de los privilegios de clase”. Valores que permanecieron como absolutos durante más de sesenta años, y que el desgaste social de una crisis enquistada ha erosionado: la gente sale a la calle, no le teme al conflicto; se cuestionan los privilegios de clase y la familia se ha pluralizado. Aún así, el hombre del jersey beige ha emprendido su conquista planetaria. Sastrería industrial, o mejor dicho oficial, pero con patrones más sofisticados que los del sastre de Camps. Un carácter burgués uniformiza la debilitada eurozona: no es hora de extravagancias exquisitas. Aquellos políticos de UCD con trajes de Cortefiel son hoy populares o socialistas vestidos de Massimo Dutti y Mango, mientras que la izquierda escarlata compra las camisas en Alcampo. La pasarela palpita, la calle bosteza. Todo cambia excepto el aburrimiento. (La Vanguardia)

Leer más
profile avatar
24 de septiembre de 2014
Blogs de autor

Generación Z

Qué ociosa abstracción la de tratar de ponerse en la piel de quienes hoy tienen dieciocho años. Y no me refiero a indagar en la promesa de que al final del túnel se halla el verdadero futuro, conectado siempre a las redes sociales, sino a descubrir cuál es su posición frente al amor, la justicia social o la extinción de las abejas. Antes, las etiquetas generacionales las acuñaban los poetas pero hoy las ponen los publicistas. La agencia neoyorquina Sparks & Honey ha bautizado a los chavales que hoy tienen 18 años como generación Z (con la generación X, también llamada baby boomer, y los millennials de la generación Y, han terminado con el abecedario). Se trata de un paraguas que engloba a 2.000 millones de jóvenes nacidos en torno al año 1995 que conforman una casta que se augura estelar: formada, afanosa, colaborativa y en busca de alternativas para mejorar este mundo en crisis. Los observo en sus fiestas, como la que organizó Nike el pasado domingo en el Casino de Madrid, muchos de ellos tan disfrazados como en los ochenta, con sus tatuajes rabiosos, metales en el cuerpo y esas horrendas barbas talibanas -por mucho tengan que ver con la subcultura hipster, de la que se han acabado hartando hasta ellos mismos-. Ahí están, como Walt Witmans bíblicos e iluminados que escuchan a Imagine Dragons y se agujerean la lengua para enfatizar su identidad. Poco sabemos de lo que hay debajo de las suelas de sus New Balance, de sus sudaderas 24 horas, o de sus cabellos teñidos. “Soy rubio natural, pero tengo los ojos azules y no quiero parecer nórdico”, me decía Diego, un sagaz diseñador veinteañero al cual con incontinente docencia le dije: “Disfruta de tu rubio, lo que daríamos para que el nuestro fuera auténtico”. Aseguran que el 60% de los miembros de la generación Z aspira a un trabajo que sea “socialmente relevante”, en el sentido de ser útil (cuando apenas un 30% de los Y lo tenía tan claro). La cantinela del emprendedor ha calado en ellos, no tanto por sus megáfonos como por la conciencia de que el trabajo dependerá más de la propia iniciativa que de los departamentos de recursos humanos (el 72% quiere crear su propio negocio). En lo tocante a sus valores, parecen ser más tolerantes con la diversidad -racial, sexual, generacional- que sus predecesores, y también son definidos como “más conservadores”: una encuesta masiva de los centros de Control de Enfermedades concluye que fuman, beben y se pelean menos (aunque mandan y reciben watsaps o suben cosas a las redes mientras conducen), y que “tienen costumbres más sanas que las de hace 20 años”. Aunque celebremos que la especie mejore, desde nuestra superioridad adulta pensaremos en lo que nunca cambia: desde los celos a la decepción, el desaliento de la felicidad, el duelo inevitable, o el vacío de las tardes de domingo. Pero una vez también tuvimos dieciocho años, cuando las X, Y o Z no tenían ninguna importancia. (La Vanguardia)

