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Escrito por

Iván Thays

Iván Thays es escritor peruano (Lima, 1968) autor de las novelas "El viaje interior" y "La disciplina de la vanidad". Premio Principe Claus 2000. Dirigió el programa literario de TV Vano Oficio por 7 años. Ha sido elegido como uno de los esccritores latinoamericanos más importantes menores de 39 años por el Hay Festival, organizador del Bogotá39. Finalista del Premio Herralde del 2008 con la novela "Un lugar llamado Oreja de perro".

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La novela 2011 de Bolaño

Roberto Bolaño En enero llegará la última novela de Roberto Bolaño con Los verdaderos sinsabores de la policía, una obra inédita que se considera el germen de 2666. La noticia se dio en la Semana de Autor en Casa de América de Madrid, dedicada a Bolaño. Jorge Herralde consideró ?prodigiosa? la lectura de esta nueva novela, y además se adelantó que no será el último inédito que aparezca de Bolaño.  Dice la nota en El País:

Las cerca de 300 páginas del libro conforman una obra que su autor dejó inacabada en las carpetas de su ordenador al morir, y que se pueden seguir como el origen de 2666, su obra mayor. A través de estos escritos se trazan los perfiles de personajes como Von Archimboldi, el enigmático escritor alemán, o Amalfitano, pero también aparecen personajes de otras novelas del autor de Los detectives salvajes. Los sinsabores del verdadero policía permite seguir toda su literatura a través de un juego de voces, aseguran los que han tenido acceso al texto. Los seguidores de Bolaño encontrarán en estas páginas temas recurrentes como el destino, el exilio, el amor o la literatura. Una parte, posiblemente el 50% del texto, se encontraba en el ordenador; el resto había sido pasado a máquina de escribir con correcciones del autor anotadas en los bordes. Roberto Bolaño empezó a publicar tan tarde y la muerte le alcanzó tan rápido que no llegó a ver editado 2666, publicado un año después de su fallecimiento. Muchos de sus apuntes sobre sus obras fueron escritos a mano y luego guardados en carpetas o almacenados en el ordenador. Los sinsabores del verdadero policía,procedente de ese archivo, no es el primero ni será el último de sus inéditos. Hace unos meses, Anagrama recuperaba también El Tercer Reich, una novela inédita, escrita en 1989 y en la que el autor despliega algunos de sus temas recurrentes, como las extrañas formas del nazismo. Jorge Herralde, que ayer participaba en las jornadas que sobre la obra de Bolaño tienen lugar esta semana en Casa de América de Madrid, aseguró que prefería no hacer demasiadas declaraciones hasta que la obra llegue a las librerías, aunque no eludió emitir un juicio que, a buen seguro, pondrá los dientes largos a los seguidores del escritor chileno: ?La calidad de este nuevo libro es prodigiosa y sin lugar a dudas está a la altura de 2666?. Junto al mercado en español, el libro se lanzará en inglés, francés, italiano y alemán. El contrato se cerró hace un año pero las negociaciones con Andrew Wylie (El Chacal), agente de Bolaño, de cara a su publicación en español han sido tensas y se han prolongado durante meses.

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24 de noviembre de 2010
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Edward Carr reseñado

carátula del libro Uno de los mejores libros que he leído este año, Los exiliados románticos (Anagrama) del historiador británico Edward Carr ha sido reseñado en Radar Libros. Una galería de personajes rusos del siglo XIX absolutamente imperdible. Dice la reseña de Martín Glatsman:

En Los exiliados románticos (1933) el historiador británico E. H. Carr (1892-1982) oficia ?con voz aguda y tono irónico? de guía por los derroteros del convulsionado siglo XIX europeo y sus fracasadas revoluciones ?1848 en Francia, 1863 en Polonia y 1871 nuevamente en Francia?. Como parte de su Galería, Carr expone distintos personajes entrañables, desopilantes y decadentes unidos por una idea en común: la esperanza de ver una Rusia libre del yugo zarista. Herzen fue el padre del populismo ruso y, a pesar de su gran actividad política y sus clásicos textos programáticos ?cartas abiertas, panfletos, documentos, ensayos?, es esencialmente recordado como el escritor de una impresionante autobiografía, Pasado y Pensamiento (1868), que en palabras de autorizados críticos lo llegarían a ubicar dentro del gran panteón de la literatura rusa. Para Carr, Herzen era una de las personalidades más sensibles y comprometidas políticamente de la primera generación de exiliados del zarismo en el siglo XIX. Toda una personalidad que se había convertido en una verdadera institución; al punto tal de que ?para un turista ruso, dejar Londres sin haber visto a Herzen, era tan inconcebible como ir a París y no visitar el Louvre?. Y por supuesto, que el Gran Salón, en donde se reunirá parte de esa famosa inteligentsia rusa, será el hogar londinense de Herzen. Por allí, solía presentarse con su inmensa y deteriorada figura, Bakunin, siempre con ánimo polémico. Herzen a menudo expresaba su temor acerca del anarquista, ?probablemente arruinará todo nuestro trabajo?, pero a pesar de sus diferencias políticas y de forma nunca dejó de ayudarlo en la realización de sus sueños: ?Uno tan sólo puede trabajar sobre los hombres soñando sus sueños más claramente de lo que pueden soñarlos ellos mismos, y no demostrándoles las ideas como se demuestran los teoremas geométricos?. (?)

Si bien es verdad que Carr declaró que Los Exiliados? ?debe ser leída con indulgencia. Todavía era muy joven a los cuarenta?, no es menos verdadero que el texto presenta una frescura y una descripción de la vida cotidiana de los románticos rusos en Europa desde un punto de vista novedoso; ya que Carr, sabiendo de la imposibilidad de superar la autobiografía de Herzen basó su investigación en la voluminosas cartas de éste a sus colegas, tanto del mundo político e intelectual ?Turguénev, Bakunin, Ogarev entre otros?, como de su entorno familiar. (?) Un dato significativo en la estructura del libro es que Carr presenta los últimos días de Herzen en el capítulo doce del libro. Los cinco capítulos finales pueden ser leídos como una gran y maravillosa cosa. Entre ellos, se destaca ?Un volteriano entre los románticos?, en donde aparece un extraño príncipe llamado Piotr Dolgorukov, amigo de Herzen que, por distintas circunstancias, que se revelan en el relato de Carr, será un sujeto central en el trágico duelo que terminará con la vida del poeta Pushkin. También cabe recordar aquel relato de suspenso e intriga que el historiador reconstruye al estilo de la novela policial clásica en el capítulo ?El affaire Postnikov, o el eterno espía?, en donde Bakunin y el ?círculo de Herzen? son víctimas de un engaño policial y de su optimismo revolucionario. En definitiva, un libro singular, que recrea los sueños, fracasos y utopías de una generación de rusos exiliados que nunca más pudieron ingresar a su tierra prometida y que de manera romántica, pero no por eso menos verdadera, lograron expresar con convicción ideales tales como el que afirma Herzen, en su maravilloso y polémico ensayo sobre la experiencia de las revoluciones europeas (Desde la otra orilla, 1850), y que Carr reproduce en un pasaje emotivo de su relato: ?Nosotros no construimos sino que destruimos; no proclamamos una nueva verdad, sino que abolimos una vieja mentira. Los hombres contemporáneos sólo construyen el puente; los aún desconocidos hombres del futuro, lo cruzarán. Tú quizá lo veas. No te quedes en esta orilla. Mejor es morir por la revolución que salvarse en la sagrada reacción?.

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22 de noviembre de 2010
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Lo nuevo de DeLillo

carátula de la novela Don DeLillo, pese a lo experimental de su literatura, mantiene interés en algunos lectores en castellano. Está muy lejos de volver a escribir un Ruido de fondo, pero él insiste y Seix Barral aun le tiene fe. Acaban de editar la novela  Punto Omega. La reseña en ABCD las artes es de Rodrigo Fresán hace un repaso de su obra y se pregunta en qué punto está ahora DeLillo. Muy atinado:

Todo comienza en el Museo de Arte Moderno de Nueva York y está muy bien que así sea. Allí, el narrador/testigo (en uno de esos capítulos introductorios tan admirables y característicos de la Casa DeLillo) contempla una instalación donde se proyecta Psicosis de Hitchcock, ralentizada, hasta alcanzar las 24 horas de duración y descubrirnos que «La frase carece de significado». Ajá. Está muy bien que Punto omega se nos presente frente a una típica manifestación de modernidad añeja. Por que Punto omega se lee como una pieza de museo, como un perfecto exponente de lo que -tras los pasos de Gaddis y Ballard- supo ser Don DeLillo. Variaciones personales Recapitulemos: DeLillo (Nueva York, 1936) arrancó en 1971 con Americana (road-novel desértica de la que Punto omega repite más de un eco), enhebrando rápidamente una serie de variaciones muy personales sobre diversos géneros (la novela deportiva en End Zone, la novela rock en Great Jones Street, la novela científica en Ratner´s Star, la novela conspirativa-capitalista en Jugadores, la novela freak-pulp en Fascinación y la novela «de extranjero» Los nombres) hasta entrar de lleno en su época dorada. Allí, DeLillo despacha varias obras maestras que, además, conforman un credo estético y existencial y dan lugar a lo delilliano. Así, Ruido blanco (ganadora del National Book Award) propone su versión del Apocalipsis norteamericano luego de un «evento tóxico»; Libra disecciona la figura del magnicida Lee Harvey Oswald; y Mao II propone la desaparición y el terrorismo como nuevas y definitivas disciplinas artísticas. Todo esto va a dar a la mágnum opus y novela-web Submundo. Y, después, ese acontecimiento histórico de cuya llegada DeLillo nos advirtió, lateralmente, durante años: la mañana del 11 de septiembre del 2001 cuando todos vimos todo eso por televisión y más de uno pensó: «¡Don DeLillo!» Desde entonces, la incómoda sensación pero el fascinante espectáculo de seguir leyendo a un escritor que alguna vez nos ayudó a comprender el presente y el día de mañana reconvertido en novelista autohistórico a lo largo y ancho de libros breves -Body Art, Cosmópolis, El hombre del salto y ahora Punto omega-, funcionando como anticuados sketches para una obra mayor en un museo particular donde, quizás, esperemos que no, todos los grandes cuadros ya hayan sido colgados. Todo se mueve Punto omega es, entonces, más de lo mismo: DeLillo y sus entropías y paisajes (aquí las arenas de Mojave o Sonora), su particular sentido del diálogo en base a eslóganes zen-occidentales (cuando funciona se acerca a Beckett y, cuando no, recuerda demasiado a la aforística inconexa y náufraga de Perdidos), y dos personajes teorizando prácticamente sobre el todo, la nada y lo que hay en el medio. Conozcan entonces al joven cineasta Jim Finley intentando convencer de que hable a cámara al otoñal y misterioso Richard Elster (asesor del Pentágono y «conceptualizador» de Irak como «guerra haiku»). Y entonces se suma a la partida Jessie, la casi invisible hija de Elster. Y de pronto Jessie ya no está allí. Y todo se mueve. Un poco. Bastante. Lo que no implica dejar de seguir hablando hasta alcanzar ese punto omega en el que «la conciencia se acumula». O algo así. Y la certera sospecha de que uno ya ha oído esta canción que no molesta volver a escuchar; aunque ahora prime un cierto aroma a involuntaria autoparodia y a karaoke demasiado solemne y se extrañe ese personal humor de End Zone y Ruido de fondo. Y que lo que se nos invita a visitar no es otra cosa que la perturbadora postal de la Zona Cero de toda una literatura: el sitio preciso en el que alguna vez hubo algo muy grande y en el que ahora hay nada más que un impresionante vacío absoluto a la espera de ser llenado por algo y por alguien. Mientras tanto, vaya esta interesante y elegíaca novela/instalación a la que, por favor, se ruega no tocar, pero sí mirar, preguntándose a qué época pertenece. 

