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Escrito por

Iván Thays

Iván Thays es escritor peruano (Lima, 1968) autor de las novelas "El viaje interior" y "La disciplina de la vanidad". Premio Principe Claus 2000. Dirigió el programa literario de TV Vano Oficio por 7 años. Ha sido elegido como uno de los esccritores latinoamericanos más importantes menores de 39 años por el Hay Festival, organizador del Bogotá39. Finalista del Premio Herralde del 2008 con la novela "Un lugar llamado Oreja de perro".

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el incesante y vasto universo

piet mondrian, 1921 EL ALEPH (fragmento) La candente mañana de febrero en que Beatriz Viterbo murió, después de una imperiosa agonía que no se rebajó un solo instante ni al sentimentalismo ni al miedo, noté que las carteleras de fierro de la Plaza Constitución habían renovado no sé qué aviso de cigarrillos rubios; el hecho me dolió, pues comprendí que el incesante y vasto universo ya se apartaba de ella y que ese cambio era el primero de una serie infinita. Cambiará el universo pero yo no, pensé con melancólica vanidad; alguna vez, lo sé, mi vana devoción la había exasperado; muerta yo podía consagrarme a su memoria, sin esperanza, pero también sin humillación. Consideré que el treinta de abril era su cumpleaños; visitar ese día la casa de la calle Garay para saludar a su padre y a Carlos Argentino Daneri, su primo hermano, era un acto cortés, irreprochable, tal vez ineludible. De nuevo aguardaría en el crepúsculo de la abarrotada salita, de nuevo estudiaría las circunstancias de sus muchos retratos. Beatriz Viterbo, de perfil, en colores; Beatriz, con antifaz, en los carnavales de 1921; la primera comunión de Beatriz; Beatriz, el día de su boda con Roberto Alessandri; Beatriz, poco después del divorcio, en un almuerzo del Club Hípico; Beatriz, en Quilmes, con Delia San Marco Porcel y Carlos Argentino; Beatriz, con el pekinés que le regaló Villegas Haedo; Beatriz, de frente y de tres cuartos, sonriendo, la mano en el mentón? No estaría obligado, como otras veces, a justificar mi presencia con módicas ofrendas de libros: libros cuyas páginas, finalmente, aprendí a cortar, para no comprobar, meses después, que estaban intactos. Jorge Luis Borges

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25 de agosto de 2011
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Otra librería muerde el polvo

Librería cerrada The Travel Bookshop tenía 35 años en Londres, y gracias a la película Nothing Hill (con Julia Roberts y Hugh Grant), que tiene como locación principal esa librería, se volvió un souvenir, un lugar de visita turística. Pero de nada sirve esa celebridad, igual cierra sus puertas, porque el hijo del dueño no quiere hacerse cargo. Otra librería que muerde el polvo. Dice la nota en el ABC:

La librería de viajes que inspiró la popular película «Notting Hill»cerrará después de 32 años, a pesar de haberse convertido en una auténtica atracción turística de la capital británica. «The Travel Bookshop», toda una institución del pintoresco barrio de Notting Hill, dejará en dos semanas de vender biografías de intrépidos exploradores, libros de viajes y guías de los cinco continentes, según confirmó un responsable de la librería. El colorido establecimiento se había convertido en un lugar de peregrinación para los miles de aficionados de la película, que recaudó tras su estreno en 1999 más de 253 millones euros en todo el mundo. La comedia romántica cuenta la inesperada historia de amor entre una famosa actriz, interpretada por Julia Roberts, y el librero londinense William Thacker, al que dio vida el actor Hugh Grant. Precisamente, la pareja se conoce cuando la estrella de Hollywood entra en la librería de viajes, propiedad del despistado Thacker, para comprar un libro sobre Turquía. Aunque en la película no aparece el mismo local que ahora cierra sus puertas, «The Travel Bookshop» sirvió de inspiración para sus guionistas, lo que la convirtió rápidamente en uno de los lugares imprescindibles para los turistas que visitan el barrio londinense de Notting Hill. La cinta hizo también mundialmente famoso al multicultural y carismático vecindario de la capital británica del que toma su nombre y disparó sus alquileres, sobre todo por la fiebre que generó entre los estadounidenses que se mudaron a Londres. Aunque decenas de pequeñas librerías locales se han visto obligadas a dar el cierre en todo el Reino Unido por la competencia de las grandes cadenas y las ventas por internet, éste no parece haber sido el motivo que ha forzado a vender el icónico establecimiento. Su propietario desde hace 25 años reside en Francia y ha decidido desprenderse de «The Travel Bookshop» ya que su único hijo no quiere hacerse cargo del negocio.

