Juan Pablo Meneses
Son los últimos días de la FIL de Guadalajara. Comienza a terminar la versión 25 de la más importante Feria del Libro del idioma español. Las largas filas de estudiantes tapatíos se preparan para desaparecer. Los autores de la inauguración ya están en sus casas. Todavía aterrizan escritores para presentarse en los días finales. El barman del lobby del Hilton sirve los últimos whiskys. Al recorrer los pasillos uno se despide de los millones de libros, sabiendo que en la próxima versión estarán repletos de nuevas novedades.
Pocas veces, después de varios años seguidos viniendo a la FIL, se ve tal entusiasmo por los libros como aquí. Presentadores de televisión junto a un premio Nobel, un súper best-sellers al lado de un autor de culto y de minorías. Acá parece haber espacio para todos, en una suerte de gigantesco cliché de las letras que termina dándole un carácter único a esta cita. En las próximas horas anunciaremos al ganador del II Premio Las Nuevas Plumas, que organiza la Universidad de Guadalajara con la Escuela Móvil de Periodismo Portátil. Y después de eso vendrán las fotos, los aplausos y el reconocimiento para el triunfador. Después de cada FIL siempre hay ganadores nuevos.
Los escritores alemanes, porque ahora Alemania es el país invitado, siguen celebrando en cada stand. Los agentes literarios cierran sus agendas con nuevos contactos. Los periodistas culturales ya están cansados de despechar tantas notas. Los escritores funcionarios ya tienen en su poder una orgullosa lista con nombres de otros escritores funcionarios que conocieron en esta feria. Siempre pasa.
En medio de dicho huracán, que nunca se detiene durante los días de feria, una noticia detiene la FIL. Tenemos un nuevo Premio Cervantes. El ganador es el poeta chileno Nicanor Parra, de 92 años. El mismo que, hace tres semanas, vi un par de segundos en su casa de Las Cruces, una playa cerca de Santiago. La noticia de su premio no solo es justa, sirve de broche para el final de la FIL: El próximo país invitado será Chile.
Entonces, desde Guadalajara, recuerdo el primer poema de Parra que traté de aprender de memoria.
El hombre imaginario
vive en una mansión imaginaria
rodeada de árboles imaginarios
a la orilla de un río imaginario
De los muros que son imaginarios
penden antiguos cuadros imaginarios
irreparables grietas imaginarias
que representan hechos imaginarios
ocurridos en mundos imaginarios
en lugares y tiempos imaginarios
Todas las tardes tardes imaginarias
sube las escaleras imaginarias
y se asoma al balcón imaginario
a mirar el paisaje imaginario
que consiste en un valle imaginario
circundado de cerros imaginarios
Sombras imaginarias
vienen por el camino imaginario
entonando canciones imaginarias
a la muerte del sol imaginario
Y en las noches de luna imaginaria
sueña con la mujer imaginaria
que le brindó su amor imaginario
vuelve a sentir ese mismo dolor
ese mismo placer imaginario
y vuelve a palpitar
el corazón del hombre imaginario
Twitter: @menesesportatil