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Escrito por

Iván Thays

Iván Thays es escritor peruano (Lima, 1968) autor de las novelas "El viaje interior" y "La disciplina de la vanidad". Premio Principe Claus 2000. Dirigió el programa literario de TV Vano Oficio por 7 años. Ha sido elegido como uno de los esccritores latinoamericanos más importantes menores de 39 años por el Hay Festival, organizador del Bogotá39. Finalista del Premio Herralde del 2008 con la novela "Un lugar llamado Oreja de perro".

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Mordzinski en el Salon del Libro de París

Como ya comenté ayer, el Salón de Libro de París que empieza mañana rendirá un homenaje a la literatura mexicana y ya se han movilizado a esa ciudad más de 40 escritores mexicanos (si pasan por St Julien de Pauvre, por favor, pongan una gardenia marchita en la puerta del Hotel Esmeralda por mí). Habrá varias presentaciones de libros, pero uno en especial me llama atención: se trata de una edición de Gallimard, con prólogo de Le Clezio -ni más ni menos- y el poeta Homero Aridjis, que incluye las geniales fotografías de Daniel Mordzinski (quien estuvo un tiempo largo en México tomando fotos a toda la lista de 44 autores) y textos del recién estrenado padre Gastón García. El tándem maravilla del Bogotá 39 aceitado y puesto a funcionar de nuevo. ¡Daniel, guárdame un ejemplar por si un día vuelvo a París! (pero no volveré). Aquí les dejo tres fotografías de la edición a manera de aperitivo:Ignacio Padilla. Fuente: Daniel Mordzinski Guadalupe Nettel. Foto: Daniel Mordzinski Carlos Fuentes. Foto: Daniel Mordzinski



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11 de marzo de 2009

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César Silva Santisteban, premio John Barry

César Silva Santisteban. Fuente: moleskine Una buena noticia de la que me enteré hace poco (a diferencia de algunos que andan por aquí, ejem, ejemo, el autobombo no es una virtud del querido César) es que el narrador peruano César Silva Santisteban ganó en setiembre del año pasado el prestigioso John Barry Award for New Fiction in Spanish por el cuento titulado "Anatomía". César, quien tiene un estupendo blog que lamentablemente no actualiza demasiado, publicó en el 2004 un libro titulado Fábulas y antifábulas en la fenecida serie Ficciones del Fondo Editorial de la Universidad Católica. Actualmente, estudia un master en Creative Writer en la Universidad del Paso. El cuento ganador es extraordinario, algo que no sorprenderá a quienes han seguido su trayectoria que incluye, por cierto, la poesía. Les dejo los primeros párrafos:?Los cadáveres frescos están allí detrás?, dijo el loco Vizcarra. Se refería a lo que nosotros llegamos a conocer como La Bañera, un sitio siempre húmedo donde se apilaban los cuerpos para que, en orden de llegada, limpiaran sus venas y arterias de sangre y, a cambio, las empaparan con formol diluido. Aquel comentario no venía a cuento y, como tal, lo ignoramos. Quizá se debía a los nervios, pero lo último que se nos hubiera ocurrido es que el loco tuviera miedo. Estrambótico, cínico y tosco en casi todo lo que decía y hacía, Vizcarra en el fondo era un tímido que se relajaba de sus aprensiones mediante la provocación. Estábamos dentro de la facultad de Medicina y eran las dos de la mañana de un viernes de octubre. Nos habíamos escondido seis horas atrás en el Jardín Botánico, frente a Farmacología, y tuvimos que soportar el paso del tiempo debajo de unos pequeños robles antes de salir de allí. Calculamos que cada uno de los guardianes estaba en esos momentos muy lejos, apoltronado y adormilado en una de las cuatro casetas próximas a los portones de metal que daban a las calles laterales y a la avenida Grau. Por suerte, no anduvimos con problemas. La luna estaba linda, lo más parecida al borde convexo de una uña. Varias nubes cubrían la mayor parte de estrellas y, para la época, no se dejaba sentir mucho frío. Caminábamos evitando los faroles, apartados de las aceras, pegados a los muros de los distintos edificios y ensombrecidos aun más por los ficus, los arces y las casuarinas. Al cabo de unos minutos por fin llegamos hasta el anfiteatro de Anatomía. La puerta trasera estaba con candado, pero eso no representó ningún problema para el flaco Subauste, cuyo abuelo se había ganado la vida como cerrajero y con el cual había aprendido desde muy chico a limar llaves y a soltar los cerrojos con ganchitos para el cabello. Le tomó un par de minutos debido a la oscuridad, ya que habíamos decidido no encender las linternas allá afuera. ?Listo?, dijo el flaco. ?Apúrense.? Y a su orden entramos los otros cuatro: Vizcarra, el sapo Vásquez, Silva y yo; el flaco nos siguió en cuanto hubo puesto de nuevo el candado en su sitio. (...)Para leer el cuento completo, hacer clic aquí.



