Skip to main content
Escrito por

Joana Bonet

Joana Bonet es periodista y filóloga, escribe en prensa desde los 18 años sobre literatura, moda, tendencias sociales, feminismo, política y paradojas contemporáneas. Especializada en la creación de nuevas cabeceras y formatos editoriales, ha impulsado a lo largo de su carrera diversos proyectos editoriales. En 2016, crea el suplemento mensual Fashion&Arts Magazine (La Vanguardia y Prensa Ibérica), que también dirige. Dos años antes diseñó el lanzamiento de la revista Icon para El País. Entre 1996 y 2012 dirigió la revista Marie Claire, y antes, en 1992, creó y dirigió la revista Woman (Grupo Z), que refrescó y actualizó el género de las revistas femeninas. Durante este tiempo ha colaborado también con medios escritos, radiofónicos y televisivos (de El País o Vogue París a Hoy por Hoy de la cadena SER y Julia en la onda de Onda Cero a El Club de TV3 o Humanos y Divinos de TVE) y publicado diversos ensayos, entre los que destacan Hombres, material sensible, Las metrosesenta, Generación paréntesis, Fabulosas y rebeldes y la biografía Chacón. La mujer que pudo gobernar. Desde 2006 tiene una columna de opinión en La Vanguardia. 

Blogs de autor

La política y el vestuario

Hace ya casi más de diez años recibí una llamada de la Moncloa. Era la jefa de gabinete de la entonces vicepresidenta, M.ª Teresa Fernández de la Vega, y el asunto parecía bastante misterioso. Las llamadas desde las alturas producen un efecto inhibitorio, pues no sabes si significan una buena o una mala noticia, e incluso temes más la primera opción que la segunda. El equipo de la vice, a quien conocía hacía años por su exhaustiva trayectoria y su compromiso con los derechos de las mujeres, me hizo un avance: “Hemos recibido órdenes ‘de arriba’ con motivo de la boda del príncipe Felipe”, y ante mi gesto atónito remataron: “Hablamos del vestuario de las ministras, sí”. Me quedé tan confundida como planchada, aunque bien es cierto que, hace diez años, los estilistas personales aún no habían florecido como ahora, que hasta la mujer de Rajoy tiene un consejero de vestuario. “Debemos quedar bien”, concluyeron. La expectación creada por un gobierno paritario, el primero en la historia de España, imponía a plomo el peso del tópico acomplejador: de la misma forma que la derecha siempre ha sido la defensora acérrima de la familia -como si los de izquierdas no tuvieran ni les importara- también ha gozado de mayor empaque a la hora de lucir un chaqué o un tocado, como si fueran garantes del buen gusto. El caso es que aquellas ministras socialistas tenían que ser capaces de llevar bien una pamela, dejar de lado blanco y negro, y salir en la foto con discreción y dignidad. Sin apenas proponérmelo, me hallé respondiendo preguntas propias de una especialista en protocolo: “guantes de día, ¿sí o no?”, “¿es obligatorio llevar algo en la cabeza?”. De aquella misión saqué una lección muy clara: de nada sirve decir la verdad cuando alguien se mira al espejo, porque la capacidad de autopercepción de cada uno es intransferible, y a cierta edad y galones, inabordable. Recuerdo este episodio, una aventura excepcional rodeada de fajas y bustiers ministeriales, ahora que La Vanguardia ha tenido acceso a un documento sobre el dress code electoral del PSOE, que llama a sus miembros a evitar la impostura, esto es, disfrazarse, y tener cuidado con los estampados y las joyas excesivas. Sensato parece el manual cuando cualquier síntoma de ostentación y lujo en política significa un suicidio, pero debería bastar con apelar al sentido común de quienes, preparados para representarnos, también tendrían que estarlo para representarse. Nadie en sus cabales contrataría a quien no sepa inglés o no posea una apariencia aceptable. La cuestión que urge plantearse es si hoy, en la política española, la imagen no es la parte sino el todo. (La Vanguardia)

