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Escrito por

Joana Bonet

Joana Bonet es periodista y filóloga, escribe en prensa desde los 18 años sobre literatura, moda, tendencias sociales, feminismo, política y paradojas contemporáneas. Especializada en la creación de nuevas cabeceras y formatos editoriales, ha impulsado a lo largo de su carrera diversos proyectos editoriales. En 2016, crea el suplemento mensual Fashion&Arts Magazine (La Vanguardia y Prensa Ibérica), que también dirige. Dos años antes diseñó el lanzamiento de la revista Icon para El País. Entre 1996 y 2012 dirigió la revista Marie Claire, y antes, en 1992, creó y dirigió la revista Woman (Grupo Z), que refrescó y actualizó el género de las revistas femeninas. Durante este tiempo ha colaborado también con medios escritos, radiofónicos y televisivos (de El País o Vogue París a Hoy por Hoy de la cadena SER y Julia en la onda de Onda Cero a El Club de TV3 o Humanos y Divinos de TVE) y publicado diversos ensayos, entre los que destacan Hombres, material sensible, Las metrosesenta, Generación paréntesis, Fabulosas y rebeldes y la biografía Chacón. La mujer que pudo gobernar. Desde 2006 tiene una columna de opinión en La Vanguardia. 

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La mujer que eligió vivir de los versos

En las historias de amor, el inicio determina la bacteria. El bicho que resistirá o sucumbirá entre ambos. La anatomía patológica que unirá dos almas y dos cuerpos. ?¿Cómo os conocisteis??, preguntamos a las parejas imantadas. Los detalles del origen, su encuentro en la vida justo cuando se estaban buscando sin saberlo, marcarán todo lo bueno y lo malo por venir. No es de extrañar que la bacteria que unió a Zenobia Camprubí y Juan Ramón Jiménez fuera imposible de erradicar, imbatible a cualquier desaliento, ya sean las penurias económicas, las languideces del poeta triste, el exilio o la enfermedad. Porque Juan Ramón se enamoró de su risa a través de un tabique. El que separaba la austera pensión donde vivía de la casa de los Byne, un matrimonio norteamericano amigo de la familia de ?la americanita?, como la apodaba Gómez de la Serna. Zenobia era hija del ingeniero catalán Raimundo Camprubí y de Isabel Aymar, descendiente de una próspera familia puertorriqueña. Las fiestas sociales consistían en una debilidad de aquella joven trilingüe, bien educada y tocada de una luminosa curiosidad que había estudiado en la Universidad de Columbia. Un espíritu libre cuya risa atravesó la pared del poeta, sumido en sus ensoñaciones. Días después fueron presentados en la Residencia de Estudiantes. Él reconoció su risa sonora. También reconoció a la mujer de su vida. Hay dos etiquetas que definen la personalidad de Zenobia: la de ?mujer moderna? y la de ?mujer en la sombra?. Que nadie crea que se logra ser el mejor poeta español, viviendo del verso y del caer la tarde, si no se es inmensamente rico, o no se tiene al lado un ángel. Zenobia ejerció de secretaria, traductora, representante y psicóloga de Juan Ramón. Se partió el pecho. Incluso le buscaba cursos y conferencias en universidades. ?La mera compra de unas pastillas de menta, una botella de jerez o un lápiz rojo para subrayar les hace felices momentáneamente? ( Pasé la mañana escribiendo de Anna Caballé). Casi 60 años después de su muerte aún seguimos tratando de desatar sus contradicciones. Como el hecho de que una de las pioneras del feminismo español, íntima de las Victoria Kent, María de Maeztu… (las mujeres del Lyceum Club Femenino fueron las únicas españolas con las que logró entenderse), aceptase plegar su personalidad y talento a los de su marido. Fue un amor supremo. Una entrega colosal. Lo escribió claro: ?El pusilánime, hipocondríaco, depresivo y neurasténico poeta se habría hundido en un pozo sin fondo (…) pero el día en que juntó su destino con el mío, cambió ese fin. Después de todo, yo soy en parte dueña de mi propia vida (?) En esta empresa nuestra, yo siempre he sido Sancho?. Juntos tradujeron a Tagore, Shakespeare, Poe o Shelley. Pese a todo ella sentía que ?sin una actividad razonable, por la noche se siente una como vacía de la propia personalidad?. Sobrellevaba con animosidad una vida nómada, aunque decía que en algunas ocasiones los dos, juntos, se despertaban sin saber en que lugar del mundo estaban. Sus diarios poseen un valor incalculable, y aún por reconocer. Fue la única mujer, junto a Rosa Chacel, que dejó un diario escrito de la vida y la literatura de mitad del siglo XX. Pero su figura siempre ha sido glosada en relación al poeta. Por ello, la exposición se ha inaugurado esta semana en Córdoba, Zenobia Camprubí, en primera persona, reconoce la enorme diarista que fue ?este otoño se publicarán sus hasta ahora inéditos Diarios de juventud?. La esperada reivindicación de la mujer que eligió fieramente vivir en los versos. Formas vividas / Daniel Riera Daniel Riera, uno de nuestros fotógrafos de moda más internacionales ?que ha heredado el aliento de Bruce Weber y la narración de Lindbergh? acaba de inaugurar expo en la prestigiosa galería neoyorquina Casa de Costa. The vivid language es una fascinante crónica de su romance con las formas, ya sean estas una mano abriendo paso entre vetas minerales, las pecas que salpican un hombro o un bloque de edificios a medio construir, captando el non-finito que nos rodea. Teléfono rojo / Elton John Sólo un exceso de ego puede hacerte creer que el macho caucásico de Putin llame a un gay para pedirle una conversación sobre los derechos de los homosexuales. Elton John, muy indiscretamente y por Instagram lo pregonó a los cuatro vientos en lugar de hablarlo antes con su marido. ?Si quiere que vaya a la celebración del orgullo gay en Moscú, iré?, le respondió al presunto presidente ante su invitación, sin pensar por un solo momento que le estaban tomando el pelo. Saludable carisma / Michelle Obama Qué inteligencia la de Michelle Obama, que lo primero que hizo al llegar a la Casa Blanca fue sembrar un huerto ecológico. Allí, entre tomateras y pimientos, encuentra escapatorias. Qué mejor lugar para llevar a los invitados, en vez de a un estanque con patos. El brazo tonificado de Michelle y el aún más musculado de Letizia apuntan no se sabe si a la lechuga o al pepino, pero con tanta determinación y simetría que su saludable carisma implosiona en foto. (La Vanguardia)