Leer más
profile avatar
22 de septiembre de 2014
Blogs de autor

El personaje es el mensaje

La belleza encandila pero a la vez penaliza, sobre todo en política. Discreción y uniformidad son mandatos para devenir creíble en una España donde excentricidad y glamour tienen mal encaje. Bien diferente que en Francia, con esos ministros jóvenes y charmants que ha fichado Hollande: Emmanuel Macron detenta la cartera de economía y a su brillante curriculum se añade el dato de estar casado con su antigua profesora, veinte años mayor que él. Todo tan francés y desacomplejado a fin de disipar la neblina moralista y añadirle un plus flaubertiano a las intrigas del Elíseo. En su tourné mediática, Pedro Sánchez no deja de repetir que, además de guapo, es doctor y profesor de economía, que ha estado en paro y que dejó temporalmente la política abrumado por sus corruptelas y la generación tapón que impedía el relevo generacional. La otra noche aseguró en El Hormiguero que ha regresado a ella para ?cambiar la política?. Es encomiable la elevada aspiración del flamante secretario general de PSOE, más cuando hoy difícilmente logramos cambiar una coma de nosotros mismos. El punto fuerte de Sánchez ha sido su intrepidez para lanzarse a la arena.¿El débil? su inconsistencia. Podría ser un estilo Suárez ?apuesto, amable, educado- pero para eso tendría que desmontar el viejo PSOE como Adolfo finiquitó el franquismo. En un mundo en el que los conceptos ‘aspiración’ y ‘cercanía’ han transcendido sus propios límites, hay que sustituir la metáfora por un rostro. El pasado miércoles, mientras Pablo Motos entrevistaba a Sánchez, en la pantalla de detrás aparecían imágenes de Pablo Iglesias, consiguiendo un plano superpuesto de ambos personajes. Es evidente que el candidato socialista ha aprendido la lección del profesor Iglesias: hay que estar en todos sitios a todas horas, lograr que el ciudadano de a pie conozca al menos tu cara, si no tu discurso. Ya sea entrando en directo para condenar el Toro de la Vega en Sálvame ?con una media de millón y medio de espectadores? o aguantando bromitas al lado de las marionetas de El hormiguero ?más de dos millones?. La nuestra es una democracia de espectadores, así que, hoy más que nunca, hay que tener a los medios de comunicación como aliados cuando la poderosa empatía ha suplido al contenido ideológico. Los asamblearios de Podemos siguieron a pies juntillas el mandato leninista de infiltrarse en los medios y aprovecharse de ellos para lanzar un ?mensaje populista? que, según Sánchez, da ?soluciones falsas a problemas reales”. En su caso, la lógica de convertir el puerta a puerta en share a share, se construye sobre una relectura de McLuhan: el personaje es el mensaje. Los guapos que ejercen y cobran por serlo saben que las proclamas políticas tienen un efecto insecticida sobre sus contratos. De ahí que el agente y los abogados del modelo Andrés Velencoso hayan saltado de sus sillas al ver cómo la plataforma Societat Civil Catalana utilizaba su imagen y esa frase, ya tan demodé, que un día soltó nuestro top internacional: ?soy catalán, español y ciudadano del mundo?. Si eso lo hubiera dicho un feo, aunque fuese catedrático nadie se habría enterado. Máquinas humanas Tim Cook se disfraza de Steve Jobs y presenta en vaqueros los nuevos iPhone 6 y el súper reloj inteligente ?y elegante? Apple Watch, dejando claro que la filosofía de la compañía ha sido, es y será siempre “ser los mejores, no los primeros”. No se refiere a las ventas, por supuesto, sino al viejo adagio de que “quien pega primero pega dos veces”. La relación simbólica que se creó entre la invención del transistor y el rock & roll quiere ser emulada a partir del nuevo reloj ?una máquina humana- desde el cual se pueden mandar hasta los latidos del corazón. Ni la precoz desaparición de Jobs, ni la durísima competencia de Samsung oxidan a la manzana de Cupertino. Y eso que está mordida. El hotelero cool Tras revolucionar el concepto ‘hotel’ con sus Room Mate en los centros urbanos?18 en todo el mundo?, el empresario (y ex jinete) Kike Sarasola luce swing de cintura en tiempos de consumo colaborativo con Be Mate, su nueva apuesta. ¿Que las reservas hoteleras en los centros de las grandes ciudades se resienten del alquiler de ‘apartamentos turísticos’? Únete al enemigo, además de ofrecer: “una casa lejos de casa” a tus clientes. Pisos “únicos y de diseño” en Barcelona, Madrid, Ámsterdam, Florencia, Nueva York… forman parte de la nueva estrategia de este emprendedor sin miedo y con pedigrí. Mientras el sector clama por la ruptura del ‘frente’ contra el enemigo común, Sarasola apuesta por “dar un paso adelante y tomar la iniciativa a fin de transformarse”. La plaza de hierro Inaugurar una Margaret Thatcher Square en pleno barrio de Salamanca de Madrid, eso sí que es insólito… Hasta los británicos se han sorprendido. Es el primer homenaje a “la Dama de hierro” fuera del Reino Unido. The Guardian titulaba: “curiosa referencia en unos tiempos difíciles”. El caso es que, el pasado lunes, la saliente Ana Botella, acompañada por el Embajador británico en nuestro país, Simon Manley, y Mark Thatcher, hijo de la ex Primera Ministra, bendijeron ese ricón ‘neocon’ en pleno downtown capitalino. Esperanza Aguirre, fan declarada, no podía faltar. Podrán inaugurarse tiendas de lujo, hoteles de diseño, casinos con restaurante Michelin, pero Madrid no cambia. (La Vanguardia)

