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Escrito por

Joana Bonet

Joana Bonet es periodista y filóloga, escribe en prensa desde los 18 años sobre literatura, moda, tendencias sociales, feminismo, política y paradojas contemporáneas. Especializada en la creación de nuevas cabeceras y formatos editoriales, ha impulsado a lo largo de su carrera diversos proyectos editoriales. En 2016, crea el suplemento mensual Fashion&Arts Magazine (La Vanguardia y Prensa Ibérica), que también dirige. Dos años antes diseñó el lanzamiento de la revista Icon para El País. Entre 1996 y 2012 dirigió la revista Marie Claire, y antes, en 1992, creó y dirigió la revista Woman (Grupo Z), que refrescó y actualizó el género de las revistas femeninas. Durante este tiempo ha colaborado también con medios escritos, radiofónicos y televisivos (de El País o Vogue París a Hoy por Hoy de la cadena SER y Julia en la onda de Onda Cero a El Club de TV3 o Humanos y Divinos de TVE) y publicado diversos ensayos, entre los que destacan Hombres, material sensible, Las metrosesenta, Generación paréntesis, Fabulosas y rebeldes y la biografía Chacón. La mujer que pudo gobernar. Desde 2006 tiene una columna de opinión en La Vanguardia. 

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¿Qué queda de los señoritos de Jerez?

