??No estoy para nada interesado en el ?realismo mágico?. Fue demasiado?,? - Peter Stamm, en declaraciones para EFE.

Iván Thays es escritor peruano (Lima, 1968) autor de las novelas "El viaje interior" y "La disciplina de la vanidad". Premio Principe Claus 2000. Dirigió el programa literario de TV Vano Oficio por 7 años. Ha sido elegido como uno de los esccritores latinoamericanos más importantes menores de 39 años por el Hay Festival, organizador del Bogotá39. Finalista del Premio Herralde del 2008 con la novela "Un lugar llamado Oreja de perro".
??No estoy para nada interesado en el ?realismo mágico?. Fue demasiado?,? - Peter Stamm, en declaraciones para EFE.
Nunca más besado.- Este es el corto de Wes Craven en Paris, Je T´aime que sucede en el cementerio Pére Lachaise y que incluye la tumba de Oscar Wilde, el beso a la tumba (que nunca más se podrá dar) e incluso una intervención espectral de Wilde aconsejando al recién casado. Un homenaje a los 111 años de la muerte del autor irlandés y a las modificaciones en su tumba.
Peter Stamm. Foto: Claudia Bellow A estas alturas, el afortunado Jorge Volpi, que fue su presentador, y los también afortunados espectadores de la FIL Guadalajara que asistieron al evento, habrán disfrutado con la presencia del que, para mí, es uno de los escritores fundamentales del siglo XXI. Se trata del suizo Peter Stamm, quien además acaba de publicar con Acantilado la novela Siete años (estupenda, la leí ya, mañana hago una reseña) y que asistió a México como parte de la delegación de Alemania, país invitados. Mientras espero encontrar una reseña de la presentación de hace unas horas, les dejo esta nota de El Informador que anticipa algunas respuestas:
?¿Quién es Peter Stamm según Peter Stamm??Todavía trato de definirlo. Según Wikipedia soy un escritor suizo de 48 años que ha publicado cuatro novelas, colecciones de historias cortas, así como obras de teatro y trabajo periodístico. ?Cuando pequeño, ¿qué soñaba ser de grande??Entre otras cosas, quería ser constructor de barcos, fotógrafo, profesor y chef.?¿Qué persona, viva o muerta, es su inspiración??Los autores que han escrito libros que me gustan, Anton Cechov por nombrar uno. Él no sólo fue un buen escritor sino una gran persona, y probablemente esto sea más importante. ?Si pudiera transportarse en el tiempo, ¿en qué época le gustaría vivir??Me gusta vivir en nuestra época. Sin embargo, sería divertido visitar la edad de piedra ?¿Cuál es el libro que más ha influido en su vida??Tengo miles de libros entre los cuales no podría decidir pero digamos que El extranjero de Albert Camus.?Si pudiera lograr que todos los mexicanos leyeran el mismo libro, ¿cuál sería y por qué??Uno no debería leer libros que no sean de su agrado. Odiaría obligar a la gente a hacerlo. Si pudiera lograr que todos los mexicanos leyeran un libro sería el de su elección y me gustaría hablar con ellos respecto a su decisión. ?¿Considera usted que el hábito de la lectura puede incidir directamente en el desarrollo de una sociedad? ?Los libros han sido buenos amigos míos porque no pretenden cambiarte pero están ahí cuando los necesitas y te entienden. Si esto te hace una persona más feliz, te comportarás de forma diferente y serás una mejor parte de la sociedad.
Carlos Ruiz Zafón ?A mí, en principio, lo de acelerar su lectura me parece fantástico. Hay cosas que es mejor terminar cuanto antes? dice Andrés Neuman en Revista Ñ al comentar la presentación en Barcelona de la tercera novela de Carlos Ruiz Zafón, El prisionero del cielo. Y no es la primera broma con maldad que le suelta Andrés. Se nota que no le aguanta un pelo y lo aguijonea una y otra vez con aquello de ?no querer liar? a sus lectores. Bienvenida sea el arte de la diatriba, cuando no entra en la injuria ni el golpe bajo. Muy divertido. Dice la nota:
Ruiz Zafón, o Zafón Ruiz, que tanto monta, y viceversa, acaba de ensayar una ejemplar tesis comparativa con su obra precedente. Siempre atento a las teorías de la recepción, nuestro ventoso autor reflexionó en Barcelona, durante el lanzamiento de El prisionero del cielo: ?Es una novela más luminosa, menos oscura y ambigua que la anterior, El juego del ángel. Sabía que los lectores se iban a enfadar conmigo por liarles, pero estaba previsto?. Carlos, osado Carlos, ¿pero cómo se te pasó siquiera por la hipófisis intentar ser ligeramente ambiguo, polisémico, cuando uno puede ser para siempre transparente, unívoco? ¿Para qué buscar los claroscuros, tantear cierta penumbra, si se puede encender un foco de mil quinientos vatios? Y sobre todo, Carlos, luminaria nuestra, ¿cómo consideraste, ni por un solo párrafo, la posibilidad atroz de liar a tus lectores? ¿No ves que entonces nos perdemos enseguida? ¿No te das cuenta de que ya bastante lío hay en nuestra propia vida, tan necesitada de tus ángeles y cielos? ¿Cómo no vamos a enfadarnos, hombre, dime, un pelín, que en dialecto sureño se diría un cachito, si no nos das exactamente lo que estamos esperando? En esta providencial tercera entrega de la serie, por fortuna, tienes a bien revelarnos ?las claves para interpretar el libro anterior?. No te imaginas cuánto alivio nos proporciona semejante generosidad hermenéutica. Llevábamos unos cuantos años haciéndonos preguntas. Y ya sabes que, a la larga, eso resulta pernicioso. ?Los hilos se van atando?, nos explicas, ?y eso generará una lectura más acelerada?. A mí, en principio, lo de acelerar su lectura me parece fantástico. Hay cosas que es mejor terminar cuanto antes. La única duda que me queda flotando, leve, imperceptible casi, es la siguiente: ¿cómo harás para desliarnos si te has puesto a atar hilos? Parece que, fatalmente, las complejidades nos persiguen. Seguro que todo se aclara en la cuarta entrega.
