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Escrito por

Joana Bonet

Joana Bonet es periodista y filóloga, escribe en prensa desde los 18 años sobre literatura, moda, tendencias sociales, feminismo, política y paradojas contemporáneas. Especializada en la creación de nuevas cabeceras y formatos editoriales, ha impulsado a lo largo de su carrera diversos proyectos editoriales. En 2016, crea el suplemento mensual Fashion&Arts Magazine (La Vanguardia y Prensa Ibérica), que también dirige. Dos años antes diseñó el lanzamiento de la revista Icon para El País. Entre 1996 y 2012 dirigió la revista Marie Claire, y antes, en 1992, creó y dirigió la revista Woman (Grupo Z), que refrescó y actualizó el género de las revistas femeninas. Durante este tiempo ha colaborado también con medios escritos, radiofónicos y televisivos (de El País o Vogue París a Hoy por Hoy de la cadena SER y Julia en la onda de Onda Cero a El Club de TV3 o Humanos y Divinos de TVE) y publicado diversos ensayos, entre los que destacan Hombres, material sensible, Las metrosesenta, Generación paréntesis, Fabulosas y rebeldes y la biografía Chacón. La mujer que pudo gobernar. Desde 2006 tiene una columna de opinión en La Vanguardia. 

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Contra las tinieblas

Una náusea compulsiva, un hueco en el pecho, el ánimo desgajado. Eso es lo que siento ante las noticias de niños asesinados por padres o nuevas parejas de sus madres, además de una cruda incomprensión del mal radical. Porque este es el único nombre -ni desamor o desesperación valen- al acto de utilizarlos como armas arrojadizas en un conflicto de pareja. Me acerco a las noticias de menores víctimas de la violencia machista dosificando la información, precavida. Tengo que leerlas a trozos, no enteras de golpe, igual que me sucede ante las escenas violentas con menores en una película: antes me tapaba los ojos, ahora, sin complejos, le doy al off. Cómo vamos a entenderlo. Qué clase de piltrafa inhumana cruza el límite entre el bien y el mal dando muerte a lo que más debería proteger. Miro a los pequeños en clase de piano de mi hija pequeña, cómo se sientan tan gozosamente, aplastando las manos bajo los muslos y balanceando las piernas; o las carotas que se hacen cuando empiezan a aburrirse; su inocencia tan diáfana, y al tiempo el único espejo para que los adultos recuperemos uno de los primeros sentidos de la vida: todo parece posible. Dos niñas de 7 y 9 años fueron asesinadas por su padre en San Juan de la Arena, Asturias. La pequeña Argelys, también de nueve años, enterrada en un pozo junto a su madre, tras morir a manos de quien fue su compañero. Estas noticias llegaban en la semana en la que se celebra en el mundo entero el día contra la Violencia de Género. Desde hace tiempo se viene alertando acerca del peligro al que están expuestas las víctimas más débiles de estos conflictos: los niños, utilizados como pelotas de goma para ser lanzadas al corazón de quien ha enfurecido a la maltrecha autoridad. Save the Children calcula que, cada año, entre 100 y 200 millones de niños presencian escenas violentas entre sus progenitores/cuidadores. Muchos de ellos sufren daños físicos y psicológicos allí donde deberían estar más a salvo, y las secuelas les acompañan toda la vida al extremo de condicionar su vida adulta, incluso la decisión de tener hijos. Tanto reformar leyes y leyecitas, y ¿acaso se han tomado medidas extremas para proteger a los pequeños en un entorno violento? El programa electoral del PP incluía la incorporación de los niños a los sujetos activos que necesitan protección -en la actual ley figuran como población vulnerable que sufre de forma colateral la violencia contra las mujeres-, pero hoy por hoy maltratadores condenados, hombres violentos, siguen disfrutando de un régimen de visitas. ¿Cómo se puede obligar a abrazar a tu verdugo? ¿Qué perversión del amor familiar es esa? Todas las medidas son pocas frente a los filicidas que nos provocan esta náusea paralizante. Mientras, nuestros representantes andan entretenidos con sus sainetes de politicastros y picapleitos. Esto es urgente. (La Vanguardia)

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1 de diciembre de 2014
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Poderosas piernas