Leer más
profile avatar
4 de febrero de 2015
Blogs de autor

El dinosaurio no estaba allí

No sabemos ya si nos agarramos a los clichés por deformación de oficio o si el oficio se nos ha deformado hasta el extremo de que los clichés nos cogen por la solapa para que colemos “un espectáculo dantesco”, “un asunto kafkiano” o “un propósito quijotesco”. Veamos si no este párrafo: da igual que caiga un sol de justicia, una copiosa nieve o que el cielo esté encapotado… siempre habrá un buen motivo para celebrar algo en un marco incomparable y colgar el cartel de no hay entradas. Eso es llegar y besar el santo, saborear el triunfo aunque se haya sudado sangre, no es baladí y supone otra vuelta de tuerca en un abrir y cerrar de ojos, hasta copar los titulares, con un público rendido a sus pies, demostrando que hay luz al final del túnel. Si usted, amable lector, ha llegado hasta aquí en verdad merece un capítulo aparte, o vale su peso en oro, porque no hay peor indigestión lectora que la saturación de tópicos. Por mucho que nos agarremos a un clavo ardiendo y digamos que hay artículos que uno nunca quisiera escribir, seguimos sin expresar nada de nada, amparados en la pródiga colección de latiguillos mediáticos que a menudo se nos cuelan, o voluntaria e idiotamente, creyendo que el lector es ingenuo. ¿Por qué titulamos tan a menudo “Cómo hacer X y no fracasar en el intento”, o esperamos a alguien que nunca es Godot? Hace unos meses, el periodista Jaime G. Mora registró en su blog todo un repertorio de lugares comunes tan prestos como el primer día; ahí quedaban retratadas algunas de nuestras bochornosas debilidades, aunque también capté la humilde melancolía del plumilla que acaba sucumbiendo a lo redicho, por mucho que en sus fantasías literarias hubiera llegado a pensar que podía llegar a atrapar, provocar, incluso enamorar al lector. En Kassel no invita a la lógica -que da para muchos artículos-, el escritor Enrique Vila-Matas da algunas buenas razones por las que se escribe, pero antes va a la esencia de la literatura de la mano de Kafka, quien se preguntaba si será cierto que uno puede atar a una muchacha con la escritura. Ni entretener, ni hacer reflexionar, sino “atar al lector, para adueñarse de él, para seducirlo, para subyugarlo, para entrar en el espíritu de otro y quedarse allí, para conmocionarlo, para conquistarlo”. Claro que los tópicos en la literatura superventas engrasan aún más que en los medios de información. Del mismo modo que algunos guardias dicen “correcto” o “afirmativo” en lugar de un sencillo “sí”, muchos periodistas siguen empeñados en que “con la que está cayendo” es “mejor no poner el dedo en la llaga” en lugar de renovar sus armarios de frases hechas. Vila-Matas apela también al deseo por lo nuevo, y dice que es su forma de estar en el mundo: “Hablo de ese desvelo continuo por buscar lo nuevo o por creer que quizás pueda existir lo nuevo, o por encontrar eso nuevo que siempre estuvo ahí”. Pero que no es el dinosaurio. (La Vanguardia)