Leer más
profile avatar
21 de septiembre de 2014
Blogs de autor

Jaqueca universal

Cada vez es más difícil salir de casa sin un analgésico en el bolsillo. A pesar de las alarmas sobre al abuso de ibuprofenos y paracetamoles -de los que, sólo en España, se venden cerca de 50 millones de cajas de cada uno al año-, las pesadumbres diarias, acrecentadas por las multiformes caras del estrés y la crisis, empujan a servirse de una ayuda para aliviar el malestar en un gesto lícito y compasivo con nosotros mismos. La fantasía de una pastilla que combata por igual la tristeza y la faringitis ha hecho mella en nuestra sociedad, donde las constantes noticias sobre el creciente consumo de antidepresivos alertan de la descompensación entre realidad e ideal. Ya no aspiramos a conseguir la fórmula de la felicidad: nos contentamos con un aceptable grado de bienestar que nos permita minimizar las inclemencias cotidianas. De ahí que la parafarmacia se haya convertido en uno de los sectores de mercado que más crecen. Y que nuestra obsesión por vivir mejor, desactivar malos hábitos y cultivar tomates en un huerto urbano haya alcanzado un elevado grado de experiencia y sofisticación. Virginia Woolf se lamentaba de que poseamos un lenguaje rico para nombrar el amor, mientras apenas existen palabras para comunicar la fiebre o el dolor de cabeza. La propia descripción de esa niebla densa capaz de emborronar la visión que se esparce sobre las sienes no resulta demasiado atractiva para el lector, aunque la gran mayoría de los mortales nos reconozcamos en esa sensación de jaqueca pesante que nos impide mantener la frente erguida. En el siglo XIX, según cuenta la historiadora Joanna Bourke en The story of pain, el pionero de la homeopatía, Constantine Hering, proporcionaba una lista de adjetivos para ayudar a sus pacientes a verbalizar su malestar. Y les preguntaba si sus dolores eran pesados, palpitantes o punzantes… Todo un precursor del moderno cuestionario McGill, que trata de evaluar el dolor sistematizando su localización, intensidad o el tiempo que dura. En cambio, las dolencias y las enfermedades a menudo salpican el lenguaje del día a día: “Es como un cáncer”, se dice de algún fenómeno negativo que se extiende, banalizando una de las enfermedades que más inciden sobre la población. Y cuántas veces hemos escuchado decir: “Parece autista”, o “bipolar”. La ligereza con la que males tan funestos se esgrimen como metáfora, ofendiendo justamente a quienes los padecen, choca con la pobreza de imágenes que poseemos para profundizar en el malestar. El malestar invade y aísla, transforma el tiempo, enmudece; es fácil de imaginar y de sentir, pero imposible de compartir, y difícil de describir, aunque, al ponerle palabras, la sensación de control aumenta y el dolor palidece.

