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Escrito por

Iván Thays

Iván Thays es escritor peruano (Lima, 1968) autor de las novelas "El viaje interior" y "La disciplina de la vanidad". Premio Principe Claus 2000. Dirigió el programa literario de TV Vano Oficio por 7 años. Ha sido elegido como uno de los esccritores latinoamericanos más importantes menores de 39 años por el Hay Festival, organizador del Bogotá39. Finalista del Premio Herralde del 2008 con la novela "Un lugar llamado Oreja de perro".

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Los editores de Gatsby

Di Caprio como El Gran Gatsby Mientras el año pasado se editó El Gran Gatsby en Anagrama, con traducción de Justo Navarro, en Australia el director Baz Luhrmann filma una nueva versión, con Leonardo di Caprio (difícil que pueda superar a Robert Redford en el papel). Este es el año de esa memorable novela y en Revista Ñ se celebra comentando la historia de la edición de la gran novela de Scott Fizgerald. Dice la nota de Sergio Vila-San Juan:

Maxwell Perkins (1884-1947) fue el príncipe de los editores estadounidenses del siglo pasado y aún hoy se le recuerda como la encarnación del editor literario. Desde su despacho de la casa Scribner?s apoyó y lanzó a Ernest Hemingway, y convenció a Thomas Wolfe para que redujera sustancialmente la extensión de su primera novela, Look Homeward, Angel, que lo consagró. Pero antes de todo eso fue el descubridor de Francis Scott Fitzgerald, dando paso así a la que que con el tiempo llegaría a conocerse como ?Generación Perdida?.Con Scott mantuvo una relación intensa. Su primera novela había llegado a editorial Scribner?s bajo el título de El egotista romántico y fue rechazada. Perkins la recuperó in extremis, contactó con su autor y le animó a trabajarla más y cambiarle el título. Aparecida finalmente como A este lado del paraíso, marcó la entrada por la puerta grande de su joven autor en el olimpo de las letras USA.También la redacción de El gran Gatsby debió bastante a Max Perkins, y sobre todo a sus críticas, formuladas durante meses sobre las primeras versiones, aún bajo el título de Trimalción en el West Egg. El editor sugirió a Scott que diera una descripción física más extensa del personaje de Jay Gatsby, que en su opinión quedaba desdibujado. Le pidió que intensificara la escena clave en que los personajes convergen en el hotel Plaza de Nueva York. Y le sugerió que fuera más sutil en la revelación paulatina del misterioso pasado del protagonista.El autor le hizo caso (al tiempo que le solicitaba un sustancioso anticipo). Pero al mismo tiempo, los colegas de Perkins en Scribner?s le criticaban abiertamente por lo que a su entender era una intervención excesiva en el manuscrito de un escritor, sin precedentes en aquel momento.¿Pueden los editores implicarse tan a fondo en los procesos creativos de sus autores? ¿Deben estos permitírselo? La teoría de Perkins era que el editor no debe imponer, sino ofrecer ayuda experta para guiar un libro ?hasta su propia realización?. Debe detectar las intenciones del autor y ayudarle a plasmarlas.Tras Perkins, otros editores han querido ir más lejos, y la polémica se prolonga desde entonces. Algunos escritores ?sobre todo de la escuela europea? no permiten que nadie les toque ni una coma, mientras otros ?sobre todo de la escuela americana? agradecen a quienes se han encargado de sus libros la intervención realizada, especialmente si la obra ha sido un éxito.En la propia Scribner?s, los colegas de Perkins, reacios a trabajar el texto junto a los autores, realizaron, sólo diez años más tarde, una edición a fondo del manuscrito de Margaret Mitchell Lo que el viento se llevó. Propusieron una infinidad de correcciones, mejoras y cambios estructurales que la autora sureña aceptó y disciplinadamente aplicó, con el resultado conocido. Maxwell Perkins mantuvo siempre en un altar su amistad con Scott, le ayudó también con la escritura de su otra gran obra, Suave es la noche, y fue su soporte económico y paño de lágrimas hasta el fin de su trágica y fulgurante vida. 

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19 de febrero de 2012
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La esperanza de Margaret Atwood

Margaret Atwood Para Margaret Atwood, la escritura y la esperanza son dos palabras que están asociadas perpetuamente. Así lo dijo en una conferencia ofrecida en San Miguel Writer´s Conference, donde además dijo que ?la violencia no callará a los escritores mexicanos? Dice la nota:

