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Escrito por

Iván Thays

Iván Thays es escritor peruano (Lima, 1968) autor de las novelas "El viaje interior" y "La disciplina de la vanidad". Premio Principe Claus 2000. Dirigió el programa literario de TV Vano Oficio por 7 años. Ha sido elegido como uno de los esccritores latinoamericanos más importantes menores de 39 años por el Hay Festival, organizador del Bogotá39. Finalista del Premio Herralde del 2008 con la novela "Un lugar llamado Oreja de perro".

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HAY FESTIVAL GRANADA por Daniel Mordzinski

La gran manzana del Hay Festival Granada 2009, Orhan Pamuk. Foto: Daniel Mordzinski Premiado (y consumista como siempre) Andrés Neuman, apurada Izara García (Hay Festival) y relajado Guillermo Altares ("Babelia") rumbo a la presentación. Foto: Daniel Mordzinski Libanés Rabih Alameddine, sin palabras. Foto: Daniel MordzinskiPremio Gouncourt Atiq Rahimi en baño intercultural. Foto: Daniel Mordzinski Andres Neuman, en el fondo es bueno. Foto: Daniel Mordzinski Genial escritor indio Vikram Seth redecorando su habitación. Foto: Daniel Mordzinski Sombras de Andrés Trapiello. Foto: Daniel Mordzinski Premio Nobel Orhan Pamuk y colombiano Juan Gabriel Vásquez, cuentos del Alhambra. Foto: Daniel Mordzinski



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14 de mayo de 2009
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Expatriados top ten

Exilio. Fuente: espacioluke Jean Francoise Fogel recoge en su blog una lista publicada en The Guardian -fanáticos en hacer listas, como se sabe- sobre los 10 mejores libros sobre el exilio. Fogel dice además: "(...) lo que más me interesa es la ausencia, lógica, de autores de América Latina. Pasaron años y años exiliados en Europa o en EE. UU. por razones políticas, pero en sus obras, de hecho, no se apartaron de sus países. Propongo una ley: a pesar de vivir en el exilio los autores latinos tienen poco talento literario para el destierro". La lista es la siguiente:1. El americano tranquilo de Graham Greene 2. A Woman of Bangkok de Jack Reynolds 3. El cuarteto de Alejandría de Lawrence Durrell 4. The Discovery of Tahiti (El descubrimiento de Tahiti) de George Robertson 5. Cuando partí una mañana de verano de Laurie Lee 6. El caballero del salón de Somerset Maugham 7. Thomas Cook European Railway Timetable (horarios del ferrocaril) 8. Habla, memoria de Vladimir Nabokov 9. Bajo el volcán de Malcolm Lowry 10. París era una fiesta de Ernest Hemingway

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13 de mayo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Malas madres literarias