“Defina Jerez?, le pidió un periodista estadounidense a Carmen López de Solé, esposa de Manuel de Domecq Zurita, en una visita a Nueva York. Eran los años setenta. Los americanos estaban acostumbrados a las ocurrencias: ?Jerez es un incesto alcohólico legalizado?, respondió. La frase apareció en las portadas, junto al relato esplendoroso de la colonización mundial del brandy. La espontaneidad de esta sevillana de familia adinerada, diecisiete años más joven que su marido, y cuya boda fue ?un poco escándalo? al no pertenecer a las familias jerezanas de toda la vida, describía con ingenio lo que difícilmente se podía percibir desde este oasis de la alta sociedad integrada por bodegueros, exportadores de vinos y aristócratas. Un microclima social. La cronificación de una endogamia que ha mezclado santos y profanos. Un extenso linaje que cruza legítimos con bastardos, mujeriegos y homosexuales, camperos y viticultores, y que ha matrimoniado a primos segundos, terceros y cuartos ?llegando a cristalizar el doble apellido Domecq Domecq?. Aquí se conserva un rancio spanglish que, a día de hoy, se sigue hablando en cocinas y palacios, donde es habitual combinar un ?How do you to feel today?? con ?vamos a tomar una coca de cebolla confitada y unas croquetitas?. ¿Cómo fue capaz de congelarse el tiempo en Jerez, cuna del señorío y el anarquismo fin de siècle, donde andaluces, ingleses, irlandeses y franceses ?los Domecq proceden del Bearn? amasaron fortunas y engordaron sus hígados? Los Terry, Osborne, Bohórquez y López de Carrizosa, o los Gordon, Gilby, González y Byass, después de embotellar las botas de sherry, plantaron un árbol, o mejor dicho, todo un bosque genealógico en una de las ciudades que ha persistido en costumbres y maneras propias del siglo XIX. ?Jerez seduce y cautiva. Por lo que es y, sobre todo, por la nostalgia de lo que fue?, me cuenta María Dueñas, cuya última novela, La templanza, narra la historia de un indiano lleno de urgencias y una distinguida jerezana envuelta en claroscuros, y de una desolada casa-palacio? y una viña con nombre de virtud. Niñas bien de pelo pajizo y pecas en la nariz que se casaron con sus primos y siguen cristianando a sus bebés con faldones de encaje decimonónicos. Duquesas y marquesas de apellidos compuestos que cocinan como profesionales y se deshacen de la ropa de cama cada año. ¿Y los señoritos? ¿Qué queda del maridaje entre latifundio y club de polo, de los trajes a medida encargados en Savile Row y la capillas del Santísimo? Del ?Domecq obliga?, lema heráldico de la ilustre familia, hasta la liquidación de las bodegas patrias, hoy en manos de multinacionales. Del mecenazgo de artistas y flamencos al derrame patrimonial que ha convertido una buena parte del pasado en escombros. ?¿Señoritos? Es casi un insulto. Un denostado esnobismo levantado sobre personajes singulares de quienes se decía que el padre había sido un trabajador, el hijo, rico, y el nieto, un pordiosero?, resume Mauricio González-Gordon hijo, actual presidente de la bodega González Byass. La explicación del mito tiene varias perspectivas: una de ellas asegura que se trata de un prejuicio de Madrid que intenta catalogar un estilo de vida, pero que en realidad solo tiene que ver con gente ociosa que no pega ni clavo. Otra es la que señala a personajes como el exalcalde Pedro Pacheco, hoy en la cárcel condenado por prevaricación y malversación de caudales: ?Al principio llevó a cabo buenas iniciativas, pero después se endiosó y tomó medidas drásticas que ahuyentaron el capital de Jerez?, explica Pedro Rebuelta, director de la bodega. ?¿Un señorito? No sé lo que es; yo me paso la vida trabajando. Clases sociales hay en todos los países, y se puede ser un gilipollas sin pertenecer a ninguna clase?, zanja Antonio Domecq Domecq, nieto del mítico Alvaro Domecq Díez, exrejoneador dedicado hoy a la instrucción en su finca, A campo abierto, en Los Alburejos. A la entrada del palacio de Benavente, propiedad de Manuel Domecq Zurita, vizconde de Almocadén, y su esposa Carmen de Solé, se recuesta contra el muro un hombre de piel curtida que no se sabe muy bien si pide limosna o espera a su camello. A su lado, una niña de unos diez años con gafas rosas, cazadora tejana y marcado seseo le da el aviso: ?Aquí vive un marqués (sic) que no deja entrar a nadie. Todo esto es suyo?. Los jack russell terrier empiezan a ladrar como fieras, hasta que el vizconde, que durante tantos años fuese el embajador de los vinos de Jerez por todo el mundo, abre los porticones. Murales con motivos vegetales, heráldicos y religiosos enmarcan el patio en una sinfonía onírica, atrevida, con desnudos en el Edén entre fuentes de agua y peonias. Criado sin padre, Manuel Domecq Zurita vivió durante la guerra en el hotel Minzah de Tánger, siempre protegido por una madre tan digna como ajena al resentimiento por el abandono de su marido, Pedro Domecq González, bígamo y cosmopolita. A su familia les llamaban los perversos porque en aquella casa la gente fumaba, bailaba y escuchaba los discos recién importados de Bing Crosby. ?El mundo estaba allí para tomarlo. El dinero no era un obstáculo, mi familia era riquísima, las mujeres, guapísimas, no había nada que los parara?, recuerda el vizconde. Hace un par de años estuvo a punto de morir, y Carmen, su mujer, le llevó su crucifijo de madera a la UCI, donde no se podía entrar nada y quedó esquinado entre sueros y catéters. ?Y Manolo, mi príncipe, sobrevivió?. Dice la tradición que aquí no hay lugar para tonterías, que es como le llaman ellos al sentimentalismo. Belén Domecq de Solé, afamada interiorista y, según su padre, mujer de carácter firme que es una autoridad en lo que se propone, me revela que, de pequeñas, ella y sus hermanas jamás fueron abrazadas o besadas por él: ?Abrazos y besos en la familia son tonterías, uno de vez en cuando y basta?, sentencia. ?Aquí hay dinero con alma, no con ostentación. El nivel social se demuestra en los valores del alma. Nuestras hijas, por ejemplo, pueden ir a todas partes y no llaman la atención por otra cosa que por su valor moral?. Manuel, maestro en el arte del buen vivir, posee una experiencia estética propia de renancentistas. El flamenco siempre ha estado cosido a Jerez, apoyado en la buena resonancia que han dado las bodegas. Ante visitantes ilustres, ya fueran Octavio Paz, David Hockney o Jean Cocteau, se organizaba una de cante. Recuerda una vez que se fueron al Puerto a una fiesta flamenca muy privada donde Lola Flores, ya muy de madrugada, acabó bailando desnuda sobre una mesa. ?Se hizo el silencio en medio de la juerga. El cuerpo se convirtió en una llama incandescente, en un fuego incontrolado que crecía y que era imposible dejar de mirar. Los pies descalzos lamían la madera en unos pasos cortos y sinuosos. Estaba poseída o nos poseyó a todos? . En los óleos que cuelgan de las paredes han quedado bien plasmados esos orígenes foráneos: dignas damas con vestidos sin manga, rebequitas de cashmere, perlas, y cómo no, un perrito en su regazo. Porque los perros son uno de los bienes más preciados entre la sociedad jerezana. No se entiende la vida sin ellos. Ladran en los patios palaciegos y los salones con mantita y brasero. Hay una anécdota de Manolo, contada en el libro que le escribió Carmen Oteo, Lágrimas del vino, que lo demuestra: cuando era niño, desapareció su perra más querida, y la familia prefirió decirle que se la había arrebatado un pariente a que había sido atropellada. Le pregunto si no es más cruel la mentira que la verdad: un secuestro ante un desafortunado accidente. ?Por una parte, aquello formaba parte de una educación sobria donde no cabían tonterías. Y por otro, los perros siempre han formado parte de nuestra vida. Son clarísimos, definidos en el amor, te quieren?. Los besos perrunos a menudo han sustituido a