La tumba de Wilde, antes y después del vidrio Hoy 30 de Noviembre se cumplen 111 años del fallecimiento del ingenioso Oscar Wilde. Y la celebración es de lo más curiosa: para evitar la costumbre o superstición de besar, con labios pintados, la tumba de Oscar Wilde las autoridades del cementerio Père Lachaise, donde está enterrado, junto con el gobierno francés han decidido colocar un vidrio que no permite a los labios y su corrosivo ?rouge? acercarse a la lápida. Es decir, una tumba a prueba de besos. ?Un beso puede arruinar una vida humana? dijo Wilde alguna vez. Pues también puede arruinar una tumba. Dice la nota en Semana:
A pesar de que existía una multa de hasta US$12.000 para quien besara la sepultura, la piedra solía estar llena de decenas de siluetas de labios. Mientras Wilde pensaba que un beso puede arruinar una vida, las autoridades piensan que muchos besos pueden arruinar una tumba. La tarde está tranquila en el cementerio del Père Lachaise de París. A pesar del frío de un día gris, turistas y parisinos pasean bajo los árboles que el otoño de la capital francesa dejó sin hojas. En la calle Carette del cementerio, muchos de ellos se detienen frente a una tumba especial que todos los mapas del lugar señalan. Aquí es donde descansa el famoso escritor irlandés Oscar Wilde: una tumba de piedra clara, coronada por una estatua realizada por el escultor estadounidense Jacob Epstein. Desde este miércoles el público no se puede acercar. La tumba está protegida por el muro de cristal. Ahora parece como nueva. El gobierno irlandés acaba de pagar su remodelación para quitar las huellas rojas que dejaban las admiradoras del autor al besar la piedra. En la placa se lee el siguiente mensaje: ?La memoria de Oscar Wilde se debe respetar. Por favor no desfigure esta tumba. Es un monumento histórico protegido?. Una turista se acerca. ?Ya he estado aquí. Mira como quedó?, le dice a su amigo. ?Antes esta tumba estaba llena de besos. El mío estaba por aquí me parece?, comenta al señalar un lado de la piedra. Al parecer, la grasa contenida en los lápices de labios usados dañaba el monumento, y cada limpieza provocaba la erosión de la piedra, que se volvía porosa. Para luchar contra el fenómeno, se ha instalado un cristal hasta media altura, que impide tocar la tumba.Pintura de labios ?corrosiva? Aunque algunos reconocen que es una costumbre un tanto rara y macabra, la mayoría de los turistas parecen decepcionados por el cambio. Entre ellos, Kylie, una australiana de 27 años, que decide tomarse una foto delante del monumento, fingiendo pintarse con lápiz de labios. ?La primera vez que vine no había besado la tumba. Pensaba hacerlo hoy pero ya no es posible?, le cuenta la chica a la BBC. ?Me gustaba más antes, tenía más personalidad. A mí me parece que le hubiera gustado más a Oscar Wilde tal como era antes?, añade la gran amante del autor, conocido por su homosexualidad, que le valió una condena a dos años de cárcel. Al final, sólo el guardia parece estar satisfecho por la medida. Thierry lleva cinco años trabajando en el cementerio. ?Antes, cuando pasábamos por esta calle, muchas veces veíamos a mujeres besando la tumba. No entiendo porqué, supongo que una lo hizo y las demás siguieron el ejemplo?, explica. ?Nosotros sólo les explicábamos que no podían y que era muy caro limpiar. Pero no entendían porqué otras lo habían hecho y ellas no tenían este mismo derecho. Además, la mayoría eran turistas y no entendían lo que les decíamos?, añade. Sin duda, los verdaderos amantes de Oscar Wilde conseguirán nuevas formas de demostrarle su afecto al autor del Retrato de Dorian Gray. Mientras alguien ha dejado una flor amarilla en el suelo, otros han preferido continuar con la costumbre del beso. El tronco del árbol que parece estar vigilando la sepultura ya lleva marcas de besos.
Francisco Tario No conocía la obra, ni la vida asombrosa, de Francisco Tario hasta que el narrador y crítico literario Geney Beltrán me habló de él en Sinaloa. Este año (precisamente el viernes 2 de diciembre) se cumple un centenario del escritor al que Geney califica como ?raro entre los raros?. Un autor huraño, avaro con su obra (como nuestro Luis Loayza) que se vanagloriaba no de los libros escritos sino de haber sido arquero de un equipo de segunda división, astrónomo y pianista. Además, al parecer, tuvo mucho dinero, fue vecino de Carlos Fuentes, hizo diversas inversiones (como comprar cines en Acapulco) e introdujo el pop-corn en la salas cinematográficas de México porque a sus hijos les gustaba esa costumbre gringa (estas cosas ya no sé si las inventaron, si me las inventé yo o si son reales, pero me parecen geniales). Un escritor de ficciones fantásticas, de invención de mundos alternos, como lo fue Juan Rulfo o Juan José Arreola. La obra de Tario no es fácil de encontrar pero me dicen que habrá pronto una edición española, lo que acercará más a esta deuda pendiente para todos los que buscamos autores marginales al canon literario de los países que visitamos. Y en México es donde más abundan estos raros-raros, realmente. Aquí un texto de Geney Beltrán dedicado a Francisco Tario, a propósito de su primera novela Aquí abajo, aparecido en su blog ?Blog en estado comatoso?. Dice la reseña:
No es un panfleto. Se trata de un manifiesto íntimamente necesario, como es la escritura para los autores de su carácter: los irreductibles, los impetuosos y soliviantados. Son líneas de las más vivas y encolerizadas de la literatura de nuestra lengua. El acaso más perturbador de los escritores mexicanos dejó dicho: «Y escribiré libros. Libros que paralizarán de terror a los hombres que tanto me odian; que les menguarán el apetito; que les espantarán el sueño; que trastornarán sus facultades y les emponzoñarán la sangre. Libros que expondrán con precisión inigualable lo grotesco de la muerte, lo execrable de la enfermedad, lo risible de la religión, lo mugroso de la familia y lo nauseabundo del amor, de la piedad, del patriotismo y de cualquier otra fe o mito. Libros, en fin, que estrangulen las conciencias, que aniquilen la salud, que sepulten los principios y trituren las verdades. Exaltaré la lujuria, el satanismo, la herejía, el vandalismo, la gula, el sacrilegio: todos los excesos y las obsesiones más sombrías, los vicios más abyectos, las aberraciones más tortuosas?» Se trata del designio expresado por el personaje de un texto de ficción, pero ?podríamos convenir en el punto siguiente sin escándalo de nadie? no se encuentra por mero e inofensivo azar en una página del primer libro de Francisco Tario. Como programa estético y vital, ese párrafo de «La noche de los cincuenta libros», del volumen de cuentosLa noche (1943), vuelve a Tario ?nacido en 1911 y muerto, si tal concepto es tolerable para el caso de un narrador de su aliento vigoroso, en 1977? un autor de nuestra época desencantada e iracunda.La pregunta sin embargo no es sino una muy simple y a la vez injusta: ¿logró su fin Francisco Tario? Tario en su futuro Durante décadas su obra fue conocida por un puñado de lectores y no es sino hasta los últimos tiempos que críticos fieles lo han rescatado, invitando a las nuevas generaciones a acercarse a sus páginas. Pero hay más: apuesto a que el 2 de diciembre de 2011, al cumplirse el centenario del nacimiento de Francisco Peláez Vega, alias Francisco Tario, la maquinaria cultural de Los Rescatadores y Esculpidores Oficiales de Las Ovejas Negras de la Nación Mexicana se encargará de realizar un marmóreo Homenaje al antimarmóreo autor de Equinoccio(1947). Se harán mesas redondas y ciclos de conferencias en el Palacio de Bellas Artes y se publicarán compilaciones de ensayos críticos en torno de sus textos, además de que el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes del gobierno federal mexicano sacará a la luz la convocatoria de la Beca Centenario de Francisco Tario, que se otorgará durante un año al ensayista menor de 35 años que presente «el más interesante proyecto de un libro crítico sobre Tario». Incluso, la Universidad Nacional Autónoma de México en contubernio académico con El Colegio de México perpetrará un simposio donde se leerán ?y, ¿puede creerse?, aplaudirán? ponencias con títulos como «Tario y Rulfo, ¿pre-posmodernos negadores/trastocadores de la mexicanidad?», «La cuentística de Tario a la luz de la teoría carnavalesca de Mijaíl Bajtín», «Ecos góticos de Horacio Walpole y Édgar Alán Poe en Jardín secreto, de Francisco Tario», además de que el Fondo de Cultura Económica, la editorial veloz del Estado mexicano, pondrá a la venta la voluminosa edición en pasta dura de sus obras completas. Excesivamente dudaría en afirmar que al escribir sus relatos, novelas, piezas teatrales y aforismos Francisco Tario lo hiciera teniendo en mente o ansiando ese despliegue de incienso póstumo. El hecho de que sus textos se sientan hoy y estén más vivos que los de muchos escritores contemporáneos, suyos y nuestros, que cultivaron y cultivan la vanidad, los premios, las medallas, las publicaciones y los aplausos, podría ser la señal que proclame una realidad digna de difusión más diáfana: que la escritura verdaderamente viva y necesaria a veces tarde y casi nunca temprano conoce su destino fértil en el ánimo de sus lectores, habitantes todos de esa patria ajena, ingrata: el futuro. Pero entonces la pregunta pervive: ¿ha logrado Tario por fin el propósito enunciado en esa página furiosa de La noche? El primer Tario y su novela imperfecta De los libros publicados por nuestro autor durante la década del 40 han sido La noche y Equinoccio los depositarios hasta hoy de un miramiento crítico más atento y entusiasta. No lo desmerecen, por supuesto, pero en estas notas dispersas quiero detenerme en el Tario poco apreciado, el de su primera novela:Aquí abajo, salida a la luz el mismo año que La noche. Este acercamiento ?original, según entiendo? habrá de permitir una respuesta posible, un porqué tentativo a la pregunta de las líneas previas. Habría que hacer, antes que nada, una precisión importante: el Tario de los años cuarenta no es siempre, no es de forma cabal un autor fantástico. Al lado de «La noche de La Valse» o «La noche de Margaret Rose», que pueden recibir sin hesitaciones el rótulo clásico defantásticos, conviven en La noche otros cuentos, tal vez más escalofriantes y logrados, que, salvo por el narrador, son de vena casi realista. «La noche del féretro», «La noche del loco», «La noche del traje», «La noche de la gallina» narran historias enmarcadas en un entorno social reconocible como «realista», pero lo trastocan y representan bajo tonos casi amenazantes debido a que el narrador o no es humano (es un féretro, un traje, una gallina) o no es racional (es un loco). Esta perspectiva distorsionada, casi esperpéntica ?y que, ya metidos en la tarea feliz de lanzar etiquetas, podríamos llamarirrealista?, tiene un nexo axiomático con una intención de condena moral de la sociedad, a la manera de las sátiras swiftianas, del Cervantes de El licenciado Vidriera o de El doble dostoievskiano. En La noche puede repararse en una suerte de, digamos, «antecedente» de Aquí abajo: el relato «La noche del indio», que propone una sediciosa inversión de la narrativa indigenista de esos años posrevolucionarios en México: el indio de este relato es Todos Los Indios, es decir, Ninguno, es decir: El Único; no es un Juan Pérez Jolote ?no tiene siquiera nombre ni apellido?, y la profecía del final: «¡La fuerza está en ti, indio!? Es preciso hacer la revolución, amigo?», se cierne sobre el lector como una posibilidad siniestra de violencia. Aquí abajo podría definirse como el más «realista» de los libros de Tario (y se trata en efecto de un camino que el autor abandonará en definitiva). Si se pidieran equivalencias vagas pero útiles, yo habría de afirmar que Aquí abajo pudo haber sido escrita por un Roberto Arlt con resentimientos sociales menos agudos y un mayor sentido de la irrealidad, un Georges Duhamel más agresivo contra los convencionalismos, un Fernando Vallejo menos egocéntrico en la exhibición de su arrebato o un Kenzaburo Oé menos