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Escrito por

Iván Thays

Iván Thays es escritor peruano (Lima, 1968) autor de las novelas "El viaje interior" y "La disciplina de la vanidad". Premio Principe Claus 2000. Dirigió el programa literario de TV Vano Oficio por 7 años. Ha sido elegido como uno de los esccritores latinoamericanos más importantes menores de 39 años por el Hay Festival, organizador del Bogotá39. Finalista del Premio Herralde del 2008 con la novela "Un lugar llamado Oreja de perro".

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Publican a E.L.James en castellano

E.L.James Hasta hace unas décadas, existía en las librerías una sección titulada ?libros eróticos? y estaba llena de carátulas rosadas de La Sonrisa Vertical y de algunos títulos de nombres curiosos como Memorias de una pulga. Pasaron los años y autores como Pierre Klossowski se encuentran en la K. Ser ?erótico? ya no era rentable en un mundo donde todos escribían escenas sexuales. Pero E.L.James ha demostrado que, onda retro, también el erotismo vuelve a ponerse de moda. Su trilogía erótica sadomasoquista se venderá en España. Dice la nota:

La trilogía erótica de la escritora británica E.L. James, que describe una relación sadomasoquista, se publicará en España entre junio y agosto. Según ha informado el Grupo Editorial Random House Mondadori, el sello Grijalbo publicará en castellano las tres novelas, que se titularán: «Cincuenta sombras de Grey», «Cincuenta sombras más oscuras» y «Cincuenta sombras liberadas». Por una cifra superior a los 5 millones de dólares, informan las mismas fuentes, Universal Pictures y Focus Features han comprado los derechos cinematográficos de la trilogía erótica que está batiendo récords de ventas en Estados Unidos. Los tres títulos saldrán a la venta en España el 6 de junio, el 4 de julio y el 29 de agosto próximos, respectivamente. La trilogía narra la relación erótica entre un joven empresario y una estudiante de literatura.



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1 de abril de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El anticanon de Ricardo Piglia

Ricardo Piglia Dirigir una colección de libros, seleccionando a los autores, puede tener pretensión de hacer un canon. Y si la selección de los autores no son, precisamente, los hegemónicos, podríamos decir que es un anti-canon que aspira a convertirse en canon. ¿Delicado, verdad? Serie del Recienvenido es el nombre de la colección que Ricardo Piglia conduce en el Fondo de Cultura Económica y Rubén Ríos en Perfil lo entrevista respecto a ella. Dice la nota:

?Como usted sabe, la resonancia macedoniana de Serie del Recienvenido evoca una de las obras más singulares de la literatura argentina. Y en ese sentido, la pregunta es obligada: ¿qué relación existe, si la hay, entre los títulos de la colección y la sombra de Macedonio Fernández? ?Está presente, sí? Ya sabemos que Macedonio reaparece siempre como si fuera la primera vez. Un clásico imposible, podríamos decir, nunca está fijo. Es el anticanon, es como si todos sus libros fueran primeros libros. Ojalá podamos alguna vez publicar todos los cuadernos inéditos de Macedonio en el orden en que fueron escritos y siguiendo la forma que tienen sus originales, donde una larga reflexión filosófica está seguida por la receta de un caldo y un capítulo de su novela está acompañado por un ensayo político o una lista de direcciones de sus amigos muertos. ?¿En algo así está pensando para la colección? ?Bueno, en principio estoy pensando reeditar Una novela que comienza, ese libro que gracias a la generosidad del crítico peruano Luis Alberto Sánchez se editó en Chile en 1942 y fue lo único que Macedonio publicó en vida de su proyecto del Museo de la novela de la eterna. La propuesta de la edición completa de sus cuadernos es una deuda que todos tenemos con su obra. Hace falta un esfuerzo para financiar la transcripción de los manuscritos, la edición crítica de los inéditos? Es increíble que en la Argentina no exista un proyecto de ediciones críticas de las obras de nuestra tradición cultural. Ni siquiera hay una edición de las obras de José Hernández. Por suerte Elida Lois ha hecho una excelente edición del Martín Fierro, pero habría que publicar una edición crítica de todos sus escritos. He insistido mucho en la necesidad, por ejemplo, de hacer una edición cronológica de las cartas de Sarmiento, pero esos proyectos no encuentran el apoyo que necesitan. Horacio González impulsa estas iniciativas y está haciendo un muy buen trabajo con las ediciones que publica la Biblioteca Nacional, pero falta mucho trabajo en esa dirección. De hecho tampoco existe una edición completa de la obra de Lucio V. Mansilla. (?) ?Me refería a que Serie del Recienvenido incluye textos, como ?Nanina?, de Germán García, que no sé hasta qué punto no se encontraba en las profundidades de la literatura argentina. ?Sí, era una novela muy conocida, por sus ecos y sus resonancias, y por el itinerario de su autor, un gran conspirador macedoniano, generoso promotor de la edición de El Fiord, de Osvaldo Lamborghini, y del Frasquito, de Luis Gusmán ?director de la revista Literal y uno de los discípulos más entrañables de Oscar Masotta, es decir, uno de los integrantes iniciáticos de la tribu de los lacanianos originales de Buenos Aires?, pero estaba lejos del alcance de los posibles lectores a causa de la prohibición y el secuestro de las ediciones decretado en los tiempos del oscuro y olvidado general Onganía. La novela mantiene toda su energía y puede ser leída hoy en el contexto de las así llamadas ficciones del yo. La novela tiene varias virtudes, una de ellas es que quien la escribe es un joven de veinte años, contemporáneo de los hechos que narra. En ese punto Nanina está en diálogo con muchas novelas y ejercicios autobiográficos en la web de la narrativa argentina actual. La poética de narrar la propia vida mientras sucede es, dicho sea de paso, una cuestión secretamente ligada al psicoanálisis. (?) ?En una reciente entrevista usted dijo que hay muchos cánones literarios. ¿Cuál es el suyo o, mejor, el de Serie del Recienvenido? ?Podemos usar la fórmula del canon también para definir los gustos personales. Muchos de los libros que intentamos editar están en ese registro y otros son libros que me parecen importantes, más allá de mis preferencias personales. El canon es un lugar de disputa (un poco ridículo), pero en verdad técnicamente se define en relación con la enseñanza, ésa ha sido siempre su función. Una lista de libros básicos a partir de los cuales se puede discutir líneas y tendencias de la cultura. Ahora el canon se ha vuelto una cuestión de los medios y entonces los escritores se preocupan por estar ahí. ?¿Cuáles libros que editó o intenta editar le parecen importantes más allá de sus preferencias personales? También me gustaría saber, si es posible, lo contrario. ?Por ejemplo, en los años sesenta edité La lombriz, de Daniel Moyano, y los Cuentos completos, de Enrique Wernicke, porque son libros muy buenos, aunque no están ligados a mi concepción de la literatura, digamos así. Me parece que uno de los inconvenientes de la discusión sobre las obras es que muchos creen que hay una sola manera de hacer literatura, pero ésa no es mi posición. En cuanto a libros que no son considerados importantes, pero que me parecen extraordinarios, podría citar las novelas de David Goodis o los cuentos de Ezequiel Martínez Estrada. En un caso por el género que a menudo oculta, hace invisibles, a grandes escritores, y en el otro porque se considera que lo fundamental son los ensayos de Martínez Estrada, mientras que para mí es sobre todo un extraordinario cuentista. ?Todo indica, me parece, que Macedonio, para usted, está en un punto de convergencia de esa doble trama. ?Sin duda, Macedonio es una referencia en cualquier reflexión sobre el sentido de publicar literatura. No sólo porque pensó con gran claridad este problema y construyó múltiples cartografías del lector sino porque su práctica de la dilación, de la ausencia del circuito público y de la irrupción en espacios alternativos, con actitudes de choque y de provocación, sintetizan la gran tradición de la vanguardia. Macedonio siempre pensó la figura del autor, la difusión de sus escritos, las lecturas posibles o desviadas, como parte de la obra misma. En definitiva la obra literaria no es sólo el texto, Macedonio lo entendió y practicó esa evidencia antes que nadie. ?¿Cuáles son los próximos títulos de la Serie del Recienvenido? ?Bueno, los dos próximos  son Oldsmobile 1962, un libro de cuentos de Ana Basualdo, y El mal menor, la novela de terror de Charlie Feiling. Después  seguiremos con La pasarela del alcohol, un relato autobiográfico de María Moreno, y con Minga!, la novela de Jorge Di Paola. En principio, esos son los libros que pensamos publicar en 2012.



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1 de abril de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La novela más lírica de Lobo Antunes

carátula del libro Desde el título, ¿Qué caballos son aquellos que hacen sombra en el mar?, editada por Mondadori,  podemos intuir que Antonio Lobo Antunes ha ido lejos, más lejos aún que en sus anteriores libros, en aquello de escribir una novela ?lírica?. Se trata de una reescritura de su clásico Manual de Inquisidores, que además incluye reflexiones sobre el arte de narrar. Metaliterario y poético. Darío Villanueva hace la reseña en El Cultural.  Dice:

Leer ¿Qué caballos son aquellos que hacen sombra en el mar? encierra, efectivamente, una cierta dificultad por su condición de novela lírica, el sello de marca del escritor. La textura estilística de su prosa le confiere una limitada eficacia narrativa por el predominio de reiteraciones o refranes que marcan un ritmo recurrente, por el relato no lineal que las distintas voces narrativas desarrollan al arbitrio de sus respectivos flujos de conciencia y de los recuerdos, por la ausencia de una información trabada que, como en Faulkner, el lector ha de suplir con su cooperación diligente. En esta novela hay dos de aquellos refranes, que en la página 89 aparecen unidos en una misma frase. El primero es el que le da título, y posee un indudable empaque poético. Pero no menos reiterado es el segundo, ?qué tristes las casas a las tres de la tarde?, de alcance más modesto, pues parece apuntar a la monotonía de la vida de una familia tronada. Si en ello residen dos símbolos, la grandeza del primero no acaba de trascender la domesticidad del segundo. Porque para Lobo Antunes los personajes, lejos de contener sustancia en sí mismos, son un mero recurso para atraer al lector ?hacia símbolos más profundos? porque ?las grandes narraciones son siempre simbólicas?. Lo que no es tan dificultoso es identificar el esquema básico de la historia narrada y su estructura polifónica. En este sentido, estamos ante una reescritura del Manual de inquisidores, traducido en 1998. Allí todo se centra en el ministro salazarista don Francisco que agoniza en un hospital lisboeta. Al relato de esta especie de señor feudal que desde su quinta de Palmela ejercía una tiranía intemporal sobre todos cuantos lo rodeaban se añaden los de sus hijos y el ama de llaves. En ¿Qué caballos son aquellos que hacen sombra en el mar?, contrafactualmente, la que agoniza es la sufrida esposa de un terrateniente, propietario de toros bravos, tarambana, mujeriego y jugador que ha dilapidado la fortuna familiar, y son sus cinco hijos los que desgranan los recuerdos, así como Mercília, la criada que los crió. La figura central de Manual de inquisidores se refiere a João, uno de los personajes polifónicos, como ?el imbécil de mi hijo?, y en esta última novela Joãozinho es asimismo el vástago marginado de la familia, papel que en otra obra de Lobo Antunes le corresponde a Francisco, outsider drogadicto y artista enamorado. Me refiero al Auto de los condenados (2003) protagonizada por otro despótico terrateniente, Diogo, que muere en su predio de Monzaraz mientras que un pueblo cercano se celebra una corrida de toros. También este motivo se trasladará a ¿Qué caballos son aquellos que hacen sombra en el mar? donde, sin demasiada pertinencia, a lo que alcanzo, se titulan sus cinco capítulos centrales con las suertes principales de la lidia. Lo que da de pensar la lectura de la presente novela es la absoluta reiteración de todos y cada uno de sus componentes principales, tanto en lo referente a la historia narrada como a su desarrollo discursivo, incluida la dimensión metanarrativa y autorrefencial ya presente en Auto de los condenados. Ambas obras participan de una misma fenomenicidad ambigua. No son diarios, crónicas, ni tan siquiera un dossier o legajo. Los personajes cuyas voces y visiones alientan el relato de ¿Qué caballos son aquellos que hacen sombra en el mar? hacen vagas referencias al acto de su propia narración, incluso por escrito, pero la novedad mayor consiste en que en vez de encomendarse, como antes, a la suprema autoridad de un autor demiurgo lo hacen a Antonio Lobo Antunes. Así escrito: con nombre y apellidos.



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1 de abril de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Leer una vez abierto el envase.- Esta noche a las 11.00 pm,…

Leer una vez abierto el envase.- Esta noche a las 11.00 pm, en la librería Eterna Cadencia, se presentará una edición limitada (solo 50 ejemplares) de la antología de escritores latinoamericanos El futuro no es nuestro. Lo original de esta nueva edición es que está impresa con una tinta que desaparece luego de 2 meses de abrir el envoltorio. La idea es que el libro despierte en el lector la urgencia de leer y juega un poco con el título del libro.



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31 de marzo de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Ulises Gutiérrez entrevistado

Ulises Gutiérrez. Foto: Rubén Grández Lo he dicho varias veces: para mí Ojos de pez abisal es el mejor libro peruano publicado en el 2011. Le costó mucho abrirse paso, pero veo que lo está consiguiendo. Hace unos días, Carlos Sotomayor lo entrevisto para el blog ?Letra Capital?. Algunas respuestas:

¿Cómo surge la novela? Como historia ya la tenía concebida más o menos. Quería contar la historia de alguien que hablara de esa época. La idea nació, creo, cuando mi madre me narraba la historia de una amiga. Yo viví la infancia en Colcabamba, un pueblito en Huancavelica, que vendría ser Samaya de la novela. La historia de Colcabamba durante esos años era bastante extraña, porque en todos los pueblos de los alrededores habían matanzas, menos en Colcabamba. Con los años, me preguntaba por qué había sucedido esto, por qué el terrorismo no entró allí como sí lo hizo en el resto de pueblos. Claro, uno sabe luego que quizás era la geografía que la hacía difícil de atravesar. Hasta que un día mataron al hijo de una de las familias más conocidas del pueblo. Y comenzó toda aquella habladuría de que por fin entraba Sendero. Recuerdo haber visto las hoces y el martillo titilando en la noche. El pueblo entró en pánico. Los rumores gobernaban todo. Decían: mañana muere tal. Hasta que apareció el hijo de este señor. Y cuya muerte le provocó tanto dolor a su familia que su madre prometió nunca más volver al pueblo y nunca más lo hizo. Pero lo que recuerdo más es el hecho de que mi papá le dijera a mi mamá que no vaya al entierro porque había habladurías de que todo aquel que fuera al entierro iba a ser asesinado. Y como las mujeres, mucho más valientes que los hombres, fueron al entierro. Es  a partir de allí que nació la idea. ?La novela toca el tema de la violencia política que padecimos? Creo que era inevitable. Hay muchas historias de suspenso o de mucho dolor para todos que, de algún modo, nos ha tocado esa guerra. Muchas cosas que cuento en la novela han pasado realmente. La historia de Nemesio, la he narrado tal como pasó. Un día apareció en mi pueblo un hombre que había atravesado la cordillera más alta que separaba a Colcabamba de Huanta y nadie le creía. Llegó con su mujer y su hijo y contó todo lo que se narra en la novela. Y claro, lo que me pasaba a mí. Estudiaba en Lima en esos años, mi familia vivía en Huancayo. Cada vez que tenía que viajar a Huancayo, o venir a Lima, era un juego a la ruleta rusa, pues tenías que pasar por tres o cuatro controles militares, y en cada uno te bajaban, te interrogaban, te amenazaban; y por ambos lados. ?La desaparición de su hermano acelera la debacle familiar. Claro, porque duele menos que muera tu padre o alguien de más edad, pero que un joven muera, en la plenitud de su vida, es mucho más doloroso. Entre los amigos que han perdido familia en esa guerra, el dolor más indescriptible que me han contado ha sido la muerte de un hermano, un primo, alguien de tu edad. Y al momento de escribir la novela iba por allí la cosa. ?Una de las partes más interesantes de la novela es este encuentro entre el protagonista y el asesino de su hermano. Ese fue el capítulo más difícil de escribir. No quería que la novela se convierta en un Zancudo como Sherlock Holmes buscando al asesino. No quería que terminara siendo una novela policial. Cuando les contaba esa parte a unos amigos, me decían: esto no te lo creo porque no sucede así. Mi amigo Mario León, que vendría a ser el Cayo de esta novela, me decía: si yo caminando en las calles de Tokio me encontré con Mabel. Kioto tiene 18 millones de habitantes y era improbable que se pudieran cruzar, y sin embargo sucedió.

Asimismo, ayer  Ghiovani Hinojosa lo entrevistó en La República donde cuenta, además, la historia detrás de la historia: cómo un ingeniero sanitario se convierte en escritor. Todo tiene que ver con un extintor y un informe burocrático. Dice la nota:

Todos habían salido a almorzar. El salón, una amplia red de cubículos de madera que fungían de oficinas, estaba en calma. El ingeniero Ulises Gutiérrez ocupaba su metro cincuenta cuadrado con estoicismo: agarrotado sobre su computadora, procesaba sin chistar planos, cifras, memorandos. Cientos de documentos formaban rascacielos de papel a su alrededor. Maldito sea el mal de estómago que nos indispone a la hora del almuerzo.

Mientras tecleaba su máquina, Ulises sintió un olor a quemado. Se detuvo. Salió a inspeccionar el ambiente. Hurgó en los pasillos de ese laberinto de escritorios que es la oficina de proyectos de Sedapal. No encontró nada. De vuelta a su cubículo, alzó por azar la mirada y vio cómo de uno de los focos del techo caían gotas de plástico derretido. El material incandescente prendía en pocos segundos la alfombra, la mesa, los papeles. Ulises se abalanzó hacia uno de los extintores que había en la pared y disparó contra el fuego como pudo. Luego de unos instantes de combate, abrió los ojos. Una densa humareda cubría el salón. Había apagado el volcán.

Uno de los guachimanes de la planta La Atarjea, donde quedan las oficinas, corrió a asistirlo. Le preguntó al ingeniero qué había pasado. Ulises Gutiérrez, cubierto de polvo, le contó que las gotas encendidas que cayeron de un foco causaron el incendio. Después vino su jefe inmediato, y le tuvo que explicar a él también lo ocurrido. Igual con el encargado de seguridad. Y con el gerente general. Y hasta con el presidente del directorio. Todos elogiaban el coraje del hombre que había vencido solo al fuego. Le dieron el día libre.

A la mañana siguiente, le pidieron redactar un informe sobre el incidente. Ulises, que solía crear cuentos inspirados en su experiencia como supervisor de obras de Sedapal, optó por un tono literario para el texto. Escribió: ?Cuando atravesaba el pasadizo central, vi que unas gotas blancas caían desde una de las luminarias del techo como las lágrimas de una vela derretida. Dudé de lo que veía. Me acerqué y cuando estaba a unos metros, las gotas se hicieron más menudas y se encendieron en llamas. Se transformaron en una lluvia de fuego que encendía todo lo que tocaba?. Por la tarde, le devolvieron el informe. Las hojas traían un post-it fosforescente de su jefe que decía: ?Sin duda usted fue el héroe de la jornada; sin embargo, para efectos de elevar el informe a nuestra Gerencia, remítase al Formato RPG0023?. Las dos dimensiones de su vida, la ingeniería y la literatura, habían colisionado abruptamente. La esquizofrenia de ser un ingeniero sanitario de ocho a cinco, y un escritor afiebrado de cinco a más, había tocado techo.

?Tengo que reconocer que me equivoqué de profesión? dice Ulises sobre una taza de té.

Ulises Gutiérrez era un niño sin mucho miedo al error. Vivía con sus padres y sus cinco hermanos en el pueblito huancavelicano de Colcabamba. Esta aldea era, según sus palabras, como ?un estadio gigante y vacío. El valle era el gramado; los cerros, las tribunas?. Por aquellos años las casas no tenían televisores, por lo que los pequeños debían salir a buscar aventuras a la calle. Una de las empresas favoritas era espiar a los amantes.