los humanos. ?Sí, nuestras familias no eran de besos y abrazos, bastante fríos, no nos rozábamos mucho; a mí el contacto físico me parece importantísimo: a mi hijo de 19 años lo sigo abrazando?, asegura Mauricio González. Sni ?ni sí ni no, todo en la misma palabra? es un palabro acuñado en esta ciudad de más de 200.000 habitantes, llena de torres, iglesias y monasterios, con una granja de cocodrilos y un premio internacional de motociclismo. Los fenicios ya hacían vino en sus tierras. Sherry, así de coqueta suena la internacionalización de su nombre. Sherish, le llamaban los árabes; Xerez, en el medievo, y hoy, su aeropuerto con vuelos diarios a Londres se abrevia XRY. Shakespeare dejó escrito un elogio a su vino: ?Un buen jerez produce un doble efecto: se sube a la cabeza y te seca todos los humores estúpidos, torpes y espesos que la ocupan…?. Según la dirección del viento, se percibe más o menos la resaca del vino. Un olor acre, a uva macerada y alcohol destilado, que persiste, empecinado, desde 1835, año en que se compra La casa, origen de las actuales bodegas González Byass. ?Aquí inventamos la aromaterapia?, dice a modo de guasa Paco, guía de la bodega. ?Le llamamos sorbo de los ángeles a las partículas de alcohol que se pierden en la evaporación y te ponen contento?, añade. En los archivos de González Byass, con una sobria arquitectura, se conservan más de 200.000 cartas y centenares de fotos, de Jorge VI y el Duque de Kent; Alfonso XIII y Victoria Eugenia, en una visita en 1927; el actual Rey, Felipe VI, junto a su promoción de la Academia General del Aire; pero también de Manolete, Picasso, Vargas Llosa o Margaret Thatcher. Las paredes de La Concha, construida en honor de la Reina Isabel II por el mismísimo Gustave Eiffel en1869, están ennegrecidas. La humedad tiene un alto grado de penetración y tolerancia. Mauricio González Gordon, presidente de las bodegas y quinta generación desde que su tatarabuelo, Manuel María González Ángel, pasara de exportador a productor asesorado por su tío José María, tío Pepe, me define el Jerez como una mezcla perfecta de ?elegancia, naturalidad y estilo?, y recurre al flamenco, que está unido al vino en busca de expresividad: ?Es como cuando lo escuchas y lo tienes en los labios y en el corazón, pero no puedes, no sabes, cantarlo. Te hace sentir y te ayuda a comprender las cosas?. González Byass exporta más de la mitad de su producción anual ?el porcentaje de los 45 millones de litros de vino jerezano vendidos más allá de nuestras fronteras alcanza el 70%?. Durante los años de la crisis ha crecido un 25%, y el pasado 2014 facturó 250 millones de euros. La más emblemática de las bodegas tiene 150 accionistas y a tres generaciones familiares en su junta. Del Beronia a Tío Pepe, de protectores de Doñana a mecenas, se sienten orgullosos de haber modernizado el oficio: Mauricio tiene un MBA y Rebuelta, el primer director profesionalizado ?no heredado?, es Icade. Ambos, considerados en Jerez ?unos señorazos?, me aseguran que la aristocracia jerezana ?es muy sencilla, humana y sociable, que alterna con el pueblo en vez de colocarse en un pedestal?. Por la tarde, en casa de Rebuelta, casado con Almudena Domecq, juegan una partida de croquet mientras los rayos del atardecer atraviesan la geometría de los palos. Niños, jóvenes y seniors; camisetas deportivas y chaquetas de tweed verde. De repente, aparece una mujer de mirada profunda con el pelo recogido. Es Carolina Ruiz-Mateos, sobrina del dueño de Nueva Rumasa y las bodegas Ruiz-Mateos Rivero. Viene a dar clases de flamenco rancio y puro ?como lo aprendió ella en las escuelas de Angelita Gómez y María del Mar Moreno? a la hijas de Pedro y Almudena y sus amigas. Así se gana la vida. ?No ha sido fácil perder tierras, caballos, patrimonio. Menos mal que mi padre tenía alzhéimer al final de su vida y no se dio cuenta. Mi tío nos arruinó, nos dejó sin un duro?. Y a diferencia de tantos entrevistados, que a menudo cuando recuerdan que hablan con una periodista te ruegan ?esto no lo pongas?, Carolina dice: ?Puedes ponerlo tal cual?. David Fesser Lucky también repite la máxima ?sin tonterías?. A los dieciocho años, su Ford Fiesta dio dos vueltas de campana. Se quedó paralítico. Es tan educado que daba las gracias a cada enfermera en la UCI, donde permaneció durante tres semanas. Hoy es un hombre libre que ha pilotado helicópteros y ha volado en parapente y autogiro. ?Nada de lloriqueos. Los límites son mentales?. Fesser, con negocios en República Dominicana, ha viajado por todo el mundo y se siente ?un outsider de Jerez?. Regenta Las Cuadras, un bar donde se escucha flamenco y se come de maravilla, ubicado en las antiguas cuadras del Palacio de la Condesa de Casares, propiedad de su familia, emparentada con el Duque de Abrantes. ?España es un pueblo de pandereta y zambomba al que le encanta el drama. Tal vez a nosotros nos ven fríos. Yo le daba la mano a mi padre, me avergonzaban los besos. Aquí la gente llora en su casa, no somos unos desalmados?. Los hubo que enseguida volaron a las Américas, como David, o a Madrid, como el pintor Cristian Domecq. En los años ochenta era considerado el Hockney madrileño, gracias a sus retratos a personajes emblemáticos de La Movida. El Reina Sofía tiene obra suya. Hijo de Beltrán Domecq González y Ana Cristina Williams ??mi madre era muy guapa, atractiva, flemática, y sufrió bastante porque era independiente??, asegura que tiene su infancia muy definida: Jerez me resulta un mundo pintoresco, tradicional? para nada me siento la oveja negra?. Cristian es un hombre sensible y solidario, ha contribuido con la venta de sus obras a la investigación contra el SIDA y está provisto de un terciopelo humano, hipersensible y escurridizo. ?En el arte yo soy constante en mi inconstancia, como las olas del mar?. Y representa la declinación artística de uno de los apellidos más clonados de la alta sociedad: ?La endogamia de Jerez no se me hace cuesta arriba porque sé de qué va, aunque no me identifico con ella. Incluso me resulta agradable, aunque yo soy claramente progresista?, dice. ?Los jerezanos son cosmopolitas, pero dentro de un orden. Lo outsider no les divierte nada?. De Jerez a los pueblos de la costa, Barbate y Zahara, los toros pastan en paz, ajenos a la fiereza del duelo. En Medina Sidonia el paisaje abre las cortinas hacia las marismas. El cortijo de los Domecq Romero, Los Alburejos, consiste en una enorme construcción crecida a lo ancho y dos plazas de toros, una cubierta y otra a cielo abierto. Son las 10 de la mañana de un domingo y la casa huele a café y a ventisca, cruzada por las corrientes de aire que contrarrestan el olor de las chimeneas, que a esa hora vuelven a crujir. Isabel y Antonio son los hijos de Fabiola Domecq Romero y Luis Fernando Domecq Ibarra. En 1991, la familia sufrió una tragedia: murieron sus cuatro hermanas en un accidente de coche. ?Tenemos mucha fe, nos apoyamos en Dios. Mi madre lo resistió fenomenal. Pocas veces la vi llorar?, me cuenta Isabel. Cada domingo, los Domecq Romero, después de desayunar, oyen misa en la capilla del cortijo. Y, después, al campo. ?Aquí no te aburres, no hay día para tanto plan: montar a caballo, monterías, tentaderos, acoso y derribo… Se vive en la gloria, y voy a Madrid cada vez que me da la gana?. Isabel es una mujer austera y emprendedora, y su finca, idea de su tío Álvaro Domecq Romero ?fundador de la Real Escuela Andaluza de Artes Ecuestres? es pionera en el ocio taurino. Todo aquí, las mesas camilla y los retratos familiares, incluidos los de Franco cuando iba a cazar a Las Lomas, pero también cuelgan los sombreros mejicanos y las chaparreras. Las viejas tradiciones se deben mantener, piensan los habitantes de este microclima social, absolutamente convencidos de que Podemos, en Jerez, no tiene ningún futuro. (Icon)