maduro y sobrio en el dominio de la estructura novelística. En Aquí abajo, desde el título nace la angustia. Se trata de la historia de la existencia «aquí abajo», sobre la tierra, de Antonino, un pobre diablo casado con una mujer hermosa y sensual, padre de dos hijos pequeños, trabajador responsable pero sin iniciativa. El drama inicial es la indisposición angustiada ante su papel en la sociedad ?empleado y padre de familia?, que detona al conocer la infidelidad de su mujer con un primo de ella, un joven militar manco y prepotente. La historia en sí, plagio trasnochado de una Madame Bovary de Peralvillo, es sin embargo menos importante que el tenor de angustia metafísica del personaje. Es una incomodidad radical ya no con su papel en la sociedad, sino con la pasividad que debe caracterizar la aceptación de la existencia, aceptación sentida por el lector incluso más vejatoria por la condición misma de la voz narrativa en tercera persona que, a la manera usual en George Eliot, no tiene empacho en tirar sus netas metafísicas, en última instancia racionalizaciones superiores del estado mental de su personaje. Antonino no encuentra un lugar en el mundo, y el final de la novela no puede ser menos disolvente: su hijo muere, él asesina a un sacerdote y se desentiende (eso asumimos) de su mujer e hija. Al matar a una figura de autoridad y tomar con indiferencia el abandono de su esposa, el «irresponsable» Antonino parece hallar el sosiego finalmente. Jardín secreto, la segunda y póstuma novela de Tario, es más lograda, con una estructura dramática más tensa y juiciosa y una atmósfera de locura y encierro a la altura de los relatos de Poe. Aquí abajo, por su parte, es un libro desigual, ripioso. Pero en ese carácter un tanto inhábil del narrador encuentro yo la vivacidad de Aquí abajo, un latido más belicoso que el de Jardín secreto y que delata un mundo interior agrio y convulso que, acaso, exigía una expresión artística impaciente, irascible, inevitablemente sucia e imperfecta. Incluso, el retrato de la sociedad mexicana de su tiempo es tan oblicuo e irrealista que se vuelve evidente sólo por la mención de lugares y calles (Iztapalapa, San Ángel, la Alameda, Peralvillo), debido a que el primordial propósito del narrador de esta novela es traducir la distorsionada y agónica percepción de Antonino. Es éste, pues, un sendero creativo ?hablo de la narrativa realista de corte psicológico? nunca retomado por Francisco Tario. Su originalidad y su perfil de ermitaño de las letras le exigieron evitar cualquier cercanía con la tendencia narrativa de esas décadas: el realismo ubicuo de la literatura mexicana que llevó incluso a no caer en la cuenta de que el autor supremo del siglo xx, Juan Rulfo, andaba en 1955 publicando una novela de estricto corte fantástico. Más allá de eso, podría enunciarse una pregunta concreta: ¿qué sucedió en la vida de Tario que pueda explicar el hecho de que la rabia radical de La noche, Aquí abajo y Equinoccio se haya difuminado y no aparezca en Tapioca Inn ni en Una violeta de más? Esos tres primeros libros nacieron en una coyuntura social de guerra mayúscula en el mundo y de radicalización política en el país a fines de los años treinta y principios de los cuarenta, aunada a posibles circunstancias personales depresivas o exasperadas propias de la juventud. ¿Fueron acaso entonces la llegada de la madurez y el inicio de una vida conyugal y familiar ?al parecer feliz en Acapulco? los motivos de que este proto-Céline mexicano se haya vuelto un narrador ya no furibundo, más bien contenido de relatos fantásticos?La rabia como categoría estética Aquí abajo no ha sido reeditada desde su publicación, hace ya casi 63 años (el colofón habla de noviembre de 1943). La recuperación de esta novela permitiría, vaya si no, tener otra perspectiva de la primera etapa literaria de nuestro autor. Más todavía: pienso que una revaloración de este volumen duro y agitado habría de autorizar un acercamiento diferente al párrafo de «La noche de los cincuenta libros» con que inicié este ensayo. En efecto, Aquí abajo fue una de las creaciones con las que el escritor Tario buscó avanzar en su estrategia de guerra contra las convenciones del mundo ?familia, religión, patriotismo, piedad?; fracasó, por supuesto, pues el libro sigue a la espera de sus lectores y, por su parte, el mundo? bueno, del mundo qué podemos decir. Podría decirse, sin embargo, que Tario tuvo también la virtud de no perpetuarse en la púber exhibición de la rabia. «Tario fue consecuente consigo mismo y supo callar en su momento, además de que no aceptó tomarse en serio sus libros», escribe Esther Seligson. Quizá el endulzamiento de su prosa fantástica, perceptible en Tapioca Inn y Una violeta de más, haya tenido como razón la necesidad de no insistir en un combate perdido de antemano, es decir, en una disputa que ya no tendría que ser luchada por él sino por sus lectores jóvenes, cuando quiera que éstos llegasen, quizá incluso 30 años después de su muerte. Seligson conjetura: «Quizá Tario sabía que no es menester traicionarse a sí mismo pues el libro es un ente vivo cuya trascendencia? depende? de la fidelidad y pasión de sus lectores». La hora del Tario radical y rabioso ha llegado. Una causa por la que Tario se ha vuelto un escritor emblemático para la nueva generación de lectores se debe en mucho a su exploración fecunda de lo fantástico en una tierra literaria, se supone, poco acostumbrada a divorciarse enfáticamente del realismo coyuntural y político. Me atrevo a sugerir ahora otro motivo, uno que se volvería evidente en caso de una revaloración del primer Tario y de Aquí abajo: la identificación de los lectores jóvenes con la expresión literaria de la angustia, la rabia y el desencanto perceptibles en aquellos primeros libros del autor treintañero. «Facit indignatio versum», escribió Juvenal en su sátira primera. Contrariamente, en Sobre el estilo, Demetrio el desparpajado señalaba con particular naïveté: «la indignación no necesita del arte, sino es preciso que en tales invectivas