(La Vanguardia)

Leer más
profile avatar
17 de septiembre de 2014
Blogs de autor

El error y la ambición

Es mucho más fácil reconocer el error que encontrar la verdad -Goethe de nuevo-, pero algunas veces ambos resultan imposibles de distinguir”, lo escribe Annalena McAfee en su novela ¡La exclusiva!. En cambio, qué fácil es cometer un error y cuán difícil quitar la mancha sin que deje cerco. Ana Botella nunca lo tuvo fácil, por mucho que se crea lo contrario. Recibir tantos aplausos de Gallardón como deudas fue una perniciosa herencia. Y sus errores han abultado más por ser la mujer de Aznar. Aquel spa de Portugal, con sus vapores y chorros de agua, incendió el imaginario colectivo. Luego vino el basurero colectivo en que se convirtió la capital durante un mes. Y una ciudad sucia es siempre una ciudad fallida: el olor a orines rebaja miserablemente su autoestima.Los desafíos del Madrid no-olímpico deben dar lugar a una ciudad más moderna que castiza, que aún es difícil de entender sin sus Florentinos o sus Sabinas por mucho que se multipliquen los Podemos. Pero el restyling por el que clama la ciudad aún no tiene claros candidatos. Una automovilista díscola y una motorista accidentada han emergido como los primeros nombres tras el anuncio de Botella. Ambas pertenecen a línea dura ideológica, un liberal “ordeno y mando”, sin pelos en la lengua, supervivientes en el sentido estricto de la palabra: Esperanza Aguirre y Cristina Cifuentes. Aguirre, animal político, teatrera y rauda, la abuela que tiene tiempo para cuidar de sus nietos, concedió siete entrevistas la semana pasada, como si ya estuviera en campaña. “Estoy en manos de la providencia. Yo no hago planes”, declaró repetidamente en una bizarra exposición. El efecto bumerán de su error al volante ha acrecentado su imagen chulesca con inmediato efecto barbacoa. A la espera de conocer el fallo de la justicia, que estimará su desafío a los agentes y la repetida cantinela de que se ensañaron con ella porque era famosa, su foco se aleja oceánicamente del nuevo estilo de liderazgo. Por su parte, Cristina Cifuentes -delegada del Gobierno en Madrid- representa el perfil más ascendente del PP, pero no logra sacudirse el papel no-tan-secundario en el “tamayazo”. De la mano de Ricardo Romero de Tejada (exsecretario general del PP de Madrid) y Dionisio Ramos (exgerente de la Complutense), Cifuentes -funcionaria técnica de la misma universidad-, formó parte del complot para conseguir los votos tránsfugas, según narran algunas investigaciones periodísticas. Y, para mayor despropósito, fue portavoz adjunta de la Comisión de Investigación del asunto. Y no encontró nada sucio en semejante fango. La “derecha moderna” es un vocativo arraigado en España, donde en cambio nunca se dice la izquierda moderna, como si ese título se lo hubiera apropiado el activismo del 15-M. Mientras tanto, el fantasma de Tierno Galván pasea por el Retiro, impaciente.

(La Vanguardia)