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26 de mayo de 2015
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Aterriza como puedas

Las ocho de la tarde es una buena hora para regresar a casa, reclinar el asiento del avión y leer las sobras de los periódicos. Los pasajeros frecuentes del puente aéreo se reconocen por sus gestos mecánicos al pasar por el escáner. El staff de tierra, comandado por Conchita Vinagre, se desvive por aliviar el mareo de los nuevos nómadas que siempre están a punto de perder el vuelo. Exceptuando la música del avión, a menudo infame, llega un momento de tregua al empezar a recorrer la pista cuando los motores arrullan al pasajero que va aflojando tensión y cintura. A menudo me invade la sensación de sentirme a salvo rumbo a las avenidas aéreas donde pastan las nubes en silencio, sin teléfonos móviles ni atascos. “Señoras y señores, parece ser que tenemos problemas con una rueda que no debe afectar a la seguridad del vuelo, pero por prevención debemos regresar a El Prat”, comunicó el comandante Javier Pombo de la Serna el pasado miércoles al pasaje, veinte minutos después de despegar con esquivas vibraciones. En un instante, la normalidad se empaña de excepcionalidad, y como si no fuera contigo intimas con tu compañera de asiento, que, incrédula, arquea las cejas hasta alcanzar la raíz del pelo. Todas las fantasías que anidan en nosotros sobre una catástrofe se despliegan en el justo momento en que la distancia proxémica se rompe voluntariamente: dos desconocidos enlazan sus manos; una mujer chilena llora, dice que la esperan demasiados nietos como para no regresar; la pareja de al lado pertrecha a sus bebés con el cinturón y un firme abrazo, a la misma vez que las azafatas resoplan y activan el protocolo de emergencia. El avión está en silencio, suspendido en la incógnita. A pesar de prohibirse el uso del móvil, mi compañera me anima a mandar algún “te quiero” por si acaso. De la estratosfera bajamos hasta casi tocar el mar, y las casas en miniatura se expanden a tamaño real. El comandante -después sabré que es sobrino del gran periodista Jesús de la Serna- se aproxima a tierra con un ligero contoneo, sin la rueda recauchutada que perdimos a trozos. Cerramos los ojos por instinto, esperando un gran impacto que no llega. El pasaje aplaude. Los que logran acoplarse al último avión se desahogan mostrando la punta de su yo: ahí está el chulo que manda callar, el que se cuestiona por qué sólo tienen cabida las tarjetas oro, el que pide vino nada más subir con una euforia contrahecha¿ Cuatro pasajeros se prometen crear un grupo de Whats­App mientras un soriano que trabaja en suministros me explica técnicamente el problema: “La banda de rodadura saltó al despegar”. Eso mismo que ocurrió al Concorde. Al poco añade que él votará a Podemos y su mujer a Ciudadanos. La vida vuela hasta rular firme. Vínculos instantáneos, intercambio de tarjetas. El olor a tabaco resigue la cola del taxi. Dentro, se oye Radio Nacional, que suena a medianoche cerrada. La ciudad se acuesta y crece el deseo de un buen pan con tomate. Dicen que el miedo da ­hambre. (La Vanguardia)

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25 de mayo de 2015
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Sin tacones