las palabras sean en cierto modo espontáneas y simples». En cualquier sentido, podemos decir que no es, por supuesto, la furia ?como la legible en Aquí abajo? un valor estético necesariamente superior o siquiera indispensable para conferirle mérito a una obra. Pero si me interesa resaltarlo se debe a que cada lector se encuentra a sí mismo en los libros que lo apasionan e intrigan. El caso de quien esto escribe ha sido el de una relectura embrujada de los textos del primer Tario. Esto se debe (acaso) en mucho a que la circunstancia mía y casi genérica de los lectores jóvenes de principios del siglo xxi en este país tan lleno de ubicua mierda podría definirse como la de un visceral desaliento y desasosiego, frutos del rechazo ante la falsedad insostenible de toda convención, fe, discurso, dogma o mito, sean éstos de índole social, política, religiosa, intelectual e incluso estrictamente personal. ¿?Qué tenemos realmente? Un caos. Y la desesperanza. Pues la desaparición del Estado nacional, el entorno de pobreza, violencia e injusticia, el desmoronamiento de las nociones de comunidad y familia y la exhibición ecuménica del descaro, la corrupción y el abuso en el orbe público vuelven la prosa inicial de Tario un lugar reconocible, un espejo exacto y obligatorio para los lectores impacientes de 2006. El primer Tario está vivo porque transcribió en sus textos la realidad de su futuro, este hoy nuestro ennegrecido por la barbarie, la irrealidad y la zozobra. Pienso que Tario habrá de cumplir una y otra vez, nunca de forma definitiva y sin embargo siempre fértilmente, su propósito de guerra moral contra el mundo, sus imposturas y sus dogmas, cuando los lectores de estas generaciones desengañadas del oscuro nuevo milenio se acerquen por fin a su primera y aún viva y muy poderosa ?si bien imperfecta? novela Aquí abajo.
Pilar Quintana, entre las 16 de Babelia Hay tantos narradores latinoamericanos que las listas se suceden una tras otra, y aunque algunos nombres se repiten otros se estrenan por primera vez para muchos, sobre todo porque es muy difícil salir de las fronteras de los países y las ediciones nacionales. Como preparación para la FIL Guadalajara, Winston Manrique publicó en ?Babelia? una lista de 16 nombres (que no coinciden necesariamente con los 25 nombres de la FIL Guadalajara) de autores poco conocidos en España pero que vale la pena tener en cuenta a futuro. Les pidió, además, que escriban unas líneas sobre su experiencia literaria a manera de ?retratos autobiográficos? Aquí algunos de los nombres y sus textos: Pablo Casacuberta Uruguay (Montevideo, 1969) Fui criado bajo la premisa de que el conocimiento es fragmentario, elusivo, parcial, pero también posible. Mis padres, ambos científicos, me acostumbraron a considerarme un ser vivo rodeado de muchos otros seres vivos, cada uno siendo lo que es en virtud de unos procesos materiales. Se me enseñó a observar el mundo y a prestarle atención a lo que cada pequeño hecho físico nos dice al oído. Hay una historia que narramos mediante el simple acto de mirar lo que vemos, de elegirle un orden y de ponerle nombre. Pero no se construye verdadero sentido sin darle a esa búsqueda una dimensión amorosa. Del mismo modo que amar a una persona supone desear profundamente conocerla, amar el hecho de estar vivo implica intentar comprender por qué. Fabián Casas Argentina (Buenos Aires, 1965) Soy más lector que escritor, me gusta leer esos textos que crecen al tuntún, como las matas de pasto en los intersticios de las paredes viejas. Durante treinta años escribí sin que nadie reparara en mí, eso fue salvador, me permitió estudiar los grandes poemas, releer mis propios versos. Ahora escribo poco, sólo cuando escucho la musiquita en el oído. Los demás días practico karate, una disciplina que te permite mantener el equilibrio. Para mí la literatura es algo colectivo, no individual. Me inspira tanto Bob Dylan o Joan Manuel Serrat como la genial Holanda de Rinus Michel y Johan Cruyff. Ena Lucía Portela Cuba (La Habana, 1972) Los datos acerca de mis libros, premios, traducciones, etcétera, se encuentran dispersos en Internet. Pero lo más interesante, para mí, no es lo publicado, si no el work in progress: La última pasajera, novela en la que he invertido varios años -y sigo-, escribiendo en circunstancias particularmente difíciles acá en Cuba. Me motiva lo oscuro de nuestra condición humana pero también lo ridículo. Quiero estremecer, pero también divertir. Me importa muchísimo, como escritora y como ciudadana, el desvalimiento del individuo bajo un régimen totalitario donde la libre expresión está criminalizada. Soy una criminal. Encima, leo con avidez a otros que antaño fueron criminales allá en Europa del Este. Y en noches angustiosas invoco al fantasma de Bulgakov y a sus diablejos. Pilar Quintana Colombia (Cali, 1972) Lo primero que hice, cuando aprendí a juntar sílabas, fue escribir un poema. Era malísimo. Un payaso con la cara pintada de risa que lloraba por dentro. Lo impresionante es que 30 años después sigo escribiendo de lo mismo. Las máscaras que nos ponemos. La Flaca de Coleccionistas de polvos raros se pone tetas y un nombre nuevo para no parecer de abajo. Mis personajes son simuladores. Se niegan a ser lo que les tocó en la vida y escapan. La de Coquillas en la lengua renuncia a todo lo conocido para irse. Lucía, en Conspiración iguana, encuentra más realidad en el mundo de sus sueños. Tal vez, en el fondo, todas sean esa niña que descubrió, tan pronto, para qué servían las palabras. Giovanna Rivero Bolivia (Santa Cruz, 1972) Mi historia comienza en 1970, con una canción de Spinetta. O quizás antes, el punto de partida siempre puede cambiar. Lo cierto es que en 1970 se conocen mis padres y ella abandona Filosofía y Letras y él la idea de vengar la muerte del Che. Y ese estigma, el de los proyectos juveniles renunciados, se me transfiere genéticamente en 1972 y mi cerebro no encuentra mejor manera de lidiar con el síntoma que hacer y comer literatura. En el principio fueron las