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22 de noviembre de 2010
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Mario Vargas Llosa y la crónica futbolística

Sara Carbonel al pie de la cancha En el año 82, el último en el que Perú fue a un Mundial, Mario Vargas Llosa fue testigo de los partidos en La Coruña de ese equipo peruano que ilusionó mucho y que terminó goleado por 5 a 0 contra Polonia. El diario El Comercio rescata esta crónica del ahora Premio Nobel sobre el periodismo deportivo. Dice Vargas Llosa:

Igual que la crítica de (sobre) modas, la crítica del fútbol es también una formidable maquinaria creadora de mitos, un espléndido surtidor de irrealidades que alimenta el apetito imaginario de vastas multitudes. Hasta hace relativamente pocos años no lo era, pues los comentarios de fútbol en la prensa, la radio y la televisión tenían un carácter realista, se limitaban a cumplir el más mediocre cometido que cabe a la crítica: describir servilmente la realidad, referir puntualmente las incidencias de un partido, informar con objetividad ?es decir, en un lenguaje invisible, transparente? sobre la actuación de los jugadores. ¿Qué interés puede tener ese tipo de crítica científica? En ese tiempo había que leer la crítica taurina. Era la verdaderamente creativa, fantaseadora, con un vocabulario entre esotérico y folclórico, capaz de perpetrar las cursilerías más encantadoras y de un humorismo involuntario constante. En nuestros días, gracias a la demanda multitudinaria de ese público imantado por el fútbol, que quiere ver fútbol no solo en los estadios sino también en los diarios, las radios, la televisión, la crítica del balompié rompió ya con el realismo y accedió a ese estadio superior de la escritura, que es la creación de mitos. Sin temor a exagerar se puede decir que es regla casi general que las páginas deportivas sean las más vitales e imaginativas de diarios y revistas, aquellas en las que el periodista muestra una libertad y una audacia estilística mayores. Lo mismo se puede decir del comentarista radial de fútbol, que, si es bueno, va enriqueciendo con sus palabras aquello que transmite, como un trovador medieval transformaba en sus versos los amores o las batallas que cantaba. El comentarista de televisión, en cambio, está embridado por la presencia de la imagen, que lo ata a la realidad del partido. Estos periodistas deportivos, cuando son talentosos, jamás describen un partido o radiografían el desempeño de un jugador: los mitifican. Es decir, los sacan de su efímera, pasajera realidad concreta y los instalan en la realidad permanente, intemporal e incorpórea de la ficción. He aquí unos cuantos ejemplos, elegidos sin trampa en los diarios a los que puedo echar mano en este estadio Balaídos de Vigo, donde escribo estas líneas. Un periodista catalán, refiriendo el desempeño que tuvo en el primer partido del Mundial ese arquero belga con nombre de cachetada (Pfaff), lo define bellísimamente como ?el portero de la vista agrimensora?. Un crítico madrileño, por su parte, sintetiza con esta insuperable alegoría la derrota argentina ante el equipo Belga: ?Argentina murió al atardecer, en el centro del campo. La magia de los campeones del mundo quedó atrapada por la tela de araña roja tejida por los belgas en la zona entre áreas?. Los árbitros, para otro comentarista, no castigan a los jugadores: les ?muestran la cartulina? o les señalan ?el infamante camino del camarín?. Un partido no es un partido, sino un pretexto para sugestivas formulaciones retóricas, en las que la ?visión práctica? y la ?eficiencia zonal? del ?estratega? (entrenador) soviético se enfrentaron a la ?filosofía de inspiración individualista?, al ?ritmo embrujante y mareador? del ?once? brasileño. Se podría hacer una linda antología de críticas de fútbol, mostrando cómo los periodistas-ficcionistas apelan, con instinto poético envidiable, para describir los partidos, a los más diversos arsenales retóricos, y que hay encuentros reseñados como un espectáculo musical, como una comedia de disparates, como una tragedia griega, como una hazaña épica o como una catástrofe militar. Gracias al fútbol, la literatura de ficción contemporánea se ha enriquecido con un aporte tan simpático como inesperado: las secciones deportivas de la prensa. Jóvenes estudiantes de Literatura: para comprobar prácticamente cómo la buena literatura transforma la experiencia real en mito, ¡lean las crónicas del fútbol!