El mundo también se divide entre quienes odian los tacones y quienes no pueden vivir sin ellos. Los primeros, sean hombres o mujeres, a menudo preguntan a las que se alzan de suelo doce centímetros: ¿de verdad puedes andar con esto?. No es una pregunta sino una amonestación, como si les dolieran los pies al criticar la dulce tortura que troca la curva de la espalda y balancea las caderas. ?No sé quién inventó los tacones altos, pero todas las mujeres le debemos mucho?, dictaba una exaltada Marilyn Monroe, pasando por alto que quienes primero los lucieron fueron reyes y príncipes de las cortes más exquisitas que taconeaban grácilmente poder y gloria con sus pelucas empolvadas y sus pieles de armiño hasta que el calvinismo los conminó a la severidad. Cannes es uno de los festivales más machistas del planeta cine ?de 66 ediciones, solo una mujer, Jane Campion, ganó la Palma de Oro?, y con únicamente una película firmada por una fémina en 1987 ? Un hombre enamorado, de Diane Kurys? abriendo la sesión inaugural. Pero para esta edición se anunciaba un ¡ vive la femme! en una especie de operación lavado de misoginia: chicas eclécticas en el jurado, Isabella Rosselini presidiendo la sección Un Certain Regard, y La cabeza alta de Emmanuelle Bercot en la bandeja de salida. Dices Cannes y se dispara la feria de las vanidades, ?Nüremberg cultural? , lo apodó J.G. Ballard, o el súmmum del chic francés, con su elegancia fría e indolente y sus mujeres n.º 5 que al envejecer no engordan y se permiten lucir arrugas, muslo y seducción con voz grave. ¡Ay del dress code, cuántos momentos sabrosos ha regalado a la historia de la indumentaria! Igual que aquellas neoyorquinas de los años setenta, me contaba Diane von Fürstenberg, a quienes prohibían entrar con pantalón en Le Cirque, y se lo quitaban raudas en el baño, cubriéndose mínimamente con la chaqueta de su esmoquin. Hoy, en París, los clubs eróticos más refinados exigen similar atuendo: hombres y mujeres deben ir bien calzados, ellas con tacones, ellos sin zapatillas ni chirucas. Pero Cannes no es un club de intercambio de parejas, aunque algo tenga de esa amoralidad cortesana. La polémica saltó el otro día cuando se publicó que alguien mandó al hotel a cambiarse las sandalias a un grupo de mujeres de cincuenta años que paseaban por la célebre alfombra roja. La dirección lo ha desmentido: ?El rumor según el cual el festival exige tacón alto para las mujeres en las escaleras que conducen al Palais des Festivals es infundado?, tuiteó Thierry Frémaux. En España, una mujer de sandalia plana, Rosa Maria Sardà, dio un golpe de tacones en el escenario de los Max y abrazó con su poderoso aliento a una profesión zarandeada y en precario. Y con su elegante esmoquin blanco hizo una butifarra a la política y a la patraña. A nadie se le ocurriría mandarla a ponerse tacones: hay mujeres que siempre son altas. No, mi teniente / Zaida Cantera Un teniente coronel de largo apellido, Isidro José de Lezcano-Mújica, le ordenó a la capitana Cantera: ?Te quiero como una secretaria de falda corta?, y le metió mano. Sus ojeras marcadas y su entrecejo hundido, en el Parlamento, daban fe de la gravedad del asunto, que el ministro Pedro Morenés trató con gran insensibilidad e injusticia. Podría entenderse como una buena noticia que el Ministerio de Defensa haya atendido la solicitud de abandonar el ejército de la ya excapitana y la retire con la pensión máxima. Una marcha atrás a tiempo, tras el rechazo ministerial a dar explicaciones sobre el acoso sexual en cuarteles y campamentos. Esta jubilación justificada puede parecer un broche final: con Zaida en casa, se acabó el problema. Pero, ¿y las otras Zaida? De postín / Cristiano Ronaldo Esta temporada no levantará ninguna copa, acaba de filtrarse el motivo de su ruptura con Irina Shayk , cada vez más pletórica, ?infidelidades y teléfonos móviles? y, para colmo, Save the children desmiente que el crack donase 7 millones de euros para ayudar a los afectados por los terribles terremotos de Nepal como se había publicado en numerosos medios. La oenegé también le agradece que ?haya usado su voz y su visibilidad global para sensibilizar sobre los problemas a los que se enfrentan los niños más vulnerables de todo el mundo?. Sin lugar a dudas un pase en bandeja que deberá de aprovechar, aunque pervive una doble cara en el marketing de la solidaridad: alardear de ello parece un renglón obligado para que lluevan más contratos. Vivir y pensar / Emilio Lledó Hace años que la filosofía cedió su lugar en la república del pensamiento a la empoderada economía, tanto en las cámaras representativas como en institutos y universidades. Malos tiempos para la lógica, la ética y la metafísica. Por eso el primer premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades, concedido estos días a Emilio Lledó, debe celebrarse. Él mismo lo hace, y no por vanidad sino porque demuestra que la filosofía sigue ofreciendo ?herramientas y bagaje para pensar de manera amena lo que uno acabe opinando. La filosofía, como el río de Heráclito, fluye con cada momento y nos enseña a interpretar la sociedad en que vivimos. La recomiendo ahora a cualquier joven más que nunca?. Sabia rebeldía contra el pensamiento único. (La Vanguardia)

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23 de mayo de 2015
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Dr. Barcelover

En una ocasión entrevisté al matrimonio Trias Arraut para este diario -en la campaña del 2007-, y le pedí a él que escogiera un verso de Martí i Pol, su autor preferido, para dedicárselo a su mujer. En su casa recitó: “Dona’m la mà / per fer camí/ cap al gran llac dels somnis, / dona’m la mà / hi ha un horitzó / que ens crida de molt lluny”. A lo que Puri le replicó entre risas: “Quizá podrías buscar otro, ¿eh, tío? ¡Qué cara tiene!”. El candidato a la alcaldía que se había jurado doce años de su vida dedicados a Barcelona ganara o perdiera , reconoció que enchufaba el verso siempre que podía, y que si alguien quería que le casara tenía que tragárselo. Y, a pesar de las risas, añadió: “Es que me emociona”. Porque el actual alcalde de Barcelona es de los que lloran en el cine, un abuelo cariñoso y entregado. Pediatra de carrera, al cabo de nacer les pasa a todos visita para acabar confirmando complaciente que están como una rosa. Se ha agrandado el retrato del hombre afable, del que cuando perdía las elecciones decía: “No, si caigo bien, ahora sólo falta que me voten”. Del que no sabe decir que no y acaba envuelto en asuntos como Can Vies o Ciutat Vella. Pero Trias es tozudo e inflexible cuando algo no le convence, y un hombre con un afinado sentido de la orientación: nunca se pierde, dice su entorno. Lo demostró cuando El Mundo publicó que tenía 12,9 millones de euros en Andorra y Suiza: “Mi única fuerza es la honestidad, y pienso actuar con toda la contundencia. Estoy harto de este periodismo que quiere hacer política y lo hace explicando mentiras”. Su estilo es propio de un señor de Barcelona, clásico aunque aspire a transmitir un toque de modernidad y soltura. En algunos hombres la afición por el diálogo se cuela por las solapas de la chaqueta; abren pecho, no se cruzan de brazos. Trajes azul marino y gris oscuro, sin variación, que flirtean con corbatas llamativas y unas gafas de pasta muy coquetas, italianas, de EPOS, su gadget de la campaña. Llega tardísimo a casa, pasada la una de la madrugada, seis días a la semana, aunque su vida no siempre fue la de un hombre hiperbólicamente ocupado que ha tenido que renunciar a tener perro. Hubo unos años, cuando su mujer estudiaba la carrera de Odontología de noche, en que cuidó de sus dos hijos pequeños. Su côté de hombre comprometido socialmente ha palidecido ante el activismo a pie de calle de las Colau y Lecha. Cuestionado por no latir más fuerte su sangre independentista, pragmático, pactista y ahora ­friendly -con el polémico modelo de smart city que ha querido potenciar-, ha abundado en su corazón socialdemócrata. El de quien ante una emergencia podría subirse con el maletín en la ambulancia, un Doctor Barcelover a quien Standard & Poors le ha dado matrícula de honor. (La Vanguardia)