historietas, D?Artagnan, Magnum 47, con sus detectives grandullones y cínicos. Marqué a fuego mi pubertad con los pockets prohibidos de mi abuelo: El último tango en París, Justine, la revista esotérica Duda. Hoy, completamente jugada, creo en la promiscuidad y la contaminación literarias. Jacinta Escudos El Salvador (San Salvador, 1961) ME GUSTAN las historias que pegan duro, que le muerden a uno el alma sin ser necesariamente violentas, historias que saben jugar con el lenguaje, las estructuras y la imaginación, que rompen las convenciones, que nos dicen algo de la realidad más íntima de las personas, esa realidad de la cual no hablamos porque no son noticia para nadie. Me gusta también la exploración de lo onírico, de lo misterioso, de la fantasía absoluta como un recurso para comprender esta dimensión de la realidad. Como escritora busco en la literatura comprender un poco la realidad, ponerla en orden, asimilarla de la mejor manera posible. Busco provocar algo de reflexión, crear sensaciones y emociones y, finalmente, contar una buena historia. Yuri Herrera México (Actopan, 1970) ME GUSTA Dashiell Hammett porque, como Flaubert pero sin miedo a ensuciarse, encuentra siempre la palabra exacta. Me gusta Boris Vian, que hace lo que se le pega la gana pero nunca deja al lector fuera del libro (experimenta, mas no enfundado en bata blanca). Me gusta Mercé Rodoreda porque sabe hablar de amor sin pena, y de dolor sin lástima. Me gustan los escritores medievales porque inventaban el piso sobre el que caminamos aunque no lo sabían: también inventaron abismos. Me gusta la poderosa lucidez de los Contemporáneos, me gustan Daniel Sada y Jesús Gardea por su capacidad para sacarle brillo a la lengua con instrumentos romos. Llevo más de diez años mudándome, pero siempre regreso a mi país, a mi lengua y a mis libros. Andrea Jeftanovic Chile (Santiago de Chile) VENGO DE UN PAÍS que ya no existe. Leer o escribir para saber si soy de aquí o de allá. Leer para ir en la dirección opuesta. Escribo leyendo en diagonal las noticias del periódico. Escribir para que en un punto mínimo mi biografía se cruce con la historia. Atreverse a ser otro enunciado. La literatura es un trabajo de orfebrería donde las costuras siempre quedan a la vista. Leer es recorrer un hilo, escribir es devanarlo. En la memoria las cosas ocurren por segunda vez. En la lectura por tercera. Escribo ensayando una sintaxis emocional. Encumbro imágenes como cometas. El mundo tiene algo de campo minado. El lenguaje puede ser una violencia sensual. Pienso mis libros como artefactos explosivos. Me guardo las esquirlas en el bolsillo. Sylvia Sellers-García Estados Unidos (Boston, 1975) CUANDO ESTOY en Guatemala todosmeidentifican como gringa; cuando estoy en EE UU mevuelvo híbrida. Ser mitad gringa (por parte de padre) y mitad guatemalteca (por parte de madre) me recuerda continuamente lo que significa ser del margen y del centro: la satisfacción de ser tan visible; el pavoneo disminuido de ser siempre ?pero invisiblemente? de la periferia. Intento escribir respetando la complejidad política de esta dualidad, y me inspiro en escrituras en inglés y de autores en cierta forma desplazados: Ishiguro inventando Japón; Sebald recordando Alemania. He llegado no sólo a aceptar la dualidad, sino a buscarla: soy mitad escritora de ficción, mitad historiadora. Ver cada mitad por fuera es una primera comprensión. Carlos Yushimito Perú (Lima, 1977) CUANDO ESCRIBO, a mí megusta levantarle la tela a las cosas, como si le abriera un párpado al que duerme. Pero la gente que no me conoce más que por mis libros dice que soy demasiado viejo o que les cuesta leerme. Hace diez años que aparento 24 y en la vida real las personas pasan por mi izquierda y siempre encuentro formas de arrugarles el malhumor. Una vez metí un libro mío en un sobre y lo mandé por vía postal. Desde entonces hablo demasiado en público. De otro modo yo sería solo el lector de Felisberto, Faulkner y Vallejo, de David Lynch; y no escribiría más que para no estar solo, y publicaría endeudando a mis amigos. Ahora tengo dos libros que siguen creciendo lentos y me da un poco de pena verlos: es como si advirtiera a un par de caracoles que se arrastran con optimismo en una autopista.
Gabriel García Márquez Y al final primó la razón. Un juicio absurdo, que enfrentaba la ficción con la realidad, es el que llevó hace varios años Gabriel García Márquez con un sujeto (ya fallecido) que dijo ser el protagonista e inspiración de la novela Crónica de una muerte anunciada, y pedía el 50% de las regalías. Sus deudos no consiguieron nada. Dice la nota:
El Tribunal Supremo de Barranquilla negó un recurso de apelación de Miguel Reyes Palencia, quien pretendía el 50% de las ganancias de la novela ?Crónica de una muerte anunciada?, del escritor colombiano Gabriel García Márquez y otra sobre el mismo hecho escrita por un hermano suyo ya fallecido. ?Cientos de obras literarias, artísticas y cinematográficas han tenido como historia central hechos de la vida real, siendo adaptados a la perspectiva de su creador, sin que esto sea óbice para reclamar derechos económicos sobre las mismas?, expuso la sentencia del Tribunal, revelada hoy por el diario El Tiempo. La decisión de esa corte regional ratifica el fallo de una jueza de Barranquilla, que el 11 de mayo de 2010 rechazó las pretensiones de Reyes. Según Reyes, el personaje de Bayardo San Román de la novela de García Márquez, era él y nunca se le había consultado si quería o no aparecer en el relato, lo que le causó -alegaba- perjuicios morales. El hecho real que inspiró la novela ocurrió el 22 de enero de 1951 en la población de Sucre, en el norte del país, y donde el demandante Reyes descubrió que su esposa, Margarita Chica Salas, no era virgen, lo que desató el crimen contra Cayetano Gentile Chimento, quien en la novela es llamado Santiago Nasar. El abogado Alfonso Gómez Méndez, apoderado de García Márquez, exaltó que Tribunal recordara que ?el objeto del arte no es el hecho de la vida real sino la forma como se presenta?.