Los hombres se muestran mucho más solícitos ante las mujeres que llevan zapatos de tacón frente a las que calzan plano. Con esta rotundidad concluye un entretenido estudio del departamento de Psicología Social de la Universidad de Bretagne-Sud, presto a identificar los códigos de imagen que influyen en la atracción sexual. En el experimento, las investigadoras debían utilizar diferentes alturas de tacón para realizar las encuestas-trampa. A mitad del interrogatorio, dejaban caer un guante al suelo. Y el resultado fue unánime: si se alzaban sobre tacones de más de nueve centímetros, el varón se prestaba raudo a recoger la prenda, pero si iban con zapatillas deportivas, apenas un ligero movimiento de barbilla, que lo recogieran ellas. La desinhibición femenina también tiene aditivos: los hombres que preguntaban a mujeres una dirección, agarrando una funda de guitarra, consiguieron con mayor facilidad su teléfono que quienes acarreaban una bolsa de deporte (un 31% frente al 9%). Ellas, subidas a unos stilettos; ellos, con guitarra al hombro, una sencilla fórmula que evidencia la ardua tarea de reventar el tópico: la encantadora torpeza femenina que busca un punto de apoyo cuando baja una cuesta, y el ideal romántico que rasga las cuerdas de una guitarra en noches de bohemia e ilusión. Además de tacones, las mujeres de edad indeterminada -pongamos a partir de los 42- saben que les ha llegado la hora de lucir las piernas. Ni escote, ni tríceps, ni espaldas al aire… Cómo sigue encandilando, sino, Jennifer López, a sus 45 años. Siempre presta a lucir muslo, la popstar ya no es nada sin un body, pieza que desnuda más que viste, como volvió a demostrar en la gala de los AMA. ¿Acaso no lo hicieron también Tina Turner o Madonna? Mujeres que no temen a su cuerpo, ni siquiera a sus rodillas, como Eva Longoria, Alicia Sánchez-Camacho, Susan Sarandon -a sus 68 años con novio de treinta y tantos- o Mariló Montero, que acaba de debutar como novelista. O Aguirre. Las piernas de las mujeres de edad indeterminada solo pueden lucirse sin complejos cuando lo que quieren expresar no es seducción sino poder. De Sol Daurella publicaron una foto con las piernas cruzadas y medias de rejilla, además de gafas de ver, recién nombrada consejera del Santander. Nada que ver con la prolongada apertura en la falda larga que vestía Corinna el día nacional de Mónaco, ese microclima con baños de mar y bancos, donde ha hallado cobijo. Princesa y alemana, pero siempre en el charco de un escándalo. Ahora nos enteramos que el Ajuntament de Barcelona le pagó 8,3 millones para organizar dos galas del deporte, en 2006 y 2007, uno y dos años antes de la llegada de la gran crisis. El domicilio social de su empresa radica en Malta, ella viaja como un VIP, asida a su Kelly y forrada de Armani -el modisto preferido de Charlenne, ya con la canastilla a punto-. Las Corinnas de este mundo ocupan un buen lugar afuera, pero a la vez habitan muchísimos lugares en su mundo de dentro. Su misterio no está en las piernas. Un mito moderno Uno de los placeres de esta vida es escuchar y leer a un sabio como Carlos García Gual, que se declara “diverso y frívolo, un maestro en minúsculas”. Este catedrático y traductor de textos clásicos ha escrito sobre la biblioteca mitológica de Apolodoro, la batalla de Salamina, el enigmático mito de Edipo y con la misma solvencia ha rastreado las huellas de las Sirenas: esa “llamada del placer que te tienta a desviarte del deber”. Se trata de un ensayo soberbio que arranca con una oportuna originalidad. Es un comentario de texto sobre la canción de Llach Abril 74: “Companys si coneixeu el cau de la sirena…”. Su último must: Una historia mínima de la mitología (Turner). Iniciarse en Gual es una garantía de plenitud. Días de queso y rosas Elegante, serena, también distante, Christine Lagarde encarna la aristocracia del poder femenino, con sus chaquetas de cashmere y sus bolsos de Hermès. Si fuera un animal, sería un pez; de hecho en su juventud fue subcampeona nacional de ballet acuático. Según la edición gala de Vanity Fair, es la francesa más influyente del mundo, y con una gran elipsis la sitúan como la tercera vía para enderezar la República, a pesar de su imputación por negligencia en un asunto de Crédit Lyonnais. Ella asegura que pensar en Francia equivale a sentir nostalgia de sus quesos, sus bistrots y sus rosas. También se permite reivindicar las Lehman Sisters: “El origen de la crisis radica en un exceso de testosterona”. Fuera de la plaza Los toreros deben ser carne de cañón para los psicoanalistas: matan aquello que más aman. Para plantarse delante de seis reses en Las Ventas hay que tener, sin duda, mucho valor, aunque también para quitarse el traje de luces, lanzarse a la pista de ¡Mira quién baila! y ganar el talent show. Eso le ocurrió a Miguel Abellán, denunciado por dedicar “palabras menospreciantes y lascivas” a una mujer y agredir a su acompañante -secundado por su cuadrilla-. Hace años, el crítico taurino Javier Villán se salvó de una embestida a volapié del diestro, su padre y algunos compañeros de paseíllo. Y todo por escribir que “los toros en puntas acojonan a los toreros”. ¡Cómo se pueden confundir aún los cojones con la hombría! (La Vanguardia)

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29 de noviembre de 2014
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Hojas de hierba