Leer más
profile avatar
2 de febrero de 2015
Blogs de autor

La vida es un código

Cuando los turistas empezaron a visitar las catedrales españolas, detrás de los confesionarios aparecía siempre una devota feligresa que reprobaba con aspavientos -a falta de idiomas- tirantes y escotes. Y en verdad, cuando osábamos entrar con shorts en un templo, nos embargaba una congoja similar a la de la pesadilla de soñarnos desnudos en la vía pública. El contexto determina la actitud, y una de las derivaciones de la empatía es saber armonizar el cuándo y el dónde con el cómo. El gurú de la diplomacia Shaun Riordan suele darles un consejo multiusos a sus alumnos: “Cuando tengas dudas, actúa para que nadie se sienta molesto ni herido”. La diplomacia aún necesita actualizar protocolos ancien régime, pero veamos que rápido se ha solucionado el tema de los maridos de los embajadores: Basta un Mr. Smith, esposo del embajador de EE.UU. en España y decorador de Michelle Obama, o un Monsieur Lalrinsan, casado con el Embajador de Francia. Las mujeres, en cambio, siguen siendo señoras “de”, y aparcan su apellido a las puertas de la embajada. Es algo cultural, se dice; y por supuesto no nos escandaliza tanto perder el apellido como cascarse un velo. El caso es que Michelle Obama -que también dejó el apellido en la cancela de la Casa Blanca- no se puso velo para rendir los honores al difunto rey Abdalá bin Abdelaziz, de Arabia Saudí. Los autóctonos criticaron la ausencia de detalle: Qué falta de respeto, dijeron, aunque aquí nos pareció que decían: Qué falta de miedo. Nada que ver con los pusilánimes Time o Post, que ni se atrevieron a dar en pequeñito las viñetas de Charlie Hebdo (para no provocar). Michelle es de esas mujeres que necesitan de la semiología para comunicar su mensaje. Podía haber optado por no acompañar a su marido al país de los petrodólares, donde todo el mundo quiere hacer negocios nutritivos, pues la postura de Occidente frente a las contradicciones de los países del Golfo no es caldo de pollo sino auténtico cocido. No era la primera ni será la última que desafíe los códigos locales. A diferencia de la reina Letizia, que se cubrió sutilmente la cabeza para visitar oficialmente Marruecos -la reina de África la apodaron-, Michelle prefirió lucir su empoderada melena al viento de la libertad yanqui (aunque luego te controlen el teléfono e Internet, díganselo a Edward Snowden). Si buscaba la complicidad de las autóctonas, de poco le serviría el gesto, porque para la mayoría llevar velo en público es un código cultural completamente interiorizado. El savoir faire de la vieja Europa, ceremoniosa, cumplida y, pese a todo, señorial dialoga con el “desenfado” norteamericano (que en el fondo no es sino la demostración de que les falta mundo). Porque, ¿cómo se concebe que Obama no estuviera en París el día de la Marcha Republicana? Mientras, política y realeza europea complacen el protocolo foráneo y, según titulares: “Causan sensación con sus velos”. La vida es un código, con sus pins y puks, sus apellidos, sus corbatas, sus pañuelos. Y el secreto consiste en saber descodificarla. Leyenda viva / Iris Apfel Si hace una semanas era Joan Didion y su campaña para Céline quien rompía la imperativa alianza entre moda y juventud, ahora es la diseñadora Iris Apfel, que cumplirá 94 este año, quien demuestra una vez más que el estilo es sobre todo una cuestión de actitud. Inimitable, siempre sobrenjoyada y con sus gafas negras convertidas en iconografía de resistencia, contó entre sus clientas más fieles a Greta Garbo o Estée Lauder y llegó a estar en nómina de la Casa Blanca, donde trabajó durante nueve mandatos, de Truman a los Clinton. Tras su exitoso paso por algunos de los festivales más cool -Nueva York, Palm Springs, los Hamptons-, el documental sobre su vida y obra, Iris, se estrenará en abril en EE.UU., dispuesta a reescribir De senectute. Casta diva (pop) / Taylor Swift Los hackers que aterrorizan a actrices, cantantes y celebrities anuncian haberle robado fotos íntimas a Taylor Swift, siempre tan perfecta, angelical, cursi; y ella, en vez de echarse a temblar, se da el gustazo de responderles: “¿Hackers que tienen fotos mías desnuda? Pfff… ¡Ya les gustaría! Pasadlo bien con el Photoshop”. En un tiempo en que la popularidad de estrellas como Lady Gaga, Rihanna, Nicki Minaj crece más a golpe de selfie caliente que de single, hoy casi se nos hace extraño el recato de la otrora cantautora country. El elemento sexy, lejos de languidecer, se ha convertido en una poderosa herramienta de marketing, aunque también cansina, por ello la castidad folk parece, más que excéntrica, escandalosa. Sin aditivos / Matías Prats Pocas simpatías son comparables a la del impertérrito Matías Prats, capaz de abrir y cerrar un telediario con la frescura de la primera vez, aunque lleve toda la vida diciendo “Buenas tardes”. En el 25.º aniversario de Atresmedia, en el antiguo edificio de Correos, demostró una vez más -junto a la naturalidad de Susanna Griso- que existen grandes amores de cámara y plató. Los rostros de la tele y la radio tuvieron un vis-à-vis con los Reyes, fundidos entre corrillos. Políticos y periodistas aprovechaban para dar o recibir, precalentando mensajes electorales. Felipe VI emprendía esa misma noche un viaje a Etiopía, por lo que Prats le felicitó con sinceridad: “Majestad, Etiopía es un lugar muy divertido para pasar un cumpleaños solo”. (La Vanguardia)

Leer más
profile avatar
31 de enero de 2015
Blogs de autor

Un hombre joven de 40 años

Las avenidas se han llenado de capuchas, zapatillas deportivas y camisetas rotas. Un aire de campus polideportivo reina en las horas punta, y no sólo por la mañana, cuando los runners y los caminantes activos cumplen con rigor con su primer mandamiento: “Soy lo que corro”. No importa la edad ni la clase social, ni tan siquiera la profesión, jóvenes y séniors prefieren sin complejos la licra a la seda o las mallas al pantalón de lana fría, sin que por ello acusen dejadez en su atuendo. Las madres acuden a la salida de los colegios con chalecos multibolsillos, pitillos elásticos y unas vistosas New Balance; y, en los aviones, los famosos visten como hacían antes las folklóricas para pasar desapercibidas: chándal, gorra y gafas de sol. Unos y otros, en su desparpajo casual, abominan de la etiqueta sustrayendo autoridad a la moda. Health goth, le llaman a la última tendencia que quiere suceder al normcore (vestir de forma anodina). Importa la comodidad, pero sobre todo hay que procurar sensación de ligereza para rejuvenecer -que parece una opción más asequible, y menos ingenua, que reinventarse-. Algo ocurrió cuando la sudadera de capucha, o hoodie, una prenda básica de la cultura hip-hop afroamericana, empezó a seducir a los diseñadores. Los movimientos subculturales y de protesta la habían coronado como santo y seña, con un mensaje claro: “Soy desobediente. Lejos del mundo de la oficina, del hombre del traje gris, o de la distancia con el poder y todo lo que signifique opresión, hoy la moda ha logrado banalizar sus aspiraciones y convertirla en una ofrenda del culto a la juventud. De Eminem a Mark Zuckerberg. Por ello no sólo son los indignados sino también los conformados quienes la lucen hoy. Incluso las hay de cachemira. Entre las razones, acaso la más clara sea una pregunta-diagnóstico con la que el antropólogo social Carles Feixa cierra su libro De la Generación @ a la Generación # (Ned Ediciones): ¿Asistimos al fin de la juventud? Feixa, que empezó su brillante trayectoria estudiando las tribus urbanas de los 80 y las bandas juveniles de los 90, investiga con tanto rigor como empatía el actual tránsito de la era digital a la hiperdigital y su impacto en nuestros jóvenes. Asegura que los ritos de paso han sido sustituidos por los ritos de impasse, y es cierto que los locutores dicen “un hombre joven de 40 años”. Los adolescentes amenazan con adelantar a los adultos gracias a su dominio del mundo digital, mientras estos se sienten jóvenes con sesenta. Los valores intrínsecos de la juventud se han generalizado: su urgencia, su ensimismamiento, su militancia, su desesperación. ¿O acaso es que alguien quiere ser viejo? Definitivamente, la juventud ha muerto de éxito. (La Vanguardia)