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22 de noviembre de 2010
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Reseña de "Los infinitos"

John Banville La novela Los infinitos de John Banville ya llegó a una segunda edición. El autor ha sido todo un éxito desde que ganó el Booker con la maravillosa El mar. Los elogios han empezado a caerle ya. Esta es la reseña en Babelia de José Maria Guelbenzu. Pero ojo, que los que esperen una nueva versión de El mar pueden verse afectados con esta historia sobre libros y autores. Dice la nota:

Esta es una novela distinta. Una novela que ha de irritar a muchos y parecer fascinante a otros. Me encuentro entre los segundos. Lo que sí necesita es un lector amante de la literatura y dispuesto a aceptar novedades de concepción y estilo. Creo también que es una de las novelas del año.

En el libro se unen dos mundos: el de los mortales y el de los dioses. Uno de estos últimos, Hermes, es la voz narradora. La mirada de Hermes se tiende sobre la familia Godley en un momento en que el patriarca, Adam Godley, Sr., un reputado científico, se encuentra en coma a pocos pasos de su muerte. Junto a él se encuentran en la casa familiar de Arden (¿un guiño a Nabokov, este nombre?) su segunda mujer, Ursula, alcohólica; su hija Petra, medio autista, y su hijo Adam, Jr., junto con su esposa, la bella Helen. También forma parte de la casa Ivy Blount, de origen aristocrático reducida al estado de criada; Duffy, un campesino analfabeto, y dos visitantes: Roddy Wagstaff, pretendido cortejador de Petra, pero que en realidad ronda a Adam, Sr., con la intención de ser su biógrafo, y Benny Grace, un gordinflón desaliñado, descalzo y ladino, que también parece ser una encarnación del dios Pan. Con estos mimbres construye Banville una cesta insólita donde cabe una historia mínima y vulgar de relaciones familiares entre individuos afectados por problemas comunes al resto de los mortales que son contemplados por unos dioses inmortales y aburridos de su inmortalidad. La novela, por tanto, y la vida con ella, se mueve entre la muerte y la eternidad. Mientras Hermes relata las pequeñas pasiones de los humanos siente a la vez pena y cierta envidia de ellos por el hecho de que lo que a sus ojos son pequeñas reyertas y dificultades sean, precisamente, lo que da viveza y entretenimiento a sus actos, algo de lo que los dioses carecen, como carecen del horizonte de finitud de aquellos. Todos los dioses soportan mal la eternidad y su único entretenimiento es jugar con el destino de los humanos, sin beneficio para ellos ni para los humanos, aunque ellos lo hacen por divertirse, por pasar el rato, mientras que los mortales lo pagan con el dolor. Cuando Zeus, el padre de Hermes, despierta de su siesta, dirige su apetito sexual hacia Helen, la mujer de Adam, Jr., y, valiéndose del ardid de posesionarse de la voluntad de Roddy, la lleva junto al bosque y la besa apasionadamente ocasionando una pequeña catástrofe entre los mortales; después, como un niño con un juguete usado, lo aparta y vuelve a su estado de aburrimiento al comprobar que las envidiadas pasiones no son para los dioses.

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21 de noviembre de 2010
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Se viene lo nuevo de Auster

carátula del libro Sunset Park, la nueva novela de Paul Auster, aparecerá el 23 de Septiembre, y en El Cultural adelanta las primeras páginas. Pero antes nos anuncia el tema:

El autor neoyorquino se mueve ahora en las difusas fronteras morales de las relaciones de adultos con menores. Miles Heller, de 28 años, vive con Pilar Sanchez, de 16, después de haber desaparecido de su vida anterior. Tras abandonar la universidad y despedirse de sus padres, trabaja en una empresa de mudanzas que se dedica a vaciar las casas desahuciadas.

Para leer las primeras páginas pueden ir a este enlace.

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20 de noviembre de 2010
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¿Una hagiografía?