Recuerda aquella vez que encontró de lo más natural pagar en negro al fontanero, y así ahorrarse el IVA? ¿O cuando pidió que aquellos trescientos eurillos se los abonaran a través de su cuñada porque entonces usted cobraba el paro y no iba a darse de baja por trescientos eurillos?, a lo que le respondieron: “Sin problema”. ¿Y los equilibrismos que urdía con su gestor cuando la declaración de renta aún no la visaban los algoritmos de Hacienda? Nunca hubiera dicho que aquello fuera una falta de ética, como si la supervivencia humana, a cualquier escala, no se compusiera de un alto grado de condescendencia y otro de adulación. También prometía que nunca maldeciría a la madre o al padre de sus hijos, hasta que se divorciaron y la frustración, envenenada con rencor, le golpeó las tripas. Como es otoño, llueve, y la alfombra de hojas es ya rojiza; recuerda también que fue cobarde y calló cuando difamaron a su mejor amigo. “¿Para qué crear más tensión?”, pensó, inútil nobleza, aunque luego se detestara. Y a pesar de todo se siente un tipo -o una tipa- decente que colabora con oenegés y va a los museos. Cumple con sus responsabilidades, madruga, trabaja a riesgo de perderse muchas cosas de la vida, educa a sus hijos y los graba en la función de Navidad. Ahora es testigo de unos tiempos que ponen a prueba el carácter, en los que se deprecia la picaresca una vez emprendida la cruzada contra la malversación, el blanqueo, la corrupción. Sócrates en Portugal, al que tanto admiramos, entre rejas. Aquí, cárceles llenas de nombres sonoros: Núñez, Pantoja, Matas… estirpes y oligarquías empapeladas, y los políticos íntegros pagando el alto coste de los políticos corruptos. Érase una vez, hace menos de ocho años, en que nuestra sociedad se regía por unos códigos laxos y no sólo se pagaba al fontanero en negro. Conductas propias de una cultura que adulaba la riqueza y los privilegios aunque cabría preguntarse si ahora estamos valorando la honradez por convicción o bien, en cuanto se pudiera, se volvería corriendo al viejo patrón. Por ello, cuando una onda de ejemplaridad y civismo se extiende hasta por el autobús, acaso crea que debe expiar su otro yo en lugar de sentirse un pequeño y esporádico impostor. Cortar malezas, regenerarse, volver a leer Hojas de hierba de Walt Whitman (en su nueva edición bilingüe de Galaxia Gutenberg), esa epopeya enardecida que agita tanto la turbulencia como la esperanza y que se entiende con otra intensidad ahora que cuando éramos jóvenes. “Mejorar es una de las palabras de la tierra. La tierra ni se retrasa ni se apresura. No es sólo hermosa a medias: sus defectos y excrecencias revelan tanto como sus perfecciones”. (La Vanguardia) Imagen: Julia Fullerton-Batten

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26 de noviembre de 2014
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Un gin-tonic con Pedro

Madrid tiene estas cosas, en un pispás puedes organizar una tertulia con un líder sin padecer los estragos de la cansina burocracia; basta con levantar el teléfono y llamar a the right people, como se dice ahora. No hace falta un salón de actos, mejor el cuerpo a cuerpo en un bar, como siempre han gustado las tertulias verdaderas. Hace tres días, Pedro Sánchez llegó al Válgame Dios, un restaurante-lounge regentado por Beatriz Álvarez, protectora de artistas -habrá que ir pensando en montar asociaciones que los amparen igual que a los animales ante la tan arraigada pretensión de que la cultura es gratis-, dispuesto a conversar sin otro objetivo que el de dejarse conocer fuera de la pantalla, y de paso sumar migas. Entre el público, mezclilla de seda y lana: Garrigues Walker -esa derecha que votó a Felipe-, el músico Carlos Jean -”fui del PP veinte años, hasta que lo dejé”-, los hijos de Paco de Lucía, la investigadora del Elcano Carola García-Calvo, José Luis García Berlanga, o los periodistas Màxim Huertas y Fernando Rodríguez-Lafuente repartidos entre sillas y sofás vintage. Los contertulios le preguntaban sobre los jueces, futuribles pactos, el efecto Podemos; la aristócrata María Figueroa -hermana de Natalia-, que reconoció haber votado siempre al partido, reclamó una urgente regeneración, y añadió: “Por cierto, ¿qué pensáis hacer con Pedro J.?”. No había micro. Con sed, pero sobre todo con audacia, Sánchez pidió un gin-tonic. A medida que bajaba la lima, mostraba su fair play. Tanto que ni chistó cuando le llamamos “fontanero discreto de Pepe Blanco” -”se pueden interpretar así las cosas”, dijo-. Ni cuando se le recriminaron las herencias de Felipe y Zapatero y el peso del aparato. Más zorro que bambi, qué a gusto se despachó con Podemos, ahora que él también coge el autobús en Bruselas y va en low cost: “Lo fácil es montar un partido político, lo difícil es el cambiar uno que ha sido el primero. Con Podemos tengo que descubrir qué quieren ser de mayores”. Más allá de los 1.800 euros de la beca de Errejón (“mi sueldo en la universidad era de 1.200″), Sánchez se presenta como un joven que no está quemado y que se ha rodeado de un equipo de desconocidos para la renovación, una vez descorchado el tapón generacional por Felipe VI. Una apuesta en consonancia con la tendencia de profes líderes como Pablo Iglesias y Alberto Garzón. Pdr Snchz, que ha eliminado las vocales para ser más ¿austero, original, 3.O?, también ha tenido que lidiar con el mito del guapo idiota. En el Válgame prometió colgar trimestralmente en internet una relación de viajes, gastos, sueldos y patrimonios. Tampoco se olvidó de Catalunya: “El problema existe”, “hay que cambiar la Constitución”, y, cómo no, unas briznas de ironía: “Pujol nos ha demostrado que Catalunya no es Suiza”. No fue un gin-tonic, fueron dos.