Leer más
profile avatar
28 de enero de 2015
Blogs de autor

Capitalismo ?arty?

La economía liberal tuvo que sacrificar algunas de las ventajas del viejo mundo, y una de las más dolorosas fue la pérdida de la amabilidad. El sistema exige un cableado hostil de requerimientos y obligaciones para subsistir, incluso en precariedad. Aquel paseante ilustrado que cruzaba los bulevares europeos con bombín y bastón, y saludaba inclinando la cabeza, se convirtió en un individuo robotizado al compás de una racionalidad calculada que no entiende de cortesías. Feo en su moral, cínico incluso, el liberalismo buscó abrigo en la belleza, como si esta pudiera aliviar su carga. “El capitalismo artístico aparece como un vehículo mayor de estetización del mundo y la vida”. Así arranca Gilles Lipovetsky su nuevo ensayo: La estetización del mundo (Anagrama), que firma junto a su colaborador Jean Serroy. Ante un panorama cada vez más desagradable y uniforme que parece diseñado por el mismo arquitecto encargado de levantar centros comerciales, hoteles, aeropuertos y urbanizaciones clónicas, Lipovetsky se propone reconocer la aportación estética del capitalismo: sus costumbres excelsas pero también sus fracasos. El pasado otoño cené con Lipovetsky y Montse Ingla -Antoni Munné como maestro de ceremonias- en Farga, después de una de las Converses a La Pedrera, donde el sociólogo que ha analizado con más empeño el aire de los tiempos, ya nos adelantó el retrato de la nueva burguesía. Como reacción ante la lógica hiperracional, esta se refugia en una onda estética, intuitiva y emocional, deseos de que todo a su alrededor sea bonito, además de aromático y experiencial. Este es el paisaje que en poco menos de un cuarto de siglo hemos habitado: una sociedad de marca, con costumbres sibaritas, que ha exaltado el paladar y se ha convertido globalmente en gourmet -hoy, incluso los niños cocinan-. La afición por decorar nuestras casas, ya no sólo para recibir y deslumbrar, sino para coleccionar una serie de pequeños placeres que sustituyen la falta de oráculos, es un perfecto ejemplo. También nuestro alrededor ha dado un vuelco espectacular: el escenario urbano está poblado de bicicletas y monopatines, de coches eléctricos y runners con auriculares. Los viandantes andan mirando sus pantallas, a no ser que corran, entonces miran al infinito. En los cafés, la gente también se centra en las pantallas, y se puede comer exactamente el mismo croissant o beber el mismo café en cincuenta puntos de una ciudad y miles de ciudades en el mundo. Una producción prefabricada servida con música de Band of Horses, aroma de caramelo y wifi. Paisajes fríos, anodinos e indistintos convergen con una predisposición a sustituir la amabilidad por el estilo y la espontaneidad por el marketing. Reclamamos personalidad en unos tiempos antipáticos en que la experiencia estética parece ser la panacea, no tanto como exaltación sino como pose. (La Vanguardia)

Leer más
profile avatar
26 de enero de 2015
Blogs de autor

La casta y el ?lomanismo?