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11 de marzo de 2009

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Bolaño vuelve a escribir

Roberto Bolaño. Fuente: elversoclandestino Esto es lo de nunca acabar. Cuando parecía que todo lo que Roberto Bolaño había dejado inédito había sido ya publicado (luego de que su albacea literario, el serio Ignacio Echevarría, buceara por todos sus archivos, documentos y disco duro por pedido expreso del mismo autor antes de su muerte) por Anagrama, de pronto los deudos de Bolaño cambian de agente literario (ingreso estelar en la literatura latinoamericana del chacal Andrew Wylie) y empiezan a aparecer no una sino dos novelas inéditas, además de diarios e ingentes cantidades de poemas. Es decir, habrá que exprimir a Bolaño hasta las últimas gotas. Pero ¿dónde estaban escondidos estos manuscritos y por qué no se los mostraron a Ignacio Echevarría? Las dudas empiezan a corroer el estado de ánimo de todos los amantes de Roberto Bolaño. La aparición de un inédito debería ser siempre una buena noticia para los fans de su autor. Pero no veo demasiadas caras felices respecto a esta noticia, por cierto. Dice la nota en la revista Ñ:Bolaño falleció el 14 de julio del 2003. Cinco años después, el enorme puzle que constituye su archivo empieza a revelar sus tesoros. Su legado es el espejo de quien siempre escribía varias historias a la vez y desplegaba y replegaba sus relatos como cajas chinas, estructuras en vórtice, relatos yuxtapuestos. Hay notas manuscritas con los personajes que quince años más tarde emergerían en 2666. Y poemas que coinciden con sus narraciones, como El Gusano de Llamadas telefónicas. También hay diarios - de México, de Barcelona-, en cuyas hojas casi siempre aparecen operaciones aritméticas, quizás su contabilidad del número de líneas escritas o por escribir, y junto a anotaciones y reflexiones, la anotación de su menú del día. Además de El Tercer Reich, la novela inédita anunciada por el agente Andrew Wylie, hay otras dos novelas, Diorama y Los sinsabores del verdadero policía o Asesinos de Sonora. El estudio del archivo Bolaño se realiza a efecto de catalogación e inventario y el único texto sobre el que existe por ahora la decisión de publicación es El Tercer Reich, inspirado en uno de esos wargames por los que Bolaño tenía - según confesión propia-una inexplicada debilidad. El escritor solía escribir primero a mano y después pasaba el texto a máquina. En 1995 se compró su primer ordenador y antes de morir llegó a tiempo de transcribir en formato digital unas 60 páginas de las 350 mecanoscritas, lo que indica su voluntad de dar por concluida la novela. Sucede en la Costa Brava, donde Udo Berger, campeón de juegos de rol alemán, tras cruzarse con personajes siniestros, libra una partida a muerte con el enigmático y desfigurado Quemado.Otras cosas que han encontrado en los mecanoscritos, según la nota, son páginas de diarios (que incluye una invectiva absurda contra García Márquez, al que compara con José Santos Chocano), muchísimos poemas y un bloque de lo que podría ser una continuación de 2,666:Entre el laberinto de borradores, hay una versión más reducida de Los detectives salvajes y un bloque homogéneo, que podría considerarse la sexta novela de 2666.El escritor dejó en una nebulosa por qué Amalfitano, el especialista en la obra de Benno von Archimboldi, abandonó Barcelona para ir a dar clases al fin del mundo, a Santa Teresa (trasunto de Ciudad Juárez), "un oasis de horror en medio de un desierto de aburrimiento". En el mecanoscrito hallado ahora se desvela el misterio de su fuga, un motivo sorprendente que explica muchos cabos sueltos del personaje, y que adquiere, así, a la luz de este texto, nueva dimensión. Entre los papeles, destacan por su abundancia los poemas inéditos dejados por el escritor. Bolaño fundó en México, entre 1975 y 1976, antes de trasladarse a Barcelona, el movimiento infrarrealista. El texto de presentación del grupo, Déjenlo todo, nuevamente. Primer Manifiesto del Movimiento Infrarrealista, fue obra del escritor chileno, con tono de posvanguardia y anunciando ya su realismo visceral: "Cortinas de agua, cemento o lata, separan una maquinaria cultural, a la que lo mismo da servir de conciencia o culo de la clase dominante", y donde el poeta es "héroe develador de héroes, como el árbol rojo caído que anuncia el principio del bosque", pues "soñamos con utopía y nos despertamos gritando". Otra parte del archivo la forman los diarios. Los más importantes son los que abarcan hasta 1980, momento en que Bolaño se traslada de Barcelona a Girona y después a Blanes. La caja que contenía los manuscritos antiguos quedó olvidada y sólo ha sido abierta ahora para el inventario. Muestran que la capacidad creativa de Bolaño era pasmosa: escribió desde textos sobre una virgen ninfómana de Barcelona hasta una sátira desternillante con el torero Fran Rivera como personaje. El escritor tenía un inmenso orgullo literario - no confundir con vanidad-, una férrea confianza en sí mismo, asombrosamente llevada al límite en condiciones adversas. Fue un chileno de pelo greñoso que vendía bisutería para turistas en Blanes y que, aún sin obra publicada, tenía la osadía de despreciar no sólo a los literatos establecidos en su oficio como en una carrera burocrática o como competidores para encaramarse a las listas de más vendidos, sino que marcaba distancias con los grandes de la generación anterior. Siempre respetó a Cortázar, Borges y Bioy, y aun reconociendo, como lector, la grandeza del García Márquez de El coronel no tiene quien le escriba o de la catedral literaria de Vargas Llosa, su necesidad de encontrar la audacia y la inventiva para distanciarse de los escritores del boom le hacía decir, como boutade, frases de este tenor: "García Márquez a mí cada día me resulta más semejante a Santos Chocano o en el mejor de los casos a Lugones".



