
Eder. Óleo de Irene Gracia
Vicente Luis Mora
Ayer presenté en la Feria del Libro de Málaga el excelente poemario de Francisco Ruiz Noguera La gruta y la luz (Visor, 2014). Este poeta, a quien dediqué una de mis primeras introducciones críticas ("Cómo escribir Francisco Ruiz Noguera", en F. Ruiz Noguera, Memoria; Ayuntamiento de Málaga, 2004), me parece una de las voces más interesantes del panorama actual, con una obra dotada de extraña coherencia interna (habló el autor ayer en términos de "red" para explicar los ecos y ligazones de los temas entre unos libros y otros). Con resonancias gongorinas, platónicas y homéricas, esa "gruta" del título esconde, simbólicamente, al Polifemo del pasado, a un monstruo encarnado en un durmiente -la memoria- a la que el poeta duda si despertar o no (p. 25), para mantener la calma o dar, sin más, comienzo a "la tormenta" (p. 25. "La tormenta" se llama precisamente un poema de El oro de los sueños, otro poemario del autor, donde se nos dice que la borrasca del pasado es "un lienzo de Pollock / que avanza hacia nosotros"). Con una parte central espectacular, donde un flanêur a medias baudelaireano y a medias hijo de Aloysius Bertrand recorre la ciudad realizando una "écfrasis inversa" -convirtiendo en cuadros o imágenes lo que ve poéticamente-, La gruta y la luz es una sabia mezcla de tradición y originalidad, de prosa rítmica y verso, de negros y de albores, y contiene ese escepticismo distanciado marca de la casa Ruiz Noguera; un escepticismo construido a través de un lenguaje que, en cuanto deseo, persigue negarse a sí mismo en su explicitación. Un nihilismo amable, en la perfecta definición de Jesús Aguado.
Leyendo el libro días atrás, me topé con una de esas coincidencias monumentales que se dan de cuando en cuando en la creación literaria. En La gruta y la luz podemos encontrar un poema titulado "Roma". La primera de sus partes es ésta:
1
"Siete colinas para Roma
(Roma ajena)
I
Du Bellay
Recién llegado, que buscas Roma en Roma / y nada de Roma en Roma encuentras.
II
Quevedo
Buscas en Roma a Roma, ¡oh peregrino!, / y en Roma misma a Roma no la hallas.
III
Goethe
Aunque eres un mundo, oh Roma, / sin amor, ni el mundo sería mundo, ni Roma sería Roma.
IV
Stendhal
Si la Roma del clero no hubiera sido construida a expensas de la Roma antigua, tendríamos muchos más monumentos de los romanos, pero la religión cristiana no habría hecho una alianza tan íntima con la belleza.
V
Leopardi
Y si Roma mi sangre / precisa por su bien, abre mis venas.
VI
Pound
Roma, que solo eres un monumento de Roma.
VII
Alberti
Dejé por ti todo lo que era mío. / Dame tú, Roma, a cambio de mis penas, / tanto como dejé para tenerte."
Como puede verse, las siete colinas de la ciudad se transforman en siete lomas o cerros literarios, que reflejan la admiración y el hechizo que Roma suscita en el extraneus, en quien viene de fuera (no hay un solo romano en la selección de Ruiz Noguera, Leopardi nació en Recanati). La cuestión es que al leerlo me quedé estupefacto, pues tenía yo preparado para los lectores de este blog un poema escrito hace años, y que quizá he llegado a leer en público alguna vez, también titulado "Roma". En este caso tomé como modelo estructural el monte Testaccio de Roma, esa colina de la ciudad de origen artificial que, según los datos históricos, proviene de la acumulación ingente de veintiséis millones de testas o restos de vasijas y ánforas rotas, en su mayor parte utilizadas para traer aceite desde la Bética, es decir, desde mi zona de origen. Del mismo modo que el Testaccio, quise utilizar testas (testos, textos) antiguos como base para levantar un poema, constituido como una visión edafológica o estratigráfica de Roma, que persigue mantener en lo posible la rima consonante. Ayer se lo entregué, divertido, al autor, pero la cuestión inobjetable es que Ruiz Noguera ha publicado el suyo primero, con lo cual esto que viene a continuación queda sólo como mera curiosidad y testimonio de una increíble coincidencia:
ROMA
Todo esto que ves, oh peregrina, [Propercio, Pound]
donde está la esplendorosa Roma, [Propercio]
antes del frigio Eneas fue colina,
ven caminante a Roma, [Alberti]
y pastizales.
Muchos añadirán a tus anales [Propercio]
tus loas, cúpulas, ruinas; [Alberti]
decidme, piedras, algo. [Goethe]
Dínoslo, Roma, tú, tan memorable
En el poder que sólo competiste
con tu misma ruïna en lo admirable. [Bocángel]
Solo el nombre de Roma en las murallas, [Pound]
(hablad, altos palacios) [Goethe]
esclavo siempre de los pavimentos, [Alberti]
y en Roma a Roma misma no la hallas [Quevedo]
que eres de Roma solo monumento. [Pound]
Roma te acecha, Roma te procura, [Alberti]
Sólo el Tíber quedó, [Quevedo]
queda, de Roma, oh mundo inconsecuente; [Pound]
¡Oh Roma! En tu grandeza, en tu hermosura
huyó lo que era firme y solamente
lo fugitivo permanece y dura. [Quevedo]