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19 de septiembre de 2015
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Mírame a los ojos

Estos chicos prodigio de Ciutadans, sin apenas pasado. Nacidos de la inquietud de un grupo de intelectuales que después de tantos libros y columnas decidieron escribir un partido político. Rivera, Villacís y ahora Arrimadas. Tienen algo de secta moderna: educados, fotogénicos, con másters en la Costa Azul y con una forma de hacer política más profesional que vocacional. Se entregan a fondo. Lo de JASP ?Jóvenes Aunque Sobradamente Preparados? es ya una antigualla, mejor invocar el espíritu startup o un perfil de community manager. Empecemos por su nombre, mucho menos apasionado que las colles de Junts pel Sí o Catalunya Sí que es Pot. Un enunciado sobrio que se presenta como un derroche de sentido común. La de un partido bisagra, aunque cargue por la derecha, evocando la moderada radicalidad lerrouxista. El fenómeno Rivera, aupado por un efecto reactivo ante Podemos, ha convertido al fenómeno Iglesias en una especie de Pussy Riot que le pide sexo salvaje a Mas. Pero el audaz Albert no da para todo, y tiene que repartirse el mapa entre sus cachorros. En un partido nuevo todo suena a nuevo, por eso que le llamen ?sorprendente? o ?inesperada? a la candidata de Ciutadans demuestra que la llamada generación tapón sigue insistiendo en repetir cromos. Ni caso. Ellos saben mirar de frente. Y hablar con un micrófono sin acalorarse. Como Inés Arrimadas, que cuenta con dos atributos colosales: es mujer ?la única en liza en el 27-S?, y es jerezana. De lo primero no se esconde, y eso que recibe piropos como si fuera Paula Echevarría. ?¿Le molesta que le llamen guapa o la niña??, le pregunto. ?No, porque no me llaman ninguna de las dos cosas?, responde por whatsapp. Internet lo niega. Y es que en política ha llegado por fin la apostura y el piropo. Decisiva es la resurrección de aquel viejo cartel de ?se requiere buena presencia? que los progres tanto detestaron. Arrimadas, con sus blazers entallados, sus pitillos, su melena estilo Inés Sastre y su tacón medio de cinco o siete centímetros, borda el código. ¿Marcas? ?Compro en todo tipo de tiendas. ¿Música? Rock. Lo de jerezana parece pasar más inadvertido; primero por su acento salmantino heredado de sus padres, aunque alguna ese se come. Dice que le gusta el sherry y que señoritos hay en todas partes. En cinco años ha aprendido un catalán corrientísimo ?que incluye fetges y jutges?, pero lo foráneo se le cuela en su falta de unidad fonética en las vocales y en las eses sonoras. A las ideas les añade una vocal: ideies. Por supuesto que la han llamado pija, ese adjetivo rabioso que se utiliza contra las mujeres bien perfumadas. Le pregunto por su perfume como quien pregunta por su equipo de fútbol: ?No llevo perfume?. A sus 34 años, tiene más horas de tertulia televisiva que de mitin de campaña. Mezcla el lenguaje político con el empresarial. ?No tenemos tiempo para perder más tiempo?. Dice que no es feminista, pero al interrogarla sobre el hecho de que sea la única candidata del 27-S responde como una de ellas: ?Estamos muy lejos de la igualdad real entre hombres y mujeres?. Habla rápido pero sin atropellarse, como hipnotizando a la audiencia. Y tiene un buen contraplano ?cuando la cámara te graba mientras estás escuchando o mirando las musarañas? en el que ella levanta barbilla, serena, con media sonrisa, sin ansiedad, mirando a los ojos de su interlocutor, copiándole estilo a la reina Letizia. Arrimadas es otra tímida que cruza la cuarta pared, feliz al saberse ?la candidata mejor valorada para presidir la Generalitat?, asegura. Una mujer que llora muy poco. (La Vanguardia)