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10 de marzo de 2009

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Con los ojos abiertos

carátula del libro. Fuente: MoleskineMaldita sea. Lima, Editorial Planeta. Julie de Trazegnies.MIRAR AL MUNDO CON LOS OJOS ABIERTOSParafraseando a Goya (?el sueño de la razón engendra monstruos?) podríamos decir que no es la fantasía sino la realidad la que engendra terribles monstruos. Quizá no estaba tan equivocado el crítico (por lo general, muy versátil en el error) que consideró que la colección de relatos de Julie de Trazegnies Maldita sea era un libro de cuentos de horror. Pero no el horror fantástico sino aquel que nos enfrenta al más temible monstruo de la realidad que respira en nuestros oídos: la muerte. La muerte, ya sea directa o indirectamente, es la definitiva protagonista de cada uno de estos cuentos. Pero la autora no ha querido ver a la muerte como un enigma indescifrable; el enigma indescifrable somos los seres humanos. Por eso, la pregunta crucial a las que nos enfrentan sus relatos de manera terrible e insistente no es ?¿Por qué morimos?? sino ?¿Quiénes somos?? o más precisamente ?¿Quiénes somos nosotros, los que vamos a morir tarde o temprano?? Hay dos cuentos paradigmáticos en ese sentido, las dos puntas de la misma línea, que funcionan a manera de espejo. El primero, titulado ?Sin retorno? (una de las historias más perturbadoras que he leído últimamente), presenta a una mujer que de un momento a otro pierde su identidad. Ella ha ido de viaje con su esposo luego de la pérdida de un hijo, tratando de recuperar la relación o de despedirse adecuadamente, pero las cosas no parecen estar funcionando. En un momento, aligerada por el vino, la protagonista no soporta la presión y empieza a vagar por la ciudad desconocida. Y de pronto, la desconocida es ella. Nadie parece recordarla, ni los empleados del hotel ni su propio esposo. Ha perdido la conexión con la vida, pero sigue viva. Abandona su identidad pero no a cambio de otra, sino de ninguna. El segundo cuento, el otro extremo de la línea, se titula ?Un día de locos? y presenta ahí a una mujer que es acosada por un sujeto quien, a pesar de su rostro amable, no deja de hacerla sentir perseguida. Intenta perderlo en una estación de metro pero el hombre no es fácil de despistar. Rendida, pide ayuda a los demás, pero nadie la ayuda. Al contrario, todos parecen estar a favor del perseguidor. Al final, termina aceptando que aquel extraño la atrape y la conduzca a su propia casa. En el primero, ella es extraña para los demás; en el segundo, los extraños son los otros. Así oscila el péndulo de Julie de Trazegnies. Quien quiere ver en esto cuentos fantásticos sin duda se equivocará. Los monstruos más terribles y las pesadillas en que existen, ya está dicho, nacen de la realidad. Y debemos admitir que no existe nada más real que la muerte. Incluso el cuento ?Maldita sea? que le da título al conjunto, y que podría leerse como una versión extendida de ?Casa Tomada? de Julio Cortázar, no es propiamente fantástico. Se trata de una casa ?maldita? en la cual las parejas terminan siempre separándose. Una pareja joven desoye las advertencias y se instala ahí. Pronto, la casa empieza a ejercer su naturaleza y termina por destruirlos. Con el deseo de venderla y repartirse el dinero, los esposos recién separados hacen la ficción de estar juntos y felices, pese a la maldición, delante de los posibles compradores. No convencen a nadie. Ni a ellos mismos, que poco a poco van convirtiendo la ficción en realidad y vuelven a amarse. Pero la casa, ya se sabe, es infatigable y, como el amor en aquella tristísima canción de Joy Division, los destruirá de nuevo. La impresión que nos deja el cuento es que esa casa siempre vencerá. Y es que la casa es la vida misma y, por tanto, la muerte. Todos vivimos dentro de esa casa maldita, parece decirnos Julie de Trazegnies, todos tarde o temprano tendremos que asumir la ?maldición? y jamás lograremos escapar de ella, ya sea amándonos de verdad o fingiendo que nos amamos.Por lo pronto, ninguno de los personajes de Maldita sea logra escapar. Pero cada uno sucumbe a su manera. Hay dos relatos especialmente conmovedores (además del antes mencionado, ?Sin retorno?) que convierten este libro en una obra imprescindible para todos los que quieren ver a un escritor enfrentando los demonios que lo acosan sin más armas que la ficción y una honestidad consigo mismo poco recuente en los narradores jóvenes. Ambos relatos tienen, además, vínculos en común, lo que no es extraño porque en este libro ?como en todos los libros que realmente valen la pena- las conexiones invisibles son más significativas que las obvias. Uno de ellos, ?Un problema de conciencia? relata el viaje a la casa de playa de la protagonista junto con su esposo S. y su hijo. Nada parece estar salir mal, salvo que el niño se despierta en mitad de la noche y ella va a calmarlo. Un rato después, el niño arremete. Ahora será S. el encargado de hacerlo dejar de llorar. Eventualmente, la narradora despierta avanzada la noche y descubre que S. no está en la casa. Lo busca por todos lados y no logra hallarlo. Sus cosas están intactas, el auto no ha sido movido, el niño duerme. No hay explicación. Hacia el final de la noche, lo siente llegar y se aferra a su mano para no perderlo. Al amanecer, sin embargo, S. ha vuelto a desaparecer. ?Lo único que pude comprender es que S. no estaba más? finaliza el cuento. El otro relato intenso es el titulado ?Mala noche?. Otra vez los protagonistas son una pareja de esposos y la hija menor de edad, Mía. Empieza la historia con una pesadilla de ella, en la que Mía ha desaparecido. La angustia al despertar apenas se atenúa al observar que Mía duerme tranquila en su dormitorio. ?Es increíble como los sueños pueden sentirse tan reales? piensa ella. Luego, convence a su esposo para viajar los tres a República Dominicana. Y ahí, en medio del paraíso tropical, Mía desaparece realmente. Hacen hasta lo imposible por encontrarla, y cada hora que pasa es menos probable que la hallen. El relato ya es tremendo desde la historia misma, la descripción de esas horas tensas, la soledad de la narradora que sabe que esta vez no despertará. Pero hacia el final, la última frase, le da un giro extraordinario que lo convierte en inolvidable: ?Poco a poco, dejé caerme en el suelo, apoyada contra la pared del baño. Ahí me quedaría, sin saber. Ahí me quedaría hasta que Mía viniera a buscarme?.Es obvio que las historias repiten una y otra vez los mismos mecanismos y las mismas interrogantes. Menos obvio es descubrir de qué manera esa repetición no es caprichosa sino necesaria. Es un loop insistente que nos acosa, que no nos permite levantar la cabeza del libro y huir hacia el presente y sus cuentas de colores, su felicidad destituida, su temor a la muerte. Lo que Maldita sea nos cuenta es nuestra propia historia, y podríamos no darnos cuenta. Pensamos que nunca nos ocurrirán ciertas cosas, confiamos que un día llegaremos a ver a la muerte como un alivio, queremos creer en la vida como una sucesión de colores y felicidad en la que nosotros siempre seremos los mismos, inmutables. Pero eso es una utopía. Tarde o temprano, S. se irá para siempre, sin avisar. Y nosotros, todos nosotros, no somos sino un retrato de aquella mujer agachada en el baño esperando que una niña (una niña simbólicamente llamada ?Mía? además) nos venga a rescatar y nos diga qué y quiénes somos en un mundo que no comprendemos.El segundo cuento del conjunto, ?La espera?, es el más ambicioso de todos. De Trazegnies ha intentado unir la muerte y el nacimiento en 16 páginas. El mismo día en que la protagonista se entera que está embarazada de Maya, descubre que el padre de su esposo está a punto de morir. El marido es incapaz de responder con afecto o felicidad al embarazo de su esposa, está demasiado inmerso en el dolor de su familia. En realidad, no ha logrado hacer su propia familia, no ha cortado el cordón umbilical que la ata a ella, mientras su esposa (quien afirma al comienzo del relato nunca haber sido unida a su propia familia) lo que le ofrece es una familia propia, un acta de nacimiento que él no está dispuesto a asumir. Otra vez el problema de la identidad expuesto como algo irremediable. El marido no es nada sin su padre, y eso lo entiende ella demasiado tarde, para su decepción. Mientras tanto la protagonista, que nunca tuvo a nadie, ahora al fin adquiere sentido con el nacimiento de Maya. Pero al ver a su suegro tan enfermo y necesitado de auxilio como un niño, en el cuento (como en la mayoría) aparece otra vez una premonición: ?Me estremeció descubrir cómo se parecía el comienzo de la vida a su final de una forma tan cruel?. En efecto, mientras la vida del suegro va extinguiéndose, la vida de la no nacida Maya también corre peligro. Al final, serán dos muertes las que ella tiene que sobrellevar. Participa a la distancia de la muerte del hombre que representó para su padre la identidad y el fiel de la balanza. Pero de la muerte de su hija participa de manera absoluta: Maya está muerta en el vientre y debe producirse contracciones y parirla muerta. Se atreve, una locura, una osadía, a tomarse una foto con aquella niña muerta que se parece al mismo tiempo a ella y al esposo. La escena es terrible, el esposo no entiende por qué lo ha hecho. ?Tienes que haberte vuelto loca? le dice. Pero: ¿Qué es estar loco? ¿Qué es la cordura en un mundo lleno de dolor, de muerte, de presencias invisibles? ¿Llorar la muerte de un hombre que vivió más de 70 años es estar más cuerdo que llorar la de una niña que nunca nació? Si al final la muerte es la misma, lo único real y concreto, lo único seguro que nos llegará, y esa es lo única enseñanza que nos deja la vida. Solo que tratamos de no entenderla. Nos hemos cegado. Pero quien ha vivido la muerte de cerca, quien ha parido la muerte literalmente, como la narradora de ?La espera?, sí ha aprendido la lección y entiende qué es la vida mejor que cualquiera, porque ha entendido qué es la muerte. ?La vida nos arrastra de muchas maneras que no podemos controlar pero, a pesar de todo, yo siempre sería una madre que había tenido una hija? dice al final del cuento. No hay amargura sino sabiduría en esa frase. Y es que Julie de Trazegnies ha escrito un libro profundamente sabio y sincero. No ha convocado a los fantasmas, ni exorcizado ningún dolor, sino que se ha enfrentado a la vida misma sin temor, con los ojos abiertos. Lo ha hecho por nosotros, los lectores. Y al hacerlo nos ha desafiado. Y nosotros seríamos unos ciegos, o unos necios, si no aceptáramos ese desafío y sus impredecibles consecuencias.