En su conferencia Escritura y esperanza, Margaret Atwood dejó bien claro en la San Miguel Writers? Conference que para ella estas dos palabras están indisolublemente unidas. Por un lado, por la gran necesidad que tiene el escritor de tener mantener la esperanza cuando empieza una novela: ?Esperas, bueno, terminarla, esperas encontrar quién la publique, esperas hallar un editor, esperas que efectivamente se publique, esperas que la gente la compre, esperas que la lea, esperas que el entienda y por último esperas que le guste?. De entre sus más de 40 libros, Atwood, quien tiene una rica veta cómica, amenizó su charla en el encuentro de escritores que se está llevando a cabo en San Miguel de Allende con la historia de la creación de tres de ellos, tres distopias en las que, a pesar del pesimismo normal del género, deja un lugar abierto a la esperanza. ?Incluso en 1984 George Orwell termina con un panorama de esperanza?. Para la ganadora del prestigioso premio Booker (al que además ha estado nominada en cinco ocasiones), la labor del escritor es también indisociable de la defensa de los derechos humanos. Y fue ahí donde se dirigió concretamente a los mexicanos y en particular a los periodistas. Recordó la protesta que hiciera hace unas semanas la asociación PEN International para protestar por los asesinatos de los periodistas que cubren ?las atrocidades de los cárteles de la droga y su asociación con autoridades corruptas. ?Esta forma extrema de la censura debe desaparecer. México no se lo merece?. Y hay esperanza, dijo: ?A pesar de todo los escritores mexicanos no han sido silenciados?, dijo al tiempo que aclaraba que aun en las peores circunstancias, y aun cuando tengan que hacerlo en seccreto, los escritores siguen. Para ella no hay duda: ?Conservemos la esperanza de que los escritores encuentren un camino. La esperanza?.

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19 de febrero de 2012
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"Es nuestro privilegio como escritores el darle montañas a un pobre país que no las tiene."

Cees Nooteboom Como dice Verónica Chiaravalli, es un lugar común hablar de Cees Nooteboom y mencionar que es un bolo fijo para ganar el Premio Nobel de Literatura. El narrador holandés bromea con eso: ?Como dijo mi amigo Hugo Claus, el premio Nobel deberían dármelo ya, aunque sólo sea por razones humanitarias?. El ADN Cultura de la última semana le dedica su nota principal a Nooteboom, con un largo texto de Chiaravalli, una entrevista donde habla de sus últimos libros y de sus obsesiones de siempre. Dice la nota:

En 1992, durante un simposio organizado en Múnich con el título ?El giro de la literatura?, el escritor holandés Cees Nooteboom (que ante la solemnidad declina inevitablemente hacia el tedio y sólo revive por la alegría de una paradoja o la posibilidad de alguna amable ironía) invirtió los términos del problema propuesto y planteó: ?¿Creen ustedes realmente en la literatura? Porque, en ese caso, quizás habrían hecho la pregunta inversa: ¿En qué medida depende la realidad de la literatura???. Respuesta: ?Sin Homero no habría guerra de Troya, sin Balzac no habría burguesía francesa del siglo XIX, sin Joyce no habría Dublín, sin Shakespeare no habría Ricardo III, sin Musil no habría monarquía austro-húngara?. Sin Nooteboom, podríamos agregar, no habría montañas en Holanda (que la topografía niega pero allí están, en el título del libro En las montañas de Holanda ), ni un hotel con base en Shangri-La desde donde se puede ver la Estatua de la Libertad envuelta en la medianoche de Manhattan (el ?Hotel Nooteboom?, integrante de la cadena de relatos Hotel Nómada ); sin Nooteboom no habría conmovedoras resonancias socráticas en la muerte de un humilde profesor de griego y latín ( La historia siguiente , premio Grinzane Cavour), ni zorros nocturnos como heraldos de la muerte, zorros no del todo reales, acaso rojizos, metonimia del cabello de la hermosa mujer que en los últimos segundos de su vida siente por sí misma y por primera vez un amor lleno de compasión y serenidad ( Los zorros vienen de noche ). (?) Nooteboom visitó la Argentina en septiembre del año pasado, invitado para participar en el Festival Internacional de Literatura de Buenos Aires (Filba). Se quedó un mes y medio, viviendo en un departamento que alquiló en la calle Azcuénaga, en Barrio Norte. ?El espacio ha de ser conquistado, comoquiera que sea?, escribió en su libro de viajes Hotel Nómada . ?A orillas del Río de la Plata encontré dos piedras que me gustaron. Para hacerme un pequeño territorio en Buenos Aires, las puse sobre la mesa del departamento. A partir de ese momento, ese espacio fue mío?, dijo ante el público que colmó la librería Eterna Cadencia para escucharlo hablar sobre su obra y su vida, durante el diálogo que mantuvimos como parte del festival y que se actualiza en estas páginas. Después, en la privacidad apacible del whisky y el descanso, me habló del libro que estaba escribiendo: Cartas a Poseidón . Ahora, ya lejos de Buenos Aires, acaba de terminarlo. Este año se publica en Holanda y Alemania; probablemente también en Francia y en España, editado por Siruela. ?En febrero de 2008, mientras estaba trabajando en Los zorros? , visité Múnich y compré un libro de non fiction de Sándor Márai: Las cuatro estaciones -escribe Nooteboom desde la ciudad de Missen-. Los inviernos en esta parte de Alemania pueden ser muy fríos, pero era un día soleado y la gente estaba sentada al aire libre. Busqué un lugar para instalarme con mi libro recientemente adquirido, una especie de diario de notas, una por cada día, piezas cortas como yo solía escribir en los años sesenta, y de pronto sentí la urgencia de volver a escribir prosa corta, no para un diario, como antes, sino notas muy personales. Cuando levanté la mirada, descubrí que la terraza donde estaba sentado pertenecía a un pequeño restaurante de pescados llamado ?Poseidón?. Entendí eso como una suerte de signo y decidí aceptarlo: escribiría cartas al Dios del Mar, Poseidón. He tenido una educación clásica, en mi escuela secundaria, aparte de las tres lenguas modernas, francés, inglés, alemán, teníamos también griego y latín. A Poseidón, por supuesto, yo lo conocía de la Odisea y la Ilíada. ? (?) El corresponsal de Poseidón es un avatar de Nooteboom fácilmente reconocible (?una persona muy curiosa, rodeada de libros, pero también un viajero nómade?), que no hace promesas ni pide favores. ?Creo que durante mucho tiempo necesité alguien a quien escribir. El mundo está lleno de maravillas y algunas veces, las cartas contienen preguntas: ¿qué pasa cuando una ballena muere? ¿Leyó Poseidón a los filósofos griegos, leyó lo que Kafka escribió sobre él? ¿Cuál es la diferencia entre mortales e inmortales? ¿Por qué el Dios de los cristianos ha existido desde siempre, mientras que los dioses griegos son eternos en una sola dirección, puesto que han nacido en un momento determinado? En esas cartas hay cosas que trato de entender, como la teoría cuántica, la impredecible conducta de las partículas invisibles, mi relación con Orión, mi preferida entre las constelaciones del cielo, y su triste historia de amor.? (?) Las preocupaciones existenciales y metafísicas ocupan el centro de la narrativa de Nooteboom. Sus crónicas de viajes, sus relatos y sus novelas (su poesía, por supuesto) son reflexiones articuladas literariamente sobre problemas como la naturaleza del tiempo o el modo en que la muerte transforma las vidas. De los vivos y de los muertos. El último libro de Nooteboom que ha llegado a la Argentina se titula Los zorros vienen de noche (Siruela). ?Es un libro sobre el duelo, el luto y la memoria?, dice el autor. Los ocho relatos que conforman la obra se enlazan sutilmente por un mismo hilo argumental. Son vidas de muertos, hechos del pasado, convocados a la memoria por la contemplación persistente de alguna fotografía que oficia de médium en el ritual necesario para acceder al reino de lo inmaterial. ?Mi mujer es fotógrafa. Antes de conocerla a ella he escrito unos diez o quince libros de viajes, por todos los continentes, acompañado por un fotógrafo amigo. La fotografía siempre ha estado a mi lado, voy a las exposiciones y me interesa muchísimo, como ayuda memoria pero también en el sentido en que las fotos aparecen en este libro: como fuentes de las que siempre surgen las historias, ya sea porque alguien mira la foto de alguna persona que ha desaparecido o porque contempla su propio pasado en una foto de veinte años atrás.? En ese diálogo tabicado entre vivos y muertos (para los que aún respiran el discurso de los muertos es confusamente perceptible), Nooteboom despliega con regocijo su fantasía, no para crear el mundo de la eternidad sino para describir los últimos segundos antes de la disgregación definitiva. ?Ése es el privilegio de los escritores. Mire, Holanda es un país completamente llano, no tenemos montañas. Y sin embargo yo he escrito un libro que se llama En las montañas de Holanda. Y un amigo alemán, que se encontraba en Londres cuando allí apareció una crítica muy favorable de mi libro, lo quiso comprar, fue a la librería de Harrods y el vendedor, después de consultar el catálogo de la casa en el rubro Montañismo, le dijo que no lo tenía. En ese momento la ficción que yo había escrito se convirtió en realidad. Está muy bien, es nuestro privilegio como escritores el darle montañas a un pobre país que no las tiene. En Los zorros vienen de noche , la quintaesencia de uno de sus cuentos principales es que la mujer que lo protagoniza muere. Yo no creo en la vida después de la muerte, pero, como con las montañas de Holanda, hay que imaginarla. Y lo primero que se me ocurrió fue dotar a esta mujer de una poderosa sensación de extrañeza y de sorpresa, porque se encuentra con que no hay categorías cuando uno ha muerto. Ella aún quiere hablarle a alguien pero no puede porque lo que dice no significa nada para los mortales. Tampoco existe el tiempo en la muerte, y lo más sorprendente es que no hay otros. Porque tenemos la idea de que en el cielo hay otros, en el infierno hay otros; cuando Ulises baja a ver a Aquiles, hay otros. Pero la mujer de mi cuento descubre que no hay nadie, que la muerte es una soledad increíble, e intenta explicar eso sin las palabras que usamos habitualmente. Ella recuerda sus últimos segundos y siente, cómo decirlo, tal ternura hacia sí misma? y de pronto, en los últimos instantes de su vida, se enamora de su pelo, porque es muy hermoso, y luego muere. ¿Por qué no?? El tema había sido anticipado en La historia siguiente . ?Sí. En La historia siguiente un hombre se acuesta en su cama, en Ámsterdam, y se despierta a la mañana siguiente en Lisboa. Esto es imposible, pero subyace allí algo real, porque él, en verdad, está en su cama, en Ámsterdam, sufriendo un infarto, y toda la novela transcurre en esos segundos finales, tan mentados, en los que, como dice la sabiduría popular, puedes ver pasar tu vida como en un film. He usado una idea corriente, y durante todo el libro el hombre está soñando. Después de despertar, se embarca con otros siete personajes que también están en los dos últimos segundos de sus vidas y relatan el momento de su muerte a una mujer que, claramente, es distinta para cada uno de ellos. La idea detrás de todo esto es que hay que hacer un trabajo de memoria antes de que uno verdaderamente pueda dejarlo todo.? (?) También es un rito -mucho más luminoso, en este caso- lo que permite que evolucionen las páginas de Cartas a Poseidón : el hombre que escribe deposita sobre una roca cada carta, en la esperanza de que las olas al romper las lleven hasta el centro del mar, a los dominios del dios. Finalizada la tarea, Nooteboom la evoca con felicidad: ?Fue un enorme placer escribir este libro. Recuerdo haber estado en Buenos Aires, sentado en el café El Hipopótamo, pensando que iría a casa, mi departamento en la calle Azcuénaga, y le escribiría a Poseidón sobre ese lugar y que, siendo un dios con todos los privilegios que eso conlleva, él sería capaz del ir a El Hipopótamo y sentarse a una mesa sin que nadie lo viera. La vida es un juego, y entonces lo veo sentado allí, con tridente y todo, empapado, mientras le sirven un café negro .?