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18 de septiembre de 2015
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Cámaras limpias

La balsa flota en el mar, a veinticinco kilómetros de las costas de Libia. Parece una isla poblada de terror y esperanza. Bocas abiertas y sonrisas desparramadas expresan su conmoción: están salvados, alguien les mira. Firmada por Massimo Sestini, es una de las fotos premiadas en el World Press Photo, que estos días se exponen en el COAM de Madrid ?y en noviembre en el CCCB de Barcelona?. Ha sido seleccionada entre otras muchas imágenes que reflejan la tragedia y el absurdo horror de la humanidad; la banalidad del mal, la barbarie y la desolación. Como la serie de una ejecución pública en Irán, a cuyo protagonista, antes de ser ahorcado, lo abofetea la madre de su víctima mientras su propia madre se suena la nariz con aflicción. O la foto de las batas a cuadros y las sandalias rojas que dejaron en casa las estudiantes nigerianas secuestradas por Boko Haram, de las que nunca se supo más. Hay lugar para algún destello de felicidad, como el que transmite la imagen ganadora del certamen internacional, Jon y Alex, que retrata a una pareja de hombres que se aman en San Petersburgo con una intimidad que no deja espacio para nadie, ni siquiera para la persecución que les amenaza. Pero en esa intimidad respiraba alguien más: Mad Nissen, el autor del disparo. El ojo que en otros escenarios permanece frente al cadáver caliente y siente hambre de puro miedo. Un fotorreportero, un periodista a pie de obra, es un soldado de la historia en minúsculas. No es extraño que en las películas tengan tanto éxito como personajes; héroes o antihéroes que ponen en peligro su vida en nombre de la verdad. ?Un periodista debe ser un hombre abierto a otros hombres, a otras razones y a otras culturas, tolerante y humanitario?, sostenía Kapucinski, en las antípodas del odio o la hostilidad. Por eso ha causado tanta repugnancia el vídeo de Petra Laszlo, la camarógrafa húngara que ha pateado el alma de un oficio, de su deontología profesional y su compromiso social. Gracias a alguien que cumplía admirablemente su trabajo hemos visto cómo, sosteniendo su cámara como si fuera una pesada pieza de artillería, Laszlo pateaba a una niña y zancadilleaba a un hombre con su hijo de siete años en brazos. Un hombre que no es peligroso, un padre muerto de miedo a quien hace llorar de humillación. Ninguna de sus cobardes excusas ha podido disculpar la traición a su casta. Día a día, desde el otro lado del periódico, del telediario y el móvil, miles de profesionales se juegan la vida por cuatro duros mientras comparten su botella de agua con alguna madre y sus hijos. Alertan, socorren, se compadecen, sin dejar de cumplir con su principal misión: ser nuestros ojos. Nuestra mirada. Que queremos limpia. (La Vanguardia)

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16 de septiembre de 2015
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Bailando