Madrid es portentoso en sus mezclas, sobre todo porque no son forzadas, ni tan siquiera estratégicas, sino que surgen de forma espontánea como si un superglue uniera con suavidad los extremos más resistentes. Veamos sino: En el afrancesado barrio de Chamberí Carmen Lomana reúne en su salón admirablemente tapizado a Juan Carlos Monedero, Cristina Cifuentes, Elena Benarroch, las Nancys Rubias, militares de la casa del Rey, inspectores de Hacienda y algunas señoras “muy carcas”. Lomana es una dama encantadora y divertida, con un físico californiano -una mezcla de Linda Evans y Gwyneth Paltrow-, aunque fuera niña de Donosti (con abuelos que hicieron las Américas) y le chifle Cataluña, de donde era su madrina, Pepita Valerí, “procedían de Cadaqués, pero vivían en la calle Balmes”. Se quedó viuda a los 46 años y se entregó al vestuario y las antigüedades. Hasta que, bien pasados los 50, inició una nueva vida sin proponérselo. Puede que algunos reparos hacía ella procedan de su habla parsimoniosa y engolada. Pero ningún prejuicio de pija boba la amedrenta: “Aldeanismo y punto”. No los tuvo Monedero cuando, tras llamarle ella en Twitter “impertinente y curilla” y añadir que tenía muchas preguntas que hacerle, la respondió “te tiro el guante, cuando y donde quieras”. Se citaron en el Pepe Botella de Malasaña y ambos quedaron satisfechos y sorprendidos: “Parece un trotskista malhumorado, pero tiene mucho encanto, es interesante y humilde”. La aleación Lomana-Monedero es una estampa mediática de alto voltaje. Él, un profesor brillante con look postadolescente a los cincuenta tacos, que completó su formación en Alemania -nada menos que en Heidelberg y con Klaus von Beyme- necesita epatar, algo común entre la plana mayor de Podemos, un partido asambleario y buenrollista, pero con egos por todo lo alto. Además, uno de los diktats internos consiste en acercarse a caras conocidas e influencers para derribar muros preconcebidos. Lomana -que votaba al PP y ahora no los quiere ni ver, “han mentido y abandonado a los españoles”- ha ejercido estos días de analista política en las radios: “Los quieren machacar. ¡Y venga con el sambenito bolivariano! Él ha cobrado por un trabajo, no como los otros que han cobrado por nada. Y, además, ha traído el dinero a España”. Y continúa, con una lógica imparable: “Esto les ha sobrepasado; no ganarán las elecciones, aunque tengan mucho tejido social que empatiza con ellos… Aún no están para gobernar. Igual dentro de cuatro años”. Podemos recuerda a una start-up. No tanto por su factor de innovación, ya que rescatan L’estaca, pero sí por su cuadrilla de entregados partidarios que echan horas a destajo sin remuneración material mientras a sus jefes, consultores bien pagados a quienes les buscan muertos en el armario, no les mueve tanto la vocación de servicio público como demostrar que representan la intelligentsia patria y saben que uno de los grandes errores de esta vida es ser un descastado. Gitano vertical / Kelian Jiménez En Casa Patas nadie deja las maderas tan curtidas como Kelian Jiménez, gitano de Caños Rotos, el barrio más flamenco de Madrid y cuna de artistas, donde se crió con los grandes y aprendió con ellos. El suyo es un baile tan rabioso como vertical.Tan doloroso como soberano. Rizos suaves y brillantes, foulard de lunares, de negro y perfumado y con sus tacones cuadrados para doblarse a compás, sin que la técnica (virtuosa) mate al duende, el bailador es capaz de crear nuevas sombras chinescas que hacen llorar a los japoneses más aflamencados. Con Arrieritos somos, su compañía, ha coreografiado historias del éxodo, o las 13 rosas. Kelian no es marketing. Es una suerte encontrar tanta delicadeza y majestuosidad en la escena: un rey gitano puro. Rififí en el PP / Luis Bárcenas No sé si se acordarán de las películas de gángsters de Delon, Belmondo y compañía allá por los setenta: Círculo rojo, El clan de los sicilianos o Borsalino. Solían comenzar con la salida de prisión del protagonista -Delon, evidentemente-, para sobresalto de sus enemigos. Hace dos noches me las devolvió a la mente la excarcelación de Bárcenas, Luis el cabrón, de Soto del Real. Sobre todo sus palabras para Rajoy (y eso que no tenía “mensajes para nadie”): “Le he hecho caso y he sido fuerte. El PP no tiene nada que temer”. Y levantó los cuatro dedos, en homenaje a sus excompañeros del pabellón 4. Si el final de la historia se parece también a los de aquellos polars, en Génova deben estar haciendo ya sesiones de cineclub. Romance remake / Lara y Fernando Nunca he entendido a las guapas televisivas que se maquillan los párpados de día como si fuera de noche. Con lo hermosas que lucen sin tanto maquillaje ni esas uñas largas que asustan a los niños. Pero su receta debe funcionar porque pasan de una cadena a otra con vértigo y ritmo, sobre todo si han ejercido como Lara Álvarez de periodista deportiva sexy reconvertida en presentadora sexy. Álvarez protagoniza ahora un romance-secuela del de su colega Sara Carbonero. Tras los coqueteos con Sergio Ramos, ha cambiado no sólo de cadena sino la hierba por el paddock, ennoviada ahora con Fernando Alonso. Los amores de revista a la velocidad de la fórmula 1 y al decir de Sabina: “La frente muy alta, la lengua muy larga y la falda muy corta”. (La Vanguardia)