Cierto día, Ulises husmeaba a la chica más bonita del lugar mientras se prendía del torso de su enamorado. Lo hacía sin preocuparse por las eventuales represalias del novio. Estaba acompañado por dos de sus amigos, tan fisgones y osados como él. Los tres bordeaban apenas los nueve años. Tras un momento de deleite silencioso, uno de ellos no pudo contener la emoción y dijo algo. El chico observado volteó la cabeza. ?¡A ver, vengan pa? acá!?, gritó. Y, dirigiéndose a su amada, emitió una orden insólita: ?Dale un beso a cada uno y que se larguen?. Y así fue. Rufilia, la chica, contentó a los niños, y los niños se largaron para siempre.

Esta escena quedó grabada en la memoria de Ulises Gutiérrez. En el futuro, aparecería relatada en su primera y única novela, Ojos de pez abisal. Luego de acabar la primaria, el pequeño Ulises fue a Huancayo a seguir sus estudios. Allí vivió con su hermano mayor, Jaime, de quien aprendió casi todo. A pasarse el domingo completo leyendo un libro, a trasladar canciones de longplays a cassettes, a estudiar hasta quemarse las pestañas. Jaime le habló por primera vez de Jorge Isaacs y de Supertramp, de Víctor Hugo y de The Beatles, de Emilio Salgari y de Led Zeppelin. Quién sabe si hasta le dictó sin querer la profesión que debía seguir: ingeniería. Entonces Jaime era un afanoso estudiante de mecánica en la Universidad del Centro.

Tal vez Ulises cayó en la tentación de ?novelar? el informe técnico sobre el incendio porque ya varios de sus relatos habían sido celebrados por sus compañeros de trabajo. En cierta ocasión, lo enviaron a Londres a exponer en nombre de Sedapal sobre sistemas privados de agua en pueblos jóvenes. A su regreso, redactó el típico informe institucional sobre el viaje, acartonado y farragoso. Pero, a la vez, hizo un cuento sobre la travesía. ?Repaso los discos que he comprado como un ladrón que vuelve a contar su botín?, escribió. ?Morrissey, The Smiths, Muse, Dire Straits, The Human League? Miro las calles y me pregunto qué tiene esta ciudad, este país que, para mí, ha producido los mejores músicos por kilómetro cuadrado?. Por esos días, se encontró con el presidente del directorio en el ascensor. Tras las reverencias de rigor, este le dijo con tono confidencial: ?He leído tu informe, pero más me ha gustado tu correo?. Los e-mails con los cuentos de Ulises eran un clásico en La Atarjea.

Los textos del ingeniero siempre se han basado en la realidad. Como supervisor de Sedapal, ha visitado los lugares más áridos y precarios de Lima (que son, a la vez, los más fecundos para un narrador). Algunos de estos escenarios nutrieron su libro de cuentos The Cure en Huancayo (2008), que fue incluido como lectura recomendada en los colegios de esa ciudad.

Ulises Gutiérrez se ha topado con historias fascinantes. Por ejemplo, la de esa anciana que había terminado de estudiar enfermería a los 80 años y, no contenta con ello, empezó a estudiar computación. La mujer vive en un cerro de Independencia, en una calle que figura en los planos con el nombre de ?Rómpete el alma?. ¿No es acaso real maravilloso?

?Debí haber estudiado literatura? dice Ulises sobre una taza de té. El agua hirviendo le devuelve el reflejo de un hombre apenado. El ingeniero está atrapado en su propia ficción. Si hubiera pasado la vida sólo entre libros y carpetas, no tendría nada de qué escribir.



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28 de marzo de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El escritor transgénico

Transgénico. Foto: Víctor Bautista ¿Existen los escritores puros, los nacionales, los escritores que son la cepa de la tierra patria? ¿O somos todos escritores transgénicos? Un nuevo post en mi blog VANO OFICIO de El País, con un homenaje final al recordado Antonio Tabucchi.