Regalo del día de la madre. A quien le calce. Fuente: flickr. Como una extraña y antipática manera de celebrar el Día de las Madres, BookFinder Journal ha elaborado la lista de las 10 peores madres de la literatura universal. Antipática y extraña es también mi decisión de publicar esa lista en Moleskine Literario. Pero no se crean que soy tan descreído. Hoy, que la madre de mi hijo está desayunando con él y mi madre está acompañando a mi padre en el hospital, yo, en mi casa, abro el libro El libro de mi madre de Albert Cohen y leo. Un enorme abrazo a todas. Aquí la lista en orden descendente:10. Jeanettes Mother from Oranges Are Not the Only Fruit by Jeanette WintersonThe main character is a young girl named Jeanette, who is adopted into a fundamentalist religious community. As Jeanette grows up she discovers that she is a lesbian and finds love and happiness with another local girl. When her psychotic mother finds out she publicly condemns the girl in front of their church/town and proceeds to tie the girl down and attempt two lengthy exorcisms, one via a 14 hour beating and another 36 hours locked in a parlor without food.9. Sarah from Little Children by Tom PerrottaSarah joins the ranks of the litany of literary mothers who neglect their children to focus the self gratification of an affair. While defiantly not the only woman in literature to commit this motherly sin she is getting singled out, I can only have ten on the list.8. Gertrude from Hamlet by ShakespeareThe fact that she marries her brother in law, who killed her husband, is proof that she`s nuts but what really makes Gertrude a certifiable psycho is that despite all the adultery and killing she tries a little too hard to show compassion to Hamlet giving the kid a serious Oedipus complex.7. Jocasta from Oedipus the King by SophoclesSpeaking of Oedipus... Everyone in this story is too stupid and selfish for words and Jocasta is no exception. Too proud to kill her child to protect her kingdom, too stupid to not sleep with someone who is half her age when the gods have proclaimed she will commit incest, and soulless enough not to track down who killed her husband; she and the rest of her family are the perfect pawns to entertain the Greek gods.6. Sophie Portnoy from Portnoy`s Complaint by Philip RothAlexander Portnoy is a deranged neurotic mess who, unable to enjoy sex, continues to seek release with more bizarre and deviant acts. To Find the root of Alexander`s issues one doesn?t have to look to far beyond his smothering, flirting, fussing mother who wouldn?t even let him use the bathroom without overseeing what he had accomplished.5. The mother/stepmother in Hansel and Gretel by Brothers GrimmShe convinces her woodcutter husband to leave their kids out in the forest to die. The children display intelligence and cunning to make it back to the house when the woman gets her husband to trudge them off even deeper into the forest. Child labor would even have been a more motherly option, I mean it was practically fashionable in the 19th century. Abandonment = bad mothering, at least she snuffs it in the end.4. Norma Bates from Psycho by Robert BlochWhile most of her emotional abuse and tirades about the evils of women and sex go on behind the scenes in this novel, the emotionally crippled murderous fruits of her labor take center stage. Norma Bates defines the role of the psychotic mother in fiction3. Margaret White from Carrie by Stephen KingMother of Carrie White, Margaret was religious fanatic who believed nearly everything was sin and became physically and emotionally abusive to her daughter in an effort to get her to conform to her devout lifestyle, usually by locking her in a closet until she prayed for forgiveness. That kind of mother would send anyone into a telekinetic fury.2. Petal from The Shipping News by E. Annie ProulxShe leaves her husband shortly after his parents commit suicide and runs off with her lover, but not before selling her daughters to a black market adoption agency... her only redeeming quality is that she gets killed off in a car crash so early in the book.1. Corinne Dollanganger from Flowers in the Attic by V.C. AndrewsAfter Marrying her father?s half-brother Corinne Dollanganger is widowed, and forced to return to her astringed family home with her four children. Her mother agrees to her moving back on the condition that Corinne hides the (illegitimate) children from Malcolm, her husband and Corinne?s father, until he dies. Instead of working it out on her own she stuffs the children into an attic for years where they are generally ignored and become malnourished, delusional, incestuous and develop every social abnormality in the book. Oh yeah she also tries to kill them off.



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10 de mayo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Fresán sobre Mad Men

