
Ficha técnica
Título: El muerto de Maigret | Autor: Georges Simenon | Traducción: Núria Petit | Editorial: Acantilado | Colección: Narrativa del Acantilado, 280 | Encuadernación: Rústica cosida | Formato: 13 x 21 cm | Páginas: 208 | Fecha: nov/2016 | ISBN: 978-84-16748-16-7 | Precio: 16 euros
El muerto de Maigret
Georges Simenon
Una mañana de febrero, un desconocido telefonea al inspector Maigret: afirma que unos hombres le persiguen desde la noche anterior y está convencido de que su vida corre peligro. La llamada se interrumpe y se repite desde varios cafés de París, hasta que finalmente el teléfono deja de sonar.
Esa misma noche, aparece el cadáver de un joven con el rostro desfigurado en place de la Concorde, y Maigret está convencido de que se trata del mismo hombre que lo ha telefoneado. A partir de ese momento el inspector siente que debe ocuparse personalmente de ese muerto, descubrir quién es, a qué se dedicaba, y por qué murió de un modo tan misterioso y estremecedor.
Simenon crea una nueva trama magistral en la que se alternan los momentos de tensa calma con los de trepidante acción, y aprovecha los interludios para dar los toques de humor y humanidad que hacen del inspector Maigret uno de los personajes más emblemáticos de la novela negra.
1
-Disculpe, señora…-Tras varios minutos de pacientes esfuerzos, Maigret logró por fin interrumpir a su visitante-. Me está diciendo que su hija la envenena lentamente…
-Es la verdad…
-Hace un momento me ha dicho con el mismo aplomo que era su yerno quien se las arreglaba para cruzarse con la doncella por el pasillo y verter veneno en su café o en una de sus muchas tisanas…
-Es la verdad…
-Sin embargo…-consultó o fingió consultar las notas que había tomado durante la conversación, que duraba más de una hora-al principio me ha dicho que su hija y su marido se odian…
-Y eso también es la verdad, señor comisario.
-¿Y se han confabulado para acabar con usted?
-¡Claro que no! Precisamente… Tratan de envenenarme por separado, ¿comprende?
-¿Y su sobrina Rita?
-También por su cuenta…
Era febrero. Hacía un tiempo agradable, soleado, con alguna que otra nube blanca de chaparrón humedeciendo el cielo. Sin embargo, desde que la visitante estaba allí, Maigret había atizado tres veces la estufa, la última estufa de la Policía Judicial, que tanto le había costado conservar cuando habían instalado la calefacción central en quai des Orfèvres.
La mujer debía de estar empapada debajo del abrigo de visón, debajo de la seda negra de su vestido, debajo de la acumulación de joyas que la adornaban por todas partes, en las orejas, en el cuello, en las muñecas, en el pecho, como a una gitana. Y a una gitana recordaba más que a una gran dama, con su maquillaje exagerado que estaba empezando a formar una costra y a correrse.