Ahí va otro hombre con cristales de diseño, ya son dos con Romeva. ¿A qué esperar para que Catalunya reivindique la capitalidad de la óptica contemporánea? ¿O es que ni Òptica Universitària se anima y los junta, con Baños y Espadaler, en una campaña tipo la de Gorbachov con las maletas Vuitton? La gafa de tendencia prendió en la política catalana en el 92, y ha dado para un amplio catálogo de masculinidades detallistas. La varilla de Iceta ?Tag Heuer? es roja, como tenía que ser, porque ni los socialistas ni Ana Patricia Botín entienden otro color que no sea el escarlata como complemento. Iceta es un hombre con tanto BUP a sus espaldas que nunca ha tenido que hacer las maletas. De fontanero a ingeniero ??cocinero?, dice él?, y ahora bombero: no hay cargo que, en 30 años, no haya desempeñado en el partido. ?Se parece a François Hollande en gay?, comentan unas señoras que van al antiguo Iradier; otras dicen que lo encuentran soso. En París, en un restaurante, se le acercó una comensal a pedirle un autógrafo: ?Madame, je suis un socialiste catalan…?, tuvo que responderle en su buen francés. Porque Iceta lee a Durrell en inglés y a Yourcenar en francés, con debilidad por su Opus nigrum yla rabia del saber del sabio Zenón que debe luchar contra prejuicios y supersticiones en los albores del Renacimiento. Claro que la opinión acerca de su sosería fue emitida antes del subidón de la canción de Queen. Con la gracia que tienen los rollizos cuando redondean la cintura y agitan las manos. Pasmado se quedó Pedro Sánchez, educado en el decoro madrileño. Cuando Iceta hizo temblar el entarimado, nadie podía pararle. Billy Elliot le llamaron en las redes. El político necesita adrenalina en campaña. Hacer cosas diferentes, ser trending topic, parecerle menos soso a las señoras del gimnasio. Le pregunto por teléfono, cuando va en coche a un mitin en Tarragona, si aquel bailoteo fue un momento loco de Priscilla, reina del desierto y me dice que no, que si hubiera querido hacer un guiño gay hubiera elegido a Gloria Gaynor y su I will survive. Mientras esperamos con impaciencia una lista más arrebatada, podemos escuchar la que ha hecho en Spotify: Elton John, Carly Simon, Carole King, James Taylor, The Carpenters… música melódica, agradable, clásica, de un hombre emotivo que llora en el cine y sueña despierto tras la ventanilla del tren. Acostumbra a decir que no es guapo, y que por eso cuida el detalle. Le pregunto por su perfume; otros preguntan por el horóscopo. A través de él adivinas el gusto por la densidad o la ligereza. El Jardín de Monsieur Li de Hermès, me confiesa un tanto esnob: ?Lo compré por el nombre?. No le llamen gauche caviar. Exceptuando las fragancias, no hay tanto artificio ni exquisitez en el socialismo catalán desde que se desinflaron los burgueses afrancesados. Iceta vende suavidad de formas y arrima el hombro del diálogo, extendiendo por pueblos y ciudades la bandera de la tercera vía ?que tanto irrita a ambos extremos?, la principal baza de la reconquista socialista de La Moncloa. Le pone ganas. Controla su discurso, retarda o acelera el ritmo. Busca a la velocidad del rayo un sinónimo para no repetirse. Disfruta hablando, y se nota. Apenas necesita gestos gracias sus inflexiones: algún arqueo de las cejas o pasarse el dedo bajo la nariz. Se sabe más a contra corriente que nunca, pero él es un optimista. Aunque en las encuestas los unionistas como él estén en franca retirada, él anuncia pactos, puentes, federalismos, fuera fronteras… y a relajar espíritus. Bailando. (La Vanguardia)

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15 de septiembre de 2015
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Aborto y perdón

Le pregunto a mi cuñado, el doctor Alfons Vergés, si el perdón del jubileo concedido por este Papa, improbable pero hallado, a las mujeres que han abortado es extensible a los ginecólogos. Vergés es un señor de la Bonanova, culto, humanista, que habla en castellano y catalán; una referencia en la ginecología española. A lo largo de su vida ha guardado los papeles que otros tiraban; rastrea y codicia archivos, colecciona publicaciones que, de 1600 en adelante, conforman una historia de la lucha para parir la vida. Y me responde con esta perla, que tan bien ilustra la relativización entre moral y contexto. ?En 1936, durante la República, el Parlament catalán aprobó una ley del aborto, firmada por Tarradellas, que se convirtió en la más progresista de Europa. Permitía la interrupción del embarazo por razones eugenésicas, éticas y sentimentales, de las que se encargaba, con exaltada literatura, de defender la conselleria: ?Aquellos que soñamos con una era de belleza no podíamos consentir la existencia de seres estigmatizados por las lacras de sus padres??. Pero la vida en los gabinetes de los ginecólogos transcurría de otra manera. El jefe de Ginecología del hospital de Sant Pau, el doctor Terrades Pla, contrario a practicarlos, le pidió consejo al obispo, estando dispuesto a renunciar a su puesto. Pero el prócer le pidió que permaneciera en él, intentando por todos los medios disuadir a la máxima cantidad de mujeres posible, ya que mucho más peligroso sería que otro médico sin escrúpulos ocupara su cargo. Por el contrario, en el hospital Clínic obedecía sin chistar el catedrático de Ginecología doctor Conill Montobio, quien, junto a su equipo, practicó muchos más abortos que los de Sant Pau. Pero cuando el franquismo se sentó en el trono deseoso de perseguir la amoralidad, el doctor Conill corrió hacia Roma, donde consiguió una audiencia con el papa Pío XII, al que confesó su pecado y declaró su arrepentimiento. Conill, que hacía pronunciar su nombre con acento en la o, regresó al Clínic con todos los honores de la venia papal mientras que a Terrades lo echaron de Sant Pau. Vergés guarda las cuartillas amarillentas del discurso que leyó Terrades, años más tarde, en el curso inaugural 1946-1947 en la Real Academia de Medicina, teñido de dramatismo: ?No es que aspirara a una medalla, porque no me seducen las vanidades humanas, pero sí a un reconocimiento leal de mi esfuerzo?. El médico atribuye su ?injusticia? a ?la pasión que emborracha los juicios tras una guerra intestina, sobre todo después de haber luchado desde dentro del sistema contra una ley (única el en el mundo) que era un baldón de ignominia para Catalunya?. Las historias de heroicidad fallidas zurcen la vida, igual que pesados fardos. Hasta que, un día, el jefe de la Iglesia actualiza la vieja frase de Terencio: ?Nada humano me es ajeno?. Y hace descarrillar tabúes. (La Vanguardia)