Serie de televisión e íconos literarios. Fuente: filmica.com Dran Dreper, el protagonista de la serie Mad Men, podría ser un personaje creado por algunos mad men literarios (en este caso, sin la doble acepción "Hombres de Manhattan" y "Hombres locos" sino solo quedándose con la segunda). Al menos así lo cree Rodrigo Fresán quien se aprovecha de la serie -que va por su segunda temporada- para hacer semblanzas de algunos mad men culurales norteamericanos: John Cheever, Richard Yates, John O´Hara, John Upidke, Miles Davis. Dejo aquí, por ser extraordinarias, las semblanzas de John Cheever y de Richard Yates. Y -como me sucede con todas las recomendaciones de Fresán- voy corriendo a buscar la primera temporada de Mad Men, que no he visto:JOHN CHEEVEREra alguien que se ocupaba de contar las historias de hombres como Dan Draper. Hombres enloquecidos por la idea de que, se supone, tienen todo para ser felices y sin embargo hay algo que falla en el teóricamente perfecto producto de sus vidas. Eso que algún publicista tan astuto como Draper bautizó como el Sueño Americano pero que cada vez se confundía y se fundía más con la pesadilla del insomnio. ?No nací en una verdadera clase social, y desde muy pronto tomé la decisión de infiltrarme en la clase media como un espía para poder atacar desde una posición ventajosa, sólo que a veces me parece que he olvidado y tomo mis disfraces demasiado en serio?, escribió Cheever en una entrada de sus Diarios. Y, de algún modo, todavía sigue allí. Nunca se ha ido y siempre vuelve: John Cheever (1912-1982) entró en marzo, por fin, en la canónica Library of America coincidiendo con la publicación de una nueva biografía firmada por Blake Bailey, que ya había publicado un perfecto y demoledor retrato de Richard Yates en el 2003: Tragic Honesty: The Life and Work of Richard Yates. Pero a no confundirse: para los antihéroes de Cheever ?-para los nadadores, los maridos rurales o los hermanos siempre en discordia? existe, siempre, la posibilidad cierta de una redención epifánica con resabios de antiguas y divinas mitologías. Dan Draper, creo, no goza de ese privilegio.RICHARD YATESY, mucho menos, los muy tristes personajes del tristísimo Richard Yates (1926-1992), a quien tan poco han comprendido el director Sam Mendes y la actriz Kate Winslet y el actor Leonardo Di Caprio. Entro a ver ilusionado la adaptación fílmica de Revolutionary Road y a los diez minutos comprendo que hay algo ?mucho? que no funciona. La adaptación de Mendes es, paradójicamente, tan mal teatro como la obrita amateur con que arranca la película. Lo que en las novelas de Yates es una prosa seca y de dientes apretados aquí se convierte en alarido melodramático y, claro, Di Caprio está condenado a lucir, siempre, como si se hubiera puesto la ropa de su padre y jugara a ser mayor. Di Caprio es, apenas, un hombrecito loquito; y no puedo evitar imaginarme lo bien que habría estado alguien como Edward Norton ?o, ya que estamos, Jon Hamm? en el rol de Frank Wheeler. Winslet no hace mal lo suyo pero, otra vez, la misma incómoda sensación que uno ya tuvo en Titanic: la de ver a una mujer aprovechándose de un niño. Tal vez deban filmar juntos ?Winslet sería una magnífica Mrs. Robinson y Di Caprio un perfecto Benjamin Braddock? una remake de El graduado, otra de hombres locos. Así que salgo del cine y entro en una librería y no puedo resistirme a la flamante edición conjunta de las novelas Revolutionary Road (1961) y The Easter Parade (1976, mi favorita entre las suyas) y el legendario volumen de relatos Eleven Kinds of Loneliness (1962) que le ha dedicado la Everyman?s Library al ahora súbitamente hot y cool Yates. Las dos primeras han sido recientemente publicadas por Alfaguara con los títulos de Vía revolucionaria y Las hermanas Grimes, el tercero fue publicado hace unos años por Emecé Argentina, y yo ya tengo todos por separado. Pero hay un placer raro en comprarse libros que ya se tienen. Y el prólogo de Richard Price justifica la inversión. Allí se lee: ?El territorio de Yates se ubica ligeramente al Sur de Cheever, al Oeste del de O?Hara, al Este de Carver y al norte de Tobias Wolff y Richard Ford?. Price cuenta cómo conoció al entonces perdedor y olvidado Yates y lo define así: ?Se nutría de rencores, era una incubadora de desaires. Sus dioses personales eran Hemingway y Fitzgerald. Estaba amargado. Tenía todo el derecho del mundo para estar amargado. Estaba realmente amargado?.



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8 de mayo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Reynoso en Argentina