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15 de febrero de 2012
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Ornitorrincos ejemplares latinoamericanos

Perry, el ornitorrinco Dos libros: Antología de crónica latinoamericana actual (Alfaguara) antologadas por Darío Jaramillo y Mejor que ficción. Crónicas ejemplares (Anagrama) elegidas y prologadas por Jorge Carrión, confirman para Javier Rodríguez Marcos el buen momento de la crónica periodística.  Dice:

La selección preparada por Jaramillo incluye 53 crónicas y, además, ocho textos teóricos que dan cuenta de uno de los deportes favoritos del cronista (o su condena): definir continuamente su oficio. Entre esas definiciones destaca una ya clásica de Juan Villoro: si el ensayo es un centauro, la crónica es un ornitorrinco construido con la capacidad narrativa de la novela, los datos del reportaje, el sentido dramático del cuento, la argumentación del ensayo y la primera persona de la autobiografía. Villoro, mexicano, ocupa un lugar preferente en el ?santoral? ?el término es suyo? de Jaramillo junto al chileno Pedro Lemebel, el colombiano Alberto Salcedo Ramos, el peruano Julio Villanueva Chang y los argentinos Leila Guerriero y Martín Caparrós, para el que ?la magia de una buena crónica consiste en conseguir que un lector se interese en una cuestión que, en principio, no le interesa en lo más mínimo?. En las páginas de la Antología esa cuestión puede ser Bob Dylan, un mago manco, uruguayos que se llaman Hitler, una cárcel mixta en Colombia o un local de intercambio de parejas en Barcelona. No inventar lo sorprendente sino descubrirlo, dice Salcedo Ramos. De lo real maravilloso a lo maravilloso real. Como Darío Jaramillo, Jorge Carrión reconoce lo injusto de toda antología. Su prólogo ?que también cita el ornitorrinco de Villoro? es un ensayo muy bien trabado que trata de mitigar la injusticia con 30 páginas de apéndice en forma de Diccionario abreviado de cronistas hispanoamericanos. Su selección (21 textos) comparte muchos nombres con la de Jaramillo (el santoral, Cristian Alarcón, Gabriela Wiener o Fabrizio Mejía Madrid, que acaba de publicar Días contados en Debate) y añade con acierto al puertorriqueño Edgardo Rodríguez Juliá (en las dos se echa de menos a Sergio González Rodríguez). Además, incluye autores españoles. Eso sí, tímidamente: Jordi Costa y Guillem Martínez. Usar el criterio lingüístico y no el geográfico tiene todo el sentido, pero produce su propio centauro: un panorama cabal de la crónica escrita en América que no tiene su equivalente en el caso de la escrita en España pese a que se reconozca singularmente la importancia de un libro como Raval (Anagrama, 2000), firmado por Arcadi Espada, de la misma generación de Caparrós, Lemebel y Villoro. Lo pretenda o no, toda antología tiene algo de propuesta canónica: imposible no reparar en las ausencias. Como propuesta de lectura, no obstante, las dos selecciones son una buena entrada a un género al que solo la perezosa identificación entre narrativa y ficción se atrevería a llamar menor

El mismo periodista ha escrito un post donde se pregunta si hay un boom de la crónica latinoamericana actual. Dice ahí: ? (?) la palabra boom huele. ¿Lo dejamos en ?explosión controlada de la crónica latinoamericana?? Lo dejamos. Pero también diremos que en los últimos años han proliferado en América Latina las revistas, las colecciones, los talleres y hasta los premios dedicados a la crónica?.

