Andrés Ortega
¿Quién marca la agenda? ¿Quién marca el nombre? ¿Quién pone el marco? Desde hace casi tres décadas es sobre todo la derecha, mal llamada conservadora, pues de eso, tiene poco. Ha querido cambiar muchas cosas. Por ello, resulta extraño que algunos, incluido Zapatero, prefieran referirse a ella como "los conservadores". Pues si los términos izquierda y derecha son crecientemente puestos en cuestión (aunque siguen sirviendo de elementos de identificación) la idea de enfrentar conservadores a progresistas no deja de ser más falsa aún, especialmente cuando la derecha hace tiempo que ha dejado de ser conservadora (salvo en la defensa de algunos intereses) en el mundo y la idea de progreso está en crisis.
La derecha ha contribuido decisivamente a fijar el debate político de estos lustros. No ha sido fruto de una casualidad o de la influencia de un pequeño griupo de pensadores. Como ya alertó en un libro en 2003 –Moral Politics: How Liberals and Conservatives Thinks– George Lakoff, catedrático de Lingüística y Ciencias Cognitivas de la Universidad de Berkeley (California), a diferencia de la izquierda o lo que llaman los liberales, la derecha en EE UU lleva décadas invirtiendo dinero en think tanks como la Heritage Foundation, o el American Enterprise Institute, de los que ha salido una buena parte del ideario llamado neoconservador, y ha gastado mucho en diseminarlo a través de tertulias radiofónicas. No es un fenómeno que se limite a EE UU sino que de ahí se ha ampliado a otros países a través de la llamada Internacional Conservadora (muy presente en América Latina), en la que es muy activo José María Aznar, a la que dedicó esfuerzos desde el Gobierno y posteriormente fuera de él a través de la Fundación FAES.
Lakoff es más conocido entre nosotros por su siguiente obra, que ha inspirado a una parte de los políticos progresistas: No pienses en un elefante: lenguaje y debate político (editorial Complutense, 2007). Ya desde su anterior libro y en algunas conversaciones previno sobre cómo los conservadores estaban no sólo introduciendo las expresiones de referencia en el discurso político (como la "guerra contra el terrorismo"), sino que se habían apropiado de algo mucho más importante aún, a saber, el marco de referencia, o la perspectiva, "el lenguaje y el pensamiento". Así, lanzaron mitos como el del carácter sacrosanto del matrimonio (para oponerse al matrimonio gay o "movilizando representaciones como la del individuo expoliado por el Estado" para justificar la reducción de los impuestos, que en inglés llaman tax relief (alivio impositivo) como si los impuestos fueran sólo una carga. Contra eso, Lakoff y su Rockridge Institute, progresista, ha publicado otro libro (Thinking Points: Communicating our American Values and Vision. A Progressive’s Handbook). Aboga por enmarcar en un "discurso patriótico sobre los impuestos" los debates sobre esta cuestión.
La gran diferencia que marca Lakoff entre conservadores y progresistas está en su idea del mundo y de la gente. Los primeros son "padres estrictos" que consideran que el mundo es peligroso, los hijos nacen malos, y hay que volverlos buenos. Por el contrario los progresistas representan el "padre protector" que considera que los hijos nacen buenos y se pueden mejorar. Su recomendación fue que los demócratas fijaron no sólo políticas, sino dirección, el marco general. Pues la dirección acaba siendo más importante que los programas en la confrontación política.
Es interesante seguir el lenguaje de las primarias en EE UU y de las elecciones en España. "Conservadurismo heroico", lo llama en su libro de mismo título Michael Gerson, uno de principales redactores de discursos de Bush. El campo demócrata se ha metido de lleno en el marco del "cambio". En España, Zapatero ataca a los conservadores que un tiempo se intentó llamar el centro-derecha. Paradójicamente, el más centrista parece ahora ser Fraga.
Conviene estar alerta sobre la terminología, pues en política no es neutra.