Los 25 autores invitados. (FIL/Bernardo De Niz) En medio del frente frío que azota México, empezaron a aparecer los escritores titulados Los 25 secretos de la Narrativa Latinoamericana en la FIL Guadalajara. En el blog ?Papeles Perdidos? hay un video donde se presentan tres de los 25: Enrique Planas, Juan Álvarez, de Colombia; y Francisco Díaz Klaassen, de Chile. ?Se trata de los más talentosos y representativos genios de la literatura joven emergente que participarán en mesas sucesivas para entrar en contacto con el público?, dijo Ignacio Padilla, uno de los jurados de la selección. Silvina Friera, en Pagina 12, comenta la primera presentación de las varias que irán sucediéndose, con Margarita Posada como moderadora. Justamente, el título de la nota es un comentario de Enrique Planas: ?Qué horrible, nos parecemos demasiado?. Dice la nota:
Llegó la hora de presentar, en cinco tandas, al mosaico de narradores que integran los 25 secretos mejor guardados de América latina. Los primeros cinco secretos, Fernanda García Lao (Argentina), Daniela Tarazona (México), Enrique Planas (Perú), Carlos Cortés (Costa Rica) y Francisco Díaz Klaassen (Chile), no entraron a la FIL como se entra a un templo en el que todos los fieles rezan de rodillas. Estas autoras y autores no están habitados por certezas. No recitan ni dictan cátedra ni pontifican. Tampoco procuran, en algunos casos, diluir el capital simbólico de sus extravagancias. García Lao no elige las historias. ?Ellas me escogen a mí. Siempre trabajo con el inconsciente como primera patada: aparece un personaje y empiezo a tirar del hilo. Después pienso cómo destrozarlo. Soy una asesina serial, me dedico a escribir?, arrancó la autora de las novelas Muerta de hambre, La piel dura y Vagabundas. Cortés aseguró que cada libro que escribe es el resultado de ?un proceso de negociación? con sus fantasmas. ?En mis primeros libros tenía en claro qué escribir, pero uno no se puede quedar con la primera obsesión; hay que excavar para saber qué hay debajo. Mi literatura tiene que ver con el secreto?, afirmó el autor de la novela Cruz de olvido, ?un descenso a los infiernos y un ejercicio de demolición de la mitología costarrisible?, que comienza con una frase irónica: ?¡En Costa Rica no pasa nada desde el Big Bang!?. Después de escuchar a sus pares, Planas, autor de las novelas Orquídeas del paraíso, Alrededor de Alicia y Otros lugares de interés, entre otros títulos, exclamó: ?¡Qué horrible! Nos parecemos demasiado?. Proclive a construir historias en las que el azar mete la cola, el autor peruano confesó que siente envidia por los escritores que tienen un comienzo, un nudo y un desenlace. Tarazona, autora de El animal sobre la piedra, novela publicada en la Argentina por la editorial Entropía, subrayó que parte de una emoción. ?No tengo idea de qué va a suceder, pero tengo en claro la emoción inicial. Lo que más me fascina y alegra la existencia es la posibilidad de ser otro.? El secreto retobado, o al menos el que intentaba ocupar ese espacio, Díaz Klaassen, el más joven de este seleccionado, afirmó que escoge las historias. ?Yo no tengo método y carezco de todo tipo de disciplina?, aclaró el escritor que mantiene a diario el blog de ficciones Tough Guys Don?t Dance (http://diazklaassen.blogspot.com). El tópico de las influencias desplegó un paño de variedades de intereses. Cortés dijo que su fuente de inspiración es la memoria. ?(Antonio) Lobo Antunes dice que la imaginación es memoria fermentada; he acumulado experiencias que poco a poco se han convertido en relatos. Los escritores somos coleccionistas que estamos pensando que en algún momento todo lo que vamos recogiendo entrará en una historia.? García Lao se permitió dudar sobre si es tan consciente de las influencias. ?Mi destino ha sido influyente, haberme exiliado desde chica hizo que fuera una pequeña Frankenstein. Me mudé tantas veces que me convertí en mi propio objeto. A mí me gusta perderme: si sé el camino, me aburro y no lo hago.? Díaz Klaassen reconoció que es ?tremendamente envidioso?. ?La envidia me mueve, leo algo bueno y me propongo hacerlo mejor.? Planas, en cambio, señaló que escribe para obtener silencio. ?La literatura nos aporta silencio a nuestras vidas. Me gustan los escritores secretos.? Y enumeró una serie de maestros del silencio como Julio Ramón Ribeyro, Guy de Maupassant, Henry James, Anton Chéjov y Alice Munro. Ante el ?boom mediático? de diversos festivales literarios, donde los escritores se exhiben, Tarazona planteó que el trabajo de escritura ?no tiene nada que ver con todo esto?. ?Hablar de la escritura y de las obras para mí es difícil; es opuesto al trabajo solitario del escritor.? Díaz Klaassen, deslizándose por el precipicio de una comicidad sibilante, aventuró que ?sería de mal gusto? criticar la FIL. ?Los hoteles y la comida son muy buenos. No tengo ninguna queja.? Cortés destacó que el oficio del escritor entraña siempre ?esa dualidad entre el adentro y el afuera?. Y puso sobre la mesa una cita de autoridad. Faulkner decía que el lugar ideal para un escritor era un prostíbulo porque ?a la mañana había silencio y a la noche todo era una fiesta?. ?¿Son Macondo o McOndo??, preguntó la moderadora de la mesa, Margarita Posada, buscando escarbar cómo se posicionan ante la ?vieja? disputa entre el realismo mágico y la corriente surgida a partir de la antología McOndo, compilada por los escritores chilenos Alberto Fuguet y Sergio Gómez, que presentó allá por 1996 una muestra de la nueva narrativa latinoamericana, urbana, hiperreal, en sintonía fina con la cultura pop norteamericana y las nuevas tecnologías, que irrumpían en el paisaje del continente. La única argentina entre los secretos mejor guardados que participó en esta primera tanda, rápida de reflejos, lanzó su proclama: ?Ni Macondo ni McOndo, yo soy vegetariana. No como ni comida chatarra ni comida pasada?. Carcajadas y aplausos coronaron su magnífica estocada verbal. Planas postuló que hay ?muchos tonos de grises? entre ambas posibilidades. Una brevísima escaramuza se instaló cuando la moderadora definió como ?bolañesco? ?por Roberto Bolaño? a Díaz Klaassen, autor de El hombre sin acción, novela que transcurre entre Barcelona, Nueva Orleáns, Madrid y Santiago, y cuenta la historia de Cristóbal Block, un joven autor que escribe en un cuaderno la historia de su fracaso. ?Bolaño no me interesa?, disparó el joven chileno para asombro de unos cuantos. Cortés terció para hacer una corrección: ?Lo bolañesco es borgeano?.