(La Vanguardia)

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24 de noviembre de 2014
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Entre el viejo y el nuevo mundo

En el viejo mundo, glosas, églogas y elegías en nombre de la duquesa de rompe y rasga, la rebelde, libre, la más moderna, aún con esa mota melancolía que tiñe el rictus de las herederas. “La señora era muy sencilla”, dicen los vecinos, una frase que encierra un mundo. El jueves, los sevillanos salieron a la calle como solo saben hacerlo ellos, a golpe de emoción desbordada. No en vano fue la más flamenca -y se descalzaba con la misma desvergüenza que las gitanas-, siendo 14 veces Grande de España. “Pura conmoción, nunca se había visto nada igual”, me cuenta el Loco de la Colina mientras rescata las entrevistas que le hizo. Quintero hubiera tenido que entrevistarlo a él, a Alfonso Díez, seguro que la duquesa lo hubiese deseado. “Cuidad de él cuando yo no esté”, les pedía a los amigos más cercanos. Este fin de semana, Díez, 64 años, de familia bien palentina, funcionario en excedencia, se ha convertido en el nuevo viudo de España. El que creían un remake de Porfirio Rubirosa, Rubi para los amigos, que sedujo a Doris Duke (dueña de Camel) y a Barbara Hutton, pero con target más maduro. El machismo arraigado y la querencia de los españoles por el chiste zafio contribuyó a que se acusara a Díez de casi todo lo imaginable, de cazaherencias a gay con complejo de Edipo. La tradición, a la inversa, de los ancianos Ecclestone que se casan con veinteañeras. O de los mitómanos que se ponen los trajes de ella. Marguerite Duras lo escribió así: “Me ha ocurrido esta historia a los 65 años con Y. A., homosexual. Es sin duda lo más inesperado de esta última parte de mi vida, lo más terrorífico, lo más importante”. Se llevaban 40. Acaso lo que resulta más sorprendente en las crónicas del fallecimiento de la duquesa que abrió el tarro de los amores tardíos, indolente a burla y escarnio, es el detalle con que se pormenoriza el reparto de la herencia de la Casa de Alba. Sin duda algo inaudito haber hecho testamento en vida para que familia y casta bendijeran al sospechoso y apuesto Alfonso. “Espero que te haya podido demostrar lo que te quise, lo que te quiero y lo que te querré” escribió él sobre la corona de rosas rojas. En el nuevo mundo, otra mujer abandera una avanzadilla bien distinta, equilibrando tradición, códigos culturales y lujo. ¿Puede ser moderna una mujer musulmana? Con cincuenta y cinco años, la madre del emir (y de seis hijos más) ha retado a la negra abaya que lucen obligatoriamente sus correligionarias con trajes de alta costura, y sustituye el velo con sus audaces turbantes que cada vez dejan asomar más pelo. El periódico local Península publica casi diariamente sus fotos en portada visitando escuelas de niños desfavorecidos con looks informales o luciendo sus Cartier de esmeraldas en actos internacionales. Cuando aparece en las bodas de la realeza, como la última en Marruecos, nos transporta a las atmósferas cargadas de shisha y rasoul, y trae un eco de Sherezades modernas que exhiben sus hiyabs fashion a fin de salir de la negritud que las envuelve en la vida pública. En su vida privada, no tengan duda, mujeres de rompe y rasga. Prototipo sexy ¿Qué tendrán en sus genes las antípodas, tierra de canguros y koalas, desiertos, lana, vino, ópalos y la gran barrera de coral, para engendrar señores con la envergadura de Chris Hemsworth o Hugh Jackman? La revista People -¡qué seríamos sin listas!- acaba de elegir al marido de Elsa Pataky “el hombre vivo más sexy 2014″, honor mediático que inauguró hace 19 años su compatriota Mel Gibson. Rubio, 31 años, 1,90, siempre se deja fotografiar en las playas australianas con Elsa y los niños, o surfeando. “Ya no tengo que lavar los platos, ni cambiar más pañales: estoy por encima de eso”. La broma se le atraganta, aunque debe de ser muy embarazoso ir a comprar Fairy sabiéndose el “vivo más sexy” del mundo… Repóquer A primeros de los noventa Josep Font -entonces firmaba con Luz Díaz- esculpía patrones sobre las tendencias minimalistas alentadas por los japoneses en la pasarela. Su delicadeza y timidez era casi enfermiza. Le he seguido de cerca, he acudido a desfiles aquí y en París; extraordinarias siluetas entre Dior y Alma Tadema. Y lo he visto triunfar en Nueva York: Cate Blanchett, las Santo Domingo y otras it girls visten ahora DelPozo (firmada por él). Ha recibido el premio Nacional de Diseño de Moda (30.000 euros) tras un repóquer de grandes, como Pertegaz o Blahnik. Se le reconoce por su prêt-à-couture manierista, sólida. “Lo que más ilusión me hace es donar el premio a la lucha contra el cáncer y el alzheimer”. Puro Font, alma elegante. Un señor editor Me descubrió a los grandes contemporáneos, me presentó a Emmanuel Carrère, y de vez en cuando me envía un correo dictado a su secretaria, empeñado en ser off line. Son razones suficientes para considerar a Herralde mi editor estrella, con el permiso del excelso gremio. Hace poco he recibido Deconstructing Anagrama, un catálogo con la selección de los títulos vivos de Anagrama, que este año cumple 45. Pocos escritores se le han resistido -no consiguió a Borges-, algunos se han ido diciendo que paga mal, otros temen tanto su criterio implacable como bendicen que sepa reírse tan bien. Y están los que celebran que haya rescatado tantos clásicos “negligidos” como dice él, con su brillo en unas retinas que no miran, taladran, forever young. (La Vanguardia)