Transgénico: 1. adj. Biol. Dicho de un organismo vivo: Que ha sido modificado mediante la adición de genes exógenos para lograr nuevas propiedades. Hace unos días leí las memorias, aún inéditas, de un célebre escritor peruano (una fama que casi no ha traspasado fronteras, aunque en Argentina es considerado un autor de culto) donde comenta que la división entre escritores criollos y andinos, que tanta bulla hizo hace unos años en el corral literario peruano, es una tontería. La diferencia que sí existe, sostiene, es la de los escritores transgénicos y los escritores nacionales. Los escritores nacionales -entre los que se considera a él mismo- nacen de la profundidad del suelo patrio y se duelen por los temas que realmente importaban al país; los otros son autores sin raíces, creados en laboratorios de escritura para la lobotomización de una sociedad inculta y esnob, y luego ofrecidos por las editoriales transnacionales en las góndolas de los supermercados. Recordé entonces una clase en mis años de estudiante universitario, donde un entusiasta profesor de literatura afirmó que Guillermo Cabrera Infante era un escritor más cubano que Alejo Carpentier. La razón: el segundo era un escritor afrancesado, barroco y pedante, mientras que el primero era ?coloquial? y sus personajes hablaban como cubanos. De nada sirvió quejarme y exigir explicaciones más contundentes. Cuando el entusiasmo hablaba los demás debíamos quedarnos callados. La frase también me hizo recordar un artículo que publiqué en enero del 2008, en la revista ?Babelia?, titulado ?¿Quién quiere pertenecer??, donde comentaba la bronca entre los escritores A y B. Decía entonces (y si lo cito aquí es porque lo sigo pensando): Ya es bastante complejo tratar de entender qué une a un país con una geografía tan variada, una sociedad tan dividida e incluso multilingüe como Perú. ¿Cómo podría entonces alguien decir que tal autor representa inequívocamente a la literatura peruana? La ambición por apoderarse de la totalidad de la representación literaria del país (de cualquier país, pero sobre todo de uno como Perú) es anacrónica no sólo por darle la espalda al mundo que nos tocó vivir sino, sobre todo, por ir contracorriente de la noción de antitotalitarismo con la que hemos crecido. Porque querer representar al país y convertirse en la única voz autorizada es de un absolutismo insufrible y manifiesta un deseo dictatorial sólo justificable por las nociones políticas maoístas con que se educaron algunos de esos escritores. En un mundo donde cada vez existen más libertades individuales y más minorías reconocidas, donde estamos aprendiendo a reconocer al otro por sus diferencias, y donde la literatura mundial muestra una pluralidad como nunca antes, ¿por qué alguien querría escribir la Gran Novela Peruana o Latinoamericana y silenciar a los demás? Desterremos la palabra ?tolerancia?, muy del agrado de estos escritores dispuestos a tolerar con buen humor a los que consideran minorías hegemónicas o excluidas, y propongamos a cambio ?pluralidad?. Y en vez de pelearnos por estar falsamente unidos en torno a una obligación, hagámoslo por defender la diferencia de los demás. Luego de dejar el manuscrito donde encontré esa división tan curiosa, busqué el significado exacto de la palabra ?transgénico? y descubrí que, en realidad, la analogía del escritor es equívoca; hubiera sido más preciso declarar la existencia de escritores nacionales e importados, como si fueran insumos para un escabeche. Pero gracias a ese error, ha dado justo en el clavo. Es cierto que existen los escritores transgénicos y, creo yo, esos son los únicos que vale la pena leer. ¿Quién no quiere ser modificado a través de elementos exógenos (lecturas, películas, viajes, amigos, vidas ajenas) para lograr nuevas propiedades? Es más, no imagino ningún escritor al que no pueda considerar ?transgénico?. El aporte de Kafka para crear la modificación Borges, el aporte de Beckett para crear la modificación Coetzee. Frente a estos escritores transgénicos, los supuestos ?nacionales? o ?puros? (imposible no pensar en el fascismo existente detrás de esta idea), aquellos que no aceptan ninguna influencia externa, me resultan no solo mediocres sino incluso imposibles. ¿Quiénes son? El único nombre que se me ocurre es el de Pedro Camacho, aquel personaje inventado por Mario Vargas Llosa que no leía para que no le malogren el estilo. Es curioso cómo algunos escritores se dan de pañuelazos para ocupar un lugar en el Centro, la Hegemonía o la Representación, y cómo otros más bien consiguen no pertenecer a ninguna parte, huir hacia las márgenes, desmarcarse de cualquier atributo que simplifique su obra o lo convierta en fórmula. ?¿No se siente fuera de juego?? le preguntó Manuel Rivas al recordado Antonio Tabucchi. ?Bueno, ¿sabe usted?, el fuera de juego es una posición que me conviene. En el fondo, todos los escritores están un poco fuera de juego, y sobre todo están fuera de juego los que creen que ocupan el centro del campo?. Estupenda respuesta de ese escritor italiano que vivía en Lisboa y se dejó modificar por Pessoa. Uno que en su prólogo al Tríptico de carnaval de Sergio Pitol llamaba a desconfiar de los escritores que no desconfiaban de sí mismos. Desconfiar de los nacionalismos, de las ideas hegemónicas, de los escritores ?puros?. Antonio Tabucchi, escritor transgénico. Un justo epitafio.



