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Lo que va en un nombre: Macedonia

Por 2 de abril de 2008 Sin comentarios

Andrés Ortega

"El temor a un nombre aumenta el temor a la cosa", decía un personaje de Harry Potter. En este caso se trata de Macedonia. La última cumbre de la OTAN para el presidente George W. Bush que se inicia hoy en Bucarest, puede tropezar sobre varias piedras. Una de ellas es ese nombre. Y no hay que remontarse a Alejandro el Grande, sino que la cuestión es relativamente reciente. Los griegos llevan esperando 13 años, desde la disolución de la antigua Yugoslavia, a que la llamada "Antigua República Yugoslavia de Macedonia" (ARYM, o más conocida como FYROM en sus siglas en inglés) busque un nombre que, aún recogiendo la palabra "Macedonia" -pues una parte, la más pequeña, de la Macedonia histórica está allí mientras la más importante es una región de Grecia- indique que no hay reivindicación alguna por parte de Skopje (la capital de la FYROM) sobre el sur.

El International Herald Tribune recogía ayer en sus páginas de Opinión un interesante debate sobre la cuestión. Dora Bakoyannis, ministro de Asuntos Exteriores de Grecia, explicaba cómo en 1944, en un intento de seguir el avance del comunismo hacia Grecia en plena guerra civil helénica, el mariscal Tito de Yugoslavia cambió el nombre de esa provincia sureña de Vardar Banovina por el de República Social de Macedonia y lanzó desde allí ataques contra Grecia, conflicto que forzó que decenas de miles de macedonios téncios tuvieran que huir de sus casas y refugiarse en Grecia, como recuerda Edward Joseph del International Crisis Group.. Es decir, que tras un nombre, hay también mucha historia y rencor. Y mucho en juego. La versión contraria la ofrece Misha Glenny (autor de un libro recomendable, McMafia: Crímenes sin fronteras de inminente publicación en España).

Tras la disolución de Yugoslavia, en 1995, en un gesto constructivo, Grecia aceptó temporalmente que aquella República adoptara el nombre de FYROM prometiendo a Naciones Unidas que lo cambiaría. Hasta ahora no lo ha hecho. Se ha negado en redondo pese a que Grecia sí ha aceptado algunas propuestas del mediador de la ONU, como Alta Macedonia o Macedonia del Norte, pero no otras formas como República de Macedonia (Skopje) o Macedonia-Skopje. Grecia, que tiene un gobierno con una mayoría exigua, ha amenazado con vetar la invitación a la FYROM a entrar en la OTAN, junto con Croacia y Albania, lo que debía ser una de las guindas de esta cumbre para Bush.

Imaginemos lo inimaginable: que Francia se partiera. Y el País Vasco francés, incluso con una zona más amplia que integrase otros territorios del Suroeste francés decidiera adoptar, como Estado independiente, el nombre de País Vasco o Euskadi, a secas. ¿Lo permitiría España o los vascos de este lado de la frontera? Lo mismo se podría decir de la Cataluña norte. La comparación se para ahí, pero vale. Los griegos temen que si la FYROM pasase a llamarse República de Macedonia a secas, alimentase así la desestabilización de la zona. Para no importar un nuevo problema a la Alianza, es necesario que ambos cedan, y lo que ofrece a la ONU no es mala solución. Para empezar para la propia estabilidad interna de Macedonia -con su gobierno al borde del abismo y una sociedad de la que no se ha alejado el espectro de una guerra civil- y sus dos millones de habitantes, otro microestado en Europa que impide la estabilización de los Balcanes, una crisis que , por lo que se ve, no está cerrada.

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Andrés Ortega

Andrés Ortega Klein nació en Madrid en 1954. Es hijo de español (José Ortega Spottorno fundador de Alianza Editorial y de El País e hijo a su vez de José Ortega y Gasset) y francesa (Simone Ortega, autora de 1.080 recetas de cocina). Estudió bachillerato francés en Madrid, se licenció en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense y posteriormente realizó un Master en Relaciones Internacionales en la London School of Economic (LSE) con una beca de la Fundación March. En Londres inició su carrera periodística como corresponsal para El País, pasando posteriormente a Bruselas donde cubrió el final de las negociaciones de ingreso de España en la hoy Unión Europea.  Durante la primera Presidencia española del Consejo comunitario en 1989, trabajó como asesor ejecutivo para el entonces ministro de Asuntos Exteriores, Francisco Fernández Ordóñez. A principios de 1990, pasó al recién creado Departamento de Estudios de la Presidencia del Gobierno encabezado por Felipe González, que dirigió entre 1995 y 1996. Se incorporó entonces a la sección de Opinión de El País como editorialista y columnista. En 2004, se convirtió en el primer director de Foreign Policy Edición Española (FP), publica por la Fundación FRIDE.  Junto a su labor de análisis de la realidad internacional en El País y en FP, ha publicado en numerosos medios especializados en España y otros países y participado en los principales foros. Ha publicado cuatro libros: El purgatorio de la OTAN (1986), La razón de Europa (1994); Horizontes cercanos: Guía para un mundo en cambio (2000) y La fuerza de los pocos (primavera de 2007). En 2002 fue galardonado con el Premio Madariaga de Periodismo Europeo (prensa escrita).

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