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22 de noviembre de 2014
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La excepción

Hay realidades que preferimos compadecer sin verlas, o mejor dicho, sin pensarlas. “Mira, una chabola”, decimos a pie de autovía, cuando avistamos una caja de yeso y latón con cartel: “aquí vive gente”. ¡Zas! Sólo ha sido un fogonazo, y raudos ahuyentamos la imagen de esa miseria carcomida que hasta tiene que alertar de que aquel tugurio está habitado. Cuando a la pobreza extrema le sumamos la explotación sexual, el maltrato o el abandono, el resultado es prácticamente imposible de digerir en una sociedad que bracea tratando de atisbar vías de regeneración. En la que ser político significa recibir un sueldo bajo, pero también viajar en business a diestro y siniestro; una sociedad en la que la desigualdad dilata su brecha mientras la debilitada clase media no renuncia a decorar su vida con un poco de jazz y un gin-tonic. ¿Cómo contemplar desde la política-sofá las dramáticas realidades que habitan el mismo mundo que nosotros? Hoy me refiero a ese algo menos del 1% de los abortos practicados en España a los que chicas menores de edad se enfrentaron solas. Porque el resto, 9 de cada 10 según los datos de la Asociación de Clínicas Acreditadas para la Interrupción del Embarazo, (Acai), lo hacen acompañadas por sus padres, biológicos o legales. Sólo un dato más: confrontemos los 913 embarazos interrumpidos por menores recogidos en dicho estudio (realizado entre enero y septiembre de este año) con los casi 34.000 de jóvenes menores de 20 años en Reino Unido el pasado 2013. Es poco probable que pensara en ellas el PP cuando, en bloque, se se encendió contra esta medida que contempla la llamada Ley Aído -y que aún aguarda su modificación, por mucho que el proyecto de reforma de Gallardón y él mismo fuesen retirados-. En esos casos contados, excepcionales, porque la moral acartonada nunca contempla la excepcionalidad, ni por abajo ni por arriba. Muchachas que viven muy lejos de casa: algunas llegaron a España en busca de un futuro, y, sin haber alcanzado la mayoría de edad, se quedaron embarazadas. También hay chicas cuyos padres las abandonaron o están muertos, o en la cárcel, y sobreviven como pueden, pero sobre todo están solas. Esa es la excepción. Desde la política-sofá es más fácil hacer demagogia, sostener que promueve el desarraigo y rompe el vínculo de la hija con los padres, que alienta a la desestructuración familiar. Lo mejor que podría hacer el Gobierno es dejar de toquetear la ley por pura ideología, no jugar más con el complejo asunto del aborto después de tanta confusión infértil y tantas amenazas a mujeres y médicos hasta que la respuesta de una sociedad más madura que sus propias intenciones, los obligó a rectificar en nombre del sentido común. Detrás de una cifra hay seres humanos: dejen en paz a ese 0,84% de muchachas que a su lado no tienen una madre o un padre para guarecerlas. La Vanguardia