Carátula de Radar Libros. Fuente: radarlibros "¡Cómo! ¿No estaba muerto?" Eso fue lo que dijeron los editores argentinos de Eloísa Cartonera cuando, luego de publicar el relato "El Príncipe" descubirieron que su autor, el peruano Osvaldo Reynoso, aún vivía. Así fue el ingreso de Osvaldo en Argentina, que llega a su punto culminante con la edición en el sello El Andariego de su primera novela En octubre no hay milagros y la nota de tapa que Mariana Enriquez le dedica en Radar Libros. Los elogios no cesan para este "Marxista Rabioso", como lo califica Mariana:Lima es narrada por Reynoso con el estilo que después los críticos llamarían ?realismo urbano?, pero que es bastante más: pasajes de un apasionado lirismo se contraponen con diálogos en la más cerrada jerga limeña juvenil y le siguen pasajes secos, narrativos, de belleza austera. Reynoso exhibe su virtuosismo en cualquier registro, pero jamás parece ostentoso o arrogante. Y esto es porque En octubre no hay milagros está claramente atravesada por la ideología del autor, por la política: Oswaldo Reynoso se identifica como marxista ?entonces y ahora?, y un año después de la publicación de En octubre no hay milagros formó el grupo Narración junto a Miguel Gutiérrez y Antonio Gálvez Ronceros(...) Sin embargo, Reynoso jamás resultó un escritor programático: su prosa es demasiado sofisticada, demasiado elegante y en ocasiones, en libros como El escarabajo y el hombre de 1970, casi experimental. Su trabajo con la lengua es obsesivo, y en su búsqueda obtiene pasajes de luminosa belleza. (...) Reynoso prefiere escaparle a las polémicas y continuar trabajando, no sólo en literatura ?está escribiendo una novela provisoriamente llamada Huamanga, Huamanga? sino en el taller de narrativa que dicta en su propia casa del distrito limeño de Jesús María. Cuenta, lo sabe, con gran cantidad de fieles y de alumnos; sabe que a los 77 años, con su melena blanca, sigue siendo un escritor joven e incómodo; además, un escritor casi secreto, poco conocido fuera de su patria. ?Creo sin vanidad que soy el best seller clandestino del Perú?, decía en una entrevista de 2006. ?Mis libros se siguen vendiendo luego de más de cuarenta años, aunque nunca aparecen en la lista de los más vendidos. Es que yo vivo y escribo para el Perú: que mis libros tengan resonancia fuera del país es algo que no me interesa.?En el completo recuento sobre la trayectoria de Reynoso, Mariana también comenta lo ocurrido hace unos años cuando, en la presentación de la antología narrativa Toda la sangre sobre el cuento de la violencia política peruana, antologada por Gustavo Faverón, y unas semanas después en una mesa redonda -en la que yo participé junto a Oswaldo- en la Feria del Libro de Santiago de Chile, Reynoso repitió insistentemente que lo ocurrido en el Perú no fue terrorismo sino una "guerra popular". Dice Enríquez:En marzo de 2007 concedió una entrevista a El Hablador donde reivindicó su marxismo, la posición militante tomada en el primer número de la revista Narración, y se negó a opinar sobre Sendero Luminoso. Poco después, se refirió en público a los años de guerra interna como ?guerra popular?, lo que le valió más enojos, acusaciones de ?populismo intelectual? e irritaciones de críticos y escritores como Gustavo Faverón Patriau (profesor en el Bowdoin Collage de Maine, EE.UU.) e Iván Thays. Para muchos, Reynoso se victimiza: es un éxito de ventas y cuenta con presencia en los medios y, sin embargo, afirma ser discriminado. Para otros, como Lasso, Reynoso no tiene ?el reconocimiento que se merece, ni el lugar que debería ocupar en el canon latinoamericano. Merece traducciones y ediciones en otros países; felizmente los argentinos son los primeros en darse cuenta?.Por cierto que Oswaldo Reynoso nunca ha rehuído a las polémicas, como dice Enríquez, y eso lo prueba los textos virulentos que envió a Perú21 cuando la polémica andinos-criollos. Incluso habría que decir que es un instigador de las mismas. Por eso, no fue para mí una sorpresa que en Santiago de Chile hablase ambiguamente sobre Sendero Luminoso. Lo que sí me sorprendió fue que, obligado por los presentes a rectificarse, decidió insistir en el término "guerra popular" declarando: "fue una guerra porque murió gente, y popular porque murió gente del pueblo". Ni Cantinflas hubiera explicado mejor el marxismo.



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7 de mayo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Junot en Buenos Aires

Junot Díaz. Fuente: dailynews Junot Díaz se presentó en la Feria del Libro de Buenos Aires y demostró que, además de ser un excelente escritor, es tremendamente lúcido con respecto a los alcances de su comentadísima y premiada novela La maravillosa vida breve de Oscar Wao. Habló sobre todo del lenguaje, que es el mayor valor del libro. La Revista Ñ resume así su presentación en la Feria:A sala llena, Junot desplegó sin tregua empatía y buen humor ante las preguntas de la periodista Patricia Kolesnicov y luego del público. Un desfile inagotable de bromas ácidas y agudas reflexiones. Ya de entrada disparó: "Cuando mis amigos me dicen 'tú capturaste la vaina dominicana', yo digo 'toma una página de esta novela y trata de leerla en público, sonarás como un pariguayo' (neologismo a partir del inglés, party watcher: 'el que mira las fiestas', sin participar)". La novela le tomó once años de trabajo y una escala en México D.F. para buscar inspiración después de tres años de desasosiego, en los que escribía y tiraba páginas a ritmo vertiginoso -"era mierda", dijo-. "Quería incluir la mezcla de los idiomas y la historia del Trujillato", contó el escritor, hijo de un militar defensor del dictador dominicano. "A veces, experiencias como las de la dictadura se entienden mejor con géneros alejados del realismo". Y puso el foco en el mix lingüístico. "En Estados Unidos por un lado se sostiene que solamente se puede hablar inglés; y por otro lado, hay un espacio enorme para que una comunidad de inmigrantes defienda y mantenga sus raíces. Quise explorar e iluminar cómo conviven el inglés y el español: es como una foto de lo que esta pasando en la comunidad dominicana. Y también una forma de recordar que no se puede reducir a nadie a una fórmula."