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23 de agosto de 2011
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Sergio Pitol reseñado

carátula del libro ?Leí este libro y aprendí? dice J. Ernesto Ayala Dip en su reseña en ?Babelia? de Una autobiografía soterrada (Anagrama), el libro de recuerdos -más que de memorias- que ha publicado Sergio Pitol. Lo leí también y aprendí. Es una coda a sus memorias, un pie de páginas, pero no por eso deja de ser un libro maravilloso. Dice la reseña:

La obra de Sergio Pitol (México, 1933) transita, además de la traducción, por diversos géneros literarios: novela, cuento y ensayo. En todas estas tareas el premio Cervantes deja su impronta de creador cuidadoso en el arte de la heterodoxia. En su tríptico novelístico (formado por El desfile del amor, Domar a la divina garza y La vida conyugal) ya hay claras muestras de su manera distintiva de mezclar y reunir en una nueva unidad narrativa todas las posibles procedencias genéricas de las que se nutre. Entre la crítica no faltan colegas que ya han distinguido dicho tríptico como una obra posmoderna. En todas sus novelas, no sólo en el Tríptico, Sergio Pitol convierte cada solución narrativa en una reflexión narratológica. No porque la explicite, sino que queda incorporada en la textura de sus ficciones. Para el escritor mexicano el lugar de la ficción no es nunca un lugar sagrado, el espacio pétreo de la norma y la convención. Sus atajos, las sinuosas líneas de la intriga, las sombras que desparrama sobre sus novelas y cuentos son parte de su estrategia de composición. Los asuntos que trata, bajo el prisma de este personal método formal, desenmascara en parte la historia de México, a la vez que el propio ejercicio novelesco como mecanismo de interpretación de esa parte del territorio de la realidad que no tiene respuesta. Lector fervoroso del teórico ruso de la novela, Mijaíl Bajtín, Pitol sabe que no hay manera de acercarse a ninguna realidad sin que el arte salga indemne. No se sale como se entra. Una vez dentro de ella, la novela cambia, sus leyes ya no son las mismas. La publicación de su nuevo libro, Una autobiografía soterrada, además de una investigación del espíritu, es la confirmación de las leyes de la distorsión artística que practica Pitol. Estamos hablando de una autobiografía en donde los libros y las lecturas que se han hecho son su materia angular. Si en El viaje (2001), el autor mexicano revivía (a la vez que reflexionaba) su experiencia soviética (en calidad de agregado cultural en la Embajada de su país) y, además, descubría el lado más horrible del estalinismo en la carne de los escritores rusos más emblemáticos, en Una autobigrafía soterrada asistimos a la disección del propio escritor como sujeto de invenciones. Pitol desmenuza su arte poética. Rinde con su escritura clara, homenaje a la claridad de Alfonso Reyes, a la potencia descifradora de Bajtín. Destripa sus propias obras. Se suma a Quiroga y Piglia con su abc del cuento. Explica las razones que lo llevan a urdir esas zonas de nadie y de nada que nos confunden adrede en sus novelas y cuentos. Leí este libro y aprendí. Este lúcido libro sobre seres de papel y seres de carne y huesos.

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23 de agosto de 2011
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"Como un juego secreto y obsesivo"

Blanca Varela El domingo pasado la edición de El Dominical estuvo destinada a homenajear a la poeta peruana Blanca Varela, fallecida en el 2009, a 85 años de su nacimiento. Entre los textos aparecidos destaco uno muy especial, una suerte de autobiografía que la poeta escribió y que ha sido poco difundida. La poesía, dice ahí, empezó de niña como un juego secreto y obsesivo. Pero es solo el comienzo. Dice además:

En mi caso particular todo comenzó desde muy niña, como un juego secreto y obsesivo. Recuerdo claramente que no me gustaba mucho lo que me rodeaba y que, al mismo tiempo, me gustaban demasiado las palabras, su sinsentido, su música. Recuerdo, también, que podía y solía repetir una misma palabra durante mucho rato, palabras especiales que tenían una rara fascinación en mis oídos y en mi mente. Las repetía si fatiga, las decía al revés, tan rápido como me fuera posible o demasiado despacio, alargándolas, estirándolas, adelgazándolas. También podía usarlas para lo que no se debía, o invertía sus sílabas o cambiaba sus acentos, sin otra regla que mi humor o mi voluntad. Más tarde, cerca de la adolescencia, estas palabras ?no las de todos los días, sino las de mi pequeño juego? comenzaron a adquirir su propio sentido y, cuando no lo encontraban, a reclamarlo. Vinieron las frecuentes y numerosas preguntas de esa edad, y la evidente sorpresa de los mayores. Nada ni nadie conseguía aplacar mis temores ni satisfacer mis dudas. Entonces, opté por responderme a mí misma, buscándole una variación a mi viejo juego: escondiéndome en lo que se podía llamar mi propio discurso, trataba de confundirme con algo o alguien diferente y de hablar con otra voz en la que me esforzaba en no reconocer la mía. Así, poco a poco, me fui aventurando en una región cada vez más imprecisa y delgada de mi pensamiento. Siempre movida por estas pequeñas palabras y sonidos que inventaba, aprendía a irme cada vez un poco más lejos de los objetos y de los gestos, y también aprendí a regresar acompañada por pequeños objetos, extraños restos, fragmentos de cosas misteriosas y aparentemente irreconocibles. Con estos intentos de poemas en mis cuadernos, pasé por la escuela y llegué a la universidad. (?) He mencionado París, que fue una etapa definitiva de mi aventura. A partir de allí, de París, ya no pude volver atrás. Tuve la suerte de toparme durante aquel frío y oscuro invierno de un París de posguerra con una persona como Octavio Paz. Sin su ejemplo, jamás hubiera perseverado en mi empeño de escribir poesía, o tal vez hubiera pasado a su lado maltratándola, confundiéndola, traicionándola. Y en verdad no me estoy refiriendo en absoluto a los resultados, sino a la intención que se puede o debe tener frente a ella. Intención presentida ya en la actitud de Westphalen. (?) Sumé mi pequeña voz a ese coro de los mejores. Los imité. Desentoné como se debe, seguí escribiendo. Si es cierto que conocí al Breton de los libros y los manifiestos por obra de Westphalen, la amistad de Paz me permitió acercarme a él de otra manera y sentarme a su mesa en el café de la Place Blanche. Allí pude escucharlo a mis anchas y admirar la majestad leonina de sus gestos y de su mirada. Pero París tenía que acabarse. Era como si se hubiera terminado, agotado un tiempo, un ciclo, y que, en otro lado del mundo, justamente desde donde había partido, en el Perú, me estuviera esperando lo que precisamente había salido a buscar. Florencia fue la ciudad de salida, la de los adioses, la de las mejores revelaciones, que siempre son las últimas. Pero no se trata de un regreso forzado, sino de una elección alimentada por un propósito. Propósito de preservar una recién nacida identidad, que tenía que ver profundamente con lo que estaba tratando de expresar con mis poemas. Fue también por eso, seguramente, que ya desde antes había estado tratando de no perderme en el vértigo de aquellos tiempos, de no ser devorada por un mundo que me era extraño, con otra lengua, otras costumbres, otros dioses y otros muertos. En aquel trance había echado mano a lo único que, en ese magnífico caos, reconocí como mío: mi memoria. Y traté de recordar los cantos peruanos, lejanísimos y misteriosos de Arguedas, y de nombrar y recrear mis paisajes de infancia, y llevar mis animales y mis astros, enormemente altos y distantes, hasta mi pequeña ventana de la Rue de Laneau, en pleno Barrio Latino. Lo que pasó después, lo demás, si no está escondido entre mis poemas, está entonces definitivamente perdido. Hablo de lo que hace la vida de cualquier persona, de cualquier mujer, como es mi caso. La casa, el amor, los niños, la lectura, la música, los viajes, la ciudad, y también el tedio, el dolor, la impotencia, la soledad y el silencio.