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15 de febrero de 2012
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Lo nuevo de Santiago Roncagliolo

Santiago Roncagliolo Una historia de amor homosexual entre el poeta Federico García Lorca y el millonario uruguayo Enrique Amorín es el telón de fondo de la nueva obra de Santiago Roncagliolo, una crónica titulada El amante uruguayo. Una historia real, titulada por la editorial Alcalá.  Dice la nota de Carmen Sigüenza:

La leyenda de Lorca y su muerte no tiene fin; todavía no se sabe donde están sus restos, y ahora el redescubrimiento, por parte del escritor Santiago Roncagliolo, de Enrique Amorín, un millonario que fue amante del poeta cuando estuvo en Uruguay, deja en el aire si éste pudo robar su cadáver. Una apasionante historia que el peruano Santiago Roncagliolo (Lima, 1975) ha plasmado en ?El amante uruguayo. Una historia real?, publicado por editorial Alcalá; una monumental investigación por el Buenos Aires de los años treinta, la guerra civil española y el París de posguerra, y por la historia de los máximos creadores del siglo XX, como Picasso, Chaplin, Neruda o Borges. Y una investigación que empezó con el interrogante de saber si sería verdad que Enrique Amorín, un escritor seductor, comunista, homosexual casado, y uruguayo y argentino a partes iguales, había robado el cadáver de Lorca, como él mismo dijo tras haber hecho un homenaje en 1953 en Salto, a orillas del río que separa Uruguay de Argentina ante multitud de gente, para enterrar una caja blanca -que se supone que contenía sus huesos- y levantar un monumento al poeta. ?Cuarenta y ocho años después, el monumento y su misterioso contenido siguen ahí, intactos?, dice a Efe Roncagliolo, ?pero nadie quiere decir ni una palabra sobre si es verdad o no?. Cierta o no, la historia le pareció fascinante al escritor peruano porque, a raíz de la misma, descubrió que detrás existía un personaje de novela total, y se puso en marcha para investigar todo su legado. ?Amorín era un escritor, bueno, más personaje que escritor -dice el autor-, con 40 libros escritos pero con poca memoria de ellos, que se sabía todos los secretos de los artistas del siglo XX. Su vida era su mejor obra. Sabía mucho y no lo podía contar, porque en los 50 no se podía hablar de la homosexualidad de Lorca o de Jacinto Benavente, o de los dudosos manejos del partido comunista, en el que él mismo militó?, argumenta el autor de ?Abril rojo?. Y es que Roncagliolo cree que Amorín, al que todos los artistas le pedían dinero, entre ellos Picasso, aunque luego se lo cobraba caro, dejó un vasto material para que alguien escribiese su vida. ?Y me tocó a mí -reconoce el escritor-, aunque en realidad su vida está llena de enigmas?. ?Si los restos de Lorca están donde dice él que los dejó, es un hecho histórico; pero, si no, es su última burla del mundo intelectual que nunca le tomó en serio?, subraya. El libro, que se lee de forma trepidante y está plagado de anécdotas y descubrimientos, cuenta que Amorín y Lorca fueron amantes este último estuvo en Argentina y en Uruguay, y un tiempo en Madrid, con cartas que hablan de una relación muy cómplice y muy pícara. ?Es difícil saber cómo fue de íntima esa relación -explica Roncagliolo-. Gibson cuenta que Lorca tenía mucha gente que se enamoraba de él y a la que olvidaba rápidamente, pero yo creo que Amorín llegó a creer que su amor fue mucho más intenso, incluso pensaba que a Lorca lo mataron por su culpa, por haberles pillado una conversación en la calle en la que ellos admitían sus filias y sus fobias políticas?. Todo un material, con cartas, fotos, documentos, que el autor de ?Tan cerca de la vida? ha rescatado, en gran parte, de la biblioteca de Amorín en Uruguay, que su mujer custodió durante años, y del libro de sus memorias. Cartas con momentos memorables como el que recoge el libro sobre la reunión secreta que tuvieron Chaplin y Picasso. ?Chaplin no quería que se supiera que había habido esa reunión porque le perseguían en Estados Unidos por comunista y Picasso era un reconocido comunista. Se encontraron en secreto y Amorín estaba allí?, comenta el autor. ?Pero Chaplin no menciona que Amorín estuviera allí, solo dice que estaban Picasso, él y Jean-Paul Sartre, y la descripción que hace de Sartre es la de Amorín, y es que Amorín se hizo pasar por Sartre. Me encantó. Me dije ¿pero qué personaje es éste??. El resultado de este libro no es saber si nos podemos fiar o no de Amorín. Para el autor, ?en cualquier caso, nos ha dejado un retrato del siglo XX, el de alguien que estuvo en todo y con todos, pero que no estuvo en la foto?, concluye Santiago Roncagliolo.