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22 de mayo de 2015
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A pie de calle

Dice que ante el espejo ve a una mujer de 57 años con la historia que ello comporta. Y que de su rostro le gusta casi todo, también su cabeza por dentro. Respira el pálpito de la calle, bien alejada de los sillones verticales en despachos caoba, porque M.ª José Lecha es mujer de sentarse con las piernas cruzadas. Su olor preferido es a naranja y madera. Su planta, la retama; su color, aceituna; su canción, Cançó de fer camí, un poema de Maria Mercè Marçal. Define su estilo como “natural”, y no considera la política como un oficio. Lecha desprende las libertades anidadas en el pedaleo de asamblea y las movilizaciones plurales donde perroflautas, 15Mistas y demás nombres compuestos cuestionan la política con corbata. El ademán de Lecha es propio de quien no entiende de modas -ni quiere-. Desafía la hipermodernidad con sus camisetas de colores, la coleta que parece hecha sin mirarse en el espejo y sus gafas de pasta anaranjadas. Parece decir: “Lo que veis es verdad, aquí no hay dobleces ni caras B”, ni una imagen pública ni otra privada, aunque defienda a ultranza su derecho a la intimidad. Su compromiso social transpira bajo su fiel fular enroscado al cuello, con ese aire progre que le habrá ayudado a enfrentar protocolos melifluos en el hospital de Sant Pau. De su experiencia profesional habrá escuchado infinitas historias difíciles: “El dolor de los otros provoca empatía”, asegura. Si atendemos a su expresión, lo primero que se aprecia es que no abunda en tablas mitineras. No vende experiencia, sino convicción. Frente al discurso-rodillo habitual en campaña, ella a veces titubea, habla muy despacio -incluso demasiado para nuestros tiempos cardiacos-, y aun así comunica. Su tono es bajo, y ello contrarresta la radicalidad de su discurso, bien alejada del tópico de “la extremista dando gritos”. Pide más libertad en la calle -”las libertades que reivindico darían para llenar entrevista enteras-, incluso para quienes quieren vender su cuerpo. De las prostitutas ha aprendido “la dignidad en la exclusión”. Lecha creció en el barrio de Hostafrancs y ahora vive en Fort Pienc, popular en el mejor sentido de la palabra: “Que es peculiar del pueblo o procede de él”. Y no se cansa de repetir que huyó despavorida de una vivienda en la avenida Gaudí debido a la masificación turística que ahora combate políticamente. La suya es una política de boca a oreja, de escalera de vecinos y autogestión: de defensa de lo público y límites a lo privado. Una política reverdecedora, que recuerda aquella lección de Nietzsche sobre lo que en verdad importa de un árbol: la mayoría cree que es el fruto, cuando en realidad es la semilla. Pero las semillas arraigan difícilmente en el cemento. (La Vanguardia)

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21 de mayo de 2015
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A la suiza

Haber cumplido los 50, hace tan sólo dos décadas, marcaba a las mujeres a fuego; o mejor dicho, venía a ser algo así como el elixir de Lewis Caroll: las empequeñecía hasta hacerlas invisibles. Cualquier intento por validar su feminidad resultaba tan heroico como fuera de contexto, por lo que causaron sensación las pioneras que sortearon la edad sin perder cintura ni encanto, pero sobre todo habiendo alcanzado el poder. Hoy, cuando Hillary Clinton -que cumplirá 68- se presenta como candidata a la presidencia de EE.UU. o Aguirre y Carmena se disputan la alcaldía de Madrid sin ganas de jubilarse, las cincuentonas, hijas del baby boom se han plantado en la política con la misma naturalidad que sus colegas. Carina Mejías, que considera a Hillary uno de sus grandes referentes, sabe que la corrección es un grado, y que flaco favor le haría a su imagen si comportara alguna estridencia, porque ahí es donde suele hacer daño la tuitología. La imagen de las mujeres públicas continúa provocando comentarios de verdulería en los confidenciales, pero también en las tribunas. Trajes de corte ejecutivo al estilo Sheryl Sandberg -blazer y camiseta-, más pantalón que falda, apenas joyas, cara despejada, y los rictus precisos de la edad sin relinchos de botox. Una de las partes de su físico en la que más invierte es el cabello, con su melena mechada, de peluquería, que ha ido enrubieciendo,puede que para dulcificar el cartel o por cuestiones prácticas. Una mujer con aplomo, algo seca dicen algunos, estirada, que se muerde los labios, dicen otros. Ella encarna la moderación y la seguridad: “Arriesgar todo o nada no va conmigo”, ha dicho. Declara con orgullo que es hija de una familia tradicional -de padre militar y numerosa- y que ella misma ha constituido otra. Le pregunto qué entiende por ello, y sale por la tangente: “Una pareja con un proyecto de vida común”. Prefiere no autonombrarse feminista, “creo en la igualdad de oportunidades”. Su censura al burka fue una de sus grandes batallas. Su oferta política se basa en la prudencia, el legalismo -es abogada- y la experiencia -fue diputada en el Parlament por primera vez, por el PP, de la mano de Piqué-. Tranquilidad al frente de un buque que, ante todo, no quiere bandazos. Lo que me trae a la cabeza a Orson Welles, de quien se celebra el centenario estos días, que en El tercer hombre daba una taxonomía de la política: “Durante treinta años, bajo los Borgia, Italia sufrió guerras, terror, asesinatos… pero produjo a Miguel Ángel, Leonardo y el Renacimiento. En Suiza tuvieron amor fraternal: quinientos años de democracia y paz. ¿Y qué produjeron? ¡El reloj de cuco!”. Mejías podría ser una política suiza, cuya principal misión -dictada por su jefe, Albert Rivera- es la de aplicar detergente con lejía al cuco. (La Vanguardia)