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10 de marzo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El enorme Tolstoi

León Tolstoi. Fuente: elmundo La edición de Cuentos completos (Relatos, Sudamericana) de León Tolstoi le ha servido a Guillermo Saccomanno para escribir un texto extenso en "Radar Libros" de Página12, lleno de dmiración, por aquel narrador ruso que incluso antes de su muerte alcanzaba alturas proteicas, de gigante. Cada vez es más cierto que en un siglo de grandes genios, como lo fue el XIX, el nombre de Tolstoi empieza a echar sombra a la mayoría hasta convertirse en un verdadero titán literario más allá de sus anacronismos. Tolstoi no solo era el mejor contador de historias de su tiempo, sino un escritor capaz de mirar el mundo e interrogarlo con razón e inteligencia. Y el único, realmente el único, que se enfrentó a la muerte sin armaduras, tratando describirla tal como es. Si lo logró o no, solo Dios sabe. Pero no le tuvo miedo, y eso es seguro. Dice Saccomanno:¿Quién se cree Tolstoi?, se pregunta uno. ¿Dios? La idea de Tolstoi como Dios no es nueva. ?Este hombre es como Dios?, dice Máximo Gorki. León Trotsky, en uno de sus artículos de Literatura y revolución, comenta que al leer a Tolstoi su fuerza le recuerda La Ilíada y el Pentateuco. Lejos de Trotsky, Harold Bloom comparte a su modo la opinión: cuando lo lee a Tolstoi, como al leer a Homero, siente que la voz narradora es la de Dios. Tolstoi propugnaba la humildad en la fe, pero, ¿hasta dónde, con su omnipotencia, no se creía él mismo Dios? Al mirar sus fotos, como un coloso de Miguel Angel, su gran barba, su porte gigante, su mirada severa, Tolstoi impone un instintivo respeto. Dios, padre, patriarca. Tolstoi es un torrente. Las pasiones lo desbordan. Para bosquejar su ideología literaria puede ser un aporte internarse en esta recopilación (formato pocket, más de 600 páginas en tipografía diminuta) que incorpora relatos inéditos, otros poco conocidos y unos pocos clásicos. Como prodigio de orfebrería, lo integran también muchos relatos de los ?libros de lectura? que Tolstoi compiló con ficciones de tono moral. Cuentos cortísimos, parábolas que, hacia acá, pueden asociarse con un anti La Fontaine, más próximo a Kafka o Monterroso. Tolstoi dio a leer algunos de estos textos a Scholem Aleijem y se publicaron antes en yiddish que en ruso. Sus fábulas suelen respirar un aire taoísta. En Buda anticipa, varias décadas antes y en pocas páginas, Siddharta, de Herman Hesse. Sus crónicas de aventuras y ?hechos reales?, nouvelles introspectivas y amargas, pueden juzgarse un esbozo pionero de fiction non fiction. Como en su mayoría estos materiales fueron publicados originalmente en revistas, se recortan pequeños núcleos narrativos que, sin perder la gracia de lo autoconclusivo, enriquecen la lectura de sus grandes novelas. El escritor ajusta y perfecciona su técnica de la síntesis narrativa en función de una transparencia que le permita un impacto más directo, más certero. Porque Tolstoi pretende ser recordado no como el autor de Guerra y paz y Ana Karenina sino como el educador de estos libros de lectura. Este es el Tolstoi predicador pero, aun cuando pone en primer plano la cuestión de la fe, su bajada de línea no molesta. En muchas ocasiones, la incorporación de lo maravilloso (un milagro, una visión, una aparición celestial) produce el estupor de la literatura fantástica. Y si el gancho de cada pieza (en particular las más breves) sorprende, se debe sin duda a que Tolstoi extrema con austeridad el realismo de sus novelas.El artículo también se detiene a comentar la relación entre Tolstoi y el arte:A los cincuenta años, cuando podría reposar en su fama de artista y hacendado, Tolstoi lanza Mi confesión: ?Sentí que aquello en que se apoyaba mi vida se rompía, que no encontraba ningún asidero, que lo que había construido mi vida ya no existía, que moralmente no podía vivir?. En el mismo período de crisis escribe el ensayo ¿Qué es el arte?, dueño de una mordacidad que le significará un camino sin retorno. Le indigna que una gorda soprano gesticulando a los gritos, como si alguien pudiera así expresar sus sentimientos con tanta estridencia, o un director de orquesta, con ese autoritarismo caprichoso típico, puedan ganar más que el obrero detrás de escena que se amasija como tramoyista. Le indigna que se gasten millones de rublos en academias, teatros y conservatorios, y apenas la centésima parte en educación. Le indigna que, en las grandes ciudades, centenares de millares de obreros ?carpinteros, albañiles, pintores, tapiceros, sastres, peluqueros, joyeros, impresores? consuman su vida en trabajos forzados para satisfacer la necesidad de ?arte? de un público aburrido y pretencioso. Tolstoi traza un relevamiento concienzudo de las discusiones sobre estética desde la antigüedad. No hay disciplina como la estética que se haya prestado, según Tolstoi, a tantas y tantas lucubraciones abstrusas. Y la definición de belleza, en tanto, sigue en discusión. Cualquier petimetre habla de arte, pero nadie sabe para qué sirve. A una edad en que tantos se jubilan y apoltronan, Tolstoi carga contra los críticos, las modas y la frivolidad, da vuelta otra página de su biografía y se dedica a construir escuelas, redactar un Nuevo Abecedario, una compilación de relatos brevísimos, y cuatro Libros rusos de lectura. Contra los juicios más adversos, estos libros venden más de un millón de ejemplares. Tolstoi se explica: ?Mi ambicioso sueño es el siguiente: que durante dos generaciones todos los niños rusos, tanto los de la familia imperial como los de los mujiks, se formen con estos libros y extraigan sus primeras impresiones poéticas, y yo pueda morir en paz?. Hilarantes y filosos, cuentos como El abuelo se había vuelto viejo, La niña ratón o Las liebres exceden el género ?para chicos?. Pero Tolstoi, el educador, no se engaña: sabe que no basta con predicar y cada uno debe ingeniárselas para descubrir su verdad. En todos los relatos que Tolstoi crea y también adapta para la educación popular (saqueando, cuando una historia le entusiasma, tanto Las mil y una noches como Herodoto), es el lector quien debe tomarse el trabajo de pensar. Qué hace vivir a los hombres, un relato fantástico con un ángel caído (y hay que animarse a un relato con un ángel, a menos que se sea García Márquez), tiene un sinfín de citas bíblicas como epígrafes, pero su capacidad para conseguir que el extrañamiento sea verosímil deslumbra. Mientras muchos escritores practican el cuento como entrenamiento para la novela, en Tolstoi pareciera que el proceso es al revés: del todo al uno, sus novelas monumentales devienen el laboratorio de ensayo para adquirir, en el relato corto, una sutileza que, más tarde, será influencia poderosa en Chejov. Tolstoi cuestiona la utilidad del arte. No jugar, no sorprender: enseñar. El cuento como sermón que propicia la meditación. Su contundencia es tal que impide saltar con apuro de un cuento a otro.Finalmente, este párrafo, dedicado a la muerte y Tolstoi, en el que se menciona uno de mis libro favoritos (La muerte de Iván Ilich) me parece lo mejor del artículo:En una carta a Gorki, escribe: ?Cuando un hombre ha aprendido a pensar, todos sus pensamientos se ocupan de su propia muerte?. Esta idea, la muerte que se presenta como revelación, impregna, además de su clásico La muerte de Ivan Illich, varios de estos relatos. La oración es un ejemplo. En tiempos de la guerra ruso-japonesa, un bebé muere de hidrocefalia. En sus rezos, la madre interpela a Dios. Tiene una alucinación: divisa un viejo libertino con una puta. En el viejo reconoce los rasgos de su bebé. Despierta horrorizada. La mucama le explica que Dios supo lo que hacía al llevarse al bebé. Dios, ese azar que llamamos Dios, en este cuento se comporta como un demonio implacable a lo Stephen King, que abdujo esa almita. El cuento puede leerse como fantástico, pero también, por qué no, como de terror. Cabe consignarlo: el terror, en su eficacia, nubla el mensaje. Se vuelve boomerang: Dios es un poder arbitrario y letal. Una digresión y no tanto ahora: si este cuento, que se pretende evangelizador, opera como relato de terror; si transmite, contra su voluntad, una concepción monstruosa de Dios, ¿no será porque a Tolstoi le importa más escribir una buena historia, ser potente en la seducción, cincelar la forma, subyugar el lector, tenerlo agarrado, antes que suministrar una monserga? Desde esta interpretación, ¿no pesa más su vanidad de escritor que su intención predicadora? De ser así, estaría en juego ya no su idea de Dios tanto como su poder demiúrgico. ?Vanidad de vanidades.? Con variaciones distintas, en estos relatos fluye la desesperación por vencer el dolor y superar el miedo a la muerte. Si un sentido se encuentra en este tránsito, machaca Tolstoi, es en el amor, pero el amor es un compromiso con los otros. Inflexible, Tolstoi es un creador de ficciones memorables, pero en su imaginar no abandona nunca la denuncia. Chejov, menos expansivo y más desencantado, coincidirá en su mirada: ?Si los hombres pudieran ver cómo viven, el mundo sería tal vez mejor?