Leer más
profile avatar
15 de septiembre de 2014
Blogs de autor

Ana, a secas

La vida cambia rápido. La vida cambia en un instante. Te sientas a cenar, y la vida que conoces se acaba”. Así explicaba Joan Didion como perdió a su marido con la mesa puesta, en El año del pensamiento mágico, un hermoso libro sobre el duelo. Poco podía olfatear Ana Patricia Botín el pasado miércoles que su vida abriría un segundo tomo. Me entero de la noticia en la consulta de las dentistas Vilaboa, la crème de Madrid, con Palazuelos en sus paredes. Dos damas que parecen conocer el entorno del banquero dan razón de los hechos: “Tenía un gran trancazo y dijo que le iría bien un baño caliente para estar bien al día siguiente y presentar la restauración de La educación de la Virgen, de Velázquez. Es algo muy propio de personas acostumbradas a controlar la situación y que se conocen muy bien. Pero el corazón no aguantó”. A las veinticuatro horas, el Financial Times abría su portada con la foto de Ana Patricia Botín, nombrada nueva presidenta del Santander, “el tercer banco más importante del mundo”. “Cuando me preguntan por el momento más importante de mi vida, siempre digo que fue el día que le pedí a mi marido que se casara conmigo. Yo hacía prácticas en JP Morgan y él estaba en España, a tres mil millas de distancia. Así que se lo pedí por teléfono. Creedme, se suponía que en aquellos tiempos esa no era la costumbre propia de una señorita española. Y tampoco era habitual planificar una boda en tan sólo cuatro meses; mi madre sabe bien de lo que hablo. Y, a pesar de todo, aquí estamos mi marido y yo, estupendamente”. Así hablaba Ana Patricia, invitada ilustre en el discurso de graduación de la promoción 2008 de la Universidad de Georgetown, en la que figuraba su hijo Felipe Morenés Botín. Se trata de la única información en primera persona, capaz de ilustrar su personalidad, que anida en las hemerotecas. Una mujer con iniciativa, no hay duda. Y una mujer que ha sabido aplicarse la máxima clásica: festina lente, apresúrate despacio. “En la universidad yo era una mujer con prisas”, les contaba a los recién graduados, instándoles a que antes se preguntaran para qué se tiene prisa. Detalles de su carrera meteórica, Harvard, los tres hijos antes de los 30, la difícil conciliación y el hecho de ser mujer fueron recogidos de su speech por la revista Telva como si fueran declaraciones en exclusiva. Pero la propia Ana Patricia se encargó de restaurar su leyenda en el número siguiente, aclarando que todos los entrecomillados pertenecían al discurso de Georgetown aunque fueran precedidos de preguntas. Porque ella nunca ha concedido una entrevista. Inteligente, discreta, con un fax instalado en la habitación después de haber parido, siempre ha sabido aplicarse aquel consejo de Coco Chanel “antes de salir de casa mírate al espejo y quítate algo”. Ahora, no sólo en su indumentaria, sino en su antropónimo. Porque ha decidido quitarse el segundo nombre, desvestirlo de culebrón venezolano, y llamarse Ana a secas. Hay que aligerar el yo cuando la vida cambia rápido. La novia deseada En escasos tres meses Alman Alamuddin se ha convertido en una celebrity de oro, icono del éxito y la inteligencia. Que sea abogada de causas perdidas -pero a la vez causas millonarias-, en lugar de actriz, luchadora, modelo o incluso exvelina, como las anteriores novias que paseó el voluble George Clooney le ha conferido una credibilidad inusual al romance. Como si su brillante currículum fuera una garantía de estabilidad. Aunque el histrionismo lo ha puesto él, Clooney, el novio, el hombre que se declaró soltero forever afirma ahora que le corre prisa casarse porque no soporta estar ni un minuto lejos de su amor. Demasiado cínico se ha vuelto el mundo para tanta incontinencia. Contra el mito Existe una diferencia fundamental entre Angelina Jolie y Jennifer Aniston: la primera siempre posa erguida, la segunda con lateralidad. Eso es, Aniston inclina la cabeza en un gesto entre tímido y cercano, con voluntad de agradar, mientras el mundo entero sigue viendo en ello un poso de melancolía. Porque a pesar de mantener un ritmo de dos o tres cintas al año y de lucir la melena más imitada en todo Occidente, la actriz sigue siendo aún la ex de Brad Pitt, la esposa que fue relegada por el magnetismo de Jolie. Ahora, a sus 45 años, ha anunciado embarazo revirtiendo su destino, y aquellos que un día la llamaron infértil se han apresurado a decir que es in vitro. Cuánto mito. Teatro y amor Primer gran estreno teatral de temporada, en el Marquina de Madrid: Largo viaje del día hacia la noche de Eugene O’Neill. Aciertas a ver la niebla que nombra Viky Peña, la que la aísla del mundo y a la vez aísla al mundo de ella. El escenario se azula para escuchar el sordo lamento de una sirena “que nos obliga a recordar”. Y el sueño se desmorona, entre alcohol y morfina, mientras sus personajes no aciertan a ver la salida. Ahí está en su enormidad una pareja que en la vida real se amó, tuvo hijos, y hoy sube junta al escenario. Mario Gas, imparable detrás y delante de las bambalinas, y la mejor actriz española de teatro Vicky Peña, hacen temblar de soledad. (La Vanguardia)

   

Leer más
profile avatar
13 de septiembre de 2014
Close Menu
El Boomeran(g)
Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.