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La tesis Chua

Por 17 de febrero de 2011 Sin comentarios

Eduardo Gil Bera

 

Una visita se ha dejado un libro encima de la mesa. Hemos hablado de cómo hace furor en América y luego el volumen se ha quedado olvidado. Yo no había tenido nunca en la mano un bestseller americano, este tiene muy buen aspecto y está bien hecho. Se titula Battle Hymn of the Tiger Mother, la autora es Amy Chua, y desde que el mes pasado el Wallstreet Journal publicó un avance bajo el título “Por qué las madres asiáticas son mejores”, causa un comedido revuelo en Upper West Side y alrededores.

Quizá por aquello de que China está de moda, la portada hace un guiño al libro rojo de Mao. La señora Chua, que es profesora en Yale y ha publicado libros sobre transacciones internacionales, globalización, desarrollo y otras materias inauditas, ha hecho un bestseller narrando cómo formó a sus dos hijas para el éxito. No más les prohibió dormir en casa ajena, ir a fiestas de cumpleaños, jugar con el ordenador, participar en el teatro de la escuela y sacar cualquier nota que no fuera sobresaliente, quitando gimnasia y teatro, materias que Chua abomina. Las jóvenes Chua tenían que practicar dos horas al día, una el piano, y la otra el violín. Llegado el caso, no podían ir al baño ni beber agua hasta terminar a satisfacción los ejercicios. Chua presume de haberlas amenazado con cuatro años sin regalos, más la destrucción de todos sus juguetes, como motivación para los pasajes difíciles. Dice que la mayor le ha salido obediente, y fue públicamente expuesta como aspirante a pianista prodigio en el Carnegie-Hall. La menor, en cambio, se pasó al violín y odia ligeramente al piano y su madre.

Chua incide en la preocupación de los padres de clase media por el ascenso social de sus hijos y en el tópico de la superioridad de los niños prodigio de origen asiático. ¡Y todo esto sucede cuando la prensa segura que América le entrega el relevo de superpotencia mundial a China! Con tan fausto motivo, el libro de Chua comparte el mayor número de pilas en las librerías americanas con When China Rules the World de Martin Jacques, que anuncia el acabóse del mundo occidental.

Chua acongoja a los americanos con detalles como comprobar que al matricular a sus hijas en la Juilliard School de Nueva York vio que prácticamente todos los padres eran extranjeros. Y dado que muchos americanos se admiran de la cantidad de genios matemáticos y musicales que engendran los chinos, Chua les dice cómo hacerlo, y para empezar aconseja prohibir a los hijos la elección de hobbys. Entonces los padres americanos se preguntan si la señora Chua es una madre o una monstrua, mientras quedan sumidos en la inseguridad, dado que la última moda parecía ser que eran los hijos quienes educaban a los padres, y el veredicto de Pisa parece cada vez más inclinado a los países asiáticos. Para consuelo de afligidos, siempre se puede apuntar que el suicidio es la segunda causa de muerte entre las jóvenes chinas americanas.

Cuando la hija pequeña tenía cuatro años, confeccionó una tarjeta como regalo de cumple de su mamá, y Chua sostiene que le devolvió el regalo por defectos de fábrica, con la terminante indicación de que podía hacerse mucho mejor, porque ella misma fue educada así, y el éxito habla solo: es la mayor de cuatro chinas que consiguieron ingresar en la Liga Ivy, y hasta su hermana que tiene síndrome Down ganó dos medallas de oro en los Paralímpicos. 

Chua asegura estar orgullosa de haber expedido esta frase en clase: “Ahora contaré hasta tres, y luego quiero musicalidad. Si la próxima vez no es perfecta, cojo todos tus muñecos de peluche y los quemo”. También le honra la confesión de que el método funciona bien solo la mitad de las veces. La pequeña le dijo una tarde: “No soy china. No quiero ser china. Odio el violín. Odio mi vida. Te odio a ti”. Y consiguió permiso para jugar al tenis. 

Chua dice haber llevado al éxito a sus hijas musicales, y también al estrellato, porque espera que el libro también las haga famosas a ellas, ahora que tienen dieciocho y catorce años, y están tan formalizadas que, para destacar, casi no les queda más que el crimen o la calle.

Veo que también ha aparecido la versión alemana del libro. La han titulado Die Mutter des Erfolgs (han renunciado a la espectacularidad del  título original: una traducción literal de Battle Hymn sería Schlachtgesang, pero la preceptiva ordena hipocritear ante tales palabrotas, que sonarían como sacadas de las películas de propaganda de las SS que cautivaron a Grass), le han resaltado el look de libro rojo de Mao, y los comentaristas se han esforzado por hacerse los impresionados.

Algunos expertos en entelequias creen que la publicación podría valer como excusa para un debate entre confucianos y aristotélicos. Pero, por lo visto, la tesis Chua tiene un acompañamiento de ñoño continuo que desmotiva hasta el escándalo. 


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Eduardo Gil Bera

Eduardo Gil Bera (Tudela, 1957), es escritor. Ha publicado las novelas Cuando el mundo era mío (Alianza, 2012), Sobre la marcha, Os quiero a todos, Todo pasa, y Torralba. De sus ensayos, destacan El carro de heno, Paisaje con fisuras, Baroja o el miedo, Historia de las malas ideas y La sentencia de las armas. Su ensayo más reciente es Ninguno es mi nombre. Sumario del caso Homero (Pretextos, 2012).

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