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14 de septiembre de 2015
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Los ?missing?

Las más analíticas los llaman fóbicos. Las despechadas, cobardes, mientras que las reincidentes los liquidan con un ?¡que te den!?. Es un clásico, el del hombre que escapa del amor de una mujer. De su complaciente risa y sus terribles esperanzas. Inmaduros, vanidosos, ególatras, narcisistas…, una interminable colección de adjetivos decora a quienes siguen interrogándose acerca de tan imprevisible comportamiento. Las de un señor ?a veces es decir demasiado? que de la noche a la mañana, sin mediar explicación alguna, ni besos de despedida, ni tan siquiera un cirio en la escalera, se esfuma. Deja de responder a los mensajes. Desaparece de los bares donde se enroscaba a tu cuello, no sin cierta molestia. De golpe, de la pasión a la nada. Las mujeres siempre quieren saber por qué. Hurgan, insisten, rebobinan una y otra vez la película del ?nosotros?, revisan los últimos mensajes, espían su horario por el WhatsApp? El deleite en el abandono es una de las experiencias más miserables del alma femenina, de la que, además, nadie quiere ser partícipe. Esa es otra de las consecuencias de haber dado con un missing. Que los amigos primero se compadecen pacientemente del lloriqueo, después pasan a cómplices en el asombro, pero acaban por no poder soportar la cansina ira y la depresión. A mis amigas víctimas de un missing suelo recomendarles que aflojen objetivos en la vida. Que tomen el sol, disfruten de buenas conversaciones, beban vino y sientan las cosquillas de la brisa sobre el pecho. Poco más. En un pasaje de El halcón maltés, Dashiell Hammett cuenta por boca del detective Sam Spade el caso de una mujer que le encargó buscar a su esposo, desaparecido de un día para otro sin dejar rastro. Cuando por fin lo encuentra, él le explica por qué un buen marido y padre, un hombre de negocios de éxito, lo deja todo de repente: un accidente afortunado le hace sentir ?como si alguien hubiera levantado la tapa que cubre la vida, permitiendo ver su mecanismo?. El azar sacude su existencia. Y decide empezar de nuevo. En España hay decenas de personas que desaparecen cada año sin que se vuelva a saber de ellas: 3.496 desde 1977, año en el que se contabilizan los dos primeros casos aún sin resolver de la democracia. Dejando de lado los sensibles casos criminales, queda una importante cantidad de voluntarios mutis. Los datos oficiales presentados en una respuesta del Gobierno a una pregunta planteada en el Senado por familiares señalan que la gran mayoría de los casos (cerca del 90%) se resuelve a lo largo del primer año y que el resto difícilmente se cierra. Los hay que se dejaron en casa al salir hasta la documentación en la cartera. Su silencio, tanto en los hombres fóbicos como en los halcones malteses, es una conquista sin respuesta. (La Vanguardia)

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9 de septiembre de 2015
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Más blanco, imposible