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17 de noviembre de 2014
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Los no políticos y una de lotería

Se anuncian nevadas a lo largo y ancho del hemisferio norte, de nuevo el eco de aquel sobrecogedor Joyce/Huston: “Caer leve la nieve, como el descenso de su último ocaso, sobre todos los vivos y sobre los muertos”. Un gélido invierno con el Vértice Polar dinámico abrevia los días, saturados de una luz gelatinosa que influye en el ánimo. La borrasca barre la política europea. La popularidad de François Hollande en mínimo histórico: Un residual 13%. David Cameron pillado en falta, comprando amigos en Facebook (más de 7.000 libras del partido para sumar seguidores), y suspende para más de la mitad de los británicos. En la siempre difícil de gobernar Italia, la estrategia del primer ministro Renzi de acorralar al Partido Democrático y su sindicato afín, la CGIL, le va a costar un huelga general prenavideña. Tampoco nos queda Portugal: chinos, brasileños y angoleños compran las deficitarias empresas públicas a precio de saldo. Y aquí, una vez entregados a la vida no ya light sino zero, y a los no lugares de la hipermodernidad, descubrimos que el nuestro, más que el presidente del no, es el no presidente. Porque no reconocer un conflicto supone agravarlo. Los habitantes de estos lares somos expertos en ello. Más allá del océano, Obama llega de China y anuncia que regularizará a cinco mil inmigrantes. Aún es un desiderátum, pero las hienas republicanas han activado todas las alarmas; lo advertía André Maurois: “Todo deseo estancado es un veneno”. El presidente de EE.UU. viaja en su Air Force One y masca su bubblegum hasta en casa del presidente Xi Jinping y su esposa, la pizpireta Peng Liyuan, soprano del ejército a quien Putin le puso una capa sobre los hombres ante el bochorno de su marido y sus recatados ciudadanos. Qué aleatorios son los códigos socioculturales. Los mandarines se suenan sin pañuelo y andan en calcetines pero braman ante un acto de galantería. Y ver a Obama rumiar su chicle concentradamente en el Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico les produce auténtica urticaria. “Hábitos de ex fumador”, dieron como excusa, como si no supiéramos que quien mastica chicles de nicotina sigue enganchado. Siempre ha sido feo rechinar los molares en público, pero Obama es la quintaesencia de la política a lo Hermano mayor. Tiene un lado de adicto y otro de poeta del pueblo, abraza enfermeras que acaban de pasar el ébola y enlaza con solemnidad y cariño la espalda de la Nobel encarcelada durante 15 años en Birmania. Los Obama podrían representar el papel de esos vecinos ejemplares y solidarios que le guardan un décimo del gordo de Navidad al pobre diablo que no ha comprado porque ya no cree en nada, y mucho menos en la suerte. En España, los publicitarios de la Lotería Nacional quieren contribuir a recuperar la fe y se sirven de dos buenos actores: el que encarna el ánimo torturado, y el gordito y bonachón que le regala unos milloncetes al perdedor. Puede que los emotivos cuentos de Navidad deban de recuperar su prestigio, pero en este caso ni los niños de San Ildefonso se lo tragan. Sin mantón La familia de Isabel Pantoja intensifica estos días una maniobra mediática -no llega a estrategia- que puede resumirse con el hashtag #pantojalibertad . Tiene más de sórdido que de folklórico este proceso. Mientras Jaume Camps sale de la cárcel con su bolsa de fin de semana, la mujer que acabó atrapada por la mano que mecía su mantón -Julián Muñoz, su “cachuli” del alma- debe de ser encerrada entre rejas. Acusada de cooperar en el blanqueo de las sacas de billetes de la Operación Malaya, su próximo ingreso en un penal parece un guión de Almodóvar. Sus hijos, que tanto han alentado la popularidad-basura, hacen campaña de tuits y memes, con su madre clavada en la cruz, y se preguntan si la justicia es igual para todos. Monotonías vivas Cuando lo conocí en Formentor sentí gran envidia por aquellos que fueron sus alumnos en la universidad de Westminster. Cuánta melancolía sentí por haberme perdido la experiencia estética de escucharle hablar de Eliot o McCullers -a quien tradujo, además de Nabokov o Pavese- con su metro ochenta y tres y su mirada tan torva como tierna. Juan Antonio Masoliver Ródenas, decano de la crítica literaria española y de La Vanguardia, ha escrito sus Monotonías en El ciego en la ventana (Acantilado). “La nostalgia es un espejismo al que es preciso combatir, porque recoge e idealiza un pasado que probablemente no existió”. Monotonías: qué buen hallazgo para nombrar el nonsense y la paradoja, combatir la lógica y deshollinar ideas. Polémica XXL “Más que polémica, sinceridad: Para Calvin Klein, casi todas somos gordas”, escribió una tuitera al estallar el último caso del trueque de tallas. Y todo porque la modelo y actriz Myla Dalbesi anuncia una colección de ropa interior para “todo tipo de mujeres” -es decir, “llenitas”- que responde a una 42. ¡Una obesa en la moda!, dicen unos. Otros recuerdan que la talla más vendida en España es la 44. Lo políticamente correcto consiste en hacerle ascos a la mujer Modigliani, ahora bien, que no le pongan a una robusta como ejemplo porque su aspiración es la delgadez . Pero, ¿alguien duda que el mercado no está capacitado para asimilar la publicidad de modelos reales? ¿O la culpa, como siempre, la tiene la moda?