óleo: mark rothko
LLAMADO A ALGUNOS DOCTORES
Dicen que no sabemos nada, que somos el atraso, que nos han de cambiar la cabeza por otra mejor.
Dicen que nuestro corazón tampoco conviene a los tiempos, que está lleno de temores, de lágrimas, como el de la calandria, como el de un toro grande al que se degüella, que por eso es impertinente.
Dicen que algunos doctores afirman eso de nosotros, doctores que se reproducen en nuestra misma tierra, que aquí engordan o que se vuelven amarillos.
Que están hablando, pues: que estén cotorreando si eso les gusta.
¿De qué están hechos mis sesos? ¿De qué está hecha la carne de mi corazón?
Saca tu larga vista, tus mejores anteojos. Mira, si puedes.
Quinientos flores de papas distintas crecen en los balcones de los abismos que tus ojos no alcanzan, sobre la tierra en que la noche y el oro, la plata y el día se mezclan. Esas quinientas flores, son mis sesos, mi carne.
¿Por qué se ha detenido un instante el sol, por qué ha desaparecido la sombra en todas partes, doctor?
Pon en marcha tu helicóptero y sube aqui, si puedes. Las plumas de los cóndores, de los pequeños pájaros se han convertido en arco iris y alumbran.
Las cien flores de la quinua que sembré en las cumbres hierven al sol en colores, en flor se ha convertido la negra ala del cóndor uy de las aves pequeñas.
Es el mediodía; estoy junto a las montañas sagradas: la gran nieve con lampos amarillos, con manchas rojizas, lanzan su luz a los cielos.
En esta fría tierra, siembro quinua de cien colores, de cien clases, de semilla poderosa. Los cien colores son también mi alma, mis infaltables ojos.
Yo, aleteando amor, sacaré de tus sesos las piedras idiotas que te han hundido. El sonido de los precipicios que nadie alcanza, la luz de la nieve rojiza, de espantado, brilla en las cumbres. El jugo feliz de los millares de yerba, de millares de raíces que piensan y saben, derramaré tu sangre, en la niña de tus ojos.
El latido de miradas de gusanos que guardan tierra y luz; el vocerío de los insectos voladores, te los enseñaré hermano, haré que los entiendas. Las lagrimas de las aves que cantan, su pecho que acaricia igual que la aurora, haré que las sientas y las oigas.
Ninguna maquina difícil hizo lo que se, lo que sufro, lo que gozar del mundo gozo. Sobre la tierra, desde la nieve que rompe los huesos hasta el fuego de las quebradas, delante del cielo, con su voluntad y con mis fuerzas hicimos todo eso.
No huyas de mi doctor, acércate Mírame bien reconóceme. ¿Hasta cuándo he de esperarte? Acércate a mí; levántame hasta la cabina de tu helicóptero. Yo te invitare el licor de mil savias diferentes.
Curaré tu fatiga que a veces te nubla como bala de plomo, te recrearé con la luz de las cien flores de quinua, con la imagen de su danza al soplo de los vientos; con el pequeño corazón de la calandria en que se retrata el mundo, te refrescare con el agua limpia que canta y que yo arranco de la pared de los abismos que templan con su sombra a nuestras criaturas.
¿Trabajaré siglos de años y meses para que alguien que no me conoce y a quien no conozco me corte la cabeza con una máquina pequeña?
No, hermanito mío. No ayudes a afilar esa maquina contra mi, acércate, deja que te conozca, mira detenidamente mi rostro, mis venas, el viento que va de mi tierra a la tuya es el mismo; el mismo viento que respiramos; la tierra en que tus máquinas, tus libros y tus flores cuentas, baja de la mía, mejorada, amansada.
Que afilen cuchillos, que hagan tronar zurriagos; que amasen barro para desfigurar nuestros rostros; que todo eso hagan.
No tememos a la muerte, durante siglos hemos ahogado a la muerte con nuestra sangre, la hemos hecho danzar en caminos conocidos y no conocidos.
Sabemos que pretenden desfigurar nuestros rostros con barro; mostrarnos así, desfigurados, ante nuestros hijos para que ellos nos maten.
O sabemos bien qué ha de suceder. Que camine la muerte hacia nosotros; que vengan esos hombres a quienes no conocemos. Los esperaremos en guardia, somos hijos del padre de todos los ríos, del padre de todas las montañas ¿es que ya no vale nada el mundo, hermanito doctor?
No contestes que no vale. Más grande que mi fuerza en miles de años aprendida; que los músculos de mi cuello en miles de meses; en miles de años fortalecidos, es la vida, la eterna vida mía, el mundo que no descansa, que crea sin fatiga; que pare y forma como el tiempo, sin fin y sin principio.
José María Arguedas
Pd.- Un día como hoy, 28 de noviembre de 1969, en un baño de la Universidad Agraria, José María Arguedas decidió terminar con su vida. El balazo no lo mató sino varios días después, aunque él había calculado morir instantáneamente el 28. Este poema suyo es sinceramente hermoso. Va como homenaje,