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9 de marzo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El diario de Helene Berr

Carátula del libro. Fuente: anagrama "(...) una revelación de esta temporada, completamente exquisito y recomendable" dijo Alejandro Gándara en su blog El Escorpión sobre el libro Diario de Helene Berr -judía francesa muerta durante el Holocausto- publicado por Anagrama, "un diario atravesado por el miedo, pero que resulta un manual delicado y penetrante de cómo vivir en edades oscuras". No es poca cosa, ¿verdad? Y ahora le toco el turno a la siempre atentan Mercedes Monmany quien ha reseñado el libro de la temporada para el ABCD las Letras.Estudiante de literatura inglesa, Hélène, que poseía una gran cultura y una rara y fina sensibilidad literaria, había leído a Conrad y retomaría las palabras, también finales, de Kurtz en El corazón de las tinieblas: «¡Horror, horror, horror!». Parecería que pocos documentos más, de altísima calidad literaria y relacionados con el Holocausto, quedaban aún por descubrir. Pero el tiempo lo desmiente: hace unos pocos años apareció el estremecedor libro de otro adolescente, cercado y acorralado por los nazis y sus aberrantes leyes raciales en la ciudad de Praga: el Diario de Petr Ginz (Acantilado); al que hay que añadir la novela póstuma, que había permanecido escondida en una maleta, Suite francesa (Salamandra), sobre los días de la Ocupación, de la grandísima escritora judía Irène Némirovsky, asesinada en Auschwitz. (...) Desde abril de 1942, a sus 21 años, hasta febrero de 1944, Hélène Berr redactaría un diario íntimo que con el tiempo tendría sobre todo como objeto narrarle sus experiencias, y «la monstruosa imposibilidad de comprenderlo», a su novio ausente, Jean Morawiecki, que se había enrolado en las filas del general De Gaulle. Hija de una familia acomodada, completamente asimilada desde generaciones, el padre de Hélène, director de una importante empresa química, había sido condecorado durante la Primera Guerra Mundial, algo que, como se vio, no le sirvió de nada a la hora de ser entregado a los nazis. En Bergen-Belsen. Pronto la vida de Hélène quedará irremediablemente partida en dos: una parte «extrañamente hermosa» y otra «extrañamente sórdida». Por un lado, «el frescor, la belleza, la juventud de la vida»; por otra, «la barbarie y el mal». De una enorme entereza, dignidad y heroísmo, negándose a aceptar la progresiva e implacable destrucción de lo que era su mundo y su vida de ayer, Hélène se niega a huir a la zona libre («dicen que hay que partir y abandonar la lucha; no, yo haré algo»).(...) Vital, lúcida, alegre, rodeada de amigos y compañeros de universidad que desde el primer día de llevar cosida a su chaqueta la humillante estrella amarilla no dejarían de darle muestras de afecto, lo mismo que mucha gente anónima por la calle, Hélène, como los flâneurs de Baudelaire o Benjamin, adora sus salidas de fin de semana al campo y sobre todo pasear por las calles de París. Su «territorio encantado» es el Barrio Latino, sus queridos bulevares de Saint-Michel o Saint-Germain, su metro de Odéon. Lugares «inundados por el sol, llenos de gente», donde «recobro mi alegría familiar, maravillosa». Como le dijo a su novio en su ya inmortal Diario: «Volveré, Jean, ¿sabes?, volveré». Y lo cumplió.