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15 de febrero de 2012
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El clic de David Foster Wallace

David Foster Wallace Rodrigo Fresán no mezquina ningún adjetivo a favor de David Foster Wallace, a quien llama ?la mente más brillante e influyente de su generación?, en la reseña de El rey pálido, la novela inconclusa y póstuma que Mondadori tradujo el año pasado. Incluye este juego de palabras:

Así ?al igual que títulos encomiables como Casa desolada de Charles Dickens, Moby Dick de Herman Melville, La pianola de Kurt Vonnegut, Algo ha sucedido de Joseph Heller, JR y Su pasatiempo favorito de William Gaddis o Y entonces llegamos al final de Joshua Ferris?, El rey pálido es otra trabajosa y muy trabajada gran novela sobre el trabajo que pone a trabajar a ese trabajador que es el lector. 

La reseña, que apareció en Radar Libros, dice que se trata de una novela del lenguaje. ?O, mejor dicho, de David Foster Wallace como idioma más que como, apenas, estilo?. Y no reprime además una pequeña patadita a Jonathan Franzen, gran amigo y contrario literario de David Foster Wallace. Dice también:

Digámoslo así: entrar a la alteradora y reconfortante El rey pálido equivale a sumirnos como becarios explotables, y a hacer horas extra a las órdenes de un jefe tan exigente como imprevisible. Pero, ah, de golpe todo hace clic y encaja, y el placer de poder contar que uno estuvo allí. El idioma impuesto al servicio de los impuestos como hasta hora impensable y torrencial motivo narrativo. La mecánica de la burocracia mutando a folletín zombi cuya conclusión prometía una conjura entrópica digna de Thomas Pynchon. Tal como están las cosas, El rey pálido es algo así como si el nabokoviano Charles Kinbote de Pálido fuego se hubiese sentado a escribir una temporada completa de The Office. Pero que a nadie espante o disuada la falta de final. Nada le interesaba o preocupaba menos a Wallace que la última página: ?Las novelas son como matrimonios. Tienes que estar de ánimo para acometerlas no por lo que será la experiencia sino porque te sientes tan triste cuando se acaban?. Así, como en todo matrimonio perfecto, hay en El rey pálido momentos de irritación feroz y tedio casi estupidizante que ?lo comprendemos enseguida? es el modus operandi de Wallace para enfrentarnos, de pronto, a instantes de una brillantez y gracia encandiladores en abismo. Otro chiste sin final, ni remate, sí; pero la ganancia aquí pasa por el viaje y no por el destino final, en las horas de escritorio y no en la vuelta a esa otra oficina llamada hogar. En uno de los ensayos incluidos en Hablemos de langostas, Wallace definió los relatos de Kafka como ?una especie de puerta?, y nos propuso ?que nos imaginemos acercándonos y llamando a esa puerta, cada vez más fuerte, llamando y llamando, no sólo deseando que nos dejen entrar sino también necesitándolo; no sabemos qué es pero lo sentimos, esa desesperación por entrar, por llamar y dar porrazos y patadas. Y que por fin esa puerta se abre? y se abre hacia afuera: porque durante todo el tiempo ya estábamos dentro de lo que queríamos?. Lo mismo, pienso, podría decirse e imaginarse de El rey pálido. ?Y estoy seguro, chicos, de que ahora ya saben lo extremadamente difícil que es mantenerse alerta y concentrado en lugar de ser hipnotizado por ese monólogo constante dentro de sus cabezas. Lo que todavía no saben es cuántos son los riesgos en esa lucha.? Así les habló Wallace, en 2005, a los graduados del Kenyon College. Sus tan inspiradoras como inquietantes y ominosas palabras pueden leerse y releerse ahora en el librito This is Water: Some Thoughts, Delivered on a Significant Occasion, about Living a Compassionate Life. Años antes tuve el placer de cruzarme con él en otro campus made in USA. No puedo decir que conocí a DFW porque estuve con él apenas por una hora o dos en un bar. Pero sí puedo afirmar que no voy a olvidarlo. Gracioso, simpático, tímido, inteligente, con ese look de Björn Borg grunge y ese pañuelo sobre la frente y anudado en la nuca, como queriendo mantener bajo control todo lo que burbujeaba y hervía ahí adentro. ?Es que sudo mucho?, me dijo, me acuerdo. Nuestro turno ahora. De sudar. Es sano, hace bien, y se eliminan tantas toxinas. Si no, claro, siempre se puede leer la muy bien refrigerada Libertad de Jonathan Franzen.