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28 de marzo de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Leopoldo Brizuela entrevistado

Leopoldo Brizuela ayer en Buenos Aires Diversas entrevistas a Leopoldo Brizuela logran hacer el retrato del autor y el origen de la novela Una misma noche que ayer ganó el premio Alfaguara 2012. En entrevista con Francisco Peregil, para El País, dice: ?Se empieza a hablar en Argentina de cosas de las que nunca se habló?.  Dice la nota también:

Leopoldo Brizuela tocaba el piano una noche de invierno de 1976 cuando entraron en su casa varios matones de la dictadura militar argentina. Vestían de forma muy elegante. Llamaron al timbre, no rompieron nada, pero portaban cada uno una especie de metralleta en el costado. Brizuela, que entonces tenía 12 años, siguió tocando el piano. La patota, el grupo de sicarios, llamó también en otra casa del barrio y secuestró a una vecina. Más de treinta años después la misma casa fue asaltada por varios policías ladrones. A Leopoldo Brizuela le sobrevino el clic de que todos los vecinos recibieron en su día la visita de los sicarios. Y cada uno calló o lo expresó de una forma distinta. Él nunca se había atrevido a contar nada a nadie sobre aquella noche, ni siquiera a sí mismo. Hasta que hace más de un año comenzó a escribir Una misma noche, novela con la que ganó ayer el Premio Alfaguara 2012. ?Decía Roberto Bolaño que la verdad literaria es la que sale de aquello que uno no le cuenta ni al psicoanalista?, comenta el autor. ?Yo seguí tocando el piano y no me acordé nunca de eso. Pero eso nunca dejó de suceder. Sólo dejó de pasar cuando pude contarlo. Y solo he podido relatarlo a través de la escritura, que como ya le he dicho a mi psicoanalista, tiene un poder mucho más fuerte que la palabra hablada?. En 2008, cuando volvieron a asaltar la vivienda donde un día secuestraron a una mujer, Brizuela le preguntó al dueño de la casa: ?¿Usted sabía que aquí ya había entrado la policía en 1976??. El vecino no sabía nada. ?Y quise indagar sobre la responsabilidad que tuvimos cada uno, incluso un niño. En aquella época secuestraban a gente dos o tres años mayores que yo. Siempre se habló de la dictadura militar. Es ahora cuando se comienza a hablar de la dictadura cívico-militar, afrontando la responsabilidad civil?.

Mientras tanto, en Página12 lo entrevista Silvina Friera dice: ?No estoy hablando del pasado, es una vivencia sin tiempo?.

Diana Kuperman, la víctima del secuestro en Una misma noche, ¿está inspirada en un caso real? ?Sí, aunque está construida a partir de un montón de testimonios. No puedo decir que la novela sea autobiográfica, no me pasó a mí. Pero es cierto que trabajé con materiales de la memoria, especialmente con textos que no podía cuestionar, datos concretos. Me interesaba ser absolutamente fiel a lo que me acordaba de esa época, lo que había hecho el vecino de la otra cuadra, lo que decía. Cuando vino a casa la patota, no vino en Falcon como era usual, sino en Torinos. Y llevaban gabanes muy finos color té con leche. El único recuerdo absolutamente autobiográfico es que cuando hicieron la requisa en casa, en toda la cuadra, yo estaba tocando el piano. A mi mamá la llevaron para un lado y a mi papá para otro. Y yo tocaba el piano con un tipo al lado con una Itaka. Y seguí tocando. No recordé este hecho durante veinte años porque me parecía muy impresionante ?ahora me doy cuenta?, hasta que leí la novela El silencio de Kind, de Marcela Solá, en donde la protagonista hace algo parecido y muy distinto también. Ella es una concertista que da un recital para los milicos con el objetivo de poder hablar cara a cara con un jerarca y preguntarle por la suerte de su hermana. Cuando leí eso, volvió como un flashback lo que yo había hecho. Y no pude dejar de preguntarme por las razones que me habían impulsado a tocar el piano en una situación como esa. (?) ?¿Qué significó para usted escribir una novela que tiene como tema la dictadura? ?Una gran liberación; es una alegría poder liberarme. Es muy extraño y gratificante apreciar cómo sacar afuera temas tan pesados y amenazantes puede significar una reparación, algo que sentís que está para ser dicho. Una de las cosas que me pasó mientras escribía la novela es que conocí al historiador Emmanuel Kahan, que trabaja con la colectividad judía en la dictadura con un punto de vista muy revulsivo, y se entusiasmó tanto que pude sentir que somos muchos más, como si hubiera algo en la sociedad que quiere decirse y tiene que ser dicho para que toda la sociedad se libere. Puede parecer pedante o grandilocuente, pero es estrictamente la vivencia que tuve. La literatura te escribe o uno está diciendo algo que viene de atrás y pone en palabras. ?¿Escribió Una misma noche contra quienes postulan que ya está todo escrito sobre la dictadura, que ya no hay nada más que hablar? ?Sí, totalmente. Yo creo lo contrario: cada vez hay que hablar más sobre la dictadura. Siento que se dijo muy poco y que hay un montón de vivencias y de interpretaciones que treinta y seis años después es aún poco tiempo para digerir. No estoy hablando del pasado; para mí es una vivencia sin tiempo que opera en el presente. El pasado es una parte del presente que te interpela. (?) ?Pero ahora se puede hablar sin pudor; puede contar abiertamente que cuando tenía 13 años un milico lo apuntó con una Itaka mientras usted seguía tocando el piano? ?Sí, es cierto. Una misma noche es una novela muy de la época kirchnerista, con la que yo acuerdo; pero también trata de pensar ciertas cuestiones desde una profundidad distinta. Me refiero a no tirarle el prontuario en la cara a la gente desde un lugar de absoluta pureza y heroísmo. Lo más difícil es asumir la conexión con el mal, que está en todos. La novela habla de eso, de un poema de (Fernando) Pessoa que irónicamente dice: ?¿Así que en esta tierra sólo yo soy vil y me equivoco?/ Admitirán que las mujeres no los amaron,/ aceptarán que fueron traicionados ?¡pero ridículos nunca!?/ Y yo que fui ridículo sin haber sido traicionado,/ ¿Cómo puedo dirigirme a mis superiores sin titubear?/ Yo que fui, literalmente vil,/ vil en el sentido mezquino e infame de la vileza?. Descubrir el mal en uno, o el lado oscuro, es algo muy dramático. Es mucho más fácil tirarle el prontuario al otro en la cara que ver el propio. A veces creo que se está trabajando con mucha frivolidad estos temas. ?¿En qué sentido? ?Una vez le dije a un cura católico que debe ser fascinante confesar porque en el momento en que la gente confiesa sus pecados debe bajar un poco el copete. El cura me respondió que era lo más aburrido de este mundo porque la gente más que confesarse hace una transacción. La mayor parte negocia y vuelve a hacer la misma cagada. Y juzga al que no se confiesa (risas). El mal en uno es algo que muy poca gente puede mirar. Quizá lo que disparó la escritura de la novela es una frase de Roberto Bolaño: ?La literatura se hace con aquello que ni le contás al psicoanalista?.