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5 de mayo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Coetzee crítico

J.M. Coetzee. Fuente: theguardian Mondadori ha publicado un nuevo libro de crítica literaria del que, sin duda, es uno de los más lúcidos lectores contemporáneos, además de un escritor excepcional: J.M. Coetzee. El libro se titula Mecanismos internos y en "El Cultural" comentan algunos de sus hallazgos:Mecanismos internos es un prodigio de la crítica literaria, que completa Costas extrañas (Debate, 2004). Disponemos por fin de las piezas compuestas entre 2000 y 2005. En total, quince años de trabajo ensayístico que refleja el doloroso tránsito de la cultura europea por el siglo XX, sin ignorar los conflictos de la sociedad norteamericana y la crispada Suráfrica. Al internarse en The Misfits (1961), la notable película de John Huston basada en un guión de Arthur Miller, Coetzee se acerca a la atormentada intimidad de Marilyn Monroe. El personaje de Roslyn es el espacio concebido por Huston y Miller para que la actriz "pueda expresarse a sí misma", criatura rota e inadaptada que alcanza su cénit dramático en la escena donde baila alrededor de un árbol entre nubes de Nembutal. Robert Walser es otra de esas vidas malogradas que, según Coetzee, sólo adquieren grandeza en su propio fracaso existencial. Paul Celan pertenece al mismo linaje, un poeta que tal vez exige demasiado al lector porque soporta una carga excesiva como hombre. Bruno Schulz también sucumbiría en el largo pogromo de una Europa antisemita, pero sobrevivirán sus enigmáticos dibujos y sus cuentos, que expresan el paradójico destino del pueblo judío, abocado a una marginalidad esencial, donde la cultura europea ha constituido su identidad. Lo entendió perfectamente Walter Benjamin en el inacabado Libro de los Pasajes, donde el fragmento se muestra más esclarecedor que la obra finalizada. Hay un hilo invisible entre Tierras de poniente y Mecanismos internos: la voluntad de entregar la palabra al sufrimiento. Toda la obra de Coetzee responde a este imperativo, un absoluto moral que permite hablar a los que no son nada, a los que murieron en el olvido y ahora levantan la voz para recordarnos que existieron.



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4 de mayo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Giordano reseñado

Paolo Giordano. Fuente: espaciolibros Paolo Giordano, el último ganador del Premio Strega, construyó una metáfora que unía sus dos grandes pasiones: los números (es físico teórico) y el amor literario en La soledad de los números primos, su premiada novela, editada en España por Salamandra. El resultado pudo ser una porqueria o una obra bellísima. Y a juzgar por la admiración rendida de la exigente Mercedes Monmany, lo segundo es lo que ha ocurrido: En el caso de Giordano, el centro de atención de su relato -la difícil etapa de crecimiento de dos inadaptados- está enfocado dentro de un ámbito intimista, psicológico y sociológico. La dureza del drama parece palpitar entre las cuatro paredes de un laboratorio que despliega bajo el microscopio sentimientos y sensibilidades reticentes a un fácil desglose. El relato en ningún momento pierde ese aire neutro, de observación clínica, minuciosa, escueta, dotada de un lirismo seco y petrificado que despoja al lenguaje, aún en sus momentos emocionalmente más atormentados y lacerantes, de todo victimismo. El resultado es una fábula delicada y sutil sobre el azar y la fragilidad de la existencia. Sobre el despiadado rechazo social, desde la misma escuela, hacia los diferentes, hacia los que no actúan, intercambian pautas, confidencias o experiencias similares con los de su entorno. Alice y Mattia, dos adolescentes traumatizados y hostigados por oscuros fantasmas de su infancia, arrastran secretos que los empujan a las mazmorras del aislamiento y los encierran en las cárceles invisibles del resentimiento, de la culpa y de un vago afán de venganza. (...) Verdugos de sí mismos, suicidas sin valor para abandonar una existencia que aborrecen e inhabilitados para el amor o el afecto, un día, en el patio del colegio, Alice y Mattia se encuentran. Los dos reconocen en el otro a un igual atrincherado en sus miedos y su soledad. Desde entonces, una fuerza o imán irreversible, indestructible, les hace iniciar una compleja relación que durará toda la vida, basada más en gestos y ausencias compartidas que en palabras. Una relación con la que de nuevo se castigarán por sombríos remordimientos y desgracias de un pasado que sólo ellos conocen y se han contado. Paolo Giordano enlaza su historia con una bella y cautivadora metáfora sobre los números primos, dentro de los cuales existen unos aún más especiales: los números primos gemelos, entre los que siempre se interpone un número par. Números «solitarios, sospechosos», «emparedados entre otros», como el 11 y el 13, o el 17 y el 19, que permanecen próximos, pero sin llegar a tocarse nunca. Como, en el fondo, Alice y Mattia.