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14 de febrero de 2012
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¿Por qué hacen tanta bulla?

Foto: Guido Asis Respuesta contra los ataques que ha recibido mi comentario en el blog de El País, donde declaré que no me gusta la comida peruana, para horror del nacionalismo parroquial que disfruta del ají de gallina sin necesidad de leer a César Vallejo (¿ese a quién le ha ganado?). A los no peruanos, y  a aquellos a los que esta discusión les parece absurda (me incluyo en el segundo gruopo) les pido que disculpen la interrupción.

Recuerdo que Julian Barnes se mostró sorprendido de que le otorgasen un premio nacional en Francia por haber escrito El loro de Flaubert. Si a un francés se le hubiera ocurrido escribir un libro llamado ?El loro de Dickens?, dijo, en Inglaterra lo hubieran lapidado. La anécdota retrata la susceptibilidad y vulnerabilidad con que algunos países asumen su identidad nacional. Ayer, de un momento a otro, me volví en la persona más buscada por la prensa nacional; en protagonista de las primeras planas digitales de todos los periódicos del país; en trending topic del Twitter limeño; en el blogger peruano con más comentarios en un día, casi 800 hasta donde conté; y en la persona más odiada del país. ¿Qué hice para merecer tanta bulla? ¿Maté a alguien, robé un banco, me ficharon para el Barcelona FC, me fotografiaron con Britney Spears? Peor que eso. Dije que la comida peruana era indigesta y que abusaba de los carbohidratos. Y encima no solo lo afirmé sino que cometí el pecado de ser ?categórico? al decirlo. Y ya para echar más leña al fuego, lo hice en un blog en España. ¡Vaya desmadre el que armé! Al parecer, la autoestima peruana solventada por el discurso gastronómico es un globo tan frágil que hasta un comentario menos filoso que una cuchara de bebé la hace estallar en mil pedazos. Y claro, después solo queda insultar hasta hundir al que osó destruir la zona de confort, convocar a los chefs del país para que declaren en mi contra, escribir miles de tweets y comentarios en FB para declarar que soy un Don Nadie, un escritor fracasado y un traidor a la patria. Mucha bulla para alguien sin importancia, digo yo. Me pregunto: ¿En ningún momento, en medio del fragor de los tweets, tomaron consciencia de que estaban haciendo el ridículo tomando como tema de interés nacional que a un peruano no le guste la Inca-Kola? ¿Se han enterado, por ejemplo, de que la mayoría de veinteañeros peruanos no saben lo que fue Sendero Luminoso y no reconocen las siglas MRTA? ¿No se les ocurre decir algo al respecto o mejor seguimos con el linchamiento contra Thays, que es más divertido? Si hay algo más indigesto que la comida peruana es el patriotismo de parroquia. Esta bulla mediática demuestra que el llamado ?boom? gastronómico peruano no es ese elemento unificador de halo místico, generoso, sentimental y mestizo que se nos ha querido vender sino, al contrario, un elemento marginador, que exacerba el peor nacionalismo y las reacciones intolerantes, machistas, homofóbicas y chauvinistas de los peruanos que firman sus comentarios como ?cholo soy?. Disentir de ese símbolo patrio recién parido que es la comida peruana merece el repudio y el amedrentamiento verbal, como solo se supone que debería ocurrir cuando uno arremete contra los símbolos patrios o religiosos en las dictaduras fascistas o el islamismo. ¿Es de eso de lo que los peruanos se sienten orgullosos? ¿De haber convertido al anticucho en nuestra esvástica? Hace poco me preguntaron qué importancia tenía para el Perú el que Mario Vargas Llosa hubiese ganado el premio Nobel. No supe qué responder. ¿Qué importancia puede tener ese premio en un país donde no hay suficientes bibliotecas ni librerías, donde impera la piratería libresca, donde no existen suplementos literarios y donde subsiste el índice más bajo de comprensión de lectura en América Latina? ¿Cambia en algo ese panorama el que Vargas Llosa gane el Nobel? Lo mismo pienso de otros orgullos nacionales epidérmicos. Aplauden a Kina Malpartida, a Sofía Mulanovich y a los hermanos Ccori, pero el Instituto Peruano del Deporte vive precariamente y todos ellos tienen que bregar duro para conseguir auspicios que les permitan participar de sus eventos; se enamoran de las portadas dedicadas al tenor Juan Diego Flórez, pero son incapaces de cambiar una asistencia a la ópera por una noche de ?hora loca? y 2x1 en la discoteca de su barrio; se ilusionan con que La Teta Asustada sea candidata al Oscar, pero olvidan que la mayor parte de películas peruanas se financia con capital extranjero y que los directores tienen que llorar lágrimas de sangre para evitar que los cines quiten sus películas luego de una semana de ser exhibidas, porque esos peruanos patrioteros han preferido ir a ver el blockbuster de turno. Esperan con banderitas peruanas en el aeropuerto a las estrellas de Hollywood que visitan Macchu Picchu para alinear sus chakras, pero desconocen casi todo de la cultura incaica que originó la fortaleza. Ese es el retrato del peruano snob y chauvinista que se siente afectado con mis comentarios y se ve llamado a defender el orgullo patrio insultándome, llamándome traidor a la patria o gay, lo mismo da, un marginado. Perdonen los esforzados comentaristas si les digo que me siento orgulloso de sus insultos. Si he sido capaz de poner patas arriba ese discurso hegemónico en torno a la cocina tan solo con decir que el Suspiro Limeño es demasiado dulce, y aglutinar a toda la horda de nacionalistas trasnochados e intolerantes en torno a un post que ni siquiera trata sobre la identidad nacional, creo que le he hecho un bien al país desnudando su talón de aquiles. Ningún peruano necesita de ese tipo de discurso facho-gastronómico para encontrar su identidad, sino discutir sobre ella basándose en hechos concretos, en ideas y argumentos, y no en histerias colectivas en Twitter ni en tacu tacus de 70 euros ni en la santísima virginidad de los chefs peruanos y sus fogones que hacen ?patria?. Seamos serios ¿realmente es la cocina peruana la única posibilidad de identificarnos como peruanos? Pues entonces hagamos a Gastón Acurio (y no a Rafael Osterling, claro, que es muy ?cosmopolita? para un tema tan sensible como este) Presidente, Premier y General del Ejército Peruano. Todo en uno. O quizá podríamos empezar por discutir, por ejemplo, qué implica para la imagen que proyectamos de nosotros mismos que el 2011, el año en que se cumplieron cien años del nacimiento José María Arguedas, uno de los más grandes forjadores de la identidad nacional y conocedor de primera mano de sus hondas fracturas, se prefirió celebrar el aniversario de cuando un gringo descubrió Macchu Picchu gracias a unos guías indígenas cuyos nombres se han evaporado de los libros de historia. Finalmente, quiero dejar en claro que de todo lo que han dicho sobre mí, lo más ridículo es la acusación de haber reseñado un libro que no he leído. Se nota que los lectores de El País adolecen demala vista o de mala leche. En mi post afirmo tajantemente que no he leído el libro y, por tanto, mi comentario está dedicado a la nota de prensa y el blurb publicitario. Asimismo, aunque me permito dudar sobre la posibilidad de que una novela sospechosa de oportunismo sea buena, jamás niego que pueda resultar al fin una obra notable. Nunca he reseñado una novela que no haya leído atentamente y si algún día me decido a reseñar la novela de Gustavo Rodríguez lo haré y uds. se enterarán, entre otras cosas, porque debajo del post encontrarán la palabra ?Reseñas? dentro del rubro Categorías. Si no aparece esa palabra, no estoy reseñando un libro. Así de sencillo Gracias, saludos y buena digestión.