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27 de marzo de 2012

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La agenda de Zambra

Alejandro Zambra El suplemento cultural ADN Cultura de La Nación comenta los proyectos de Alejandro Zambra a futuro, lo que incluye reediciones (el estupendo No leer se editará en Argentina), cuentos y poemas y participará, como Mario Bellatin, en el Documenta13 de Kassel. Pero más allá de su agenda, aparece una noticia que, a quienes lo conocemos, nos parece imposible: al parecer, Alejandro ha dejado de fumar. ¿Se puede? Dice la nota:

A comienzos de año, Alejandro Zambra dejó el cigarrillo. ?Yo era un fumador excelente, pero mi principal proyecto para este año es no fumar. Y lo estoy cumpliendo, aunque eso me llevó a escribir menos. Incluso pensé que si no fumaba no podría escribir. Pero de a poco van saliendo las frases.? Precisamente sobre el hábito de fumar es el cuento, todavía sin título, que publicará pronto en un minilibro la editorial española Alpha Decay. Pero hay más. En agosto, su libro de ensayos No leer será publicado en nuestro país por una nueva editorial: Excursiones. No leer consta de crónicas y ensayos sobre literatura, ya publicados en medios de Chile y de otros países y seleccionados por el editor chileno Andrés Braithwaite. Zambra está terminando de escribir otros tres libros. Uno de poemas, cuyo título tentativo es ?Borradores?. ?También podría llamarse ?Hablar solo?, porque se trata de eso: los tres personajes se pasan la vida hablando solos. Es distinto a lo que hice antes en poesía. Está entre la poesía y el teatro.? El segundo libro es un ensayo, ?La literatura de los hijos?: ?Es como una segunda parte de mi novela Formas de volver a casa, pero con otro formato?. El tercero es el que más ocupado lo tiene. ?Yo la llamo, en broma, mi primera novela de no fumador. Aún no tiene título, por lo que me cuesta hablar sobre ella. Cuando los libros no tienen título, para mí es como si no existieran. Mi estado es como de embarazo. Llevo cien páginas escritas. Es la historia de un hombre que cuida, durante un tiempo largo, la casa de una familia. Se parece un poco a Bonsái , otro poco a La vida privada de los árboles y también a Formas de volver a casa. Pero, en otro sentido, es un libro muy distinto a cualquier otra cosa que yo haya escrito.? El autor chileno sigue dictando clases de literatura en la Universidad Diego Portales y espera el lanzamiento de la película Bonsái , basada en su multipremiada novela homónima. Viajará dos veces a Buenos Aires, dictará una conferencia en la Universidad de Stanford, lanzará en el Festival de Paraty la versión brasileña de Bonsái , participará en la edición número 13 de Documenta, en Kassel, y cerrará el año presentando Formas de volver a casa en Alemania, Francia, Italia y Holanda



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26 de marzo de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Inédito de Kurt Vonnegut

manuscrito de Kurt Vonnegut Leo en la estupenda sección de Virginia Collera Letras en 360º del blog ?Papeles Perdidos? de El País la noticia de un libro inédito de Kurt Vonnegut, escrito con seudónimo cuando trabajaba en General Electric, y que será publicada por Rosetta Books en formato digital. Dice la nota:

A finales de los años cuarenta Kurt Vonnegut escribió una novela que tituló Basic Training y firmó con el pseudónimo Mark Harvey: por entonces trabajaba en el departamento de relaciones públicas de General Electric y temía que el pluriempleo le pasara factura. Aún faltaban muchos años para que publicase Matadero 5 y a nadie le impresionó la obra, que quedó guardada en un cajón hasta ahora, cuando la editorial Rosetta Books ha decidido recuperarla y editarla únicamente formato electrónico.

El enlace para leer la noticia completa está aquí.



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26 de marzo de 2012
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