Donald Trump encarna al hombre blanco. Y de qué manera. Un blanco de los de aquí te espero, morena. Tan blanco que te reconcome el deseo de pertenecer a cualquier otra raza con tal de no compartir su blancura impoluta, que incluso prende de sus corbatas de hombre blanco: lampantes sedas azules y rojo cardenalicio que luce como sólo lo consiguen los ricos aburridos de ser tan ricos. En él, que ha alcanzado la mayor de sus vanidades al aspirar a ser el candidato republicano a la presidencia de los EE UU, reverberan lejanos ecos de la supremacía blanca amamantada por la teta del odio. De algunos diálogos de La cabaña del Tío Tom a las palabras que, hace más de 170 años, el jefe indio Nohan Sealth envió al presidente Pierce: ?El hombre blanco no comprende nuestro modo de vida. La tierra no es su hermana, sino su enemiga, y una vez conquistada, sigue su camino, dejando atrás la tumba de sus padres sin importarle (?) Trata a su madre, la Tierra, y a su hermano, el firmamento, como objetos que se compran, se explotan y se venden como ovejas o cuentas de colores?. Parecen escritas para él: cambiemos ovejas por acciones y casinos. Como los de Atlantic City, que tantos adictos ha alumbrado. Hoy Trump monta su circo en la América profunda y en la superficial. Dice: no se mezclen, señores. Ni café con leche, ni azafrán. Arrufen la nariz cuando pase un sucio mexicano por su lado porque podría robarle, pasarle una papela a su hijo o follarse a su mujer. Desconfíe de los parias. Contribuya sin mariconadas a levantar un mundo de primera clase y otro low cost y, aunque sea pobre como las ratas y viva en un chamizo con goteras en Detroit o Filadelfia, vóteme a mí que soy el único que puede sacarle de la miseria porque no necesito la política para medrar dineros ni influencias. Lo tengo todo: seis helicópteros, tres divorcios. Hago y digo lo que me sale de la polla. Humillo a mis adversarios, como Hillary Clinton ?¿cómo vamos a confiar en ella si no supo satisfacer a su marido, que acabó encontrando la alegría en el vestido azul de una becaria??. En los primeros posados con su segunda mujer, Ivana Trump (nacida María Zelnícková), que siempre salía en las fotos desternillada de risa, Donald ya había heredado el negocio familiar, que amplió con pericia y suerte. Entonces, Donald empezó a peinarse hacia adelante con tal determinación que acabó trayéndose el cogote a la frente. Reinventó el flequillo, desafiando su caída natural, a fin de lucir un pelazo descomunal en los primeros planos que, de no tener manía a los latinos, hubiera podido competir con el de José Luis Rodríguez El Puma. Porque, además de con su condición de hombre blanco multimillonario, cuenta con otra baza a su favor: su pelo. Esa frondosa melena de sueco que ha ido enrubeciendo hasta un deslumbrante platino que lo acompaña en sus posados intensos, cuando mira a la cámara como si acabara de leer a Kierkegaard. Trump quiere representar la quintaesencia de la masculinidad a las puertas de la setentena. Achina los ojos, echa el cuello hacia atrás con un profesional maridaje de prepotencia e indolencia, y enardece a las almas errantes de los patriotas que se quedaron sin Dios ni ley cuando un mulato de Hawái que parece que sólo haya viajado a Kenia para ir de safari se convirtió en piloto de la nación. Donald Trump es un radical que habla de sí mismo en tercera persona. ?Haremos a Estados Unidos mejor de lo que ha sido nunca?, promete, dispuesto a levantar el Muro Trump: ?Debe de ser bonito?, acaso lo sueña de mármol travertino, como sus torres. Su currículo es la verificación de que el sueño americano no siempre se desvanece con el despertador, resuelto a convertirse en pesadilla. (Icon)

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8 de septiembre de 2015
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Infieles y honestos

Si mi esposo llegara a casa del trabajo y me dijera que alguien encontró mi nombre entre los datos revelados, sería honesta con él?. Leí estas declaraciones en la web de la CBS a propósito del escándalo de Ashley Madison, el portal de la cornamenta. Qué formidable la utilización de la palabra honesta, pensé; un oxímoron implícito que redondea con un ?hasta que no me pillen no confesaré?. Porque sólo entonces, cuando el estropicio de platos sucios le caiga encima, enseñará la pata de su honestidad, la que ha guardado entre barrotes durante sus flirts. Ah, la maltrecha honestidad de las parejas que andan estos días entre reproches y tribunales, habiéndose enfrentado a la temida hora de aceptar la traición, esa punzada que siempre había les ha frenado. Hasta que surgió la moda de las redes sociales para infieles en una absoluta relativización del asunto. Pero esa especie de Starbucks de las relaciones libertinas, una marca que en poco más de una década se ha hecho global y ocupa titulares por ser un negocio tan polémico como lucrativo, no ha sido capaz de mantener su garantía última y ha derrapado ?y de qué manera? al vulnerar su propia razón de ser: el secreto. Los piratas que hackearon este verano 10 gigas de información sensible con miles de nombres y datos de sus promiscuos clientes podrían ser tanto guardianes de la moral como aguafiestas dispuestos a demostrar que si se puede llegar al corazón de la mismísima CIA también es posible hurgar bajo sábanas clandestinas. El mapa de la infidelidad, que sitúa continentes, países, ciudades y pueblos con su aritmética comparada ?del fogoso Brasil al sorprendente Vic, donde el 91,5% de los adúlteros son, cumpliendo con el tópico, hombres?, ha producido auténticos daños existenciales. Se investigan dos suicidios en Canadá, y cientos de promiscuos homosexuales tiemblan anticipando las consecuencias en Arabia Saudí o Turquía. Según los datos de la compañía, los españoles somos los más infieles de Europa. No en vano aquí uno de sus eslóganes entró con fuerza: ?La vida es corta. Ten una aventura?. No hace falta que hagas parapente ni puenting, basta con ofrecerte en bandeja sexo sin compromiso sin que alteres el guión de una vida familiar encajada con años de sudor y resolución. Una de las cuestiones de raíz en este asunto sería la de analizar el éxito sin precedentes de una compañía que nace dispuesta a relajar costumbres, endulzar éticas y expropiar culpas. Y que incluso quiere hacer pedagogía para que la pareja no se entienda como posesión sexual exclusiva ?eso que siempre hemos entendido como compromiso?. Neil Biderman, ex consejero delegado de la compañía, también se hallaba entre las listas aunque alardeara de ser un marido ejemplar. Acaso quería comprobar lo bien que funcionaba su invento y conocer mejor a su clientela. O puede que tan sólo quisiera buscarse a sí mismo.