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23 de agosto de 2011
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Birmajer y los libros usados

Un libro robado y no recuperado Buenos Aires, para mí, siempre será un sinónimo de librerías. Y más aun de librerías de viejo. En todos mis viajes a esa ciudad (el primer país que visité, siendo aun un adolescente) siempre he pasado largas horas saltando de librerías en librerías. Y aunque comprar libros usados no es lo mío, no puedo evitar entrar en las librerías de viejo de Buenos Aires (como en las de Montevideo o de Bogotá) para ver si algo encuentro. Marcelo Birmajer, al parecer, sí es un apasionado de las librerías de viejo. En Revista Ñ comenta su historia, que comienza 25 años antes, con el robo de un libro prestado: Williard y sus trofeos de bolos, de Richard Brautigan. Dice la nota:

Del mismo modo yo comienzo esta crónica con el recuerdo de aquel libro robado para llegar a nuestros días, veinticinco años después, específicamente al momento cuando viniendo de mi casa, en Constitución, rumbo a mi oficina, en el Once, creo divisar la colección completa de los viejos libros blancos y colorinches de Anagrama. La colección completa es un decir: son muchos, blancos, uno al lado del otro. En ese momento no tengo tiempo de detenerme, pero lo registro en mi memoria. Dentro de un par de semanas debo compartir una mesa redonda con Sasturain, en Rosario: un homenaje a Fontanarrosa. ¿Qué tal si me aparezco, un cuarto de siglo después, con el recuperado libro de Brautigan? Mi vida oscila entre la sobreocupación y el ocio malsano. Hay semanas en que no alcanzo a completar el trabajo que se me pide, otras en que no me alcanzan las manos para rascarme. La semana siguiente al descubrimiento del botín de los viejos de Anagrama en la librería de usados sobre la avenida Entre Ríos, es de esas en que me pregunto cuál es mi función en la vida. ¿Para qué sirvo? ¿Por qué no estoy haciendo algo útil? Mejor salir en busca de aquel libro robado. Pero cuando llego, la colección de Anagrama no está. El vendedor no es el mismo, pero parece saber que alguien pasó y se llevó todos los ?libros blancos?. Tiene que ser obra de un malhechor. Finalmente, aquel ladrón era un hechicero y me ha perseguido en el tiempo, hasta mi penosa adultez. Las cosas que ganamos, las ganamos sólo por un tiempo. Pero las que perdemos, las perdemos para siempre. Y es un consuelo estúpido, cobarde, recitar en tono plañidero el adagio: ?Si lo perdiste, nunca fue tuyo?. Por supuesto que se pierde, por supuesto que fue tuyo, por supuesto que nunca más lo recuperarás, por supuesto que nunca más te recuperarás.