(La Vanguardia)

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15 de noviembre de 2014
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Un domingo luxemburgués

El 9-N en la zona alta, digamos noble, burguesa, estirada, también romántica. Entre Sant Gervasi y la Bonanova siempre se me aparecen los jardines abandonados de Mercè Rodoreda como un fantasma literario capaz de subvertir el orden del paisaje. Por ello espío las zarzas silvestres tras las tapias, los espejos rotos, las ventanas cerradas hasta oler el polvo de los muebles cubiertos por sábanas blancas y secretos macilentos. Donde la ciudad acaricia Montjuïc y se acomoda en su loma frente a un horizonte de mar. Donde las torres novecentistas se convirtieron en clínicas privadas y algunas pastelerías siguen envolviendo el croissant con papel y celo. Zona de alto standing, la preferida de los psicoanalistas argentinos, los colegios bien, los gimnasios pijos y los clubs de intercambio de parejas con interiorismo de autor. En el barrio habitan las familias de siempre que han cultivado elegancia y apellidos a pesar de ir a menos, muchos de ellos castellanohablantes: Arturus o Alfonsus, Doris, Pettys, Cucas, resignados frente a los nuevos ricos que ya se hicieron viejos y cuya tercera generación posee el nivel C2 de catalán. Me pareció verlos a todos en la larga fila. Grupos de vecinos que apenas se dirigen palabra por no molestarse confraternizaban en un domingo de café largo y lluvia fina. Los niños jugaban en la plaza con aire festivo, como lo hacen cuando saben a sus padres contentos. La cola para votar en La Salle rodeaba dos calles. Cochecitos de gemelos y sillas de ruedas empinando la calle Solsonès, gafapastas con camisas de cuadros y mujeres sin maquillaje que se quitaban el miedo: “Hoy toca votar con el corazón, no con la razón”. El florista Prats, personaje rodorediano por excelencia, regentaba en soledad su tienda ya adornada de Navidad al estilo exuberante de la Quinta Avenida. “Quin torrent de gent”, decía tras las vitrinas de abetos blancos con cupcakes y donuts colgantes. “Es algo inaudito, no lo había visto desde el Estatut”. Hacía frío. Un vecino fue a por una olla de caldo para los voluntarios. “Creía que aquí, en la Bonanova, votarían cuatro gatos”, comentaban sorprendidos los más CiU. Nadie saltaba de alegría, pero en sus comisuras se leía la plenitud de la eficacia, como si acabaran de hacer sábado. Catalanes contenidos, alexitímicos, prudentes, pusilánimes, liberales, democristianos, exvotantes del PP soliviantados por un sentimiento que difícilmente toleran: el desprecio. En el mediodía luxemburgués del 9-N en la Bonanova, el cielo encapotado, las cafeterías bullendo, reinaba un clima de civilizada rebeldía parecida a la de los jóvenes cuando se independizan, no tanto por ser diferentes, sino por la voluntad de querer serlo. (La Vanguardia)

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12 de noviembre de 2014
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Pelos comprometidos