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3 de febrero de 2012
Blogs de autor

Prefiero no preguntar cuánto me queda y cuándo

Marc Rothko. Ocre y rojo PosibilidadesPrefiero el cine.Prefiero los gatos.Prefiero los robles a orillas del Warta.Prefiero Dickens a Dostoievski.Prefiero que me guste la gentea amar a la humanidad.Prefiero tener a la mano hilo y aguja.Prefiero no afirmarque la razón es la culpable de todo.Prefiero las excepciones.Prefiero salir antes.Prefiero hablar de otra cosa con los médicos.Prefiero las viejas ilustraciones a rayas.Prefiero lo ridículo de escribir poemasa lo ridículo de no escribirlos.Prefiero en el amor los aniversarios no exactosque se celebran todos los días.Prefiero a los moralistasque no me prometen nada.Prefiero la bondad astuta que la demasiado crédula.Prefiero la tierra vestida de civil.Prefiero los países conquistados a los conquistadores.Prefiero tener reservas.Prefiero el infierno del caos al infierno del orden.Prefiero los cuentos de Grimm a las primeras planas del periódico.Prefiero las hojas sin flores a la flor sin hojas.Prefiero los perros con la cola sin cortar.Prefiero los ojos claros porque los tengo oscuros.Prefiero los cajones.Prefiero muchas cosas que aquí no he mencionadoa muchas otras tampoco mencionadas.Prefiero el cero soloal que hace cola en una cifra.Prefiero el tiempo insectil al estelar.Prefiero tocar madera.Prefiero no preguntar cuánto me queda y cuándo.Prefiero tomar en cuenta incluso la posibilidadde que el ser tiene su razón. Wislawa SzymborskaDe ?Gente en el puente? 1986        Versión de Gerardo Beltrán

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1 de febrero de 2012
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El Boomeran(g)
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