Jesús Ferrero
Dos asuntos, aparentemente desconectados, le habían impedido desplegar el tapiz descomunal de la Recherche: no dar con los nombres adecuados para sus personajes (cada personaje ha de tener el nombre que mejor le represente en el teatro del mundo), y el hecho de que sus padres aún estuviesen vivos.
Tenía muy claro Marcel que si su madre leía algunas páginas de Sodoma y Gomorra bien podía sucumbir a un síncope y quedarse muda y sorda hasta su última hora.
Lo que para una generación es una monstruosidad, para otra puede ser una delicia, y así, de susto en susto y de gemido en gemido, va avanzando y retrocediendo la historia.
Marcel sabía que el tiempo era tan discursivo como circular, por eso el camino de Swann ya nos está conduciendo al tiempo recobrado, el comienzo anuncia el final, y en el principio está el fin, como rezaba Eliot haciéndose eco de muchas voces anteriores.
No solo lo que podía haber sido, también lo que fue es una especulación, y eso es la Recherche: una portentosa y sofocante especulación sobre el tiempo, llena de hechos vividos y de hechos imaginados que están apuntando a un fin único: el presente en el que vive y agoniza Proust cuando corre el año 1922.