Leer más
profile avatar
24 de enero de 2015
Blogs de autor

Bombón

Soy de piropear aquello que me gusta y a quien me gusta. No ahorro en lisonjas ni requiebros cuando, desde un atuendo hasta un brillo en los ojos o un perfume, me agradan. ¿O es que sólo hay que decirlo a través del botón de Facebook? Admirar levemente y atrapar el momento sin miedo a encontrar las palabras para decir “me gusta” es una forma de salir de uno mismo y de afinar la mirada. También de elogiar los aciertos ajenos en unos tiempos demasiado ensimismados en el propio ombligo. Dirán que se trata de cortesías y no de verdaderos piropos, que según el Observatorio contra la Violencia de Género y su presidenta, Ángeles Carmona, deben ser erradicados al constituir una invasión de la intimidad de las mujeres. Porque son actos de violencia. Pero ¿a qué piropos se refieren? ¿O es que los varones hipersexualizados aúllan hoy por las calles y no nos hemos enterado? Porque en España, al igual que en muchos otros países occidentales, las artes de la seducción se fueron diluyendo a medida que nos quedábamos absortos ante las pantallas. Hace tiempo que el piropo callejero entró en decadencia. “Tienes unos ojos preciosos, ¿lo sabes?”, le decía Jean Gabin a Michèle Morgan en El muelle de las brumas, y en Francia, durante años, fue un mantra para ligar. Aquella inocencia se esfumó, al igual que la represión de una España negra, donde llegó a ser prohibido por el Código Penal durante la dictadura de Primo de Rivera, considerado como una costumbre viciosa. Las burbujas festivas de los ochenta trajeron aquel burdo “estás como un tren” -o “como un camión”-, pero ¿quién querría parecerse a un tren o un camión? Improvisados, ocasionales, ingeniosos, también ordinarios, los piropos han conformado un género espontáneo, popular y masculino que, por decoro, ha obligado a las mujeres a bajar la cabeza, aunque en más de una ocasión les hayan subido el ánimo. De joven era de las que se plantaban ante aquel albañil salido que se atrevía a soltar alguna burrada exigiéndole disculpas y pidiéndole que, por su propio bien, se autocensurara. Existen miles de testimonios de guarrerías que un tipo crecido se ha sentido con la autoridad suficiente para estampar contra una mujer, en su mayoría joven. Pero los piropos ofensivos pueden ser neutralizados por una misma -esto no es India ni Egipto- sin necesidad de paternalismos y prohibiciones. En su lugar, que se afinen los valores en la educación para la igualdad, que se haga una pedagogía basada en el respeto y el acercamiento entre sexos. Más ética y menos tonterías: ¿o acaso no ofende más la invisibilidad o la indiferencia que el hecho de que alguien te haga viajar en el tiempo con aires añejos y risibles? (La Vanguardia)

Leer más
profile avatar
21 de enero de 2015
Blogs de autor

Las ciudades invivibles

Se anuncia el peligro de extinción de las abejas, pero en jardines y terrazas, cuando sacas comida, nunca se habían visto tantas. Parece que, a falta de flores y debido al exceso de química que las aniquila, buscaran la presencia humana a fin de convivir con nosotros con la promesa de no agredir, sólo incordiar, como el ciudadano de a pie que revolotea demandando civismo y naturaleza a medida que a su ciudad le estallan las costuras. El excedente de turistas altera el paisaje acostumbrado, y la búsqueda de un lugar tranquilo se convierte en un imposible en los centros de las principales urbes del mundo, convertidas en un gran centro comercial marcado por una estética de pastiche. La Rambla de Barcelona ha devenido un parque temático con sus voceros en la puerta, entre todos a cien de souvenirs, mesones de jamón y tribus de turistas adocenados o bárbaros. Hay que intuir lo que fueron un día, recordar que las bajábamos casi en solitario cuando íbamos a comer al Amaya. En la Gran Vía madrileña, bocinas y humos, animadores de las cadenas de tiendas que se clonan de norte a sur, fast food y ropa de ganga llegan a descontextualizar a algunos establecimientos añejos, como Loewe. Bolsos de refinadas pieles que reposan sobre nobles boiseries al lado de montaditos a euro y otros bocados prefabricados. No hay fin de semana o festivo en que sus cascos históricos no se colapsen. En Madrid, calles cortadas -e incluso bocas de metro cerradas debido al gentío- complican el acceso a la llamada almendra central. Y, aun así, manadas humanas renquean con dificultad por sus aceras, acompañados de bolsas y niños, y, admirablemente, con una sonrisa en los labios. Qué placer sentirá, me pregunto a menudo, esa gente inmune a la oclofobia que demuestra su querencia por las aglomeraciones: ¿acaso porque en ellas siente que de verdad existe? Mientras, la población de Barcelona desciende, pero su trajín crece al ritmo que marca el turismo de compras. Uno de cada tres viajeros que la visitan asegura que el shopping es su principal finalidad, y, así, más de una tercera parte de los ingresos generados por el turismo se deben al comercio. En el 2013, Barcelona recibió 7,5 millones de forasteros que clonaron itinerarios e imaginarios. Desde la London School of Economics vaticinan el superdesarrollo de las megalópolis, modelo Blade runner, que en las próximas décadas crecerán hasta un 80%. Si estas predicciones son ciertas, urbanistas y políticos deberían afanarse en resolver el conflicto urbanización contra civilización. Habitar no siempre es sinónimo de vivir, tanto en los slums de Bombay como en la banlieue parisina. El filósofo, geógrafo y sociólogo francés Henri Lefebvre -del que el pasado año se tradujo por fin al castellano su Urbanización de la sociedad- afirmaba que es imposible inmovilizar lo urbano, pero, visto lo visto, lo verdaderamente urgente es humanizar las ciudades donde vivimos. (La Vanguardia)

