
Roberto Herrscher
Una grabadora de casete y un teléfono negro con cable enrollado: con la desaparición de estas máquinas del siglo XX, la incomunicación ya no es lo que era.
El Liceu estrena mañana nuevas producciones de Paco Azorín de dos óperas breves donde la tecnología juega un papel determinante. Ángeles Blancas protagoniza Una voce in off de Montsalvatge; María Bayo, La voix humaine de Poulenc. Pablo González dirige en el foso del teatro de la Rambla a la Orquesta Nacional de Catalunya. Pero las máquinas que nos dominaban antes de la era digital son las verdaderas protagonistas. Hoy quiero romper una lanza por las viejas e imperfectas máquinas: un grito de nostalgia por la incomunicación por causas externas, que ya no volverá.
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Dos óperas extrañas, unidas por aparatos sonoros de otra época. Tanto en La voix humaine de Francis Poulenc (1959) como en Una voce in off de Xavier Montsalvatge (1962), los medios de grabación y transmisión de sonido de mediados del siglo XX (un teléfono y un magnetófono) transmiten y a la vez dificultan la comunicación de amores imposibles.
En la angustiante obra del francés, una mujer desesperada habla por teléfono con su antiguo amante. Él la llama para anunciarle que se casará con otra al día siguiente. Ella intenta que no se corte la comunicación, pero otras voces se interponen, la conexión se corta, hay ruido en la línea.
“Perdóname”, canta ella en los precisos, dolorosos versos de Jean Cocteau. “Sé que esta escena es intolerable y que tienes mucha paciencia, pero, entiéndeme, sufro, estoy muy mal. Este hilo es el último que nos sigue uniendo…”
Ella, que no tiene nombre (tampoco el amante), le cuenta detalles nimios de sus horas juntos, se queja de sus problemas domésticos como si así pudiera recomponer una vida en común, y se pelea con las voces de otras llamadas que se cruzan en la conversación. Finalmente, el hilo se rompe, el teléfono cae al piso con estrépito, ella se queda inmóvil en la cama. Horrorizados, mientras baja el telón los espectadores comenzamos a sospechar el final.
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Tres años después del estreno de La voix humaine, Xavier Montsalvatge compone Una voce in off. Se trata de un extraño y fascinante experimento con letra del mismo Montsalvatge (en italiano) basado en un relato de Joan Puigdevall, que combina un lirismo pucciniano con modernismos de sabor francés. El fino sentido teatral del compositor hace jugar a los tres personajes con idiomas musicales distintos.
Ángela se sentía frustrada con Claudio, su marido frío. A la muerte de éste, vive con un amante fogoso. Pero el descubrimiento de una grabación magnetofónica con la voz de Claudio sacude su mundo y sus certezas.
En la grabación, el marido muerto le declara un amor que nunca pudo confesarle. Al principio Ángela reacciona con fastidio, pero poco a poco, la voz grabada la va conquistando. Mario, el amante, intenta destruir el aparato en un ataque de celos, y Ángela lo echa, llena de odio. La obra termina en un dulce y desesperado dúo de amor entre la viuda y la voz de su muerto. Con el cambio de Ángela también muta la música que canta la protagonista: comienza con las frases angulosas y ásperas propias del lenguaje sonoro de Mario, y termina inmersa en el suave lirismo de la grabación de su esposo ausente.
Aunque gran parte de la obra del compositor catalán (su delicada música de cámara, sus famosas Canciones negras, la ópera para niños El gato con botas), muestra una conexión con la escuela francesa, sus dos óperas de madurez (Una voce in off y Babel 46) están más ligadas al verismo italiano.
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Esta combinación novedosa será la apuesta más vanguardista en la última temporada del Gran Teatre del Liceu diseñada por Joan Matabosch (quien desde este año se pasó a la dirección artística del Teatro Real de Madrid). En una temporada donde priman los grandes títulos del siglo XIX, estas dos obras concisas y dramáticas componen una aventura artística dura, antirromántica. Al mostrarlas juntas se potencia la relación entre la imposibilidad de la comunicación con las jaulas impuestas por la tecnología de su época.
Los problemas de comunicación siempre fueron importantes en la ópera. En las obras del XIXI, los dramas se desencadenaban con la lectura de cartas que tardan meses en llegar a sus destinatarios. Así, el cruzado Tancredi de la ópera homónima de Rossini se hunde en el drama por una falsa carta del emperador otomano, mientras que la Violeta y la Lady Macbeth de Verdi reciben misivas que las lanzan a la desesperación (la primera) y el ansia de venganza (la segunda). ¿Y qué sería del joven Werther sin el arte epistolar?
Hoy, como muestra la excelente serie británica Black Mirror, la comunicación perpetua y la grabación de todos los detalles de la vida humana producen monstruosas creaciones: el mundo se ha vuelto una inhumana colección de transmisiones inmediatas y grabaciones, donde solo se vive para ser reproducido, donde no existen los recuerdos más allá del universo digital y donde la política y la experiencia personal se reducen cada vez más a pura imagen, diversión, banalidad.
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La voix humaine y Una voce in off tienen sentido en ese breve espacio del siglo XX: el de la comunicación rudimentaria a través del tiempo y el espacio, una comunicación siempre interrumpida e imperfecta. En el mundo de hace medio siglo, una grabación con un solo soporte físico se puede destruir para siempre y una patética comunicación telefónica se puede malograr por fallas técnicas.
Poulenc y Montsalvatge supieron ver en las máquinas toscas de su tiempo la metáfora de la imposibilidad de comunicarse, la tragedia de la voz que se desvanece, se pierde. Tal vez el amor, esa espina que duele y nunca sana, que es el drama de casi todas las tragedias musicales, se pareció siempre más a los experimentos sonoros de hace medio siglo que a la insoportable perfección de hoy.