La firma turca de cosméticos Epila ha lanzado al mercado un espray depilatorio para hombres. Y para ilustrar la pilosidad “invasiva”, ha utilizado en sus anuncios la foto de uno de los cerebros del 11-S, Jalid Sheij Mohamed, después de ser torturado, con los ojos vidriosos y una desbordante capilaridad en pecho. “Estos pelos no desaparecerán si usted continúa a la espera”, reza el eslogan. Los responsables de la pequeña compañía aseguran que ignoraban la identidad del individuo al elegir la foto y se justifican alegando que se trata de una imagen muy popular en su país, objeto de mofa y a menudo tuneada. Así de banal. Mohamed ha cristalizado en el imaginario como hombre-oso en lugar de uno de los autores del atentado que cambió las agujas del reloj del orden mundial y los protocolos de seguridad internacional, aquel día que, al igual que el 11-M en Madrid, estrenaba la mañana limpia y por arrugar. La viralidad con que se cargan las imágenes supone a menudo la pérdida de su significado, hasta el extremo de desgajarse de su contenido. Se falsean, o fakean, mensajes y carteles sin cesar, cada cual más gracioso. Y el hambre de ingenio, en unos tiempos donde la genialidad ha entrado en decadencia, es transgresora siempre que pueda esconderse en el anonimato de la red. La descontextualización marca tendencia: las revistas de moda mandan a sus fotógrafos a carnicerías para fotografiar a las modelos cortando un bistec con la mano enjoyada. Y los hipsters se apropian de las barbas largas, con ecos bíblicos, amish, talibanes e incluso mendicantes, para autoafirmar una personalidad abierta, independiente y audaz que se depila el pecho aunque se adorne la cara con pelos (y flores) mutando por completo su rostro -ríete de Renée Zellweger-. El frenesí de pelo entre los hombres llega al extremo de utilizarse con fines comprometidos. Movember -contracción de moustache (bigote) y november (noviembre)- es una iniciativa que nació en Australia hace más de un década pero que se ha globalizado y vitalizado recientemente. El objetivo consiste en que el mayor número de hombres posible se deje bigote para concienciar a su género de que su salud importa, y así prevenir el cáncer de próstata y de testículos, o hacer emerger la verdadera cara de la depresión masculina. La Movember Foundation fue elegida en el 2002 entre las 100 oenegés más destacables del mundo; por tanto, parece seria. Así que noviembre será ahora el mes mundial del bigote: dejárselo crecer para reivindicar una realidad servida a discreción, como si los hombres no tuvieran depresiones, cánceres ni se suicidaran mucho más que las mujeres a tenor del escaso foco mediático del asunto. Puede que este sea un gesto global que vaya más allá de lucir bigotito, una vez difuminada la frontera entre el sexo débil y el sexo fuerte. Porque la salud de los hombres también es la salud de las mujeres, y viceversa. (La Vanguardia)

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10 de noviembre de 2014
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Amor y dientes

Llegó el día en que usted por fin entendió lo que ella le contaba. Que los celos no eran un arrebato enfermizo sino dolor, principalmente el de saberse sustituida. De que otra ocupara su mismo lugar y la reemplazara siendo el hombro que le haría de almohada, la mano enlazada al entrar en el cine. La que subiría corriendo sus escaleras y se quitaría el abrigo en el rellano para abrazarlo de puntillas. Ya no sería a ella a quien le confesaría sus demonios o le haría los chistes. Sería otra mujer, tal vez con su mismo número de pie, a la que le pasaría los dedos por el pelo hasta recorrer suavemente una mecha entre el índice y el pulgar, como solía hacer con ella. Celos por no respirar a su lado, ni ensuciarse los dedos de chocolate al poner unas trufas, ni hacer la cama juntos, agitando las sábanas con una risa tonta. Celos por haber perdido lo encontrado, incluso lo que en raptos eufóricos, desmemoriados había creído que era suyo. La rueda de la vida. Hoy es usted quien se sabe sustituido cuando vio cómo el otro le abría la puerta del coche con una media reverencia, igual que usted en los buenos tiempos. Entonces era incapaz de comprender sus celos; le provocaban un agobio de los que anudan el pecho y se ahuyentan como un mal bicho. La letanía de siempre: dónde has estado toda la tarde sola, nunca recuerdas nada, hoy era nuestro aniversario, no te creo? La cansina melodía del reproche como escenificación del amor obsesionado que quiere sentirse amado al mismo compás y no admite interferencias. Cuando empezaron, se decían el uno al otro que eran iguales, dos islas en un archipiélago. Sin apenas proponérselo, usted la atrapó en sus redes porque ella insistía en ser coral frágil y persistente, encastrada en sus hebras. Una vez conquistada, se hizo el huidizo y el caprichoso. Se repetía que, entre dos, siempre hay uno que quiere más que el otro, el que controla la relación y somete delicadamente el amor chispeante hasta convertirlo en un amor doliente. Cierto es que pertenece a los que no piensan demasiado en el querer, ocupado en otras urgencias. Acaso por ello ignoraba que en cada uno de aquellos recitales desesperados que usted capotaba hacía la tregua, ella perdía un diente. No de la boca, sino del alma. Hasta que un día se levantó con hambre y decidió que debía recuperarlos. No lo hizo por venganza, ni por orgullo, sino por un natural instinto de supervivencia. Es ocioso explicar cómo ella consiguió desengarzarse de sus redes. Me preguntará: ¿y por qué nos explica historias de mujeres en una revista para hombres? Un cuentito con moraleja, una cursilada. Sepa que yo podría ser usted, y usted yo, sin roles de género. Aunque en verdad no lo hubiera escrito si no me hubiera mandado ese correo, bello y triste, en el que me confiesa que se le ha desdentado el alma. (Icon)

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9 de noviembre de 2014
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El Boomeran(g)
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