Leer más
profile avatar
19 de enero de 2015
Blogs de autor

Saber perder y saber ganar

Qué bien ha soportado François Hollande la pesadumbre sobre sus espaldas, demostrando que la solemnidad del duelo esta hecha para él, una solemnidad contundente y laica donde la palabra tiene crédito y verso: “Francia está de pie”. Con su gabán negro, corbata azul marino, y un rictus que expresaba determinación y lucha, pero también dolor y consuelo, ha liderado no sólo un país, sino un estado de ánimo, fiel al deber y la dignidad. El presidente de la República más impopular de la historia ha incrementado en cinco puntos su valoración pública, pues ha sido capaz de unir a una nación golpeada y perpleja haciendo piña con las democracias occidentales, víctimas en potencia de la fanática amenaza. Quien fuera fontanero mayor del PSF, avezado taponador de fugas de honor y ambición, el Hollande ridículo con casco de moto al salir de su cita galante, o el que fue capaz de pasar de hombre normal a mezquino, según su ex, Valérie Trierweiler, un personaje despreciativo como sólo saben serlo los franceses de barbilla esquinada, se ha topado con el aliento helado de la historia. “A la literatura no se llega por casualidad” escribía mi admirado Vila-Matas en Kassel no invita a la lógica, añadiendo que es un destino oscuro, y que es muy probable que se llegue mediante un “golpe en la nuca en un callejón oscuro”. Hollande debió sentir algo parecido al aliento helado y el golpe en la nuca en el homenaje a los policías asesinados. Las imágenes ponen un nudo en la garganta: una madre rota, la de Clarissa Jean-Philippe que sólo repite: “No estaba preparada para irse, la necesito a mi lado, d’accord?”. Hollande le acaricia la espalda, asiente, le habla delicadamente, con el cuerpo y los sentidos. Pero sólo se respira el sinsentido de la muerte. En la vida hay que saber ganar y saber perder. Lo decía mi padre poco antes de morir en los pasillos de Bellvitge, mirando el tráfico desde los ventanales. Pero saber ganar siempre ha tenido peor escenografía que saber perder. La voz de Cristiano Ronaldo es mucho más dulce en su lengua materna, pero ni aún así es capaz de traspasar el umbral de percepción emocional al recibir esa bolinha. Su grito de falsa alegría heló la sangre del auditorio. “Cristiano Ronaldo gana su tercer Balón de Oro y ruge como un demente”, titulaba el cronista de USA Today. Comprendo que muchos de estos chicos, cracks con balones de oro, no han tenido una infancia fácil, pero, aún así, me pregunto quién les arrebató la empatía. Cristiano ya no podrá ejercer de marido de Irina Shayk, como David lo es de la triunfal diseñadora Victoria Beckham (que ha conseguido demostrar que durante años fue víctima de esos peluqueros-psicólogos que se aprovechan de las crisis existenciales). Irina no le gustaba a la señora Dolores Aveiro: una rusa demasiado guapa que nunca estaba en casa. Pero él se vale solito para fotografiarse con su lencería para apretar las mandíbulas y sentirse un héroe. Posar, facturar, y meter bolinhas: ¡Uuuuuuuuh! ¿Cómo no vamos a preferir la épica de la derrota? La antidiva / Blanca Portillo

Los actores discretos no abundan y menos si, como ella, son monstruos sagrados para la profesión. Blanca Portillo puede apuntarse estos dos tantos, y algunos más: una predilección militante por la pureza del teatro frente a los vaivenes del cine, una versatilidad que le permite interpretar o dirigir con idéntico talento, y un verbo clarísimo. Como cuando tiró de la manta descubriendo el politiqueo que lastra a la cultura en su fugaz paso por la dirección del Festival de Mérida, o ahora, que, con la complicidad de Juan Mayorga, apunta y dispara a un mito nacional. “Tenorio es un personaje deleznable”, dice y añade: “No es un transgresor ni un hedonista, más bien un psicópata”. Dirigir teatro significa revisar mitos. La nueva Oprah / Mark Zuckerberg