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9 de marzo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Onetti corresponsal

Un manuscrito de Juan Carlos Onetti. Fuente: onetti.net Un libro de cartas que Juan Carlos Onetti envió, entre 1937 y 1955, al académico argentino Julio Payró será publicado en breve, como parte del homenaje del centenario del escritor uruguayo que se celebra este año. Ahí, al parecer, aparece un corresponsal menos huraño que en las entrevistas. La nota en la revista Ñ:En estas cartas aparece un Onetti muy suelto, discutiendo sobre literatura, pintura y cine. También habla de política internacional, del nazismo, del crecimiento del fascismo y algo del acontecer político de la Argentina (donde vivió entre 1930 y 1934 y entre 1941 y 1955). El autor de este trabajo es Hugo Verani, ensayista y crítico literario uruguayo. Verani rastreó la correspondencia: 63 cartas, un poema y tres telegramas. Onetti cuenta en estas cartas el nacimiento de su narrativa, puntualmente de sus tres primeras novelas, escritas en forma paralela a la correspondencia. Otros aspecto a destacar del contenido de las misivas es, dijo Verani Clarín, el humor de Onetti. "Por ejemplo, cuando con el trabajo en la agencia Reuters su situación económica mejora, le envía un telegrama a Payró, y, entre otras cosas, le dice: "Estoy aburguesándome. Compraré un sombrero".También hay páginas reveladoras en cuanto a su manera de ver la vida. "Soy un tipo sin relación con el mundo", le dice a Payró después de haber sido abandonado por su segunda esposa. Sin poder enfrentar la situación, se aísla cada vez más y, según le confiesa a su amigo, sólo es capaz "de escribir, escribir, escribir".Hugo Verani, el recopilador de estas cartas, cuenta cómo llegó a ellas de casualidad sino que fue una búsqueda:"Me llamaba la atención que Onetti dedicara su primera novela publicada en Argentina, Tierra de nadie, a un crítico de arte del cual no habla nunca más. Hasta que empecé a leer sobre Payró y descubrí que había habido una amistad entre ellos. Así fue que llegué a los hijos de Payró, María Ana y Roberto, quienes conocieron bastante a Onetti por las visitas que le hacía a su padre. Me enteré de que se escribían mucho. Las cartas habían quedado en manos de su viuda, con quien ellos no tenían relación. Luego supe que las había vendido", relata Verani. "Entonces pedí a la Universidad de Notre Dame (Estados Unidos), donde trabajo, que intentara localizar esas cartas. Las hallaron. Estaban en poder de un vendedor de manuscritos y objetos culturales. Y luego fueron adquiridas por un mecenas argentino, ex alumno de Notre Dame, que compra manuscritos y primeras ediciones para la Universidad. Así se inició el trabajo".



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9 de marzo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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César Aira entrevistado

César Aira en Santander. Fuente: adn cultura En el suplemento ADN Cultura aparece una entrevista de Francisco Ángeles (autor de La línea en medio del cielo) a César Aira, que se realizó en Lima el año pasado. Aira responde ahí que le gustaría escribir como Balzac, pero lo que le sale es siempre un Aira. Habría que agradecerlo. Aquí algunas preguntas:-Tus personajes tienen un poco eso. Están fuera de la realidad, están ahí más como espectadores que como partícipes.-No, no creo. En realidad, trato de escribir novelas como todas las buenas novelas. Pero me salen estas cosas raras y no puedo evitarlo [se ríe].-¿Te gustaría romper con esto de escribir novelas raras?-Me gustaría escribir como Balzac, sí. Pero bueno? me sale como Aira. A esta altura, me he resignado a que va a salir una cosa un poco rara, no va a salir tan balzaciano. Pero siempre conservo esa esperanza de que me salga una buena novela. -¿Cuántas buenas novelas crees que te han salido?-A veces me preguntan cuál de mis novelas prefiero. Yo respondo esas frases hechas, de los padres que quieren a todos sus hijos por igual [risas], alguna tontería por el estilo. Pero reconozco que algunas novelas me han salido especialmente bien. Quizá por casualidad, o seguramente por casualidad, salió algo que me gustó.-¿Tiene que ver un poco con el azar o con que se trata de experiencias más cercanas a ti?-No. Creo que se da un conjunto de circunstancias, no se puede hablar de azar. Pero sí de una buena idea, de un momento especialmente bueno en mi vida que me permita seguir con el mismo impulso hasta el final. Que no es mucho, porque esas cien paginitas que suelen tener mis novelas son tres o cuatro meses de trabajo. Pero si lo logro mantener y si la idea inicial fue fecunda y todo funcionó, sale y quedo muy contento.-¿Cuándo decidiste que tu camino no era el tradicional, que no te interesaba hacer una novela de tipo decimonónica?-Creo que nunca. Al día de hoy, sigo pensando que podría ser un buen escritor si me lo propusiera en serio. Fue saliendo esa rareza y dándose un poco naturalmente. Quizá hay un gusto por la provocación, por hacerlo distinto de los demás.-¿Tú crees que esta corriente en la cual te inscribes de la literatura distinta va a empezar a tomar características más o menos reconocibles? ¿Se puede convertir en un movimiento fuerte? -No, en ese caso perdería su esencia. Y además no lo veo en los hechos. Me parece que la novela hoy en día, en la Argentina por lo menos, se está haciendo cada vez más estereotipada, más convencional, de un realismo más chato. Es una corriente de una especie de sencillismo o de facilismo, que es lo dominante ahora.-Ese esquema tradicional de la novela que viene desde el siglo XIX, ¿tú crees que se va a mantener para rato, no hay nada que pueda amenazarlo por ahora?-La gran novela del siglo XIX se mantiene viva en lo que los norteamericanos llaman la commercial fiction , el best seller, que está hecho sobre los modelos de la novela del siglo XIX, y sigue muy viva y muy preferida por los lectores, o al menos por los compradores de libros. Un editor amigo mío decía: "De cada diez libros que se piensan, uno se escribe. De cada diez libros que se escriben, uno se publica. De cada diez libros que se publican, uno se vende. Y de cada diez libros que se venden, uno se lee".