Roger Casement retratado por MVLL Una pertinente reseña de El sueño del celta aparecida en La Revista de Libros de El Mercurio. Bastante cosas para discutir puestas en el tapete. Lo mejor, el título de la reseña: ?Biografìa, hagiografía, novela?. Lo malo es que no aparece el nombre del crítico. Dice la reseña:

El sueño del celta es una novela edificante, con buenas intenciones, que trasunta de manera clara la simpatía del autor, a través del narrador, por el héroe y sus causas. El epílogo final es una honesta confesión de ese afecto íntimo. Sin embargo, juzgada de acuerdo con sus méritos literarios (y dejando de lado la autoridad de su autor y la fascinación que pueda proyectar el héroe escogido), es necesario subrayar que su prosa no es particularmente brillante, sino más bien plana, como si leyésemos una enciclopedia histórica; y el ritmo de la obra, por amplios trazos, se torna lento, como una cadencia monótona, quizás retardado por el vaivén de la estructura y reiteraciones de ideas y episodios: la condena al colonialismo, en los mismos términos, se repite una y otra vez; las cavilaciones de Casement sobre su lucha en Irlanda se convierten en un ritornelo sin variantes. Hay episodios que Vargas Llosa vuelve a contar sin cambiar el punto de vista o añadir nueva información. Todo está dicho por el narrador omnisciente focalizado en Roger Casement y contado desde su ángulo: no hay polifonía, sino monodia. La novela podría, así, haber sido narrada, por el propio Casement en primera persona. Es que Roger Casement fue en su vida lo que podría llamarse un ?personaje novelesco?, pero a veces resulta más difícil lograr hacer un ?buen personaje? de una persona de ese tipo que de otra más común y corriente. Los personas con vidas de por sí ?novelescas?, como es sin duda la de Casement, según testimonian sus biografías y otros documentos, parecen copar la imaginación del narrador, incluso de uno tan talentoso como Vargas Llosa, de modo que la novela apenas se desapega de lo que sería una biografía, como si ella misma cayese en la fascinación de los hechos que la inspiraron. Incluso la novela huele por momentos a hagiografía. El delicado asunto de las ?prácticas sexuales aberrantes? de las que dan cuenta los controvertidos ?Diarios negros? es soslayado por Vargas Llosa de una manera poco fundada: ?Mi propia impresión -la de un novelista claro está- es que Roger Casement escribió los diarios pero no los vivió (?) que escribió ciertas cosas porque hubiera querido vivirlas?. La literatura de diarios íntimos no confirma, en absoluto, esta hipótesis.

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18 de noviembre de 2010
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Patti Smith, National Book Award

Patti Smith Una noticia histórica. La rockera Patti Smith ganó el premio más prestigioso de EEUU, el National Book Award, con la novela Cuando éramos niños, una memoria dulce de su relación con el artista Robert Mapplethorpe y bohemia vida que compartieron en las décadas de los 70 y los 80. Dice la nota en ABC:

Cuando escuchó su nombre y subió a recoger su premio, recordó sus días como empleada en una librería de Manhatan cuando «soñaba con tener mi propio libro, con escrbibir uno que poder poner en una estantería». Según recoge The New York Times, también pidió que, por mucho que avancemos tecnológicamente, nunca olvidemos los libros porque «no hay nada en el mundo material más bonito que los libros». Un premio sorprendente en la gala de anoche fue el de la categoría de ficción concedido a Jaimy Gordon por «Lord of Misrule». Lo extraordinario de este libro es que, en Estados Unidos, fue publicado por una pequeña imprenta de Kingstone Nueva York, a diferencia del resto, que de dieron a conocer por grandes empresas editoriales.Las críticas por la ausencia de best seller en las listas ha generado una oleada de críticas.

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18 de noviembre de 2010
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Manuel Moya, premio Unicaja "Fernando Quiñones"

Premio Unicaja Fernando Quiñones Manuel Moya ganó el XII Premio Unicaja de Novela ?Fernando Quiñones?, y la novela será publicada por Alianza Editorial. La novela se titula Las cenizas de abril. Como finalista del premio ha quedado el peruano Martín Mucha con una obra titulada Tus ojos en una ciudad gris. 30,000 euros para el ganador que logró alzarse entre 210 novelas presentadas, procedentes de toda la geografía española y de países como Argentina, México, Estados Unidos, Chile, Alemania, Francia, Cuba, Turquía, Suecia, Costa Rica y Rumanía. La nota habla sobre las novelas ganadoras:

La novela presentada bajo el título ?Las cenizas de abril?, de Manuel Moya, es, según la calificación del jurado, una novela ?compleja y poderosa, con personajes variados y muy bien dibujados, en la que se refleja parte de la historia reciente de Portugal, en algunos aspectos tan parecida a la española?.    Asimismo, ha comentado que la obra parte de un planteamiento inicial que despierta la curiosidad del lector, esto es, ?qué ocurre cuando descubres que tu padre no es quien crees que es y el mundo que sentías como tuyo está cimentado en el horror?. Así, ?Las cenizas de abril? narra las derivas de cuatro personajes víctimas de unos tiempos oscuros en los que, sin embargo, ?no era imposible la esperanza?.    Muy poco antes de la Revolución de los Claveles, Sophia, hija única de un siniestro agente de la Policía Política Portuguesa, la PIDE, radicado en la Luanda (Angola) de los 60, se enamora de Fernando, un joven idealista y militante radical, que trastoca su heredada percepción social y política del país. Implicados en la lucha contra la dictadura, deciden secuestrar a Ilidio de Andrade, un agente de la PIDE que ha trabajado junto al padre de Sophia y quien acaba revelando no sólo el sistema brutal de represión del régimen sino también la verdadera identidad del padre de la protagonista, lo que supondrá para los amantes un contratiempo acaso insoslayable.    Moya, nacido en Fuenteheridos (Huelva), ha publicado libros de poesía como ?La Noche Extranjera?, ?Salario? o ?Interior con islas?. Además, su antología ?Habitación con islas? ha sido traducida y publicada íntegramente en Francia y Portugal. También ha publicado dos libros bajo el heterónimo de Violeta C. Rangel, ?La posesión del humo? y ?Cosecha roja?, así como otro bajo Umar Abass, ?El Sueño de Dakhla?.    Por otro lado, ha obtenido prestigiosos premios de poesía como el Ciudad de Córdoba, Fray Luis de León o el Leonor. Además, su nombre aparece en numerosas antologías poéticas y narrativas tanto en España como en Estados Unidos, México, Portugal o Francia. En prosa, por otra parte, ha editado un libro de cuentos, ?La sombra del caimán?, finalista del premio Setenil al mejor libro de relatos publicado en 2006, así como las novelas ?La mano en el fuego? o ?La tierra negra?, que está cosechando un inesperado refrendo de crítica y público.    Por su parte, la obra presentada bajo el título ?Tus ojos en una ciudad gris?, la primera novela de Martín Mucha, ofrece, según palabras del jurado, una historia ?moderna, aparentemente sencilla, pero muy bien construida y que fluye limpiamente?. Del mismo modo, ha añadido que narra el viaje en autobús de Jeremías Carpio, un chico que está pasando de la adolescencia a la edad adulta.    Así, se desvela su vida por retazos, destacando entre los recuerdos, el de su abuelo muerto por su culpa, la sensación de no tener un destino y una permanente sensación de desaliento. Es la historia de un chico que un día se subió a un muro en su barrio y descubrió que su ciudad, metáfora de su vida, estaba dividida en dos mundos, dos clases sociales, dos formas de pensar y de existir. Hoy estudia en una universidad privada y no sabe qué hacer con sus pasos.    ?Jeremías retrata a una generación a través de su pasión por la Play Station, por el fútbol, sus amores efímeros y on-line o su aparente no hacer?, ha comentando, añadiendo que su historia se sitúa en Lima, pero podría estar en cualquier parte del mundo occidental y en la que aparecen temas que siempre están ahí, como el terrorismo, la inmigración, el sexo, la crisis económica, los medios amarillistas y la política.    Mucha, escritor y periodista, vivió durante su infancia en los barrios más pobres de su país, entre la violencia terrorista y la de las calles. En 1996, ganó los Juegos Floreales de Poesía de la Pontificia Universidad Católica de Perú, donde se graduó en Comunicación Audiovisual. Estudió en el último taller de periodismo narrativo que dictó Ryszard Kapuscinski.    Actualmente, sus artículos aparecen en los suplementos semanales Crónica y Magazine del diario El Mundo. Por sus reportajes sobre inmigración, en 2007, se convirtió en uno de los más jóvenes ganadores del Premio Rey de España de Periodismo. Durante su carrera profesional y académica ha recorrido alrededor de treinta países

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17 de noviembre de 2010
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