(La Vanguardia)

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7 de septiembre de 2015
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Mujeres de risa gruesa

La memoria es reptil y aérea, gusano de seda y crisálida. Por mucho que la cortejes, su testarudez te impide lustrar algunos pasajes que arrincona como unos zapatos viejos. Los mismos que recuerdo con extraordinaria nitidez en la entrada de la casa de Isabella Rossellini en Long Island. Ocho pares de zuecos azules, de diversos tamaños, en su cabaña de madera rojiza de Bellport, un pueblo de pescadores donde la actriz me recibió hace quince años con motivo del lanzamiento de su perfume Manifesto. Fui tan afortunada que incluso me sirvió la comida en una vieja cocina llena de libros: ensalada de tomate y mozzarella y pollo empanado. La de los zuecos es la imagen más diáfana que conservo, acaso porque me sorprendió que aquella mujer que nos había entusiasmado por su personalidad, su belleza sin plastificar y su Blue velvet, tuviera un guirigay de suelas desgastadas en la entrada de su casa. También conservo algunas palabras. Las que tienen que ver con sus fantasmas, a los que les había dedicado su libro Some of me: ?A mis fantasmas?. ?¿A quiénes se refiere??, le pregunté. ?Son mis padres, que a menudo se me aparecen, discutiendo sobre mi vida?. Este verano fui a ver a la Rossellini en Madrid. Representaba Green porno, un monólogo lleno de gags sobre la sexualidad de los animales (no en vano es doctorada en Entomología). ?¡Cómo sigue pareciéndose a su madre!?, comentaba la gente, aunque a ella la genética italiana le otorgue una resolución menos misteriosa. ?En verdad tengo el carácter de mi padre, mi madre era muy tímida. Siempre me decía que le gustaba ser actriz porque se encontraba muy cómoda haciendo de otra persona. Yo me relaciono bien con los demás. Para mamá, en cambio, era muy difícil?, zanja ella. Ingrid siempre fue una mujer de media melena dispuesta a vivir como ella misma decidiera. Una actriz de inmenso talento cimentado en la certidumbre de crecerse cuando interpretaba. Introvertida, siempre siguió el consejo de Hitchcock cuando rodaron Recuerda: ?Ingrid, ¡finge!?. También fue una actriz rebelde, en perpetua busca de retos creativos. La carta que cambió su vida decía así: ?Señor Rossellini: he visto dos de sus filmes y me han gustado mucho. Si necesita una actriz sueca que hable inglés perfectamente, que no ha olvidado el alemán, a quien a penas se entiende en francés y que en italiano solo sabe decir ?ti amo?, estoy dispuesta a acudir para hacer una película con usted?. Fueron seis largometrajes, tres hijos y una pésima reputación. El matrimonio con Rossellini entraría en crisis tras una década. Luego vendrían Renoir y Bergman y los Oscar por Anastasia y Asesinato en el Orient Express. Hasta que el cáncer la derrotó, siguió cortándose el pelo. Amó, vivió, rió y, como su hija Isabella, desafiaba la estupidez, defendía la naturalidad y le bastaba un leve parpadeo para provocar un nudo en el estómago. Tanto monta? / Mario Vargas Llosa e Isabel Preysler

Es bien sabido que las actrices y modelos no buscan escritores sino empresarios o futbolistas como pareja; prefieren gastar dinero que verse convertidas en personaje literario. Además, en España la literatura no parece tan sexy como en las Américas donde hubo parejas literarias de relumbrón empezando por Arthur Miller y Marilyn Monroe. Era de esperar que una relación como la de Mario Vargas Llosa e Isabel Presley creará corrillo y adicción. Algunos periodistas incluso se permiten darle clases al Nobel de cómo comportarse con los paparazzi. Cuentan en su círculo que antes del verano, en una suite de un hotel madrileño, les dijo a sus secretarias: ?Por favor, cancelen mi agenda de todo el año. Estoy enamorado?. No podía ser de otra manera. Y las supermodelos / Peter Lindbergh