En la misma librería encuentro una edición incunable de El Príncipe y el Mendigo, de Mark Twain, del tamaño de la palma de mi mano, con dibujos de Carlos Freixas y traducción de Elsa Oesterheld, la ahora viuda y por entonces esposa del autor de El Eternauta. Se lo llevaré a Rosario, a modo de indemnización, a Sasturain, por el libro de Brautigan robado en segunda instancia por el hechicero. El día no se ha salvado, pero tampoco hundido. En una editorial a la altura de la avenida Independencia me aguarda un cheque. No es gran cosa, pero yo tampoco soy gran cosa: de modo que los pequeños cheques y yo nos entendemos. Otra librería de usados, sobre la calle Montevideo, una cuadra antes de llegar a la avenida Rivadavia, exhibe un álbum de historieta más poderoso que cualquier evento presente Superman vs Muhamad Alí , Deluxe Edition, dibujo: Neal Adams, guión: Denny O`Neil. Leí esa historieta hace 34 años, en castellano. Aunque nunca fui devoto de los personajes de la DC, ese episodio en particular me fascinó. Los extraterrestres, como siempre, quieren destruir la Tierra, pero nos darán una última oportunidad: nuestro principal gladiador debe luchar contra el mejor de ellos. Sin embargo, ¿quién es el mejor representante de la Tierra para este combate, Superman o Muhamad Alí? Alí pretende imponerse con el argumento de que no sólo es el mejor, sino de que, a diferencia de Superman, él es terráqueo. Superman contrapone que él es naturalizado terráqueo, y que se ha jugado por la Tierra tantas veces que tiene el mismo derecho que Alí a defenderla. Finalmente juegan una semifinal ?Superman despojado de sus superpoderes? en la que triunfa Alí. Es un episodio majestuoso. 34 años después, perdido ese volumen por la acción del tiempo, en la puerta de vidrio de la librería cuelga un cartelito que reza: ?Enseguida vuelvo?. ¡Enseguida vuelvo! Eso fue lo mismo que me dijo la historieta el día en que la perdí. Lo mismo que me dijeron cada una de las cosas que perdí en mi vida. Pero igual que el dueño de esta librería, no vuelven. Todavía no volvieron. Lo espero, pero no más de lo que me permite el horario de la editorial: puedo pasar a buscar el cheque de 11 a 12.30, y yo nunca hago esperar a un cheque. Me marcho con la esperanza de que la historieta de Alí contra Superman no me haga el mismo chiste que la colección blanca de Anagrama; de que los poderes del hechicero no lleguen tan lejos, de que se haya despojado de ellos como para librar una batalla justa entre mi persona, en representación del recuerdo, del sedimento, de la decencia; contra el olvido, los ladrones y los falsos progresistas. ¡Qué suelte su rodillo y pelee como un hombre!. En la editorial no sólo me aguarda el cheque, sino la posibilidad de cambiarlo de inmediato y, dadas las coordenadas geográficas, premiarme con una visita al restaurant del centro cultural japonés, sobre la avenida Independencia. Pero llegando a destino, no casualmente por la calle Estados Unidos, descubro, al 600, una librería de usados en inglés, Walrus. Desde la vidriera me recibe un libro de conversaciones con Truman Capote. Subrayo ?con?, porque he leído muchos reportajes de Truman Capote ?a?, por ejemplo, Brando; o la aguafuerte sobre Marilyn Monroe. Pero este libro son reportajes que le han hecho a Truman Capote, él como entrevistado. Todavía no entro. Voy al restaurant japonés, me pido un sashimi teishouko, dejo el abrigo en la silla, y regreso a la librería. ¡Podré mirar libros mientras me preparan la comida! ¡No padeceré ansiedad ni hambre anticipada! El día está muy cerca de ser un éxito. El sedimento es pulpa que precipita. Atiende la librería un joven de no más de veinte años. Hace cerca de tres meses que terminé de leer el segundo tomo, y yo creía que último, de las memorias de Kissinger. 1.062 páginas cada uno. Pero la ineludible Internet me revela una cuenta pendiente: hay otras 1.062 páginas, Years of Renewal , la administración Ford. El libro es inconseguible. En Amazon lo ofrecen solamente usado, y no lo envían a la Argentina. Pero ya que estoy en la librería en inglés, le preguntaré al librero, seguramente un analfabeto que no sabe siquiera quién fue Kennedy, si tiene algo de Kissinger. El muchacho se lleva una mano al mentón y me recita, en tono casual, sin pretensiones, los títulos de los tres, repito, los tres, tomos de las Memorias de Henry Kissinger. Son muchos milagros en un solo momento: el librero, de no más de veinte años, es un erudito, un genio, un prodigio. El Mozart de los libreros. Me avergüenzo de mis prejuicios contra la juventud. El libro sale nada más que 75 pesos, menos de la mitad de lo que me hubiera costado en Amazon, si me lo hubieran querido vender. Felipe, se llama el librero. Es mi nuevo ídolo. Para encontrarle un título a mi nota, unifico todo este episodio ?el encuentro casual de la librería, el librero prodigio, la aparición del libro? en un solo milagro. El siguiente es cuando, caminando de regreso a mi barrio, paso por la librería de usados de la calle Montevideo, y aún están allí Alí y Superman, a punto de pelear, de representar, 34 años después, una vez más su papel por la supervivencia de la Tierra. Tal vez nunca consigan salvar este planeta. Pero, por hoy, me salvaron a mí.