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8 de marzo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Lista erótica (8 novelas)

ajedrez erótico. Fuente: gadget El suplemento Babelia dedica su número de fin de semana a la paulatina desaparición de un género: el de la literatura erótica. ¿Por qué estaría a punto de desaparecer esta literatura? Una opción es que la oferta sexual a través de internte, es de tan fácil acceso y tan abundante que ha hecho inútil la literatura erótica o incluso pornográfica que antes era absolutamente necesaria. Otra razón podría ser que el tabú sexual ha sido roto desde hace décadas y uno no necesita ir a una novela erótica para encontrar descripciones sexuales de cualquier calibre. Como sea, Babelia no se echa para atrás y elabora una lista de libros de intensa carga sexual que uno puede leer, como quien dice, con una sola mano:La lozana andaluzaFrancisco Delicado (España)Escrita en diálogos dramáticos a principios del siglo XVI, bajo la influencia de La Celestina, por un cierto Francisco Delicado, clérigo de quien poco se sabe y que aparece como personaje en su propia ficción. La lozana andaluza es una obra maestra del Renacimiento español. Aldonza, la protagonista, es experta en las artes de la cocina y del dormitorio, y en enlazar los placeres del amor con los de la gastronomía. Contrapunto femenino de los héroes masculinos de la picaresca, sus aventuras de cama en cama retratan sin piedad la sociedad española (y sobre todo romana) de la época. Como apunta Juan Goytisolo, con La lozana andaluza "el amor carnal desaparece del horizonte de nuestra literatura". La lozana andaluza es no sólo la última novela erótica de la literatura española clásica: es también una de las más audaces y más divertidas.La pianistaElfriede JelinekMás fruto de los fantasmas patriarcales que del deseo erótico femenino, la mujer que acepta o anhela ser sometida jalona la literatura amorosa, desde la demasiado paciente Griselda hasta la protagonista de L'histoire d'O. Elfriede Jelinek, utilizó ese personaje clásico dándole otra vuelta de tuerca. La pianista que da título a su novela ansía liberarse de los yugos sociales y familiares, y encuentra en el delirio amoroso, en el que parece rendirse a la dominación de un hombre, una forma distorsionada de poder. Digo parece, porque es ella quien dicta las leyes del juego, obligándolo (y obligándose) a trascender todos los límites. . Como todas las novelas de Jelinek, La pianista es una llamada a la rebelión contra el conformismo, en la cual la violencia física y mental parece ser el arma más eficaz para redimir una causa que se daba por perdida.Este latente mundoJosé Luis de Juan (España)La literatura erótica corre a menudo el riesgo de caer en la fría descripción clínica o en un vocabulario infantil y soez. En Este latente mundo, José Luis de Juan evita ambas trampas, reinventando un lenguaje que hace eco a la antigua poesía amorosa y a la tradición mística. Dos historias entrelazadas componen esta magnífica novela. La primera cuenta la vida de Mazuf, escriba sirio en la Roma del siglo I, pederasta y poeta; la segunda es la crónica de las aventuras eróticas de un estudiante americano en Harvard hoy. Ambos protagonistas comparten la homosexualidad y el crimen; también ambos buscan en el lenguaje literario un instrumento para dar sentido a sus desordenadas vidas. A través de estas narraciones paralelas, va revelándose el mundo latente que da su nombre a la novela, un mundo sensual, febril, ininterrumpido, inolvidable.La casa de las bellas durmientesYasunari KawabataEl acto erótico implica ardor, desasosiego, movimiento. Concebirlo en cambio como estático, inerte, es depurarlo de su realización material y concederle una suerte de eternidad visionaria. La amada inmóvil que ansiaba Nervo, la callada seductora que cantaba Neruda, el dormido Adonis de Shakespeare son encarnaciones del deseo suspendido, nunca logrado. Yasunari Kawabata compuso a principios de los años sesenta una perfecta novela corta para relatar ese estado de erotismo contenido. Transcurre en un prostíbulo de reglas particulares: las mujeres, todas muy jóvenes, que allí se encuentran, duermen a lo largo del día. Los clientes, casi todos ancianos, pagan para mirarlas. La casa de las bellas durmientes es una de las más logradas obras eróticas de nuestro tiempo.Las relaciones peligrosasPierre Choderlos de LaclosSegún Denis de Rougemont, la aristocracia francesa de fines del siglo XVIII, al no poder ya demostrar su autoridad en conquistas militares, se resolvió a hacerlo a través de conquistas eróticas, narradas en obras libertinas cada vez más audaces y desaforadas, que concluyen con los catálogos filosófico-pornográficos del Marqués de Sade. Para Pierre Choderlos de Laclos, el campo erótico sirve de espejo a esta crisis de autoridad y al cambio social anunciado en vísperas de la Revolución Francesa. Publicada en 1782, Las relaciones peligrosas es la culminación de una larga trayectoria de literatura libertina y epistolar. La correspondencia entre el Vizconde de Valmont y la Marquesa de Merteuil propone un complejo y fatal juego erótico de seducción y trampa, en el cual las reglas son dictadas por una sociedad a punto de expirar.LolitaVladimir Nabokov (Rusia)Desde Graham Greene a Borges, escritores del mundo entero se aliaron para declarar Lolita una obra maestra satírica, sin duda erótica, pero singularmente literaria. Narrada en la voz de un pedófilo engreído y pedante, Lolita es una ambigua crónica de seducción y estupro en la cual la víctima acaba atrozmente redimida y el victimario condenado al ridículo por sus lectores. Nabokov inventó para esta novela un lenguaje generoso, recargado, barroco, que se desliza casi imperceptiblemente, a medida que avanza en su impudor, hacia lo sensual y delicadamente físico. Sabemos que el objeto del deseo del narrador es inadmisible, nefasto, y sin embargo, al mismo tiempo, gracias a la magia literaria de Nabokov, descubrimos en él un oscuro y febril erotismo que cobra fuerza en el hecho mismo de estar prohibido.SatiricónPetronio Arbiter (Roma)Petronio fue autor de una vasta novela picaresca de la cual sólo sobreviven algunos fragmentos de dos de sus libros. Éstos sin embargo bastan para revelarnos una obra maestra. Dos jóvenes libertinos, Encolpio y Ascylto, recorren Campania y el sur de Italia en busca de un antídoto para curar la insuficiencia sexual de Encolpio, consecuencia de la maldición del dios Príapo. Habita la novela un sinnúmero de personajes cómicos y trágicos que se encuentran y desencuentran en desconectados episodios eróticos y costumbristas. Rige la novela un regocijante desorden, mientras que su involuntaria naturaleza fragmentaria le otorga un ritmo frenético y un extraordinario poder narrativo. Más que ninguna otra obra de la antigüedad, el Satiricón nos ofrece una visión privilegiada de la vida cotidiana en la Roma clásica.El amanteMarguerite Duras (Francia)En 1984, con El amante, Duras se convirtió en un best seller mundial. Situada en la Indochina en guerra, la historia de la joven francesa enamorada de un hombre chino causó escándalo. Primero porque la heroína que acepta los amores del enemigo era tildada de colaboracionista; segundo porque su relación transgredía fronteras raciales; tercero (lo más inadmisible para la burguesía francesa) porque describía a una familia colonial que aceptaba dinero de un nativo para financiar sus exigencias. Secretamente, el escándalo mayor lo produjo la descripción física del amor prohibido, el placer carnal de la protagonista con su amante y que Duras transformó, con un lenguaje depurado, sensual y preciso, en escena de voyeurismo para el recatado lector. Después volvería a escribir la historia (que hoy sabemos autobiográfica) bajo el título El amante de la China de Norte.