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4 de mayo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Trilogía involuntaria de Levrero

Mario Levrero. Fuente: larepublica.uy El primero en Perú en comentar en un medio masivo -su leído blog Puente Aéreo- la obra de Mario Levrero fue Gustavo Faverón. Era octubre de 2005. Luego le seguirían aquellos que decían haberlos leído antes, pero esas frases están bajo sospecha. Faverón inició una fiebre levreresca en el Perú que coincidió con la celebridad que Levrero estaba tomando, luego de su muerte, en Argentina y luego en España. He leído muchos libros del uruguayo desde entonces pero ninguno me ha despertado el entusiasmo de Gustavo, sin desmerecer momentos notables. Ante mis dudas, Gustavo siempre reclama: "es que no has leído la trilogía involuntaria. Eso es lo que tienes que leer". La llamada Trilogía Involuntaria está compuesta por tres novelas: La ciudad, El lugar y París. Era casi inhallable en el Perú, y en otras partes del mundo, pero seguro eso se corregirá pronto porque De Bolsillo ha publicado las tres novelas breves. En Radar Libros hacen una reseña sobre la esperada reaparición:Con Lewis Carroll y Franz Kafka como confesos puntos de partida para su literatura, su trilogía involuntaria resulta apasionante, porque sus narraciones funcionan como una máquina de sentido a la que, una vez que se enciende, es imposible detener. Como un río que fluye, la irresistible lectura de la fascinante La ciudad como la perfecta ?así la definía su autor? primera parte de El lugar, recuerdan la lógica de Alicia cuando cae en el pozo persiguiendo al conejo, o la de los protagonistas de las obras de Kafka, atrapados en el laberinto de una realidad destilada, y al mismo tiempo más compleja. Prisioneros dentro de sí mismos, de sus temores, obsesiones y deseos, esa primera persona que narra la trilogía se abre un poco a juguetear con el mundo que la rodea en París, donde el folletín y lo inverosímil adquieren otra realidad, y otras lógicas se intersectan contra ese insecto que es la mente, al que se tolera ?a la manera de Spinetta? porque narra. Hipnóticas y casi psicodélicas, pero sin proveer ninguna posibilidad de escape sino más bien como trampas perfectas, sus tres novelas iniciáticas anticipan lo que luego Levrero haría al final del arco de su obra, con la mencionada El discurso vacío o la tan celebrada La novela luminosa, donde cada vez más esa primera persona es la del autor, y ese mundo ante el que reacciona no necesita inventarse, ni resumirse en modelos pseudo oníricos, sino que es la realidad que acecha ahí afuera. Tanto cuando se lo calificaba de raro como cuando se lo situaba dentro de la ciencia ficción local (cuyas publicaciones albergaban sus obras), Levrero solía desmarcarse de manera contundente, calificando a su trabajo como realista. Pero más que nada por liberarse de cualquier preconcepto, jugando a situarse en el polo opuesto al que le otorgaba su interlocutor. Vaya uno a saber, entonces, lo que opinaría de una reciente presentación de alguno de sus libros póstumos, en la que brillaron por su ausencia insistentes divulgadores como Elvio E. Gandolfo o Marcial Souto. Ante una escasa concurrencia, los presentadores celebraron la supuesta vanguardia de su elección, señalando que si estuviesen hablando de Bolaño el lugar seguramente estaría más lleno. Pero, aun siendo un autor de culto, la realidad marca que Levrero siempre escribió de cara a sus lectores, publicando sus obras en revistas ?como El Péndulo? que se vendían en los quioscos, y diciendo presente con sus libros en cada colección interesante que supo asomar en el mercado local durante la década del ?80. Por eso es que, antes de revolverse satisfechos en su gusto exquisito, aquellos azarosos representantes de la academia ?que a veces parece celebrarse sólo a sí misma? deberían haberse disculpado por llegar tarde, como siempre. Y, entonces sí, hacerse humildemente a un lado y permitir que la cada vez más reeditada obra de Levrero (¿cuándo le llegará el turno a un libro inclasificable y fascinante como Caza de conejos?) salga en busca de nuevos lectores.



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30 de abril de 2009
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