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22 de agosto de 2011
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Ignacio Padilla, premio La Otra Orilla

Ignacio Padilla El prestigioso premio La Otra Orilla, de la editorial Norma, en su tercera edición, tiene un nuevo ganador: el escritor mexicano Ignacio Padilla y su novela . El premio le será entregado en Bogotá. Ignacio Padilla, quien junto a Jorge Volpi y otros escritores mexicanos pertenecen a la Generación del Crack, ha declarado que se siente ?estimulado? con el premio y anuncia algo sobre el tema. ¡Un enorme abrazo al buen Nacho, que no se cansa de ganar premios, y mis felicitaciones! Dice la nota:

El escritor, periodista y catedrático mexicano Ignacio Padilla calificó  de ?estimulante? el haber conseguido el premio de novela La otra orilla 2011, puesto que el galardón tiene la finalidad de promocionar la lengua española.?Es estimulante porque viene de Colombia, un país que tanto se preocupa por ello y de una editorial legendaria como es Norma?, dijo.Además, se confesó especialmente orgulloso de haber recibido un premio por un género que no le es muy familiar. ?Me considero contador de historias que de vez en cuando deja los cuentos y se detiene para escribir una novela?, explicó. La novela se titula ?El daño no es de ayer?, como un verso de Luis Cernuda, y aunque Padilla reconoce lo difícil de enunciar la trama de algo que ha escrito la define como ?una novela de búsqueda en un tono paródico, en un ambiente en donde concluyen una serie de obsesiones? que le han invadido ?y que están también en la sociedad?.Ejemplos de esas obsesiones son el espiritismo, los fantasmas o las abducciones extraterrestres. ?Es un viaje a lo oculto, a un mundo que se presta a una parodia tan cervantina como uno pueda hacer?, explicó.?Es una reflexión sobre la imposibilidad de contar con un narrador profundamente infiable e inseguro que trata de contar lo inenarrable?, concluyó. El escritor logró el galardón, dotado con $100.000 (69.507 euros), sobre un total de 468 manuscritos de todo el continente y de España que participaron en la edición.

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21 de agosto de 2011
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Juan Pablo Villalobos encabeza las apuestas del premio The Guardian

carátula de la edición en inglés Habrá que esperar hasta fin de mes para tener completa la longlist (10 títulos) del premio The Guardian a mejor primera novela. Pero hoy en The Guardian dieron un nombre seguro: Fiesta en la Madriguera de Juan Pablo Villalobos, editada el años pasado en castellano por Anagrama y este año en inglés por And Other Stories (con prólogo del joven maravilla Adam Thirlwell) . Dice la nota que la novela ha impresionado mucho a los críticos que han debido seleccionar entre 136 debuts.   Dice la nota:

Mexican-born novelist Juan Pablo Villalobos has booked the first place on the Guardian first book award longlist with his debut novel about Latin American drug dealers, Down the Rabbit Hole ? one of the first titles published by new imprint And Other Stories. Publishers submitted 136 debuts for the judges consideration in July, with the longlist due to be announced later this month. In a bid to open the prize up to new voices, however, the Guardian reserved one slot on the longlist for suggestions from the public. Readers, bloggers and booksellers put forward a host of their favourite first books not submitted by publishers. Claire Armitstead, the Guardian books editor, singled out for praise Michael Stewart?s King Crow, the story of an alienated teenager and obsessive birder which she said reminded her of Kes ?both in its use of birds and in its setting?, and Penny Goring?s The Zoom Zoom, ?a really energetic and raw collection of poetry and short prose themed around a young woman with an abusive father?. Guardian books blogger Sam Jordison loved The Roost by Neil Butler, a short story collection set in the Shetlands, which he called ?wonderful! Strange, and bleak, but also uplifting ? It?s not quite Dennis Johnson, but it?s one of the closest things I?ve read.? But it was Villalobos who ?particularly impressed us?, said Armitstead, and who has been chosen as this year?s 10th contender. His darkly comic novel tells the story of a drug baron?s son growing up in a luxury hideout surrounded by guns, hit men and dealers, longing for a pygmy hippopotamus for his private zoo. Down the Rabbit Hole has garnered effusive praise in its Spanish edition, with El Mundo commending it as ?a brief and majestic debut that converts the ?drug novel? into a fascinating narrative?. Published in the UK by new Arts Council-funded publisher And Other Stories, and translated by Rosalind Harvey, the work is described by Adam Thirlwell in his introduction as ?a miniature high-speed experiment with perspective ? a deliberate, wild attack on the conventions of literature?. Commenter Teregarciadiaz, who tipped the book as a potential contender for the Guardian prize, said that ?reading this novel in the bloody climate that rains and thunders every day in Mexico is like walking a tightrope ? Villalobos reminds us that we are vulnerable on the tightrope, but that the strength, imagination and humour it?s spun from hold us up over the abyss of reality and, in spite of atrocity, prevent us from falling.? Armitstead said that the search for the 10th book ?brought a lot of alternative publishing strategies to light?, from Villalobos?s own publisher And Other Stories, which is funded partly through subscribers, to self publishers, ?the most impressive of which has to be Mark MacNicol, who not only published the novel Coconut Badger, but put it on as a play as well. Judging by the comments on the thread, that really paid off in terms of bringing theatre-goers to the novel.? Despite ?a fair amount of logrolling?, Armitstead said she had ?learned a lot? from the process. ?I will be keeping an eye open for the next works by several of the writers I have discovered through this process. We?ve also commissioned reviews of some of them,? she said. ?The one downside I observed was the absence of strong editing in a lot of the work I read. It confirmed for me that every writer, however talented, needs an editor.? A further nine titles for the longlist will be announced later this month.