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20 de mayo de 2015
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En palabras del poeta

No existen dos disciplinas más antagónicas en cuanto a la naturaleza del oficio: la política y la poesía. Sentirse llamado a hacer grandes cosas para mejorar el mundo, frente a la soledad desmañada de quien arranca pequeños sorbos de palabras con la voluntad de mejorar la cuartilla. Pero, a la vez, la larga tradición que las une demuestra que al político le empuja una impe­riosa necesidad, una fijación, de arañar algún verso para ennoblecer su discurso. Bien lo saben quienes los escriben: deben de ser certeros en su elección, en la procedencia del autor y su idoneidad. ¡Qué fatigados deben estar los espíritus de Cervantes, Machado, Espriu, Pla, Borges o Neruda, por citar algunos de los que no suelen fallar en las alocuciones de los cabezas de cartel! Con demasiada frecuencia los versos son pronunciados frente al atril, sea mitin o discurso solemne, como un pegote de silicona, un embe­llecimiento fútil que, lejos de provocar una corriente de electricidad entre la audiencia, de sentir el cosquilleo de las imágenes que el poeta sacó de su prodigiosa chistera, produce una sensación pretenciosa e incluso amarga. Aún recuerdo aquellos días azules que un bucólico Mariano Rajoy deseaba a todos los españoles: “Tendremos un mañana colmado de días azules y soleados”, voceó en un pueblo de Cá­ceres. Posteriormente, en una entrevista, Gloria Lomana le preguntó por su inusitada poética, y el presidente le explicó que había fusilado a Machado y Pessoa. Un retruécano imposible propio de un estudiante de secundaria: los últimos versos escritos por el poeta andaluz: “Esos días azules y ese sol de mi infancia”, fusionados con la saudade del portugués: “No sé lo que traerá el mañana”. En su último acto como alcaldesa, Ana Botella quiso también embellecer su verbo, y según las crónicas “tomó prestadas las palabras del poeta Joan Margarit para decir que ‘pese a todo y siempre, en los peores momentos, mi familia ha sabido hacerme misteriosamente feliz’”. ¡Qué extraña pareja: Botella y Margarit! Cuando los nuestros viajan fuera, salen preparados, a la manera de Artur Mas en una reciente conferencia en la Universidad de Columbia de Nueva York. Por un lado, tuvo buen gusto al elegir a un exquisito de la poesía norteamericana, Robert Frost, y su El camino no elegido, pero hizo de él una interpretación errónea. Se trata de unos versos populares, que conocen bien los universitarios, y que derraman un lúcido estoicismo: “Dos caminos se separaban en un bosque, y yo¿ yo tomé el menos transitado. Y eso lo ha cambiado todo”. El propio Frost advirtió de su trampa: no hay un camino más difícil que otro, son casi iguales, pero lo que hace la diferencia es la decisión que uno toma. Bien lo sabe Susana Díaz, que estos días no precisa sonetos, acaso de haikus, y que en su soledad errante habrá recordado aquel consejo que un día le diera su padre: “Niña, no te metas en política”. (La Vanguardia)

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18 de mayo de 2015
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Idealista y resolutivo

En algunos partidos, los profesores han recalado en sus filas con el pálpito de aunar realidad y utopía. “Soñar participa de la historia”, escribió Walter Benjamin, aunque también desaconsejaba relatar los sueños en ayunas para no delatarse a uno mismo mostrando su ingenuidad onírica. No significa ello que los profesores de ERC que han paseado la camiseta de número uno -Carod, Ridao, Junqueras, Terricabras¿- sean unos ingenuos soñadores que han cambiado las aulas por el cartel electoral porque las primeras no alcanzaban el tamaño de sus sueños. Hombres de cultura, que diríamos, y alguna mujer -menos- han participado de un proyecto impregnado de las cuatro barras como santo y seña: malalts d’amor pel seu país, petit. Alfred Bosch es un escritor, viajero, políglota y docente que cuando cumplió 50 años, en lugar de comprarse un coche más grande se metió en política. No admite que el revoloteo existencial fuera la causa de esa migración: “Siempre he creído que en realidad la política me eligió a mí, porque hoy se acerca más a la historia y la creación que a la transacción”. Hijo del Eixample, educado en un colegio británico, apasionado por África -escribió sobre Mandela, L’home-Deú- y recibió la bendición de José Manuel Lara, que editó sus libros, ambientados en la historia de los tiempos. Bosch considera a Maragall su principal mentor -nueve años a su lado colaborando en el proyecto olímpico- y a Dickens su referente literario. Sus críticos le reprochan que su escritura sea más de sentencia que de relato, de acción que de diálogo, de factura prieta más que expansiva. El joven Alfred ya soñaba con escribir. Lo atestigua servidora, cuyo conocimiento del candidato se remonta a los tiempos de l’AJELC (Associació de Joves Escriptors en Llengua Catalana), cuando la Generalitat organizaba los Jocs Florals para los chavales -un año, incluso Josep Vicenç Foix los entregó- y regalaba viajes como premio: “Me conociste en los dos años más prescincibles de mi vida”, apostilla. Ya lo decía Caballero Bonald, “quien recuerda, miente”. Alfred Bosch, con sus ojos azules de párpados caídos y obnubilados -”es lo que más me gusta de mi cara, esos ojos extrañamente bonitos que me ha regalado la genética”- y su pelo rizado, mostraba ya el talante de quien quiere llegar muy alto en la vida. Si Alberto Fernández tenía algo del rubio de los Pecos, Bosch lo tiene del moreno. Nunca ha acabado de encajar dentro de un traje, los lleva demasiado holgados. De vez en cuando se planta una corbata morada para no olvidar la vieja dama que descansa en su apellido político. Le pregunto por su estilo, y no responde con marcas ni prendas: “Idealista d’anar per feina”. De los que cuentan los sueños bien desayunados. (La Vanguardia)