Con su pañuelo de pirata anudado en la cabeza y su don para explicar historias a través de la moda, el fotógrafo Peter Lindbergh reúne de nuevo a las top models que inmortalizó en 1990 para Vogue USA en la que sería la portada más imitada de la historia. Cindy Crawford, Helena Christensen, Tatjana Patitz (sonada ausencia la de Naomi Campbell) muestran,camino de los cincuenta, que la belleza es una idea mental y un estado de gracia. 25 años después, han titulado la sesión The return ( El retorno), aunque nunca se han ido, consiguiendo convertir su nombre en marca personal, además de icono para una generación de mujeres que nacieron en un mundo antiguo y crecieron en un mundo nuevo. Lindbergh, a sus 70, sigue emulando a Capa en sus fotos de moda: siempre muy cerca de la lente, abrazándola. Volver a empezar / Carlos Herrera

Taurino, cantarín y sin pelos en el rostro encaró esta semana su debut en la Cope entrevistando a la mismísima España en seis horas de radio. Tiró de agenda hasta la raíz y llamó para darle los buenos días al mismísimo Juan Carlos I, a quien le hizo de costalero en sus peores procesiones. No podían faltar José María Aznar, Pedro Sánchez, Francisco Rivera, Mariano Rajoy, ni sus ácidos contertulios. Hubo declaración de principios: ?A favor de los lunes, contra todos los viernes, contra la mantequilla y los camastrones?. Herrera, que habla catalán en Triana, se abre la camisa a la manera de esos hombres del sur que miran a las personas como si desprendieran un calor insoportable. Al veterano de las ondas le espera un septiembre frente a un micrófono en el que le será fácil plañir y empatizar.

(La Vanguardia)

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5 de septiembre de 2015
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Retrásame la muerte

El verano es tan arrogante que, cuando se desliza hacia el otoño, nos sume en una especie de anticlímax como si hubiéramos extraviado aquello que en verdad buscamos. Nada más guardar las alpargatas, se nos emborrona la hoja en blanco. Porque aquella lucidez con la que resolvimos nuestro futuro en las tardes de siesta y arena en que lo veíamos todo tan fácil y claro se enmadeja tan pronto la vida vuelve a darle al on. ?Maquinaria es una palabra que utilizáis mucho los periodistas?, me decía un amigo. Es cierto, a menudo acudimos a la imagen de la máquina o el motor para representar el sistema como energía en movimiento. Pero existen otros tiempos encapsulados, en los que de nada sirve lo que hasta ahora valía, tiempos ajenos a la maquinaria que ruge entre torres de cristal donde el dinero da volteretas en el aire. Un minutero ajeno a los conflictos del mundo, incluso a las costumbres burguesas. Me refiero al tiempo del dolor. El que se escupe en vacaciones como una espina del pescado. Acaba agosto y he llegado a casa con una maleta de libros sobre el dolor y la enfermedad. No me pregunten por qué. Hace unos meses, Joan Tarrida me recomendó Ser mortal, del cirujano Atul Gawande, que arranca con una magnífica interpretación de La muerte de Iván Íllich, el paciente al que le atormentaba que lo engañaran. ?Nadie lo compadecía como él deseaba que le compadecieran?, escribió Tolstói. Al cabo de dos meses, un amigo ?exhipocondriaco, igual que yo? se lamentaba de la escasa literatura existente sobre la dolencia. ?Lee a Anatole Broyard, Ebrio de enfermedad? (La Uña Rota), me animó. Fue un descubrimiento: un libro escrito en estado de gracia que regala comprensión sobre la enfermedad con sus chispazos de lucidez y de locura, con la caída de los yos y los prejuicios. ?Veía en mi enfermedad una visita a un país tumultuoso, más o menos como la China contemporánea. Me la imaginaba como una aventura amorosa con una mujer que me exigía hacer cosas que yo no había hecho nunca?. Con Broyard bajaba a la playa, con Susan Sontag y Philip Roth, cerraba las contraventanas. Y de fondo el bolero recordándote los placeres sencillos: ?Regálame esta noche, retrásame la muerte?. La salud es lo primero, nos decimos, y, para quien consigue sortear la espada de Damocles, tener plena conciencia de estar vivo puede ser ?un orgasmo permanente? (Broyard). Leer sobre el dolor es casi un sacrilegio entre aceite de macadamia y turquesas, pero cuán saludable es quitarle arrogancia al verano. Oliver Sacks, que representó el ideal de médico empático para cualquier paciente, murió en agosto. Pero antes dejó escrito con bella eficacia el punto final de quien tan bien supo vivir y morir: ?Gracias?. (La Vanguardia)

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2 de septiembre de 2015
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El Boomeran(g)
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