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20 de agosto de 2011
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Un baúl lleno de gente

Fernando Pessoa. Ilustración: Luis Badosa Fernando Pessoa, célebre por sus heterónimos, no dejó un baúl lleno de manuscritos (impresionantes 25,000 páginas al parecer) sino ?un baúl lleno de gente? como diría Antonio Tabucchi. Y entre las cosas que han encontrado hay varios guiones y ?argumentos para el cine?. Así lo anuncia una nota de Alberto Ojeda en ?El Cultural?. Dice la nota:

Es un lugar común que Pessoa sentía desprecio por el séptimo arte. El tópico tiene su base, porque el autor del Libro del desasosiego en alguna de sus cartas declara su animadversión hacia el cine. Lo criticaba, sobre todo, por considerarlo superficial en contraste con la literatura. También lo hacía en algunos poemas de uno de sus heterónimos más conocidos: Álvaro de Campos. Pero hete aquí que en su arcón de los secretos literarios aparecieron esos guiones -más bien esbozos e ideas sueltas- de películas, elaborados en la época del cine mudo, entre 1917 y los años 20. En el volumen editado ahora en Portugal, titulado Argumentos para filmes, queda constancia de esta aparente contradicción, ya que en él se amalgama por un lado los argumentos y, por otro, los comentarios peyorativos de Pessoa contra la cinematografía.  Sin embargo, en el prefacio del libro, que ya engrosa la colección Obras de Fernando Pessoa coordinada por Jerónimo Pizarro, Patrício Ferrari e Cláudia J. Fischer explican que en realidad no existe tal contradicción. En su opinión, el desdén de Pessoa se dirige únicamente a los productos llegados desde Hollywood. Ambos estudiosos de la obra de Pessoa han sido los traductores de los ingenios fílmicos del escritor portugués. Y es que estos se encuentran escritos en inglés (cuatro) y en francés (dos). Es probable que utilizara la primera lengua con vista comercial, al ser más fácil colocar sus guiones en el mercado anglosajón, con una industria cinematográfica mucho más potente. Los argumentos en francés ya fueron publicados en Francia, en un opúsculo de La Pléiade que, además, recogía dos de los escritos en inglés. Pero hasta ahora no habían aparecido en portugués. Es posible que su carácter fragmentario y deshilvanado los hiciera parecer de escasa entidad. Las tramas oscilan entre el absurdo y los juegos y equívocos de identidades, algo recurrente en la obra literaria de Pessoa. EnNote for a silly thriller y Note for a thriller, or a film la historia gira en torno un robo de joyas en un barco. En The múltiple nobleman, el texto más articulado y completo, se centra en el intercambio de personalidades. The Three Floors podría enmarcarse en el teatro del absurdo: en un edificio de tres plantas sus moradores repiten los mismos gestos sin apenas variación, como una especie de bucle infinito. El libro se completa con otros escritos muy reveladores también del interés de Pessoa por el cine. En varios de ellos expresa su intención incluso de fundar una productora, que iba a denominar Ecce Films. El escritor tenía preparados bastantes detalles de esta iniciativa: desde los más importantes, como la sede física, hasta los más minúsculos, como el logotipo de la empresa. Y es que Pessoa no era para nada ajeno del poder que poco a poco iba cobrando el cine, en sus propias palabras ?una de las mayores máquinas de propaganda que se puedan imaginar?. 