Ha descubierto -¡por fin!- que leer un libro puede ser una aventura fascinante. Su primer propósito del año -el anterior fue aprender chino, y en el 2009 ponerse corbata- ha consistido en montar un club de lectura, que convierte en bestseller todo lo que toca, al estilo del poder prescriptivo de Oprah. Sorprendido y abrumado ha declarado sentirse el autor del primer libro recomendado, Moisés Naim, que en menos de tres horas agotó todos los ejemplares de El fin del poder. El treinteañero disruptivo creador de Facebook también se sumó al “Yo soy Charlie”, a lo que una escritora tibetana Tsering Woeser replicó: “¿Ha olvidado algo Zuckerberg?”, acusándolo de tener doble rasero al censurar en su red a activistas chinos. ¿Los recomendará en su club? Saca pecho / Rania de Jordania

Hace cuatro años, los fastos de su 40.º cumpleaños -celebrado cuando el país ardía tras la enfebrecida Primavera árabe-, añadieron a sus trajes de alta costura un plus de frivolidad intolerable. Tras un prolongado silencio, Rania sorprendió hace poco a la prensa internacional, en un encuentro tecnológico en Abu Dhabi, alertando al Estado Islámico de que “su cruzada para secuestrar al mundo árabe” fracasaría. En el Huffington Post escribió una tribuna por los niños asesinados en Pakistán. Y acudió a la manifestación contra la barbarie en París. Al día siguiente los judíos ortodoxos se ocuparon de borrarla de la foto. ¿Por mujer o por palestina? Así de incoherente puede llegar a ser la defensa de los derechos humanos.

Leer más
profile avatar
17 de enero de 2015
Blogs de autor

Ciudad herida

“¡La Revolución Francesa! Pues sin la Revolución Francesa yo vendería naranjas en las calles de Ajaccio”, contaba Proust que murmuraba la princesa Mathilde, sobrina de Napoleón, acerca del asunto de nacimiento y rango. Orgullosa humildad combinada con un tosco realismo. Así es Francia: la exquisitez del camembert y la rudeza del salchichón, la porcelana de Sèvres y la loza del bidet, la grasa de las rillettes y la mantequilla de los croissants. Las costumbres parisinas en aquellos salones del XVIII dejaron como poso una galante exhibición del republicanismo chovinista. A los artistas que publicaron sus primeras novelas, en parte, por sus buenas relaciones cortesanas, les atraían tanto las actitudes de las nobles como las costumbres de las costureras. Aquel París de salones con espejos desbordaba con su afición provocadora. ¿Orgullo de clase? No, aspiraba a mucho más: a la grandeur. Hoy en París se fuma mucho. Por la Rue Lafayette, todas las razas y estaturas enlazan un cigarro tras otro en las bocas de metro. En el Flore, los camareros que leyeron a Sartre sirven el pollo asado y frío y el huevo duro, que siguen nutriendo la identidad nacional. En el Grand Palais, la exposición de la formidable -y aún desconocida- Niki de Saint Phalle transgrede los límites posibles de las figuraciones, así como todo lo anteriormente nombrado y conocido. Contemplo vídeos de la artista, que primero fue modelo para Vogue y luego un espíritu libre, hechizada en el Park Güell, autora de las Nanas, esa eclosión de feminidad fuera del canon con sus mujeres gigantes, orondas, coloreadas. Ella habla de la épica del disparo, y agarra escopetas con colores. Dispara, sí, tiros libres a sacos de óleos, celebrando la libertad, y su sinsentido: “Un arte de la desmesura en busca de la alegría”. En Montmartre las viejas chanteuses aún salen los domingos, con bufanda, gorra garçonnière, cigarro y organillo. El barrio se ha sofisticado, pero aun y así conserva ese mohín de libertad. Unos músicos africanos tocan al pie de las escaleras de la iglesia. Y la ciudad, envuelta en neblinas, se extiende a tus pies como una ilusión óptica que sigue oliendo a queso, ahora azul. El otro día, cuando contemplé cómo se apagaban las luces de la torre Eiffel, sentí la conmoción de un pueblo que siempre se ha rendido a las escenografías libertarias. “Sabíamos que estábamos amenazados, como otros países del mundo, porque somos un país de libertad”, dijo Hollande, con precisión. El debate hoy no puede limitarse a pragmatismo frente a moralidad, ni a los derechos doblegados por la seguridad. El salafismo yihadista aborrece un lápiz tanto como una falda. Es el estigma de los cobardes: confundir el nombre de Dios con la venganza. Pero, sobre todo, arremete contra aquellos que no quieren vivir de rodillas y prefieren morir de pie en nombre de las más rigurosas y exquisitas libertades. (La Vanguardia)

Leer más
profile avatar
14 de enero de 2015
Close Menu
El Boomeran(g)
Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.