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8 de marzo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Retrato de Hemingway con elefante

Hemingway y el elefante cubano. Foto: radarlibrosEl libro La buena vida de Ernest Hemingway, editado en España lujosamente por Belaqva, es una recopilación de fotografías y frases célebres del autor de El viejo y el mar, premio Nóbel, boxeador, cazador, torero, alcohólico, mujeriego y suicida. La recopilación la ha hecho A. E. Hotchner y la comenta para Radar Libros Rodrigo Fresán. En cuanto a las frases, Fresán es implacable: Hemingway no era precisamente Oscar Wilde. Sus proverbio son aburridos, predecibles, ingenuos, aunque a veces da en el blanco como acota Fresán al poner énfasis en una frase que deberíamos poner todos los escritores en un polo o colocarla sobre la cabecera de la cama: "Nunca te creas una buena crítica porque entonces estás obligado a creerte las malas". (me hubiera gustado conocer esa frase antes de ponerme a postear todas las notas sobre Un lugar llamado Oreja de perro, caramba). Fresán enumera con malicia algunos proverbios perfectamente olvidables:Aquí van algunas de ellas que el célebre ?detector de mierda? de Hemingway evidentemente no pudo detectar: ?Sólo conozco dos reglas absolutas acerca de la escritura: una es que si haces el amor mientras estás atascado en una novela, corres el peligro de que las mejores partes se queden en la cama; la otra es que la integridad de un autor es como la virginidad de una mujer: cuando se ha perdido, no se recupera nunca?, ?La prueba definitiva de un libro es cuánto material bueno le puedes quitar?, ?Para escribir sobre la vida, ¡primero hay que vivirla!?, ?Escribir y viajar, además de ensancharte las miras, te ensanchan el culo, así que prefiero escribir de pie?, ?El impreso de las carreras es el verdadero arte de la ficción?, ?Nunca confundas acción con movimiento?, ?¿Por qué a los buenos toreros les tocan siempre los buenos toros??, ?Me podrás enseñar cómo se escribe, cómo se dispara o se hace el amor, pero nunca me podrías enseñar cómo se entra en una bahía?, ?Para ser un buen padre hay una regla: cuando tengas un hijo, nunca lo mires durante los dos primeros años?, y mejor me detengo aquí porque la prueba definitiva de un buen artículo de revista es cuánto material bueno le puedes quitar o algo así. Y Hemingway es tan bueno disparando comillas...Mucho mayor interés le despiertan a Fresán las fotos de Hemingway. Para Fresán, el escritor era absolutamente consciente de su necesidad no de escribir la Gran Novela Americana sino de convertirse, antes, en el Gran Escritor Americano, y la novela vendría por añadidura. Las innumerables fotos que se tomó en vida formarían parte de ese plan. Dice Rodrigo Fresán:(...) puede afirmarse que Hemingway fue un consciente y astuto enfocador de sí mismo casi desde el principio de la leyenda. Alcanza con comparar las fotos de Hemingway con las de los otros dos ángulos de la Santísima Trinidad de la Literatura Made in USA: Francis Scott Fitzgerald y William Faulkner. Puestas junto a las fotos siempre movidas y en movimiento de Hemingway, las de Fitzgerald son siempre estáticas, correctos retratos que desbarrancan hacia lo patético (aquella postal navideña de Scott junto a Zelda y a Scottie, los tres levantando sus piernas en un cancán doméstico con arbolito al fondo; o aquella otra con sombrero charro en la frontera mexicana) o proféticamente peligrosas (Faulkner vestido como gentleman cazazorros montando el caballo que lo arrojaría hacia la muerte). Pero uno y otro, por lo general, sonríen y miran fijo desde escritorios. Un poco incómodos, acaso sabiendo que no hay cosa menos interesante que contemplar a un buen escritor haciendo lo que mejor hace. El cuarto hombre -?y según Faulkner el mejor de ellos por la ambición de su inevitable fracaso? fue el literariamente expansivo y literalmente gigantesco Thomas Wolfe, y sus fotos cumplen la función de poner las cosas a escala. Así, nos enteramos de que el manuscrito Del tiempo y el río le llegaba casi hasta su altísima cintura y que podía cambiar las bombillas del techo sin necesidad de subirse a una silla. (...) Así, en sus fotos, Hemingway aparece cazando, pescando, boxeando, toreando, abrazando, bebiendo, combatiendo, sonriendo siempre, con todos y cada uno de sus dientes, esa sonrisa todavía más automática y desesperada que la de Tom Cruise. La sonrisa, sí, de alguien consciente de que, en alguna parte, cerca, alguien dispara una cámara para volver a robarle un poco de su alma. Hemingway supo o decidió que las fotos de un escritor tenían que ser fotos que contaran, que pudieran verse como si se las leyera, como si se tratara de cuentos instantáneos. Evidentemente, Fresán no es un rendido admirador de Hemingway. Aunque sí rescata algo de él, una novela no terminada y casi desconocida (editada póstumamente) titulada El jardín del Edén donde "por una vez, el joven aprendiz de cazador es un delator y no un héroe y traiciona con su pequeñez la grandeza del animal". En ella aparece un elefante y sobre elefantes (y fotos con elefantes) trata el último párrafo de esta espléndida nota:En La buena vida según Hemigway (elegantemente editado por la editorial Belacqua, de Barcelona, publicado justo cuando empiezan a rescatarse los ?dicen?, muy reveladores papeles cubanos del autor) hay, por supuesto, una foto de Hemingway con elefante en Cuba. En ella, Hemingway asume la estampa de dueño de circo y el elefante, obediente, se para sobre sus patas traseras. Tal vez -?seguro? sea idea mía, pero el elefante tiene cara de estar pensando, hemingwayanamente, algo así como ?Nunca le apuestes a un animal que habla, excepto si eres tú mismo? y que a toda buena vida le puede llegar su mala muerte. Mientras tanto y hasta entonces ?la distancia que hay entre el click del disparador y el bang de un disparo? mantener este libro lejos del alcance de los niños, no intentar hacer en casa lo que hizo su autor, y una vuelta de mojitos para todos.



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6 de marzo de 2009
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