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19 de agosto de 2011
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Carlos Yushimito reseñado

Carlos Yushimito. Foto: Inés Baucells Como una ?genuina sorpresa? calificó Rodrigo Pinto en la reseña en Babelia dedicada a Carlos Yushimito y su libro, publicado en Duomo, Lecciones para un niño que llega tarde, que incluye algunos cuentos de Las islas y suma cuentos inéditos. Un estupendo debut de Yushimito en España a partir de su aparición entre los jóvenes autores latinoamericanos de Granta. Dice la reseña:

Los cuentos de Carlos Yushimito son una genuina sorpresa. Desgajados de un lugar específico, tanto desde la geografía como desde las tradicionales categorías a las que se apela para clasificar, parecen brotar desde un territorio nuevo, desde una zona fronteriza que siempre está más allá, en otro lado, bañada por otra luz. Poco importa, en este sentido, si los protagonistas son personajes reciclados de El mago de Oz, aprendices de criminales que viven en alguna ciudad brasileña o niños que escapan de las clases de piano para despanzurrar insectos en el jardín; Yushimito habla desde otro lugar. Será que es peruano de origen japonés y vive en Estados Unidos. Será que este escritor de 34 años recicla con inusitado vigor distintas tradiciones y las sintetiza en una propuesta audaz y finamente trabajada, con un estilo de factura clásica que reparte por igual la claridad y la sombra, la ambigüedad y el trazo preciso, en cuentos cuya resolución nunca se reduce a una sola posibilidad de lectura, en historias complejas que nunca son breves y que, más aún, parecen más largas que las páginas que las contienen por su densidad y riqueza lingüística. Varios de los protagonistas -como en el cuento que da título al volumen- son niños, y por esa vía hay fronteras que se abren y no solo por el ángulo más previsible -el ingreso legítimo de la fantasía, de ese modo de romper las convenciones tan propio de la infancia adoptada como motivo por la literatura-, sino también por el lado de los contornos éticos que dejan pasar la crueldad entendida también como un modo legítimo de aproximarse al otro. Que los mundos narrativos que compone Yushimito se articulen desde otro lugar implica a la mirada que describe o lee esos mundos, no al paisaje físico y humano que el autor pone en escena. Pero a su vez están tocados por una vara que los transfigura y desplaza levemente de su eje hasta el punto en que, sin dejar de ser familiares y de contornos reconocibles, dejan pasar un punto de singularidad y rareza que les proporciona una textura intensamente original. Y aunque hay relatos donde parece insinuarse un anclaje más firme en modos convencionales, no hay que descuidarse: el libro tiene, además, la virtud de la coherencia, y no deja de sorprender jamás.

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17 de agosto de 2011
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¡Tantos años y siempre, siempre, siempre!

Oleo de Franz Kline Hoy me gusta la vida mucho menos Hoy me gusta la vida mucho menos,pero siempre me gusta vivir: ya lo decía.Casi toqué la parte de mi todo y me contuvecon un tiro en la lengua detrás de mi palabra.Hoy me palpo el mentón en retiraday en estos momentáneos pantalones yo me digo:¡Tanta vida y jamás!¡Tantos años y siempre mis semanas!?Mis padres enterrados con su piedray su triste estirón que no ha acabado;de cuerpo entero hermanos, mis hermanos,y, en fin, mi ser parado y en chaleco.Me gusta la vida enormementepero, desde luego,con mi muerte querida y mi caféy viendo los castaños frondosos de Parísy diciendo:Es un ojo éste, aquél; una frente ésta, aquélla?     Y repitiendo:¡Tanta vida y jamás me falla la tonada!¡Tantos años y siempre, siempre, siempre!Dije chaleco, dijetodo, parte, ansia, dije casi,  por  no  llorar.Que es verdad que sufrí en aquel hospital que queda al ladoy está bien y está mal haber miradode abajo para arriba mi organismo.Me gustará vivir siempre, así fuese de barriga,porque, como iba diciendo y lo repito,¡tanta vida y jamás! ¡Y tantos años,y siempre, mucho tiempo, siempre, siempre! CESAR VALLEJO

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16 de agosto de 2011
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