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17 de mayo de 2015
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Sobre ruedas

Ser de los pequeños de una familia numerosa -el octavo de diez- puede imprimir un carácter entre tenaz y aventurero, y más con un padre militar de carrera que ganó una guerra. Los benjamines siempre acaban escuchando el final de la película, que los mayores se pierden, extraviados en sus fantasiosas urgencias. Pongo imaginariamente a Alberto Fernández Díaz frente al espejo, y su reflejo me devuelve una masculinidad rubia de sonrisa delgada y gesto como de acabar de comer un pomelo; una fusión del rubio de los Pecos con Sete Gibernau, ¿o es de Josep Maria Cullell con dos cuarterones de Antonio Gasset? A fuerza de observar los rasgos del candidato popular a la alcaldía -su mandíbula redonda, los lagrimales muy juntos, que traen un aire casi de ciencia ficción- el parecido con su hermano ministro se desvaneceen el dibujo, pero a la vez permanece en forma de sombra. Los hermanos poderosos siempre han sido codiciados, salvo en política, donde la sombra del nepotismo es heladora. En la gran pantalla, las pistas de Wimbledon o en una junta de accionistas son curiosos, invencibles, envidiables… como Warren Beatty y Shirley McLaine, Venus y Serena Williams o las Koplowitz. Pero en los partidos y las administraciones nunca vendieron bien: de los nefandos hermanos de Guerra a los oscuros deudos de Guindos o Mayor Oreja. Los Fernández Díaz simbolizan dos épocas diferentes, aunque comparten pertenencia y una infancia aragonesa. Más laxo en las formas, municipalista infatigable y pactista irredento, amable pero con prontos. “Tiene un lado visceral”, me cuentan desde su entorno. “Un exotismo que forma parte del paisaje, no chirría en el escenario. Y amortiza sus votos”, me describe uno de mis oráculos periodísticos. Su afición por las motos ha permitido disfrutar de lo lindo a los fotógrafos. Cuentan que, de joven, se pagó su primera Vespa encolando carteles de publicidad por las noches. Mira por dónde, ahora Varoufakis -más Ángel de Prada que del Infierno- universaliza la imagen del político motero por la que Fernández Díaz ha luchado tanto, llegando a presentar una propuesta municipal para que el carril taxi-bus también lo fuera de ciclomotores, y Harley, su pasión. Sempiterno cabeza de cartel pepero y veterano en el Consistorio, Alberto se ha mantenido incólume en su defensa de la ciudad. Hay bandoneón de tango en su historia: austero -vive en la misma casa desde hace 25 años-, forofo del Espanyol, y se casó el año olímpico con una vecina de la escalera, fiel al consejo de algunas madres barcelonesas: “Hijo, cásate con una chica de tu misma calle”: sorpresas, las justas. (La Vanguardia)

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15 de mayo de 2015
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El elefante, el rey y Pablo

Pablo Iglesias, ante el Rey Felipe VI en la Eurocámara, demostró cuatro cosas: 1) que cree en los marcos mentales; 2) que en política la llave es tener un buen relato; 3) que, lejos de ser corrupta, la metáfora es tremendamente esclarecedora; y 4) que va de listo. Según las teorías de George Lakoff, autor de No pienses en un elefante, los marcos de referencia son estructuras mentales que conforman nuestra forma de ver el mundo. No podemos acceder a ellos conscientemente, pero sí por sus consecuencias y a través del lenguaje. Por ejemplo: el elefante es un símbolo republicano en Estados Unidos, de modo que ningún demócrata debería de utilizar esta imagen si quiere expresar una voluntad de cambio social. La narración de Pablo Iglesias consistió, de entrada, en poner en escena un falso salto del protocolo porque en verdad todo estaba tácitamente controlado. El político de Vallecas había advertido al séquito real que entregaría un regalo a Felipe VI, y al no ir empaquetado todos supieron, escoltas incluidos, de qué se trataba. Aun así, la metáfora de Iglesias funcionó a la primera enviando dos mensajes: que el líder de Podemos, con la espalda de su camisa arrugada y su coleta progre, es osado, capaz de sorprender a la audiencia y traspasar la línea hierática del saludo; y dos, que con su ocurrencia trataba de darle una lección al monarca: ?Véala si quiere saber lo que pasa en política en su reino?. Juego de tronos, ese cruce hipster de Shakespeare y Tolkien ?basada en las novelas de George R. R. Martin, un escritor norteamericano de género fantástico de culto?, trata de las intrigas y luchas dinásticas entre diversos linajes por el control del Trono de Hierro del continente de Poniente. Nombres míticos para mirarse en el espejo de la ficción utiliza esa izquierda cada vez más pulida con piedra pómez a fin de rebajar su discurso antimonárquico hasta el punto de afirmar de que, si llegara al poder, trataría de convencer al Rey de que la (deseable) legitimidad le obliga a ser votado por la ciudadanía, por lo que debería someterse al refrendo popular. Hay momentos en que la escena política española parece no tanto una serie de moda como una nueva y soporífera entrega de ladrones y policías. El fango ha cubierto la gloria y la desafección ha barrido el respeto de antaño a los representantes públicos, muchos de ellos estafadores bicéfalos: mientras una cabeza hablaba de deber y responsabilidad a los ciudadanos, la otra se burlaba del fisco y abría la mano a la chita callando ?expresión de naturaleza inquietante?. El bipartidismo se ha convertido en porciones de quesitos que, del naranja al morado, alteran el pantonario que hasta ahora ha coloreado España. Por ello, un político experto en comunicación como Pablo Iglesias sabe que sólo a través de la empatía y de la construcción de nuevos marcos mentales podrá investirse de la credibilidad y del estilo propio necesarios para mover las ideas, esas grandes rocas que ni en sueños conseguimos arrastrar montaña abajo. (Icon)

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14 de mayo de 2015
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El Boomeran(g)
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